Pensamientos entre la vida y la muerte

Cuando la muerte acecha, tu mente recurre a lo mas ansiado... a lo mas deseado... a ti.

La confusión reinaba, el rechinar del metal se abría paso en mi mente. La furia embestía contra mi escudo, mientras la fría lluvia limpiaba la sangre derramada.

El estoque daba paso a la defensa y tras ella mi espada tornaba roja  sedienta de nuevas almas que derribar.

El tiempo se hizo espeso, la lluvia caia más lenta. La gota de sudor que recorría mi espalda, emprendió un viaje eterno por mi piel. El frío se apoderaba de mis huesos, y las caras de mis rivales se enfrentaban en mi mente. El martilleo recorría mi cuerpo y las ráfagas de luz  inundaron mis ojos... .... Silencio...

Los campos de cebada estaban verdes, la brisa los mecía en olas de dulces olores y al final del campo tus ojos. Azabaches en mármoles blancos, que penetraban en mí cada vez más hondo, tomando lo que es tuyo. Y ese olor, pasional, dulce que provenía de tus cabellos... Mis dedos se enredaban en ellos, saboreando cada mechón, sintiendo sus ondas, y susurrando a tu oído. Tu dulce piel, calida siempre, ardía al contacto de mis dedos. Suaves se hundían en el viaje por tu cuerpo. Descubriendo cada vez esos lugares recónditos que en ti hay. Los labios se entre abrían y el contacto era inevitable. Leves roces, caricias húmedas que recorrían tu cuerpo. La voz me temblaba...

... la vista se me nubla, y la espada se hace pesada. Noto como cada vez Gea me arrastras más hacia ella, como encantado por su voz. El crujir de mi escudo me aturde, noto como cada fibra de la vieja madera de los montes grises, se abre. Sus astillas son lanzas que me desgarran mi cuerpo, y el frío hierro surge lentamente de entre ellas. Mi boca se vuelve pastosa, y una increíble sed me golpea, en medio de la gran tormenta...

...Tu boca me daba de beber, maravillosos jugos de placer. Acariciaba tu lengua y quedaba atrapado en tu boca. Mis ojos se tornaban en el infinito y te sentía dentro de mí creciendo ardientemente, inundándome con tu poderío.

Nuestros cuerpos se retuercen, se sienten, se buscan. Se comprenden a la perfección y se complementan en danzas que nunca vimos. El temblor se convierte en un ritmo delicioso, y el sudor nos hace resbalar uno encima de otro. Mis manos te recorren ansiosamente, tenerte es todo mi deseo y el tuyo hacerme sufrir en tu ardiente juego. Mi cuerpo se arquea, se tensa y eriza. Mientras tus manos toman lo que le pertenece.

Lentamente y mirándome profundamente me invitas a beber de ti. Mandándome con la mirada órdenes no pronunciadas, y exigiéndome el placer que deseas. A lo cual mi cuerpo obedece impulsivamente hundiendo mi rostro entre tus bellas piernas mi boca se llena de tus jugos y tu bella música surge de los mas hondo de tu ser. Disfrutando de mis lentos roces... ...ya no tengo sed, la vista se vuelve clara... La lluvia ha cesado, y leves rayos de sol bañan mi rostro. El barro es mi lecho, y ha comenzado a  endurecerse a mí alrededor. Oigo gemidos... quejidos y lloros. En mi mano ya no hay una espada, y en mi brazo inerte cuelga medio escudo desgarrado... Un azote de dolor despierta mis sentidos, noto heridas de las que no era consciente... Mi cuerpo reacciona... y soy un nuevo ser. El panorama es dantesco,  lo que en un principio fue un ejercito de relucientes armaduras, se torno en rojos y granates, mezclados con los barros del terreno. Me incorporo y mi vista se pierde en el horizonte. Todo ha pasado. No se si victorioso o derrotado... pero sigo vivo.

Y en mi mente marcada a fuego queda tu mirada, tu voz, tu ser.