Pensamientos Pecaminosos. Capitulo 4.

La historia se centra en la vida de un sacerdote catòlico y su constante lucha entre sus deseos terrenales y sus obligaciones morales. Los cuales se intensifican notablemente durante la apariciòn de un joven llamado David.¿Podrà el sacerdote hacer frente a esta situaciòn? o ¿El deseo lo consumirà?

Capitulo 4

Acto lujurioso

Una vez en el interior de la habitación, Nicolás se encontraba totalmente dominado, atado de pies y manos, cualquier intento por escapar, le resultaba inútil.

  • ¡UHF! Mm...

  • ¿Si libero sus labios, promete, no gritar? En realidad se que no lo hará.

Este quitó el pañuelo de su boca, en el mismo momento en que dejó escapar un suspiro de alivio.

  • ¿Qué piensas que haces? ¿Estás loco?

  • No estoy loco. Solo cumplo sus deseos.

David se levantó de la cama, corrió un mueble cuidadosamente sin hacer mucho ruido y obstruyó la puerta. Comenzó por quitarse la ropa muy lentamente. El espectáculo que se brindaba delante de los ojos del sacerdote era casi imaginario, ni su peor pesadilla, se comparaba con el grado de stress que estaba sintiendo en ese momento. Pero una sensación antagonista, nacía oculta en su interior.

El joven, solo con su ropa interior, se alzó sobre las caderas del hombre y con sus suaves manos levantó la túnica.

  • ¡OH… por dios! ¿Qué vas hacer?

  • ¡Cállese padre! No me obligue a amordazarlo de nuevo.-dijo sin alzar demasiado la voz.

El bello cuerpo bien proporcionado que observaban los ojos de aquel sacerdote, no tenían comparación a ninguna obra de arte, que hubiera visto durante sus estudios en el seminario. El solo hecho de observar y de apreciar su cara libidinosa, hacia que el calor brotara por cada uno de sus poros.

-Manténgase callado hasta que sienta que comienza a disfrutarlo.- con una voz burlona, se acercó y lamió la oreja de Nicolás.

  • ¡Nn! ¡¡Nnnn!! Ahhh…

Sintiendo directamente el aliento caliente sobre su oreja, el miembro de aquel  joven hombre, comenzó a responder positivamente.

  • Es realmente desobediente.- apretaba fuertemente la punta de su pene.

  • ¡Ahhh! ¡Noo!

Estimuló el pene del sacerdote tocando y acicalando, de arriba hacia abajo. Las agridulces sensaciones volvían repetidamente y su mente desvariaba por momentos. Besando su pecho, pasó su lengua de izquierda a derecha, no olvidó ningún lugar.

  • ¡De-detente…! Ah… nnn… mm.......

La situación lo desbordaba y Nicolás sin poder aguantar más, finalmente decidió ceder ante ese impulso y con una vos razonable pero casi espectral, se dirigió al joven.

  • ¿No tengo escapatoria verdad? Entonces suéltame.

El joven notó el cambio en él y un ligero escalofrío recorrió su nuca. Era como si algo se hubiera poseído de aquel inocente hombre y ahora lo miraba una bestia capaz de cualquier cosa.

-¡Te dije que me sueltes!

David aflojó las ataduras y repentinamente Nicolás saltó sobre el muchacho, lo arrojó sobre la cama, tomándolo por el cuello.

  • Te gusta jugar verdad. Ahora quien ríe último.

David temió por un momento, pero su espíritu rebelde era más fuerte. Apretó con sus manos el rostro de Nicolás y lo atrajo hacia él besándolo y succionando sus labios.

  • ¡Mmm… mfff…!

Una lengua se introdujo en la ligera abertura que apareció en sus labios. Nicolás dio vuelta el  cuerpo de David, colocándolo boca abajo y murmurando en su oído.

  • Ambos caeremos en este agujero negro.

Bajó la ropa interior del muchacho y humedeciendo su dedo, lo introdujo en su interior.

  • Me, esta lastimando. ¡Ahhh!

El sacerdote no sabia claramente que hacer, pero una vos en su interior lo guiaba fielmente. Quizás el escuchar por horas, miles de relatos obscenos, propiedad de aquellos devotos condenados, habían sido su mejor escuela en el sexo.

-Uuhhh…. Oohhhh… auch…. Me duele.

Las palabras del joven fueron acalladas una vez que Nicolás cubrió su boca con la almohada. Este friccionó el cuerpo del muchacho junto a sus caderas y en ese momento David sintió como una masa caliente se introducía en él.

  • ¡Ahhhhh!

  • No grites. Pueden escucharnos.

Nicolás envestía profundamente el cuerpo del joven acelerando y desacelerando su ritmo.

Recibieron placer por igual y se dejaron llevar por un mar de sensaciones que los arrastró como una ola furiosa. Sus cuerpos temblaban y el pene de Nicolás buscaba desesperadamente el calor de aquella abertura relajada y húmeda. Enterrándose más y más dentro de él hasta que encontró el punto de placer de David.

  • ¡Ahhh! Está tan profundo.

Los movimientos se incrementaron y David intento acallar sus gemidos mordiendo la almohada tan fuerte que su labio sangró, pero el placer era tan intenso que ni siquiera se dio cuenta del dolor.

El placer originado al tener su glándula prostática estimulada era sorprendentemente intenso.

Los movimientos se aceleraron y pronto el sonido de los cuerpos chocando uno contra otro pudo escucharse.

  • ¡Ahhhhh! Dios mío…

Ambos se permitieron eyacular y quedaron exhaustos tendidos sobre la cama.

El sacerdote se levantó, limpió su cuerpo y miró al joven que yacía boca abajo totalmente ultrajado. Se sentó a su lado y acarició su cabellera.

  • ¿Estas bien? por favor vístete. ¿No te lastimé verdad?

Tomándolo del brazo el joven sonrió. su mirada demostraba lo complacido que estaba.

-Tranquilícese padre no es precisamente mi primera vez.

Nicolás dio vuelta su rostro y sus ojos denotaban su enojo.

  • Pero si es la primera vez que realmente lo he disfrutado. Soy feliz de saber que soy el único que ha arrebatado todo su ser.

Inconcientemente el joven que lo miraba lo abrazó y en su corazón expresó sus sentimientos.

  • No se que me ha hecho, pero no voy a poder alejarme de usted.

La tarde terminaba en calma y el único sonido que se escuchaba era el último canto de las aves avisando la llegada la noche.

  • ¿Como voy a salir de aquí? Pregunto Nicolás al joven, ya que mañana muy temprano salía su tren. Su compromiso todavía seguía en pie.

David se reincorporó y arregló sus vestiduras. Corrieron el mueble y este alcanzó el picaporte de la puerta.

La puerta se abrió con fuerza. El joven corroboró que no estuvieran sus hermanas y se dirigió a la cocina donde su madre lavaba la vajilla.

  • Ahora váyase. Entretendré a mi madre, salga por la puerta trasera que se encuentra abierta.

Nicolás aprovecho el momento y escapó silencioso de aquel lugar. No sin antes sentir, la  aterciopelada piel del joven que acarició sus dedos a modo de despedida.

Mientras se alejaba apurado en la naciente oscuridad, miró hacia todos lados y se fue rumbo a la capilla, en su interior reflexionaba sobre su confesión de mañana e inevitablemente a pesar de su preocupación, no pudo evitar formar una alegre sonrisa en sus labios al mirar de reojo la palma de su mano.

“No podemos decir que la tristeza es una privación de una mayor perfección, pues la privación no es nada, mientras que el sentimiento de la tristeza es un acto, no puede ser otro, que el acto por el que se pasa a una perfección menos”

(Siglo XXI, Spinoza)

Examen de conciencia

Esa noche pudo dormir sin complicaciones, trayendo consigo una traicionera calma, se digno a descansar.

Los primeros rayos de sol, sobre la ventana de la habitación de Nicolás, anunciaban que el día estaba por comenzar. El sacerdote se levanta, asea su imagen y comienza por preparar sus pertenencias. Debe de estar listo pronto ya que saldrá en el primer tren de las siete horas. Toma su bolso y se dirige al exterior de la capilla. Cierra las puertas de ésta, invadiéndola por completo el silencio. Se segura de no olvidar nada, mira hacia todos lados como esperando algo. Ernesto el casero ha venido a buscarlo, lo llevara la estación del tren.

  • Fue muy amable Ernesto, en querer llevarme. Muchas gracias.

  • No es nada padre. Cuídese.

Durante todo el camino hacia la estación, Nicolás recuerda aquel momento con David y como sucumbió ante él. Nunca había tenido intimidad con ninguna persona, pero la sed de placer, lo enloqueció al punto de convertirse en otra entidad. Una totalmente ajena a toda santidad. Las imágenes que circulaban en su mente y las nuevas sensaciones experimentadas en su cuerpo lo hacían sonrojar al punto de exaltarlo.

  • Padre ¿se siente bien? Esta de color rojo.- expresó Ernesto un poco desconcertado.

  • Ehh… no. Debe ser el cambio de ambiente. Hace mucho que no salgo del pueblo.

  • Que estoy haciendo debo tranquilizarme.- pensó Nicolás.

En la estación la gente se agolpa, todos están apurados, deben concurrir a sus trabajos, a visitar familiares o en busca de nuevos destinos.

  • FFFUUUU…- la bocina suena y el vibrar del anden anuncia que el tren esta por partir.

Nicolás sube por la escalera y entra en uno de los vagones, Por ser sacerdote tiene un compartimiento individual impuesto por la arquidiócesis.

Se sienta en la butaca y parte rumbo al pueblo  La Aurora, donde lo espera un párroco amigo con el cual charlara sobre todo lo acontecido. Al mirar por la ventana ve alejarse a Ernesto quien lo despide eufórico y este le devuelve el saludo.

Pero al final del andén una figura lo observaba distante, callada, exacerbada de ira y experiencia. Sus ojos profundos lo atrapaban haciéndole casi imposible desviar la mirada. Distanciándose del andén, se perdió entre la gente.

A Nicolás le quedo un amargo sabor de boca. Solo podía imaginar porque estaba ahí o si era solamente un aviso, de que no olvidara volver.

El tren se alejó y este se refugió en la lectura de un libro. Pasadas dos horas la entrada del pueblo era visible y en la otra estación su colega lo esperaba. Luego de que el tren hiciera su parada, el sacerdote es recibido.

  • Nicolás ya llegaste. ¿Cómo has estado?

  • Sebastián. Tanto tiempo sin verte.

  • Acompáñame, tengo a todos esperándote.

Ambos se abrazaron y se fueron rumbo a otro lugar. Llegando a la capilla María Mediadora del pueblo La Aurora, donde Sebastián es párroco, prepararon algo de beber e invitaron a Nicolás a ponerse cómodo.

  • Bueno. ahora dime porque haz venido con tanta urgencia, no es algo propio de ti.

  • Es que han pasado muchas cosas y quería confesarme lo más pronto posible.

-¿Tú? Confesarte de urgencia. Mira que has cambiado.

  • No bromees, es serio.

  • Está bien, deja que prepare todo y lo haremos.

Sebastián preparó el confesionario y se dispuso a escuchar a Nicolás.

Comenzó relatando suceso por suceso acontecido durante todo el tiempo en el había conocido al joven. Llegando al momento en el cual tuvo sexo con él.

La mirada de susto y vergüenza que proveían los ojos de Sebastián demostraban a Nicolás, la poca voluntad, que este había tenido en enfrentar tales sucesos. Finalizada la confesión el sacerdote absuelve sus pecados e invita a la reflexión.

  • Mira Nico. Más que un sacerdote soy tu amigo y no puedo terminar de digerir todo lo que he escuchado. Como pudiste dejar que las cosas lleguen a ese punto.

  • No sé, solo sucedió.

  • ¿Solo sucedió? Haz pensado si esto llega a oídos de tu padre. Recuerdas lo que le hicieron a tu hermana ¿Quieres que te maten?

  • Esa es mi mayor preocupación.

  • Entonces toma una decisión y ponle punto final a esta locura. Esto no es una broma.

  • ¿Punto final?

  • Abandona esa capilla y pide a la arquidiócesis otro lugar de destino. Tú familia es influyente y te lo otorgarán.

  • Pero ese pueblo es mi vida.

  • Tú vida termina, cuándo la de los demás está en juego, como la de ese muchacho o te olvidas que es un hombre. Y a ti solo dios sabe que te pasaría.

  • Lo sé.

  • Entonces hazlo. Yo te ayudaré.

La agonía creciente en el pecho de Nicolás oprimía sus sentidos y lo dejaba a merced de la desesperación. Como podía abandonar todo eso que había construido. Su valiosa comunidad querida, sus vecinos, todo se derrumbaba a su alrededor. Sabiendo que él era el único culpable, escribió una carta destinada a las autoridades de la iglesia pidiendo otro lugar de residencia. Sebastian lo ayudó a redactarla y él se encargaría de hacerla llegar a destino.

  • No hace falta que vuelvas, puedes quedarte aquí hasta que llegue la contestación. Eso tardara solo dos semanas.

  • ¿Qué? no puedo mis cosas.

  • ¿No puedes o no quieres?

  • Es que…

  • ¡Basta Nicolás! Haz lo correcto de ahora en más. Ya suficiente te has dañado. Mandare a buscar tus pertenencias o iré yo mismo.

  • Descansa que el viaje ha sido largo. Acompáñame.

Sebastian mostró a Nicolás donde se encontraba su habitación.

  • Ahora debo irme pero mas tarde charlaremos de los preparativos. Descansa.

Nicolás se acostó sobre la cama, no podía creer todo lo que sucedía y con que velocidad estaba ocurriendo.

¿Porque debía alejarse de todo? ¿Esa era la solución?- se planteaba.

Sin darse cuenta la imagen de David  aquel día del encuentro, tomándolo por el brazo y confesando sus sentimientos, aparecieron de la nada en su mente. Lo conmovieron a tal punto, que tapó con sus manos su rostro y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, convirtiéndose lentamente en un torrente.

Ese día lloró, como nunca antes, había llorado en su vida…

Continuará…