Pensamientos Pecaminosos. Capitulo 2.
La historia se centra en la vida de un sacerdote catòlico y su constante lucha entre sus deseos terrenales y sus obligaciones morales. Los cuales se intensifican notablemente durante la apariciòn de un joven llamado David.¿Podrà el sacerdote hacer frente a esta situaciòn? o ¿El deseo lo consumirà?
Capitulo 2
Día de placer.
Después del desafortunado suceso, Nicolás decide darlo por olvidado y retoma las tareas que había planeado. No almorzará ha perdido el apetito por completo. El constante malestar mezclado con euforia lo molesta. Camina por la habitación he ingresa al baño, la tina està preparada, se quita sus ropas he ingresa en el interior de la misma. Relaja todo su cuerpo.
Repentinamente la imagen de aquel joven viene a su mente, el cuerpo bien proporcionado y los labios recorriendo cada pulgada de su dedo. Su temperatura lentamente se eleva, dándose cuenta de este cambio en él. Más y más imágenes de ese momento se desplayan en su cabeza y la excitación se daba por asentada. Sumergiendo su mano derecha por debajo de su abdomen, logra modular un suave quejido y el incesante movimiento del agua irrumpe la calma de la habitación. El sonido de un murmullo apasionado pero un tanto reprimido, esperaba con ansias ser escuchado.
-¡Ahhh…ahh…! Su corazón latía con fuerza.
Sin mas titubeos adentro su mano mas profundo en su entre pierna y la perversa sensación de cómo recorría su miembro lo devoró por completo.
-¡Nnaahh… arrghhh…! Solo deseaba dejar salir, esos gritos, que contenía en su interior. Que lo quemaban como un voraz incendio, desde los pies hasta el final de su columna vertebral.
-¡Ahhh noo!
Sabia que estaba mal pero no podía hacer nada por parar.
Frotó y acarició mucho más su órgano e involuntariamente sujeto el borde de la tina.
-¡¡Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh…!!
El líquido caliente se mezcló con el agua.
Se mantuvo en silencio por unos instantes, se reincorporó, secó su cuerpo con una toalla y comenzó a vestirse. Colocándose una túnica de entre casa. Al dirigirse a su habitación, se recostó en su cama por un momento y cerró los ojos, abatido por el cansancio, se durmió.
La tarde se disipaba y daba comienzo a la fría noche. Nicolás despierta de su letargo un poco adormilado, se pregunta por cuanto tiempo ha dormido. Su dìa ha sido tan movilizado que olvidò comprar el pan y casi no hay comestibles en su despensa. Se coloca su abrigo y toma el dinero, dispuesto a ir, al almacén mas cercano o el que este de turno, ya que a estas horas y por ser fin de semana, con suerte encontrara algo abierto.
Caminando por las calles de tierra en los alrededores, observa como las chimeneas de las casas se encuentran encendidas y todos se preparan para cenar en familia. Al pasar por un pasaje, decidió cortar camino para no pasar por la plazoleta principal del pueblo y así ahorrar valiosos minutos. Por un momento un suave murmullo lo distrae de su cometido.En un rincón del callejón que se forma al dar al vuelta por dos casas linderas, unos jóvenes se encuentran en la oscuridad. Nicolás se alerta ya que no son horas para deambular. Al mirar ve como dos piernas se entrecruzan y dos manos tocan sus partes prohibidas.
- ¿Que están haciendo? -Grita asombrado, tratando de no llamar la atención de nadie más.
Uno de los jóvenes se echo a correr mientras el otro solo opto por quedarse inmóvil. Este lo tomò del abrigo y lo introdujo en la oscuridad de aquel callejón.
- ¿Padre estoy en problemas?
-¿Tú? ¿Qué piensas que haces David?
-Recuerda cuando le preguntè, si alguna vez se había tocado. Respóndame padre ¿lo hizo?
-Déjate de tonterías y ven conmigo.
Su cuerpo lo empujó sobre la pared, a pesar de ser joven, su fuerza era increíble.
-¿Que… que haces? ¡Oye!
Nicolás tratò en vano de mover su cuerpo. Ya que las manos que lo sostenían no dudaron ni una vez.
-Si usted no lo ha hecho, yo le mostrarè lo que siento, padre.
David pasó su mano por la pierna de Nicolás mirando fijamente la cara del sacerdote.
-¡Ahh que que…!
-Solo siéntalo padre.
-Ahhh noo! Déjame yaaaa. Abrió los ojos sorprendidos. No podía creer que lo que estaba pasando, como era que este joven hombre lo tenía completamente sometido sobre aquella pared, bajo una fuerza, que no podía o no queria arremeter.
.- ¡Suéltame! ¿Qué crees que haces?
.- Debería estar contento. Es un privilegio, el que yo, lo haya elegido.
En ese momento el sacerdote sintió como un dolor punzante se hundía en su mano.
.- ¡Aaahh…!
Inevitablemente el joven estaba mordiendo a Nicolás y una fina línea de sangre corría cuesta abajo por sobre su muñeca. Este totalmente inmóvil, solo podía ver estupefacto.
Tomándolo por las caderas, levantò su túnica y pasó sus manos por las piernas, deteniéndose sobre su entrepierna. Las mejillas del sacerdote tomaban un leve color rojizo, no producto del frió, sino del calor que se encendía en su interior y se extendía por todo su cuerpo, uno que lo avergonzaba y lo ahogaba a la vez.
El joven tomó su rostro, giró su cabeza y lo besó con fuerza, su lengua se introdujo dentro de su boca y se entrelazo con la suya. El filo de sus dientes cortaba los labios de Nicolás. Su intención de escapar fue remplazada por una sensación excitante.
Colocó su mano dentro de la ropa interior e hizo exaltar las caderas del sacerdote.
.- No se resista.- expresó. Luego se agachó y lamió la punta de su miembro.
-¡Ehhh! ¡Noooo!
La Suave y dócil lengua del joven acariciò el miembro de Nicolás, mientras respondía a la estimulación le era casi imposible sacarle la mirada de encima.
-¡Nnaahh… arrghhh…!
De repente David lo acariciò e involuntariamente hizo que Nicolás sujetara su cabeza.
-¡Mmm… mfff…. Ah… aaahhh!
El placer originado por sentir su miembro dentro de la boca de David sobrepasaba cualquier sueño húmedo que había tenido con anterioridad. No tenía explicación a esta lluvia de sensaciones.
Mientras gemía inmerso en el clímax, sus caderas convulsionaron, su rostro se arrojó hacia atrás y un alarido sin control se apoderaba de su garganta.
-Mmm… ahhh… no… no puedo… yo… mee…
-El semen caía por un costado de la boca del joven y el silencio acompañado de la vergüenza hicieron su aparición.
-Sabe padre, por ser sacerdote tiene una mirada muy obscena. ¡JA!
Río con total impunidad.
-Debo irme mis padres estarán preocupados.
El joven se levantó, limpió su boca con el borde del antebrazo y se alejó en la noche. Dejando solo, a un aturdido Nicolás.
El sacerdote se quedó totalmente paralizado, no entendían nada. Era como si su mundo, sus creencias y su vida se habían derrumbado por completo.
Comenzó a caminar sin rumbo como un alma en pena. Se dirigió nuevamente a la iglesia con las manos vacías y se sentó en una silla.
-Gracias a Dios, nadie nos vio. -¡¿Que hice?!
Era el único pensamiento que podía formular en esos momentos.
Al recostarse en su cama, solo quería dormir y levantarse de esa maldita pesadilla o como así él lo sentía.
Como no hacia desde hace tiempo, esa noche no durmió, el comienzo de varias noches en vela, se sumaban a su itinerario cotidiano.
“Lamentablemente ya había conocido las puertas del infierno...”
Verdad o consecuencia.
Llegadas las primeras luces e irrumpiendo en un hermoso crepúsculo, Nicolás se aviva, sus ojos se abren pero no pueden ver bien, están cansados, tienen sueño. Este yacía boca abajo con las ropas en el suelo. Durmió sin cubrirse y el gélido frío, comenzaba a cobrarse por su tonto descuido. No quería recordar lo sucedido aquella noche, parecía que su conciencia buscaba desesperadamente un escape de su culpa. La fiebre se esparcía, la tos golpeaba y resonaba en su pecho. Más eso no era lo que preocupaba; un dolor mas profundo lo oprimía y lo confrontaba a sus principios. No solo su ego había sido herido, lo que mas lo asustaba era su incapacidad de controlar aquel impulso para él, desconocido hasta entonces.
Hoy no se levantaría, solo reflexionaría sobre su comportamiento lascivo y que era lo que lo llevo a cometer semejante acto abominable. Sus ojos se cierran, pero un murmullo lejano penetra en sus oídos; son flashes de recuerdos, sonidos de jadeos y gruñidos. La temperatura sube y la transpiración se corre por sus parpados. Pero firmes palabras lo transportan a la realidad.
-“Que dulce voz, pronuncia mi nombre. Ella evoca en mí un efecto de sosiego, me transmite su paz, su amor y me acuna en sus dóciles palabras. Me recuerdan a mi madre.”
-Despierta... ¿Qué te sucede?
Una mano càlida y bondadosa quita el cabello de sus ojos y puede divisar una silueta conocida.
-¿Quièn es? Le devuelve una sonrisa y su corazón claramente la registra.
-¿Madre? ¿Què haces aquí?
Ella era una mujer respetada, dedicada a su familia, fue su primer vínculo con dios. La persona que le ha enseñado todo.
-Hijo mío...eh venido a verte. Entre sin avisar porque las puertas de la capilla se encontraban cerradas y no se escuchaba el sonido de las campanas.
-Lo siento, enseguida.
Se levantó tambaleante e intentò reincorporarse. Los surcos y ojeras en los ojos del joven, le mostraban un rostro familiar, pero diferente al recordar.
Ella fue hasta la cocina y trajo consigo una vasija con dos paños. Uno lo colocó sobre su frente y el otro lo preparó para limpiar su rostro. Miles de pensamientos se apoderaron de su mente todas antagonistas, pero la vergüenza y la deslealtad fueron las primeras en surgir.
-Tranquilo Nicolás, descansa. Recuerdo cuando eras pequeño, siempre tan frágil y tan recurrente a enfermar. Parece que eso no ha cambiado.
-Madre. ¿Porque has venido a verme? ¿A sucedido algo?
-Tu hermana Priscila siempre se desvelaba. Firme a tu cama, te vigilaba hasta que te encontraras bien.
Súbitamente una punzada oprimió su pecho y el silencio congelò el aire como el más desolador invierno.
- Tu padre también ha venido a verte.
-¿Padre?
-Sì. Se encuentra a pocos kilómetros de aquí. En un pueblo aledaño visitando las congregaciones vecinas.
Su madre lo ayudaba a cambiar sus vestiduras.
-Nicolás ¿Qué te sucede? Tu rostro no es el mismo ¿Qué es aquello que te preocupa?
Pequeñas pero visibles lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, era obvio que su apariencia la había perturbado.
-Madre no te preocupes. No he podido descansar bien, nada más.
-Pero…
-Quédate tranquila y dime a que hora llegará papá.
-Tu padre no llegará hasta pasado el mediodía. No iremos a ningún lado. Estas enfermo. Acuéstate y descansa, luego nos dispondremos a continuar con tus tareas. Ya es muy tarde, hace horas que deberías de haber preparado la misa matinal.
Siempre tan correcta y atenta, una cualidad deslumbrante en ella.
La partida de su hija le dejo un vacío enorme, imposible de llenar y aun así, nunca intento desobedecer ninguna decisión tomada por su esposo, si era por el bien de la familia, aunque esta acabara con la razón de su vida.
Siendo las tres de la tarde, y suspendida la misa de la mañana, Nicolàs decide ofrecer una ceremonia especial. No estaba del todo recuperado pero decidió continuar con su itinerario. Su madre ayudó ha preparar las ofrendas. Las puertas se abren, los caseros son los encargados de dar el aviso y asì la gente concurre.
En un rincón ve su padre, hace un instante que a llegado. Su imagen no cambiò mucho, con el correr de estos cinco años sin verlos.
No obstante un joven de la comunidad se acerca al altar y hace que sus nervios se alteren. Su rostro demuestra intranquilidad; pero no puede hacer nada por disimular. Se persigna, toma su mano y la besa con respeto. Su interior se sacude en un mar furioso y un sentimiento inmundo de suciedad se acentúa en él.
Una vez finalizada la ceremonia, logra divisarlo en la muchedumbre y ambos se miran fijamente, este demuestra una imagen tan imperturbable. El padre de Nicolàs se acerca y coloca una mano en su espalda. Sin hacer ningún tipo de contacto visual.
-Hijo. tanto tiempo sin verte, parece que te mantienes en tu firmeza ya convertido, en todo un hombre. Pero, algo te incomoda ¿verdad? Te he estado observando durante toda la ceremonia.
-No se ha que te refieres padre. Pero a mì también me alegra encontrarte bien.
Las personas se agolpan entre ellos e interrumpen su conversación. Por un momento sintiò no poder respirar. ¿Què es lo que a notado diferente?.
-Tu madre y yo nos retiraremos a descansar a la casa de una familia vecina. Pienso quedarme un solo día. Mañana vendremos nuevamente a despedirnos.
Padre esto, padre lo otro, interrumpen constantemente. Pero su mirada distante lo mira de reojo y su voz de barítono desplaya una frase fría y detonante:
“Parece que el diablo no ha dejado de rondar por mi familia”
Su eco se pierde entre las personas...
Continuará.