Pelea de perros
Dos esclavos pelean como gladiadores para ganar el honor de estar a los Pies de la más maravillosa de las Diosas.
PELEA DE PERROS
En el oscuro sótano del castillo tenía lugar una curiosa escena. Ruidos de pasos arrastrados sobre húmedos bloques de piedra del suelo, marcados por el compás de las cadenas. Un hombre de poco menos de cuarenta años era conducido de una cadena que aprisionaba sus muñecas con violentos tirones ejercidos por una mujer vestida de un modo harapiento hasta una zona del sótano donde había un círculo de arena iluminado por varias antorchas encendidas. Junto al círculo de arena había un elevado y lujoso trono vacío.
La harapienta y sucia joven dejó al hombre atado a una anilla que sobresalía de la arena. Éste era un tipo moreno, de mediana estatura, corpulento aunque le sobraban bastantes kilos, con una ligera barriga que evidenciaba que su cuerpo había conocido tiempos mejores, aunque se adivinaban aún fuertes músculos bajo esa capa de grasa. Su cuerpo se hallaba surcado de antiguas y recientes cicatrices de todo tipo: marcas de latigazos, arañazos y quemaduras surcaban toda su anatomía. Permanecía con la cabeza baja, como si aguardara a alguien.
Al poco tiempo, la misma joven semidesnuda, trajo a otro hombre al centro de la arena y lo dejó atado a la misma anilla que surgía del centro del receptáculo. Este hombre era muy distinto al anterior. Se trataba de casi un gigante de 1, 90 metros y unos 120 kilos de peso, con musculatura hipertrofiada y definida típica de los culturistas. Era rubio, de aspecto nórdico, con la cabeza rapada y su inmenso cuerpo libre de toda marca o cicatriz. Miró fijamente a su compañero de cautiverio, desde arriba, de una forma arrogante y retadora, dominándolo con su altura y corpulencia. El hombre moreno sostuvo su mirada con tranquilidad, sin agresividad, como si estuviera mirando al vacío.
Se oyeron otros pasos, los de una nueva joven descalza que arrastraba los pies por las frías baldosas portando una antorcha para iluminar el camino de otra persona. Los pasos de ésta última eran poderosamente sonoros y transmitían una sensación de imperiosidad abrumadora, poderosos pies enfundados en altos y pesados tacones. Se trataba de una mujer, si este calificativo podía aplicársele a semejante ejemplar de Diosa femenina, que se encontraba en la treintena, morena, de penetrantes ojos negros y labios rojos de una enigmática belleza centroeuropea que subyugaba desde la arrogancia natural y el conocimiento de su propio estatus que la elevaban por encima del resto de la Humanidad. Alta, con curvas voluptuosas, vestía toda de lujosa y fina lencería blanca, corpiño ajustado que elevaba sus abundantes senos, liguero y medias blancas hasta medio muslo y elevada sobre vertiginosos tacones de aguja, era una imagen que obligaba a arrodillarse ante Ella. Era conocida por sus esclavos como Lady S y, tomando posesión natural del trono, se aposentó en él, cruzando voluptuosamente sus bellísimas piernas enfundadas en medias.
- Buenas noches perros, pues este es de momento vuestro apelativo hasta que demostréis que sois dignos de que os otorgue otro título. Ambos me conocéis y estáis aquí por orden Mía, aunque ninguno sabía de la existencia del otro . . .- dijo mostrando la atractiva sonrisa que tantos corazones había subyugado. – Hoy os conoceréis y entenderéis por qué estáis aquí esta noche.
Dirigiéndose al hombre moreno, dijo: - Somnus, has sido mi esclavo durante 5 años, has sufrido y disfrutado enormemente durante este tiempo y debes considerarte afortunado por haber llegado a este día haciendo disfrutar a tu Diosa. A tu lado está Ares, tu retador y aspirante a ocupar tu lugar bajo Mis Pies. Al oir esto, Somnus miró a Ares desde su menor estatura, con la misma mirada inexpresiva que le lanzó al llegar.
- Ares, has demostrado verdadera ansia y devoción por ser Mío y sufrir por Mí, y es por ello que te has ganado esta oportunidad. Pero nada en Mi Reino es fácil, perros, y para que uno consiga mantener su puesto a Mis Pies o el otro consiga desplazar al antiguo y ser él Mi nuevo esclavo, deberéis combatir para Mi placer y para dilucidar esta cuestión. El ganador tendrá el honor de ser Mi esclavo durante como máximo cinco años y sufrir bajo Mi Tacón. El perdedor . . . será expulsado con deshonor para siempre de Mi Reino.
Ambos hombres se miraron esta vez directa y fijamente a los ojos, ahora sólo existía la cruda y desnuda verdad entre ambos, no cabían ya dudas de que iban a luchar por lo que más querían y ansiaban en el mundo. Se podía oler el odio y la tensión casi eléctrica existente entre ambos perros que se retaban con la mirada. Somnus, el hasta ese momento esclavo de Lady S, se sentía profundamente entristecido, infeliz consigo mismo por no haber sido capaz de ser lo suficientemente buen esclavo para que su Diosa no tuviera que buscar a sus espaldas solaz en otros cuerpos, pero también se sentía feliz por la oportunidad de proporcionar diversión y placer a Lady S así como de intentar mantener su codiciado puesto a los Pies de la Diosa. Ares vibraba de impaciencia y daba tirones ansioso de empezar a conseguir su ansiada recompensa de sumisión y esclavitud a las órdenes de quien idolatraba. Miraba con odio irrefrenable a su competidor y se moría por empezar.
- Este círculo de arena será el lugar donde tendréis el honor de luchar por ser propiedad de vuestra Diosa. Luchad con rabia y devoción, demostradme quién de los dos desea más ser Mi esclavo, sé que el ganador será merecedor de semejante honor. Lucharéis completamente desnudos y sin reglas y sólo Yo decidiré cuando se para la lucha, entendido perros ?
A una señal de la imperiosa mujer, la esclava que había conducido a ambos al círculo de arena, insertó una llave en la cerradura de la anilla que aprisionaba las cadenas de ambos hombres y éstos aprovecharon enseguida para quitárselas y arrojarlas fuera del círculo.
- ¡ Empezad y dadme un buen espectáculo, basuras ! No quiero ver ni el menor atisbo de piedad entre vosotros y quiero pintarme las uñas con vuestra sangre, asi que . . . ¡ Comenzad !
A la señal de la Diosa, ambos hombres se separaron bruscamente y empezaron a girar por el círculo, enfrentados, calibrándose e intentado descubrir los puntos débiles de su rival.
Ares flexionaba y estiraba sus poderosos músculos mientras giraba alrededor de Somnus, del que no se fiaba pese a su inferioridad física. El culturista, más impulsivo, fue el primero en arremeter contra su rival, con ambos brazos por delante en un intento de finalizar rápidamente la pelea abrazando a Somnus para sacarle el aire. Éste, más pequeño y rápido, no se echó a atrás y flexionado la cintura impactó con su cabeza en el plexo solar de Ares, quien se vio parado en seco por tal maniobra inesperada y cayó de espaldas sobre la arena.
Lady S sonreía, la lucha prometía y sin duda ambos canes deseaban a muerte el honor de servirla. Le excitaba tanta pasión y devoción suscitada por Ella, pero al mismo tiempo lo encontraba totalmente natural ya que desde su más tierna infancia había inspirado sentimientos de devoción y sumisión tanto en hombres como en mujeres.
El musculoso Ares se recuperó rápidamente, sin darle a Somnus la oportunidad de echársele encima. El culturista se acercaba rápidamente a su rival, todo potencia y agresividad, lanzando tremendos puñetazos que, si llegaran a impactar en la cabeza de su rival podían haber finalizado la lucha. Somnus se mantenía fuera de su alcance sin rehuir la pelea, defendiéndose con ambos brazos en alto, propio de una extraña clase de arte marcial y, aunque su expresión era tranquila, su cuerpo sudaba por la adrenalina. El hombre más bajo esquivó un puñetazo curvo de su rival agachando la cabeza y aprovechó para golpear con fuerza el hígado de su contrincante. Pero era tal la musculatura del nórdico, que casi no le produjo daño el impacto y solo sirvió para enfurecerle aún más.
Ares lanzó una tremenda patada frontal al abdomen de Somnus, desplazándolo hacia detrás. Éste se recuperó acortando distancia rápidamente y dando un gran salto impactó con su rodilla en la cara de Ares. Sin dejarle caer al suelo, asestó un golpe con el codo en la cabeza del culturista, de cuya boca y nariz manó abundante sangre. Esta visión consiguió que Lady S se relamiera de gusto sádicamente y aplaudiera: - ¡ Bien perros, así se hace ! ¡ Más fuerte, más fuerteeeee !
Ares arremetió de nuevo contra el pequeño luchador tirándole arena a los ojos suciamente, lo que fue de nuevo aplaudido por Lady S, que se regocijaba del juego sucio del nórdico. Éste logró desequilibrar a su rival enganchando una de sus piernas y cayó sobre su pecho, donde consiguió sentarse y molerle a puñetazos, alternativamente con ambos puños. La cara de Somnus sangraba y se abría su piel bajo los golpes, que eran coreados y aplaudidos por la cruel espectadora, quien no podía evitar frotar sus divinos muslos enfundados en medias uno contra otro buscando el sádico placer que más le satisfacía. Se había descalzado y movía los dedos de Sus Preciosos Pies como en un intento de remojarlos en la sangre de Somnus.
Éste sentía la mezcla amarga del miedo y de la sangre en su boca, mientras oía los gritos y gemidos de la Señora cerca de él. No quería decepcionarle y no quería por nada del mundo dejarse quitar su precioso puesto de esclavo bajo el Tacón de la cruel mujer. Quizás por eso es que sacó fuerzas de flaqueza para clavar desesperadamente sus pulgares en los ojos de Ares que aulló de dolor y gritó maldiciones en un idioma desconocido, levantándose del pecho de Somnus y permitiéndole unos preciosos segundos de respiro. - ¡ Idiota, basura inmunda ! Ya lo tenías y podías haber acabado con él. ¡ Venga, atacad de una vez ! – gritó Lady S. Se hallaba a la vez claramente excitada y empezaba a sentir la deliciosa humedad de su sexo, que iba poco a poco en aumento. Podía oler el miedo y la agresividad de ambos canes, tan cerca suyo . . .
Ambos perros obedecieron a la Mujer y atacaron sudorosos, envueltos en arena, manando sangre de ambas caras. Fieramente procedieron a un inmisericorde intercambio de puñetazos, sin mirar bien donde golpeaban, presas de la excitación. Duró unos buenos 5 minutos y ambos se hicieron mucho daño, pero debido al cansancio, el intercambio decayó. Lady S se percató de ello y tomando el largo látigo ruso que tenía a un lado de su trono, se puso en pie y comenzó a azotar cruelmente a ambos peleadores, indignada por la poca resistencia y la falta de combatividad. El látigo silbaba sin parar, abriendo heridas en ambos cuerpos inmisericordemente, lo que manchaba aún más de sangre la arena mientras su Dueña insultaba a los dos hombres por su, a su juicio, falta de agresividad y crueldad. - ¿ Es esto todo lo que ansiáis ser Mis esclavos, perros ? ¿ Es así como me demostráis vuestra devoción por Mí ? ¡ Venga, sacaos las tripas ! Sólo el que quede en pie podrá servirme, perros !
Azuzados por el látigo y los gritos de Lady S, volvieron a encontrarse cuando Somnus intentó derribar a su pesado oponente abrazándole las piernas. Resultó infructuoso, ya que Ares se retiró dando un paso atrás y Somnus volvió a besar la arena mientras recibía un tremendo puñetazo del culturista en la espalda. La Diosa gritó de júbilo y placer al contemplarlo, mientras veía como volvían a enzarzarse en un terrible intercambio de puñetazos sin respetar ninguna regla, buscando cada uno las partes sensibles del rival. Era claramente una lucha sin reglas y sin piedad. Ares lo veía todo rojo y para él no existían sino un rival al que machacar a toda costa y la Diosa que lo traía por el camino de la amargura desde que la conoció en una fiesta de la aristocracia. Su cuerpo sudoroso temblaba de rabia y pasión. Somnus no le iba a la zaga y casi vomitaba bilis del nerviosismo y la tensión que le producía pensar que podía verse apartado de lo que más quería y deseaba sobre la tierra. Ninguno de los dos cedía lo más mínimo, centrados en conseguir estar bajo los Pies de la Diosa a cualquier precio.
En un momento del intercambio de golpes, Somnus retrocedió con tal mala fortuna de tropezar con la anilla que sobresalía de la arena. Ares no lo dudó ni un segundo y se situó a un lado del caído para patearlo a placer. Observando esto, Lady S volvió a sentarse en su Trono, aplaudiendo y azuzándolos. No pudo evitar tocarse metiendo sus dedos bajo sus bragas mientras veía como uno de los luchadores pateaba al otro sin clemencia. Se dijo que nunca había disfrutado tanto en toda su vida, ni siquiera cuando un joven sirviente del palacio de su padre en Hungría se quitó la vida porque Ella le negó el placer de ser Su esclavo personal.
El desgraciado Somnus sufría las patadas del pesado Ares, retorciéndose de dolor, intentado esquivarlas hasta que una de ellas acertó en su cabeza dejándole sin sentido.
Ares aprovechó para darle la vuelta y volver a sentarse en el pecho de su rival, dispuesto a castigarle la cara a puñetazos, lo que enseguida hizo con el consiguiente alborozo de la sádica espectadora. El cruel castigo del indefenso Somnus duró muchos minutos hasta que Ares sintió un tremendo latigazo en la espalda. Cesó de golpear en el acto para ver como Lady S bajaba al recinto manchando sus Divinos Pies de sangre en la arena y se acercaba a él.
- Enhorabuena, Ares. Te has ganado de sobra el derecho y el honor a servirme, pertenecerme y sufrir sin límite por Mí. Has demostrado una determinación, unas ganas y una crueldad que me han conmovido. Sé que valoras y aprecias sobradamente el regalo que con esto te hago. Pero aún te queda una última cosa por hacer antes de poder lamer la sangre de mis Divinos Pies . . . – dijo Lady S levantando un brazo a la altura de su pecho. - ¿Sabes qué es lo que te queda por hacer ? - preguntó la cruel Diosa mientras con su Pie pisaba la garganta del perro caído, asfixiándolo, lo que provocó que le hiciese recuperar la conciencia.
Somnus vio a través de la sangre que manchaba sus ojos y toda su cara a su Dueña, a su Diosa adorada y venerada con todas las fuerzas de su cuerpo y de su alma, levantar el pulgar y girarlo hacia abajo mientras esbozaba su encantadora y sádica sonrisa y miraba a Ares.
Éste asintió y se levantó a coger un pebetero de una de las antorchas que iluminaba el círculo de arena mientras la Diosa mantenía inmóvil a Somnus, pisoteando su garganta.
Somnus disfrutó con su última visión del espléndido panorama de los poderosos muslos de su ya ex Dueña pisoteando su garganta con sus Pies y del pulgar señalando la arena cuando Ares levantó el pesado pebetero sobre su cabeza, antes de que todo se hiciera oscuridad. El último pensamiento de Somnus fue para su Diosa, pensando en que ojalá le hubiera proporcionado suficiente placer con este sacrificio final por Ella.
FIN.
Dedicado con todo a Quien se lo merece todo, la Única Diosa, Lady S.