Películas de terror
Mi nombre es Jessica Vidal Fuentes, tengo 25 años y este es el día en el que voy a morir... Halloween se acerca y quiero celebrarlo con vosotros con este relato de terror y erotismo...
Mi nombre es Jessica Vidal Fuentes, tengo 25 años y este es el día en el que voy a morir.
Todo comenzó esta mañana, el 31 de octubre, cuando compré las entradas por internet para ir al cine con mi pareja a ver la tan esperada películaHalloween Kills, que se estrenó en cines hace unos días.
Siempre he sido muy aficionada al cine de terror, y aunque podría haber ido a verla el día del estreno, ¿qué otra fecha podría ser mejor para ver el mejor estreno del año?
Le di al botón de imprimir y, mientras la impresora funcionaba, me acerqué hasta el espejo para elegir la ropa que iba a llevar a una ocasión tan especial. Desde el reflejo me devolvió la mirada una chica bajita y delgada, pero con unas curvas muy bonitas que me escudriñaba de arriba abajo. El pelo, rojo como el fuego y con el flequillo recto, enmarcaba una cara de mirada dulce y ojos castaños que terminaba en una boca pequeña, pero de labios suaves y pronunciados. Los últimos mechones del pelo caían sobre unos hombros desnudos, y unos brazos cruzados sobre unos pechos pequeños, pero firmes y suaves.
Ahí estaba el lienzo en blanco, era hora de empezar la obra de arte. Elegí una falda negra con volantes que me llegaba hasta la rodilla y un top negro con encaje, con unas tiras que se cruzaban sobre mi escote formando el dibujo de un pentagrama invertido. En los pies me calcé mis mejores botas de hebillas metálicas, y rematé el conjunto con una gargantilla negra de encaje que terminaba en un medallón negro.
¡Gonzalo lo iba a flipar! Estaba increíble, pero faltaba un detalle… Sabía perfectamente qué debía llevar aquel día.
Me acerqué hasta una cajita que había sobre el escritorio y, tras revolver un poquito, los encontré: Unos pendientes decorados cómo la máscara del asesino de Scream, una de mis sagas de terror preferidas. Me coloqué los pendientes y volví de nuevo mi mirada al espejo
Iba a ser un gran día…
En ese momento no sabía lo acertado que sería aquel pensamiento...
Había quedado con Gonzalo en el centro comercial a las 16.00, una hora antes de que empezase la película, para tomar algo y tener tiempo para comprar las palomitas ybebidas.
Entré en la cafetería de la segunda planta del centro comercial donde había quedado con él, y pedí algo para beber. Poco después de sentarme, el móvil comenzó a vibrar.
Era un mensaje de Gonzalo, diciéndome que había tenido un problema familiar y no podía venir.
Di un golpe en la mesa tan fuerte que toda la cafetería se volteó para mirarme.
Un problema familiar, para él, significaba quedarse en casa jugando con la consola todo el día.
No era la primera vez que lo hacía. Nunca había compartido mis aficiones, ni mi gusto por el terror, pero sabía que este era un día importante para mí, mi fiesta preferida de todo el año y habíamos quedado en compartirla juntos.
Me había vuelto a dejar plantada como tantas otras veces: por mensaje y con una excusa ridícula.
Me sentía furiosa e impotente. Había estado preparando este día con mucha ilusión durante meses, y le daba igual.
Un sonido acuoso llamó mi atención. El vaso se había volcado con el golpe, y todo el líquido caía al suelo, desparramándose por la mesa. Me moría de vergüenza.
-¿Te encuentras bien?
Me di la vuelta para ver quien había hablado y, por un instante, me quedé sin aliento.
Junto a mí, estaba la chica más guapa que había visto en mi vida. Su pelo negro y liso le caía hasta por debajo de la cintura de un vestido elegante, del mismo color, con una falda cortada que dejaba ver sus muslos cada vez que caminaba.
Su voz salía con un atractivo tono de unos labios gruesos del color de la sangre… Pero lo más inquietante de ella eran sus ojos. Unos ojos de un profundo azul que te atravesaban. Al mirar esos profundos pozos celestes, me sentí por un momentocompletamente desnuda, como si su mirada atravesara todo mi ser.
-Eh… Sí… Es una tontería.- Tartamudee
-Es por un chico. ¿verdad?
Aunque no la conocía de nada, sentí inmediatamente que no podía mentirle.
-Si… Mi novio me ha vuelto a dejar plantada y precisamente hoy, que era un día muy importante.
-Te entiendo bien. A mí me han hecho lo mismo muchas veces, y sé cómo sienta. Me llamo Anat, por cierto.
Me tendió una mano que yo me apresuré a estrechar. Sin embargo, cuando lo hice, ella la tomó con suavidad, le dio la vuelta y me plantó un beso en el dorso.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, haciendo que mi corazón latiera mucho mas fuerte de lo normal
¿Qué diablos me pasaba?
-Mis amigos me llaman Jess
-Un placer, Jess. No te preocupes por ese imbécil. Cuéntamelo todo y desahógate cuanto necesites.
Ella se sentó y pidió otra bebida para mí. Aunque acababa de conocer a esa mujer, de algún modo me sentía muy cercana a ella, como si la conociese de toda la vida.
Acabé contándole todos mis problemas con Gonzalo y, tras aquello, pasamos a hablar de cine.
Anat resultó ser tan aficionada como yo al cine de terror, o incluso más, si es que aquello era posible.
¡No me digas que habías venido a ver la nueva de Halloween!- Dijo ella emocionada.
-Pues sí
-Exactamente igual que yo. Quise ir al estreno, pero…
-…Pero hoy era el día perfecto- Dije, completando su frase.
-Exactamente. ¿Te apetece venir conmigo? Sé que no soy la compañía que esperabas, pero creo que lo podemos pasar muy bien juntas.
Hubo algo en el tono de esa frase, y en la forma de mirarme, que hizo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo desde la nuca hacia mi entrepierna.
-Me… Me parece bien ¡Vamos! Pero oye… ¿No quieres tomar café o algo?
-Yo no bebo…café
-¡Drácula, de Francis Coppola! ¡Buena referencia! Me encantó esa película.
-Una de mis favoritas, también. Pero vamos, que tenemos que hacer cola para entrar.
Nos levantamos de la mesa y fuimos directas a la cola de las palomitas. Allí,Anat me invitó a un refresco y unas palomitas grandes.
Era realmente la mujer más sensual que había visto en mi vida. Caminaba moviéndose con mucha gracilidad, cómo si sus pies levitaran por encima del suelo. Sin embargo, resultaba inquietante el hecho de que nadie más parecía darse cuenta de su presencia.
La sala de cine estaba casi vacía.
La mayoría de la gente había preferido venir el día del estreno. Era un cine moderno y elegante. En lugar de las clásicas sillas forradas de tela, había sofás de dos plazas, con una lamparita y una mesilla junto a cada uno. Escogimos un espacio céntrico en la parte más alta, alejados de las pocas personas que habían acudido a ver la película.
Se sentó y me hizo señas para que me acercara. Le ofrecí unas pocas palomitas, que ella rechazó con un gesto elegante.
-Me reservo para la cena
-Si te apetece… Podríamos cenar juntas
Ella me miró fijamente, mostrando una sonrisa de oreja a oreja
-Me parece una gran idea
Las luces se apagaron, y la película comenzó. Traté de poner mi atención en la pantalla, pero me era imposible, Mi mente volvía todo el tiempo hasta la diosa que tenía sentada a mi lado. Por un momento, su pierna rozó la mía y sentí cómo un rayo de electricidad cruzaba mi cuerpo y mi coño comenzaba a palpitar.
Intenté de nuevo centrarme en la película, y por un rato lo conseguí, pero mi atención volvía de vez en cuando a Anat. El corazón me palpitaba con fuerza. Parecía que se me iba a salir del pecho, y comencé a respirar cada vez más fuerte.
De golpe, el asesino Michael Myers apareció en pantalla en una sangrienta escena y di un respingo, agarrándome a la mano de Anat. Giré la cabeza despacio, y nos miramos a los ojos. Esos ojos azules que me llamaban… Esa mirada que atravesaba todo mi cuerpo… Esos labios que se acercaban hacia mí…
La besé… O ella me besó. No estoy segura. Lo que sí sé es que eran los mejores labios que había probado en mi vida. Sentía cómo mi corazón latía con una fuerza increíble, bombeando sangre hasta las zonas más recónditas de mi cuerpo, que comenzaban a empaparse.
Sus manos se posaron en mi cintura, comenzando a acariciarme suavemente la parte de la espalda que el top dejaba al descubierto. Su tacto estaba frío, pero no me importaba porque cada una de esas caricias me calentaba cómo el fuego de mil soles. Le correspondí poniendo mi mano en su nuca y bajando suavemente por la espalda, sin dejar de besarnos.
Las caricias cada vez dejaban de ser tan suaves y se iban volviendo intensas, y entre medias de los besos se podían escuchar pequeños jadeos. Sus manos se colaron debajo de mi falda y fueron jugando con mis muslos, cuya piel estaba completamente erizada, hasta mi trasero y desde ahí acariciándolo hacia abajo, hasta notar la humedad de mi sexo.
Mi boca descendió abandonando la suya y bajando por su cuello con pequeños besos y mordiscos hasta llegar al inicio de sus pechos perfectos.
Jamás me había sentido así. Estaba completamente desatada. Solamente podía pensar en esa mujer y en cuánto me atraía.
Su mano no había parado de moverse y de juguetear con mi clítoris. Sentía que iba a explotar de placer. Agarré el escote de su vestido y tiré de el hacia abajo dejando al aire sus pechos perfectos, mis besos se movieron hacia sus pezones y jugué con ellos con mi lengua.
No podía dejar de retorcerme de placer, tratando de no gemir demasiado alto, aun a sabiendas de que el volumen de la película aplacaba cualquier sonido que escapase, traicionero, de nuestras bocas.
Una de mis manos bajó hasta meterse por la ranura de su vestido, buscando su entrepierna.
Estaba completamente empapada. Comencé a masturbarla despacio, tratando de no perder la concentración con las sacudidas de placer que yo misma sentía.
Me estaba tocando cómo nunca antes me habían tocado. Mis dedos se fueron deslizando suavemente desde su clítoris hasta el interior de su vagina, jugando con ella entre cada sacudida.
Anat jadeaba cada vez más fuerte. Podía sentir cómo su sexo se contraía, cerrándose alrededor de mis dedos con cada sacudida…
Apretó los dientes, ahogando un fortísimo gemido a la vez que mis manos se mojaban de un líquido que salía de su interior. Se abrazó a mí con mucha fuerza mientras sus piernas se contraían en mis manos. Estaba tan cachonda que sentía que iba a explotar. Ver cómo Anat se corría con mis manos estaba precipitando mi orgasmo. Me acerqué a su oreja y susurré:
-¡Quiero más!
Sin dejar de tocarme, Anat se apartó y me miró a los ojos… Pero había cambiado. Sus ojos, antes de un profundo azul celeste, me miraban rojos y brillantes cómo llamas.
Su boca, antes de dientes rectos y lisos, mostraba ahora unos colmillos anormalmente grandes.
-¿Quieres más? Yo te daré más… (jadeando) Te voy a enseñar cosas que nunca antes has probado.
No había dejado de tocarme en ningún momento y, mientras se acercaba a mi oreja, comencé a contraerme con un orgasmo incontrolable. Quería gritar, pero no podía.
-¡Eres mía, Jess! ¡Ahora y para siempre!
Su boca se cernió alrededor de mi cuello, y sus afilados caninos rompieron la piel, provocándome un orgasmo tras otro, encadenados, mientras sentía mi sangre correr a la par que mi vida, desvaneciéndose poco a poco en sus labios.