Penas y alegrías de una crisis
La situación laboral es muy mala, y ella ofrece lo mejor que tiene para lograr una promoción.
PENAS Y ALEGRÍAS DE UNA CRISIS
Lucy era enfermera universitaria, en un país cuyas universidades, todas, gradúan más profesionales de los que puede admitir el mercado laboral. Así es que se ven ingenieros manejando taxis. En una oportunidad el taxista que me llevaba, cuando yo sufría un terrible dolor de muelas, me extendió una receta de analgésicos y antibióticos en su recetario, pues era odontólogo. La crisis en el tema laboral era fatídica; y la sobreabundancia de profesionales se notaba en todos lados.
Por suerte para mí pude desarrollar mi profesión antes de que las cosas se pusieran tan mal. Les he contado en relatos anteriores (que recomiendo leer)las penurias de recién graduado, pero eso era lo usual para quienes no venían de familias adineradas o eran hijos de médicos.
Y volvamos a Lucy que es la protagonista de este relato. Con su título y sus muy buenos promedios ingresó a mi clínica como mucama. Mi clínica es la mejor en su especialidad en una importante capital de provincia de Argentina. Y una de sus características es que allí no existen las mujeres feas. Para evitar acosos la gerencia de Recursos Humanos la ocupa una mujer, que bien merecería ser acosada pues es una mujer bellísima.
El caso es que Lucy se desempeñaba como mucama. O sea servir la comida, ayudar a la higiene de las pacientes internadas, lavar los pisos y otras tareas subalternas.
No había reparado en ella hasta que una vez se presentó a traerme un café que había pedido. Cuando se retiró pedí su legajo, me había impresionado muy bien. Supe que tenía 28 años, casada, sin hijos, tomaba regularmente anticonceptivos orales pues la situación no le permitiría un embarazo, su marido era trabajador ocasional (técnico mecánico). Registré en mi mente sus datos porque me había impresionado, era una rubia natural, descendiente de alemanes, alta como de 1,75, con un cuerpo que infartaba, y una carita dulce como un panal. El uniforme de todo mi personal era bastante poco convencional porque sostengo que los maridos de las pacientes internadas deben tener su recreación, aunque sólo sea visual, y ya que no tienen a sus mujeres en casa pueden calentarse y salir a buscar algo que las sustituya.
Esta característica me permitió apreciar que Lucy tenía un buen par de tetas, nada exagerado, pero con su tamaño y firmeza; un culo de película; y unas piernas esculturales, bien formadas, y bien mostradas hasta el inicio de sus muslos.
La cosa pasó, y pasó el tiempo hasta..............
Hasta que una de las enfermeras se retiró de la clínica debido al traslado de su marido que era ejecutivo en un banco
A partir de allí empecé a cruzarme frecuentemente con Lucy, y creo que era ella la que provocaba esos cruces.
Y un día me encuentro con que Lucy había pedido una entrevista privada conmigo, el Director y propietario de la clínica. La Gerente de Recursos Humanos me advirtió,
Sergio, no se que quiere esa mina, pero tené0 cuidado, vos sos muy calentón y ella está muy buena, sos capaz de darle mi puesto para poder cojertela.
Quedate tranquila, que seguro no está mejor que vos, ni coje como vos me cojés.
Lucy llegó a la entrevista vestida con su uniforme, le ofrecí una silla y se sentó con un cruce de piernas que mostraba todo lo posible, y era bastante. Le pregunté qué era lo que quería decirme.
Doctor, soy la única mucama con título universitario de enfermera, y hay una vacante. Estudié para ser enfermera y haría cualquier cosa por lograrlo... Y cuando digo cualquier cosa quiero decir cualquier cosa. Acostarme con usted no sería ningún sacrificio, porque me tiene caliente desde que lo vi por primera vez. Y he oído de sus hazañas en la cama.
Lucy, pensaba darte la promoción, pero si vos sos el premio te la doy ya.
Doctor, cuando usted quiera soy toda suya.
No aquí ni ahora, me gustaría que fueras a mi casa, decime cuando te queda bien.
Arreglamos para la noche siguiente, con su promoción a enfermera podía decirle a su marido que le había tocado una guardia nocturna. Pasé ese día y medio hablando con mi poronga, contándole el bocadito que la esperaba.
En el momento preciso la esperaba en mi casa. Llegó y me pidió disculpas por no haber venido con ropa más sensual, pero debía salir de su casa, ante su marido.
Igual era un bombón con una ropa muy sport.
Tenemos toda la noche.- le dije
La llevé al living y le serví una copa, encendí el televisor y puse un DVD sensual, no erótico ni pornográfico, quería que se relajara. Hablamos de cosas intrascendentes, mientras mi verga se iba parando con sólo mirar sus formas. Al principio estábamos sentados en sillones enfrentados.
Luego se sentó a mi lado y me ofreció su boca de labios generosos. Nos besamos con todas las lenguas del mundo. Y pronto todas las manos entraron en acción, ambos vestidos, le tocaba sus tetas, su culo, sus muslos. Y ella se prendió de mi pija erecta.
Nos fuimos desnudando allí, uno al otro nos sacábamos la ropa hasta quedar los dos en cueros.
Lucy era mucho mejor de lo que me había imaginado, un cuerpo digno de la pasarela del mejor teatro de revistas.
Tocaba y acariciaba todo lo que podían abarcar mis manos y mi lengua.
La llevé hasta mi cama, de medidas especiales algo así como tres o cuatro plazas, me gusta coger cómodo, con espacio suficiente.
Me acosté junto a ella sin dejar de besar esa boca que me deliraba. No podía creer que tuviera un culo tan hermoso, y era real, del tamaño justo y bien duro. Lo mismo me pasaba con sus tetas que ya estrujaba y besaba. Fui bajando poco a poco lamiendo y besando su vientre plano, metiendo la lengua en su ombligo, hasta que llegué a su concha, estaba caliente y húmeda.
Puse mi lengua entre sus labios vaginales mientras amasaba esos muslos de locura. Encontré su clítoris duro y erecto, le dediqué mis mejores lamidas hasta sentir su primer orgasmo.
Dame más.- me pedía
Nunca me cojieron así
Quiero tu verga adentro mío.
La acosté boca arriba, apunté mi poronga hacia su dulce concha, y la fui penetrando con suavidad. Me decía que la tenía más grande que su marido, y que eso le gustaba mucho, que siempre soñaba con una poronga enorme. A mí me ajustaba la pija como si fuera una virgen.
Pero el sexo no está todo en la pija ni en la concha, saber que me estaba cojiendo a esa hermosa mujer me ponía sobreexcitado y mi verga estaba más dura de lo acostumbrado. Iba y venía por esa vagina hasta sentir sus orgasmos vaginales, la concha se le apretaba y apretaba mi verga en cada espasmo. Duré poco en derramar mi leche dentro de esa jugosa concha. Pero allí recién empezaba la noche.
Fui al baño a lavarme la verga, pasé por el bar de mi dormitorio y volví con dos generosos whiskis on the rock, y los cigarrillos de cada uno: fumábamos diferentes marcas.
Sergio, no creas que hago esto por mi promoción. Lo hago porque me tenés caliente hace tiempo, y si la promoción llega bienvenida sea. Mi marido no me coje como vos. Desde hace tiempo no me coje seguido, anda nervioso y preocupado por la situación económica. No acepta que como mucama de una clínica gane más que él como técnico
Quedate tranquila Lucy, yo te voy a cojer todo lo que no te coje tu marido
Gracias Sergio, no te voy a causar problemas. De vos me basta con que me cojas como lo has hecho.
Pará Dulce, que aún falta lo mejor
Sergio, si ya acabé como mil veces.
Y bueno, serán tres mil.
Le bajé la cabeza hasta que su boca se enfrentó a mi verga, ya de nuevo parada. Comprendió el gesto y me inició una mamada muy experta. Se ve que lo había practicado mucho, con su marido o con alguien; pero la cosa es que la chupaba como Afrodita. Me recorría toda la poronga, me lamía los huevos, me apretaba el glande entre sus labios gruesos. Cuando sentí que acababa le dije que se la sacara. Se la sacó sí, pero para decirme que quería mi leche en su boca; y la volvió a meter enseguida. No desperdició ni una gota, se comió todo.
Otro tiempo de relax, más copas y más cigarrillos. Charla en la que me contó de su insatisfacción, de la monotonía de su matrimonio, de la imposibilidad de tener hijos, porque el presupuesto familiar no daba. Estaba haciendo una catarsis conmigo. Un psicoterapeuta le hubiera cobrado una plata que no podía disponer para eso.
Y los dos seguíamos calientes.
En la charla ella cambiaba de posición en la cama, en un momento vi su culito, qué culito, era un culo con mayúsculas. Nalgas redondas, duras, bien cimentadas en unos muslos perfectos. No como algunas que tienen un buen culo, pero parado en palitos de piernas. Lucy tenía las proporciones perfectas.
Su culo me deliró y se lo acaricié con toda la intención de hacerlo mío. Al fin ella me había dicho que haría cualquier cosa.
Le separé las nalgas perfectas y encontré su hoyito, marrón no rosado como cuentan muchos. Se lo toqué con un dedo y respingó.
Al alcance de mi mano tenía un pomo de gel lubricante. Le volqué un chorro en su ano, volvió a respingar, esta vez por el frío.
Cuando le empecé a poner un dedo me dijo.
Sergio, nunca me hicieron eso
Querida, nunca te cojieron por el culo. Eso nunca se lo voy a perdonar a tu marido. Culos como el tuyo no se desperdician.
Pero ¿duele?
Si te lo saben hacer duele muy poco, sólo al principio, cuando te entra, después te va a gustar.
Fui haciendo mi trabajo, dilatando el esfínter con dos dedos en tijera, sin hacer caso de los temores de Lucy. Con la izquierda le estimulaba el clítoris que seguía duro y caliente. Necesitaba más manos, pero la naturaleza me dotó apenas de dos. Las tetas estaban huérfanas de amor.
Cuando el culo estaba a punto le levanté las piernas, apunté mi verga hacia esa deliciosa entrada posterior, apoyé la punta en su ano, y empecé a penetrarla por el culo, se quejó, le dolía, pero ya era un camino sin retorno. El primer anillo estaba bien relajado y abierto, el segundo se resistía; pero empujando logré pasarlo. Lucy se quejaba cada vez menos, ya tenía casi toda mi poronga adentro , se iba acostumbrando, adaptando.
Su recto era la mejor funda para mi verga, me la apretaba como una mano ávida, me la ceñía, era tan bueno como su concha, o quizás mejor, más duro y más apretado. Además le enseñé a apretar el culo con mi verga adentro, lo apretaba y lo aflojaba para darme más placer. Mientras, le chupaba las tetas, empezó a acabar sin control. Y yo me controlé poco antes de dejar mi leche en su culito .
Esa noche cojimos hasta no poder más.
Seguimos cojiendo después, porque me gustaba mucho esa mujer. Pero no vale repetir en relatos. Son siempre iguales, la boca, la concha y el culo, en cualquier orden. Si aparece alguna circunstancia especial se las contaré.
Lucy me dio mucho placer, cojimos tres años. Hasta que su marido sospechó, o le contaron algo. Y se la llevó a otra provincia.
Lucy, si me leés escribime a mi mail, porque quisiera volver a tener esas noches de sexo. Sos una de las mejores mujeres que pasaron por mi vida.
Sergio.