Pensando en pinzas
En uno de esos días malos, que te vienen a la mente recuerdos agradables de haber jugado con pinzas y con ÉL.
Acaba el día, un día de esos que no quedaran para la historia, al menos no en la de buenas historias. Quieres relajarte, bajar pulsaciones o mejor… subirlas. No estás en un estado físico bueno, ni siquiera aceptable. Te echas en la cama, hace frio pero tu cuerpo empieza a sentir un calor muy especial, no de la excitación sino el calor remanente de esa persona que se aloja en tu mente desde que despiertas hasta que te acuestas.
Vienen sin pensarlo recuerdos de aquel día, que tampoco estabas tan bien… pero que solo con el tacto de él y poder estar a su lado se volvió inolvidable.
Y te vuelves a imaginar, tumbada, desnuda, con la respiración pausada sintiendo el calor que emana de la persona que tanto adoras recorriendo tu cuerpo. Rozando con sus manos tu rostro, acariciando tus senos, bajando deliberadamente por tu abdomen llegando a tu sexo hasta humedecerlo.
Pero el juego continua, y escuchas las pinzas ¿De plástico o madera?
Una caricia más sobre tus tetas sensibles y él coloca una pinza en el pezón izquierdo. No sientes dolor, leves punzadas que transformas en placer. Y si, son de plástico, y de diferentes formas y tamaños. Una segunda pinza en tu seno izquierdo, una tercera, una cuarta… hacen una especie de triangulo alrededor del pezón. Al seno derecho le espera lo mismo, el dolor transformándose en placer…
Tu coño sigue húmedo y no se librara de las pinzas. Unas 4 pinzas grandes, dos a cada labio mayor, que cuando te meneas por la excitación suenan y te vuelven aun más loca. No sientes dolor solo placer… además de dos pinzas, una a cada lado de los labios mayores pero ahora más fuertes y presionando de forma casi casual tu clítoris. Solo sientes placer y las ganas insanas de sentir su polla en el que ahora es tu coño pinzado.
Tranquila eso llegara de un momento a otro pero antes, comienzas a sentir que las pinzas de los pezones va a ser quitadas. No quieres, ya te has acostumbrado a ellas. Pero cuando sientes tu piel liberada y la sensación de dolor cambiando rápidamente a placer, te vuelves a excitar más. Así con cada una de las pinzas que él te había puesto, hasta el momento que no tienes ninguna. Tu cuerpo sensible y deseoso ahora tocado y pellizcado por sus manos.
Y justo antes de ser penetrada, te coloca una pinza en el clítoris. Si tuviste un día duro y largo, esa noche, fue larga y con la polla de ese hombre que tanto adoras bien dura follandote como tanto te gusta.