Pensaba correr una maratón y...
Lo que me excitó de el fué que no le importaba que este mi marido adelante, no dejaba de seducirme en todo momento.
Mi nombre es Gabriela, tengo treinta y dos años, hace once que estoy casada con Gregorio y me muero por poder contarles las cosas vividas por mi en estos últimos años.
Desde la escuela secundaria que dedico gran parte de mi tiempo al atletismo, siempre me gustó participar en maratones intercolegiales, ya de mas grande empecé a representar al club de mi pueblo incluso hasta el día de hoy lo sigo haciendo.
Esta vivencia que les voy a contar comenzó en este mismo club, que me vio crecer como persona y como atleta, donde mi esposo concurría a diario a jugar al fútbol de salón y jugar a las cartas con sus amigos donde abundaba la cerveza y otras bebidas espirituosas.
En los últimos tiempos había notado que uno de los tantos tipos que jugaban con Gregorio no me sacaba los ojos de encima, pero al parecer no sabía que el era mi marido, pues la relación entre ellos no era mas que un jugar al fútbol y largas noches de partidas de poker.
Me enteré que se llamaba Franco, era un hombre mayor, pues en ese entonces tenía cerca de los cincuenta años, aunque debo reconocer que los llevaba excelentemente bien, si bien era algo calvo, podía apreciarse un cuerpo bien trabajado de deportista y una forma muy moderna de vestirse.
Poco a poco sus miradas fueron cada vez mas descaradas, yo notaba como el tipo recorría todo mi cuerpo y podía sentir que sus enormes ojos negros trataban de desnudarme cada vez que pasaba cerca suyo, por supuesto que sentí una especie de halago que alguien se fijara tanto en mi, me daba cuenta que cuando sentía sus miradas apoyarse sobre mi cuerpo, cambiaba mi forma de actuar, de gesticular y hasta de caminar para ser mas deseable.
Debía tratar de ser mas disimulada en el coqueteo, mis amigas empezaron a darse cuenta que el tipo me miraba sin disimulo y que yo me ponía demasiado provocativa en mis poses y en la forma que me movía cuando el estaba cerca.
Gregorio también se dio cuenta y se puso muy celoso, me controlaba los horarios que concurría al club, como iba vestida y con quien estaba durante mis entrenamientos, cuando Franco andaba cerca no se despegaba de mi lado, tal situación no hizo mas que acrecentar mi curiosidad por saber que actitud tomaría Franco al ahora saber quien era mi marido.
Al muy caradura pareció no importarle nada, pues trataba de buscar que nuestras miradas se cruzaran y empezó a hacerme caras, hasta que un día me guiñó el ojo mientras yo hablaba con mi esposo, no se puede explicar con palabras lo que sentía en esos momentos, pero un cosquilleo me recorrió todo el cuerpo, estaba experimentando algo nuevo y sentía excitación por saber hasta donde quería llegar el tipo.
Me anoté en una maratón que organizaba una marca de ropa deportiva en la Capital Federal, viaje dos días antes para entrenarme y poder descansar bien, Gregorio que casi siempre me acompañaba no podía hacerlo esta vez, tenía mucho trabajo y no podía descuidarlo.
Teníamos un departamento por la zona de Palermo, donde nos instalábamos cada vez que veníamos a la ciudad, allí me instalé esperando el día de la maratón, llegué de noche y me acosté a dormir de inmediato, a las seis de la mañana me levanté y fui a correr por el rosedal, de repente tuve que frenar para no chocarme con un hombre que se detuvo frente a mi, cuando lo miré no podía creerlo, un escalofrío recorrió mi espalda de punta a punta, era el mismísimo Franco que me miraba fijamente esbozando una sonrisa casi libidinosa.
El también estaba trotando, llevaba puesta una musculosa con los emblemas de nuestro club y unos pantaloncitos muy cortos y ajustados que dejaban al desnudo sus piernas velludas y musculosas, por su frente y pecho chorreaba una gran cantidad de transpiración, empapando la abundancia de pelos de su pecho.
No sabía que decir, fue Franco el que comenzó a hablar y a decirme que se había enterado de la maratón y había viajado para anotarse en la categoría mayores, de inmediato me preguntó si podía correr a mi lado y de esa manera entrenarnos juntos, apenas escuchaba lo que me decía, su mirada lasciva se clavaba en mi cuerpo haciéndome sentir una diosa.
Corrimos juntos cerca de una hora y media y luego nos sentamos en el césped a descansar, fue entonces que me preguntó si aceptaba almorzar con el, le expliqué que tenía ya preparada una ensalada de verduras, pues hasta luego de la competencia no comería nada pesado, de inmediato y sin dejarme terminar de hablar me preguntó por que no lo invitaba a comer esa rica ensalada que yo prepararía, sabía que si lo invitaba estaría jugando con fuego, pero el jueguito que me proponía Franco era por demás de llamativo y casi sin pensarlo le dije que estaba invitado.
Corrimos el último tramo y terminamos donde él había dejado su auto, nos subimos y fuimos a mi departamento, no se que me estaba pasando, dejaba que todo sucediera sin oponer resistencia, me daba cuenta que Franco estaba practicando un juego de seducción, lo hacía de tal manera que me convencía a dejarlo seguir adelante aún sabiendo lo peligroso que podría ser.
Subimos hasta mi departamento y comencé de inmediato a preparar las ensaladas, luego me daría una ducha y le ofrecería que se duchara el también, ni yo entendía lo que me pasaba, me sentía muy cómoda con todo lo que sucedía, ahora lo recuerdo y me doy cuenta que en ese momento ni me acordé en llamar a Gragorio.
Empecé a cortar las zanahorias, mientras Franco a pedido mío exprimía pomelos para preparar jugo, de reojo vi que caminaba hacia mi y se detenía a mis espaldas, me sentí tiritar de los nervios, sabiendo y por que no deseando lo que estaba a punto de suceder.
Las manos de Franco se apoyaron sobre mi cintura, me quedé inmóvil, casi ni respiraba, sentía mi corazón latir con tanta fuerza que creía que se me saldría del pecho, de repente noté que me estaba mojando entera, eran segundos decisivos, tenía que tomar urgente una decisión, o me entregaba y le era infiel a mi esposo por primera vez o ponía punto final a la situación, ¿cómo hacerlo?, si en realidad yo le tenía tantas ganas al tipo como el a mi, me di vueltas y quedamos enfrentados, sus brazos pasaron por detrás de mi espalda y me estrujó contra su cuerpo sudoroso, sentí apretarse sobre mi vientre su miembro grande y poderoso, no aguanté mas y me entregué a Franco.
Nuestras bocas abiertas se juntaron, las lenguas se retorcían una contra otra, mientras las manos de mi amante apretaban con fuerza mis glúteos, en pocos minutos el se había desecho de mi remera mojada y de su musculosa, mis pequeñas tetas se frotaban contra su pecho peludo haciendo endurecer al máximos mis pezones, sentía su verga hinchada y que no paraba de crecer y me moría por poder verla, acariciarla, empezaba a imaginare el tenerla entre mis labios.
No aguanté mas y dirigí mi manos a su entrepierna, lo que Franco tenía allí era algo descomunal, le bajé los pantaloncitos y con asombro admiré su miembro, era lo mas grande que había visto en mi vida, era tan largo y grueso que sentí temor de ser penetrada por esa cosa.
Me apoyó sus manos sobre los hombros y ejerció una leve presión hacia abajo, me daba cuenta que quería que se la mamara, obedecí silenciosa y sumisa a sus pedidos y aferré ese tronco duro y caliente, besé suavemente su glande colorado y brillante, luego con la punta de mi lengua recorrí su orificio sintiendo el agrio gusto del sudor mezclado con orina, lejos de sentir asco, me excité mucho mas, en segundos me encontraba con la mitad de ese formidable falo dentro de mi boca, era exquisita, no me cansaba de chuparla y saborearla, como pude me quité mis shorts y con mi mano libre me acaricié el clítoris llegando así a mi primer e instantáneo orgasmo.
Fuimos a la habitación y nos tiramos en la cama, nuevamente me dediqué a saborear su verga, fui deslizándome lentamente hasta quedar sobre el y entregarle mi concha mojada, necesitaba y deseaba sentir su lengua entre mis piernas y no se hizo esperar, comenzó a lamer mis labios vaginales, por momentos se detenía y me penetraba con su lengua, luego mordía suavemente mi clítoris haciendo que gritara como una puta enfurecida, jamás había sentido semejante placer, es mas, sin desmerecer a mi marido, el nunca me había chupado la concha de esa manera, debía reconocer que si bien Franco era un veterano, también tenía toda la experiencia, sabía como hacer gozar a una mujer.
Empezaba a necesitar mas de mi macho, quería sentir su pija dentro mío, entre jadeos y gemidos acabé de nuevo mientras le suplicaba que me cojiera de una vez, con sus manos fuertes me levantó y me dio vuelas haciendo que quedara sentada sobre su miembro duro y erecto, sosteniéndolo en mi mano lo acomodé en mi argolla empapada, lentamente me fui dejando caer disfrutando cada milímetro de ese músculo enorme, con placer sentí que me la había metido entera, era hermosos sentir toda mi cavidad ocupada por aquella tripa caliente, suavemente comencé a mover mis caderas en circulo, estaba experimentando algo realmente hermoso, Franco me estaba haciendo gozar como nunca un tipo lo había hecho, si en es momento entraba alguien y me ofrecía poner otra pija en la boca, lo hubiese aceptado, el veterano había logrado calentarme como nunca me había calentado, hasta yo misma me desconocía, mientras sacudía mi cabeza no dejaba de pedirle que me diera mas.
Nuestros movimientos se fueron haciendo cada vez mas rudos, al final termine saltando como loca sobre su verga mientras el me pellizcaba con fuerza mis pezones, una inmensa cantidad de esperma caliente inundó mi concha, sentía dentro mío como su pija no acababa nunca de largar tremendos chorros de semen que empezaban a derramarse por mis piernas o quedaban sobre sus testículos.
De inmediato me acosté a su lado y sujeté su verga aún parada entre mis labios, le limpié el miembro tragándome hasta la ultima gota de su leche pegajosa, no lo podía creer, yo haciendo semejante cosa, las relaciones sexuales con mi esposo, eran simples y sin todos esos agregados, esto era algo nuevo y hermoso, no podía contenerme y aún quería mas, ahora empezaba a pensar en hacer realidad lo mas osado de mi fantasía, lo que nunca le había permitido a Gregorio, entregarle la cola a Franco.
Me encontraba en la ducha, quitándome el sudor de el entrenamiento y de la cojida que me acababa de propinar este tipo, me enjaboné bien la vagina y al pasar los dedos entre los labios me di cuenta que aún seguía caliente y deseosa de esa pija recién conocida, de repente se abrió la puerta y Franco entró al baño totalmente desnudo, mis ojos se dirigieron instintivamente hacia su miembro, ahora muerto, aún así, colgando entre sus piernas era hermoso y excitante, se metió en la bañera y me estrechó entre sus brazos, sentí su lengua metérse dentro de mi boca y llegar hasta casi la garganta.
En segundos me encontraba nuevamente arrodillada ante el con su poronga entre mis labios, se la mamé con dedicación haciendo que comenzara a pararse dentro de mi boca, la sensación era sencillamente maravillosa, quería lamer cada centímetro de su cuerpo peludo, fui pasando la lengua por toda la inmensidad de su verga, como pude me metí sus dos testículos en la boca y los chupé con fuerza hasta hacerle doler, con agilidad me fui escurriendo entre sus piernas y dejándome llevar por el estado de calentura, metí mi lengua entre sus glúteos buscando ansiosa su orificio anal.
Hoy cuando escribo esto, no puedo creer como me animé a tanto, pero en esos momentos no pensaba en nada mas que satisfacer mi lujuria reprimida durante tanto tiempo, no hubiese imaginado nunca que sería tan delicioso chupar un culo tan peludo como ese.
Lo hice casi por una hora, mis orgasmos se sucedían uno tras otro, los gemidos roncos de Franco me enloquecían, había pasado mi mano hacia delante y sosteniendo su enorme pija lo masturbaba, empezó a gritar enloquecido cuando sintió que se aproximaba el momento de acabar, desesperada me volví a poner frente a su miembro y esperé la andanada de leche con la lengua afuera de mi boca abierta, un enorme chorro salpicó en mi cara, mi nariz, mis ojos y mi lengua, de inmediato me la metí casi hasta la garganta y succioné hasta exprimir su última gota de esperma.
Agotados los dos, nos acostamos en la cama sin secar el agua de la ducha, dormitamos cerca de dos horas, me desperté con la cabeza apoyada en su pecho, sobre su vientre cubierto de pelos descansaba muerta su enorme verga, aún así era hermosa, suavemente la acaricié con la palma de mi mano, luego tiré su piel hacia atrás dejando que su glande saliera amenazante, me deslicé en silencio y la empecé a besar con suavidad, noté que ese gusano caliente empezaba a despertar, en unos segundos la tenía en la boca nuevamente parada mientras la chupaba enfurecidamente.
Pero Franco tenía otra cosa en mente y yo empezaba adarme cuenta que era lo que pretendía, su mano se recorrió mi espalda hasta mi culo, uno de sus dedos se deslizó entre mis cachetes hasta encontrar mi ano, luego lo frotó con suavidad y empujó con delicadeza hasta introducirlo dentro mío, le demostré que me gustaba y lo aceptaba mamando su pija con mas calentura.
Se levantó y fue al baño, me daba vergüenza en la manera que estaba entregando el último agujero virgen que me quedaba, ese que siempre le había negado a mi esposo, el que había sido el culpable de tantas discusiones con Gregorio y en estos momentos, boca abajo esperaba caliente y ansiosa por que mi amante volviera con un pote de vaselina.
Franco se arrodilló entre mis piernas y empezó a lamer mi espalda, rápidamente llegó hasta mi culo y con sus manos separo mis cachetes, su hermosa lengua jugueteaba en círculos por mi orificio apenas dilatado por su dedo que volvía a meterse, yo gemía de placer y levantaba levemente mis caderas en señal que me sentía gustosa de lo que me hacía, con paciencia fue metiendo un segundo dedo, ahora ya me encontraba casi en cuatro, Franco con dificultad había logrado meter su boca en mi vagina y la lamía con experiencia.
A esa altura volaba de calentura y empecé a pedirle que me de una vez por todas me cojiera por el culo, - ¡por favor Franco cojéme de una vez!-.
-¿la querés por el culo putita?- me decía jadeando.
-¿ toda, la quiero toda en el culo!- le gritaba desesperada por experimentar el sexo anal.
-¡ahora vas a ver lo que es gozar por el culo, puta relajada!- me gritaba mientras me tomaba por el cabello y me tiraba hacia atrás para hacerme sentir que su enorme verga ya se encontraba merodeando mi ano apenas dilatado.
Volvió a embadurnar mi ano con lubricante y nuevamente metió sus dedos, noté como entraban y salían con facilidad y me di cuenta que tenía una buena dilatación, por el espejo al costado de la cama observé como Franco con su miembro en mano buscaba encontrar mi agujero, lo encontró con facilidad, sentí su glande inmenso apoyarse en mi ano y empezó a empujar, un dolor agudo recorrió todo mi cuerpo, cerré los ojos con fuerza tratando de soportar sin gritar, sentí como las lagrimas me corrían por las mejillas, Franco seguía avanzando, con suavidad pero sin detenerse, ahora, además del dolor, también sentía la rara sensación de tener todo mi culo lleno por semejante cosa, era raro pero placentero.
Una vez que la tuvo toda adentro, se quedó quieto, esperando que mi ano se dilatara y se acostumbrara a su tamaño, pero yo estaba mas caliente que el, enseguida quise mas y empecé a mover mis caderas en circulo, disfrutando por completo ese precioso pedazo de músculo caliente y duro, al ver eso Franco empezó a bombear, cada vez mas rápido y con mas fuerza, ahora sus embestidas eran violentas y nuevamente me aferró de los cabellos, me tiraba para atrás haciendo que su pija se enterrara con fuera y completa dentro mío.
Era lo mas maravillosos que me había pasado, nunca había imaginado que podía gozar tanto con una poronga en el orto, gritaba, lo insultaba y le pedía mas, -¡dame mas hijo de puta!-, le gritaba enloquecida, mientras Franco sacaba su pija por completo y de una sola embestida me la metía hasta los huevos, -¡ toma hija de puta, así es como te gusta! me gritaba mientras me daba palmadas en los glúteos con la mano libre.
De repente sentí mis intestinos inundarse de su leche caliente, ella suavizaba el ardor que provocaba la irritación de tanto roce y fricción, empecé a acabar como loca, las acabadas se sucedían sin parar y no quería que por nada del mundo que me la saque, sentí que ese miembro glorioso se dormía y se salía de mi ano, me dejé caer a su lado y ya un poco mas fría empecé a reaccionar de lo que había hecho.
En esa cama dormía y hacía el amor con mi esposo y por calentura había metido a un tipo en ella, el hombre que me hizo lo que nunca dejé hacer a mi Gregorio, empezaba a sentirme la mas puta del mundo y lo peor de todo que al final no me desperté para participar de la maratón, para colmo de males acababa de darme cuenta que toda la noche lo habíamos hecho sin forros.
Espero ansiosa me contesten o me escriban, me encantaría saber sus opiniones.