Pensamientos Pecaminosos. Capitulo 5.

La historia se centra en la vida de un sacerdote católico y su constante lucha entre sus deseos terrenales y sus obligaciones morales. Los cuales se intensifican notablemente durante la aparición de un joven llamado David. ¿Podrá el sacerdote hacer frente a esta situación? o ¿El deseo lo consumirá?

Capitulo 5

Decisiones Amargas.

Ira, desconsuelo y frustración, emociones humanas capaces de surgir y de destruir al hombre mas entero.

Sólo en su habitación y luego de sentir que había caído en el mismo abismo, éste se levanta y va camino a la sala de la capilla. Sebastián se encuentra sentado en la mesa rodeado de papeles y libros, debe estudiar, ya que se está preparando para rendir. Los sacerdotes continuamente se perfeccionan y enriquecen sus conocimientos por medio del estudio de diferentes doctrinas.

-Por fin te levantaste. ¿Estás bien?

-Sí ¿que hora es? - corriendo la silla y sentándose a su lado.

-Ya es muy tarde, más de la diez.

-Dormí tanto.

-Te ha afectado mucho. ¿Verdad?

Nicolás bajo la mirada y apretó muy fuerte sus manos.

-Le he tomado cariño.

-¿Solo cariño? Recuerda que aun es un niño, que no tiene definido lo que quiere, ya que está en una etapa experimental de su vida. Aun no puedo creer que te hayas dejado arrastrar.

-Yo creo, que es sincero.

-Eso crees ¿verdad? Déjame decirte que estas siendo necio.

Solo quieres escuchar lo que a ti te conviene. No entra a discusión el que sea hombre, tengo la mente abierta y no correspondo a pensamientos arcaicos. Pero no puedo permitir ver como te destruyes, ni como faltas el respeto a la institución de la cual prometiste formar parte, por el resto de tu vida.

-Lo sé. Pero, si Dios me ama tanto, no permitiría que sea feliz.

-¿Porque te cuestionas eso ahora? Él solo está observando, brindándote la libertad de elegir.

Nicolás abrió sus ojos sorprendido.

  • Debo informar a Ernesto mi desvinculación con la capilla y mi posible remplazo.

  • No te preocupes, ya he comprado con anticipación los boletos. Lo haremos mañana a primera hora.

Ambos se quedaron charlando hasta altas horas, el juicio de conciencia que aquella noche compartió el sacerdote con su amigo, hizo ver a Nicolás, que camino era correcto tomar.

Muy temprano por la mañana adelantaron trabajo y se dirigieron a la estación. Volverían al pueblo y comenzarían por terminar lo que nunca se tendría que haber iniciado.

Mientras tanto en el Challao, la comunidad continúa con su rutina, totalmente inmutables, de todo lo que sucede a su alrededor.

La capilla de Lourdes a ha sido abierta y esta siendo acondicionada, llegó el comunicado de que, por la tarde, llegara el párroco acompañado de otro sacerdote. Y todos desean ir a saludarlo, incluido David quien espera con ansias, volver a verlo.

Siendo el mediodía Nicolás llega en el primer tren. Baja acompañado de Sebastian, pues Ernesto los ha venido a buscar.

Al llegar, los vecinos se agolpan a saludarlo. Le preguntan preocupados como ha sido su estadía y porque si pensaba quedarse una semana, a vuelto en dos días. Nicolás contesta que ya tendrán su respuesta en una reunión que hará mas tarde. Solo les pide dejarlo tranquilo ya que el viaje a sido agotador y ambos necesitan descansar.

Una vez en el interior, dejan sus pertenencias y un sonido de golpes llama su atención. Alguien detrás de la puerta llama muy insistentemente.

Sebastian como presintiendo algo, decide ir a contestar.  Abre la puerta y un rostro tan bello como nuestra santa madre lo mira, pronunciando unas pocas palabras.

  • Eh... el Padre Nicolás ¿ha llegado?

Sebastián lo observa con desconfianza y contesta.

  • Así que tú ¿debes ser ese joven?

  • ¿Qué? ¿Usted me conoce? – por detrás del sacerdote, Nicolás divisa al muchacho y sin pensarlo dos veces, corre a un lado a Sebastián.

  • David.

  • Padre ¿puedo hablar con usted?

  • ¡No! Por favor ven en otro momento, él debe descansar. – exclamó molesto Sebastián.

  • Pero…

  • Déjalo. Pasa, hablare contigo.

Nicolás tomó del brazo al joven y lo ingresó al interior

  • Iremos al confesionario, ven.

  • ¿Qué estas haciendo Nicolás?

  • Por favor, dame dos minutos y se irá – pidió el sacerdote a su amigo.

  • Está bien, solo dos minutos. Te esperare aquí.

  • Gracias, ven David.

Nicolás y el muchacho fueron a la sala contigua. En ese momento David preguntó quien era esa persona y porque lo conocía. El sacerdote se sentó en una silla y atrajo el cuerpo del joven a su lado, tomándolo por las caderas lo rodeo con sus brazos y lo abrazo fuertemente. El aroma lo mareaba y hacia que su piel se erizara como el frío del inverno.

  • Te extrañaré.

-¿Que esta diciendo padre?

No tenía el coraje suficiente como para decirle al joven que había decidido irse, para poder terminar su relación con él. No podía lastimar aquella hermosa sonrisa y destruirla con tal ruin noticia.

  • Ya no tiene a donde ir,  para escapar de mí.- dijo David en un tono burlón sin comprender la totalidad de la situación.

  • Siempre tan elocuente, eso es lo que mas me gusta de ti.

  • Pero, realmente voy a irme.

  • ¿Qué, porque? ¿A donde?

  • Tranquilo me iré, a un retiro por un mes. Volveré lo más pronto posible.

  • ¿Qué, un mes? ¿Cuando se va? ¿Porque tan abruptamente?

  • Mañana mismo. He venido a buscar mis cosas.

  • ¡Mañana! Tan pronto. Pero....- las lágrimas salían de los ojos de David. Y Nicolás observó con calidez como ese rostro infantil se enrojecía por las mismas.

  • No llores, voy a volver pronto. Fue una orden de la arquidiócesis, es que debo ayudar a todos en donde sea.

  • Tee esperareee… Tee lo prometooo… - dijo David entre sollozos.

Nicolás sintió como si un puñal se hundiera en su pecho y perforara cada uno de sus órganos, en su interior el peso de semejante mentira no era nada comparado, con el hecho de traicionar aquella inocente promesa juvenil. La incertidumbre los cubrió por completo.

Se abrazaron fuertemente y quedaron inmóviles, en silencio, como si cada uno en su interior sabía que esa seria quizás  la ultima vez, que se volverían a ver.

Interrumpiendo ese momento, Sebastián abrió la puerta y expresó a Nicolás, su descontento.

  • Ya es hora. Debemos hablar con los devotos.- mirando con preocupación, la escena que se representaba delante de sus ojos.

  • Sí. Lo siento.- dijo el sacerdote mientras se levantaba de la silla.

David con la mirada hacia el suelo y la cara marcada por el llanto. Se dispuso a salir de la habitación. Pero antes de cruzar la puerta, Sebastián le expresó unas palabras.

  • ¡Niño! Ve y lávate la cara, ya es hora de que vuelvas a tu casa.

Éste giró su rostro, mirándolo. Solo la expresión de esos ojos claros, valía más que mil palabras. El joven se retiró de la habitación pero antes se dirigió a Nicolás.

  • Recuerde lo que le he dicho padre, yo mantendré mi palabra. No me decepcione.- cerró la puerta y se fue.

  • Vamos, nos están esperando.

Habían quedado de acuerdo, que versión de los hechos contarían. Sebastián  no quiso preguntar a que se refería el joven, pero en su interior imaginaba que no fue capaz de decirle la verdad.

El tiempo en el cual Sebastián estuvo esperando, decidió llamar a reunión al los devotos representantes y así dar por comunicado el traslado y sus motivos. La reunión duró horas, los porque de tan abrupta decisión y las objeciones fueron planteadas.

Al final todos escucharon. El apoyo al párroco, era más importante, ya que ayudar al prójimo era su meta en la vida.

Después de la reunión volverían a La Aurora, no esperarían al día siguiente, pues viajarían de noche. Con sus pocas pertenencias embaladas y guardadas. Los sacerdotes se dispusieron a viajar.

Antes de retirarse de la capilla, Nicolás observó por última vez cada rincón, atesoro sus aromas, sus recuerdos, los gozosos momentos que había podido disfrutar dando sus queridas misas y no pudo evitar quebrarse. Sebastián tocando su hombro, le recordó que ya era hora de irse.

Subieron al coche de Ernesto y partieron rumbo a la estación, al llegar a ella, el tren estaba listo para salir. Sebastian entregó los boletos, mientras Nicolás miraba hacia todos lados, buscando. Esperaba que algo o alguien lo frenaran de tal hecho a cometer.

  • Suba por favor padre, ya estamos por partir.- le dijo el guarda del tren.

  • Si. Enseguida, disculpe.

Ambos subieron al tren y este comenzó a moverse, tomando velocidad, su destino ya estaba marcado. Tanto la imagen del mismo, como los pensamientos del sacerdote se perdieron en la noche, ocultos, por la niebla en las vías.

“Todo tiene un por qué en la vida, solo nosotros debemos darle el sentido”

Dos semanas después que los sacerdotes se erradicaron en el pueblo La Aurora, la contestación de la carta enviada por Nicolás, llegó. Su nueva residencia proporcionada por la arquidiócesis era la provincia de Jujuy, en la Capilla Santa Rosa de Lima, significativo espacio de reflexión y consagración. A la cual debía de concurrir en un lapso no mayor de tres semanas. Al recibir la noticia Nicolás se consternó, ya que ésta se ubicaba a 1300km de su pueblo natal. Le seria muy difícil ir a visitar a sus seres queridos, nunca antes se había sentido tan arrepentido. Lo comentó con su familia y sus padres estuvieron de acuerdo, ni siquiera su padre lo cuestionó, ya que para él, también un suspiro de alivio se alojó en su pecho. Si sus sospechas eran ciertas, esto disolvería cualquier duda.

  • Bueno es un poco lejos hasta de mí, pero te será bueno conocer otros lugares.- dijo Sebastián tratando de animarlo.

  • Tienes razón, nunca antes me fui tan lejos, solo a pueblos cercanos.

  • Será un buen cambio. Ánimo Nico.

  • Sí.

El viaje hasta Jujuy por tren duraría tres días, parando en varias ciudades a descansar, comiendo en diferentes comedores y conociendo gente nueva todo el tiempo, una experiencia única para el sacerdote. Se aprontó pues viajaría la semana entrante.

Escribiendo una carta casi diariamente, Nicolás se comunicaba con el casero del Challao, este lo mantenía al tanto de todo lo acontecido en su ausencia. No se animaba a preguntar por David. Había roto su promesa, y la traición era una carga muy difícil de sobrellevar. Por lo tanto decidió mantenerse al margen de su existencia.

El día que tuvo que partir hacia Jujuy, Sebastian lo acompaño, antes de retirarse Nicolás agradeció su ayuda y su amistad, se abrazaron y despidieron.

Ese fue el final y el principio de una nueva vida. Pero ¿Llevaría consigo una herida abierta, que nunca lograría sanar? Una que lo perseguiría hasta el fin del mundo...

continuarà...