Pelea de gatas

Una pelea entre jovencitas con un final un poco inesperado. ¿O no?

Pelea de gatas


Título original: The Cat Fight

Autor: Desconocido

Traducido por GGG mayo 2001


Casi todo el colegio juvenil estaba allí para vernos luchar. Susan había dicho a todos sus supuestos amigos que vinieran y vieran como me daba una lección. Aunque no me preocupaba que interfirieran. Solo revoloteaban a su alrededor por su dinero. Quiero decir que era guapa, ¡pero era una puta mocosa y arrogante!

Había estado encima de mí siempre desde que yo había sido transferida aquí tres semanas antes. Supongo que yo no hacía mal papel y la atención que conseguí por parte de los chicos la fastidiaba. Empezó a insultarme delante de todo el mundo. Realmente se lo buscó... Bueno ahora iba a tumbarla.

Nos reunimos en un pequeño claro en los bosques de detrás del campus. Ambas llevábamos nuestro atuendo de gimnasia. Dimos la vuelta una alrededor de la otra, la multitud aclamando a Susan. Vino hacia mí, haciendo girar su talón para darme una patada seca.

¡Qué risa! Sabía que había estado tomando clases de artes marciales durante unos meses. Gran idea. Nadie me conocía aquí, pero vengo de una familia de expertos en artes marciales. ¡Susan iba a llevarse una sorpresa muy desagradable!

Desvié fácilmente su patada, agarrando su tobillo sobre la marcha y tirándola pesadamente al suelo, aturdiéndola. Me reí, allí de pie. Se levantó furiosa. Perdida la compostura cargó. Avancé entre sus puños oscilantes y clavé mis dedos en su barriga. Se quedó sin aliento mientras se doblaba. Le enganché la cabeza por el pelo y le abofeteé la cara una, dos, tres veces... estaba jadeante, con una mirada asombrada en sus ojos. Le empujé la cara con la palma tirándola de culo. Se dio la vuelta débilmente sobre su costado, arqueándose...

Me arrodillé y la empujé boca abajo y luego agarré la parte de debajo de su camiseta. Tiré de ella por encima de su cabeza y se la saqué. Estaba jadeando, ahora, obviamente aterrada. Le solté el sostén y se lo quité, luego lo usé para atarle las manos al frente.

Se apretó boca abajo contra la hierba, temerosa de exponer sus pechos. Me suplicó que parara. "¡Me rindo, me rindo!", pidió. "¡Tu ganas!" Me limité a reírme.

Dije, "Susan, ¡sucede que sé que habías planeado no tener piedad de mí si hubieras ganado esta pelea!" Le dije a uno de mis pocos partidarios que fuera a buscar el bolso de Susan y lo abriera. Lo hizo y sacó dos cosas, un gran cepillo de pelo y ¡uno de los mayores consoladores que puedas imaginar! "Escuché casualmente como te jactabas con algunos de tus encantadores amigos, ¡zorra! ¡Sé lo que habías planeado hacerme! Bueno no les voy a dejar con las ganas, ¡pero tú vas a ser la estrella de la actuación!"

Empezó a revolverse y luchar, pero realmente no tenía ninguna posibilidad. Tiré de sus playeras y luego le quité los calcetines. La multitud presionaba hacia delante mientras le agarraba los pantalones por la cintura y los bajaba por sus piernas y se los quitaba...

Ya solo quedaban las bragas...

Ahora estaba gimoteando de verdad, suplicando piedad, ayuda... ¡pero ni siquiera lo intentaron! Porque, cuando vas directo a algo nadie quiere pararte. ¡Querían ver a esta puta rica reducida a su verdadera talla!

Luego, para disfrute general, le bajé lentamente las bragas dejando al aire su culo. Abajo, abajo, ¡y fuera! ¡Y Susan estaba ahora completamente desnuda! Se puso más roja que nunca, ¡con todo el cuerpo convulsionado por la humillación! Su respiración era nerviosa y jadeante...

La agarré del pelo y la hice ponerse a cuatro patas. Le dije, "¿Ves aquel tronco cortado de allí? Está a unas cien yardas (unos noventa metros). Bien, tienes treinta segundos para llegar allí, a cuatro patas. Si no lo haces te voy a dar lo que realmente te mereces - y de rodillas, ¡meneando tu culo al aire! ¡Ahora, mierda!"

Al decir esto, le sacudí en el culo con la parte de atrás del cepillo de pelo. Pegó un respingo de dolor y luego empezó a correr hacia el tronco. No se puede ir de prisa de esa forma, desde luego, y pronto estuvo pidiendo clemencia, sonrojándose mientras la multitud se reía ante su lento y vergonzoso avance, pegando saltitos sobre las manos y las rodillas. Yo caminaba a su lado, azotándole el culo con el cepillo de pelo, metiéndole prisa, mientras contaba los segundos. Meneaba el trasero intentando evitar los golpes, pero solo conseguía mejorar el espectáculo para la multitud - rebote de nalgas, balanceo de tetas...

Fue todo lo deprisa que pudo, pero no pudo conseguirlo. El segundo número treinta se cumplió cuando estaba a unos pocos pies del tronco. La levanté, me senté en el tronco mientras la atraía hacia mí, hacia mi regazo. Me reí, "Jovencita," me burlé, "has sido mala, ¡y ahora voy a trabajar de verdad tu trasero!"

"Ahora escucha, Susan," le sermoneé. "Vas a llevarte la azotaina que te mereces, pero puede ser larga o corta. Vas a recibir al menos cuarenta golpes, ¿entendido? Pero no voy a empezar a contar estos cuarenta hasta que ocurra una de estas dos cosas. O llego a los cuarenta y empiezo otros cuarenta... ¡o bien abres bien las piernas y dejas que todos los presentes vean tu chocho!"

"¡No! ¡No! ¡No!" suplicó, retorciéndose, "Por favor, no, por favor, haré cualquier otra cosa, cualquiera-"

Me limité a reírme. Cogí el cepillo y ¡empecé la azotaina!

¡Plas! ¡Uno! ¡Clas! ¡Dos! ¡Cataclás! ¡Tres!

"Piensa, Susan, ¡todavía puedes conseguir una victoria moral! ¡Puede que consigas aguantar los ochenta golpes y no enseñar a nadie tu coño! Puede que consigas demostrar a todo el mundo lo dura que eres, ¡que puedes aguantar la paliza sin humillarte! ¿Crees que podrás hacerlo?"

Su culo resonaba, su cuerpo se agitaba. Empezó a llorar. Supe que no aguantaría mucho más...

¡Pl-as! ¡Cl-as! ¡¡¡Cata-plas!!!

Diez golpes, eso fue lo que aguantó. Me gritó que parara y rápidamente separó completamente las piernas ¡enseñando su raja desnuda para que todo el mundo pudiera verla.

La gente enloqueció, para mayor humillación de Susan, reforzando la impresión de lo completa y pública que era su rendición. "Vale, Susan, ¡solo diez golpes!" la arrullé. "Y ahora, ¡los últimos cuarenta!"

Ignorando sus súplicas para que no continuara, retomé la azotaina con renovada energía. La azoté con fuerza y rapidez, ¡castigando sin piedad su pobre culo! Pataleaba salvajemente en un vano intento de evitar los golpes, ¡mostrando aún más su chocho! Después de otros veinte golpes, se desgañitaba como una niña. Para entretener a la gente un poco más, empecé a inclinar mis golpes, dando en el interior de cada nalga alternativamente, empujándola de un lado a otro, revelando fugaces visiones del agujero del culo de Susan a la multitud, humillándola aún más.

La hice rodar de mi regazo y me levanté, mirando a Susan mientras seguía revolcándose y dando vueltas, desnuda, sobre la hierba. La miré, sonriéndola todo el tiempo. Cuando recuperó los sentidos, consiguió algo de auto-control y me miró. Un estallido de lágrimas recientes se escurrieron por sus mejillas. "¡Puta! ¡Maldita puta! ¡Te odio! ¡Te odio!"

Dejé de sonreír. Levanté de nuevo el cepillo, lo dejé caer en mi palma. "Supongo que todavía no has aprendido la lección, ¿verdad Susan?" El miedo volvió a sus ojos y se arrugó. "¡E-espera! Espera...lo...lo siento, yo-"

"Susan, voy a darte otra oportunidad. Sabes lo dolorido que está tu culo. Puedes hacer lo que te digo o voy a darte más golpes. Doscientos. ¿Puedes imaginarte doscientos golpes más? Suficientes para dejar tu culo como un arco iris. O puedes hacer algo por mí..."

"¿Qu-qué? dijo, temblorosa...

Abrí mi bolso y saqué unas tijeras y una maquinilla de afeitar. "Creo que a todos los presentes les gustaría ver cómo te afeitas el pelo del chocho para nosotros, ¿no crees?"

Susan se quedó sin aliento. Me imploró, me suplicó que no la obligara a hacerlo. Blandí el cepillo y le dije que se diera la vuelta. Con otro chorro de lágrimas se rindió y cogió las tijeras. Con todo el mundo pendiente de ella se sentó cuidadosamente en la hierba, y abrió a tope las piernas, sonrojada. Empezó a recortar el pelo del chocho a ras de la piel, llorando y suspirando suavemente. La gente hacía comentarios torpes y bastos, haciendo que sufriera avergonzada.

Recogí lo que cortaba en una bolsita y le dije, "Es un bonito trofeo, ¿no crees? ¡Algo así como una cabellera! ¡Ja! También resulta simbólico, que te estés haciendo eso a ti misma en lugar de dar la cara conmigo. Vas a quedar lampiña como una niñita. Sí, ¡una mujer hecha y derecha con un chocho pelado! Como una niña muy desarrollada, ¡eso sí!

Terminó el trabajo con la tijera y le pasé la maquinilla. Tenía que ser cuidadosa con ella, retirando los restos de pelusa con golpes cortos y delicados. Tenía que mantener los labios del coño abiertos ante todo el mundo, tirar de ellos para eliminar el pelo de allí. Al final la hice ponerse a cuatro patas y agachar la cabeza. Me arrodillé detrás de ella, aparté sus rodillas, le levanté el culo y terminé de afeitar sus partes desde el final de su coño hasta el agujero de su culo. Cuando la brocha fría le hizo cosquillas en el ano sentí su inmensa vergüenza y su ira indefensa. Me reí entre dientes mientras continuaba mofándome. ¡Cómo me odiaba! ¡Y como disfrutaba yo con su humillación!

Cuando terminé, le di un buen azote en el culo y luego le empujé la cara hacia abajo contra la hierba. Le desaté las muñecas y luego se las volví a atar tras la espalda. Me senté en cuclillas con una de mis rodillas a cada lado, manteniéndola firmemente controlada.

¿Sabía lo que venía ahora? Probablemente. Pero estaba tan ida emocionalmente, tan privada de energía. Apenas podía protestar, apenas podía seguir lloriqueando y suplicando.

Cogí las tijeras...

Tenía una espléndida mata de pelo. Realmente la tenía...

¡Zas! ¡Zas¡ ¡Zas!

Gritó, empezó a llorar como una Magdalena y a suplicar, ¡a implorar patéticamente!

Todo lo que podía mover eran las piernas que pataleaban arriba y abajo furiosamente mientras gemía y protestaba y la gente miraba impúdicamente y chasqueaba! Era fantástico, la última humillación...

¿O no lo era?

Y quince minutos después, mientras terminaba de deslizar la maquinilla por su cráneo, eliminando la pelusa que quedaba, ¡le pregunté si se iba a comportar!

Estaba anonadada. Le desaté las manos y la observé mientras se pasaba las palmas por su cabeza desnuda, temblando, atónita, ¡incrédula ante lo que le había hecho! Yo sonreía. En otros tiempos mi rival, ahora mi pequeña mascota. ¡Una venganza tan dulce, tan dulce...!

Yacía en la hierba, agitando la cabeza, gimiendo, dando vueltas, llorando... luego, para satisfacción mía, ¡empezó a lloriquear para mí como un niño pequeño! "Lo siento, lo siento," lloraba una y otra vez. "Por favor, no me hagas más daño... Por favor, por favor."

Me incliné hacia delante y le susurré al oído. "Eso está bien, Susan. Solo tienes que recordar quien manda, eso es, buena chica. Vamos a divertirnos un poco más, ahora, pero no te preocupes, no pienses en nada. Solo concéntrate en lo que te hago... te hago... ahora mismo..." Todo el tiempo estaba acariciando sus nalgas doloridas, acariciándolas de una forma... como si fueran de mi propiedad...

La hice rodar para ponerse de espaldas. Agarrándola por los tobillos le separé las piernas exponiendo totalmente su coño. Me arrodillé entre sus piernas, asegurándome de que no pudiera cerrarlas, mirándola todo el tiempo a los ojos. Estaba tranquila, rogándome temerosa que parara. Pero su tono era de disculpa y súplica - ¡sabía que no tenía opción!

Empecé a restregar mi dedo medio arriba y abajo por los labios de su coño, apartándolos suavemente, acariciando, presionando ligeramente hacia delante. "Concéntrate, niña, vamos... concéntrate en cómo sientes mi dedo en tu coño. Vamos, Susan, hazle el amor a mi dedo, vamos, eso es..." Todavía suspiraba. "Vamos, sé una niña buena." La arrullé.

Sus caderas empezaron a moverse. Mantuve mi dedo, y fue delicioso observar los labios de su coño apretándose contra él, empezando casi a chuparlo. Reanudé mi sobe ¡y fui recompensada con una ráfaga de jugos del coño!

Empecé a trabajar con más fuerza, deslizando mi dedo arriba y abajo por sus labios, untándole sus jugos, haciendo que empezara a gemir. Deslicé suavemente mi dedo dentro de su agujero, luego fuera, luego dentro. Fuera. Dentro.

Me imaginaba que ahora ya estaba suficientemente húmeda, así que deslice otro dedo y empecé a rotarlos, forzando a que su coño se ensanchara. Respondió retorciéndose atrás y adelante contra mi mano. "Juega con tus tetas, niñita," le ordené. Subió una mano, empezó a pellizcarse los pezones. Sonreí a la gente. Susan parecía haber perdido la conciencia de que estuvieran, tan abstraída estaba... tan cautivada...¡aparentemente por mi sobe!

¡Ahora estaba chorreando realmente! Introduje otro dedo, ¡luego otro! ¡Cuatro dedos! Ahora la trabajaba intensamente, follándola sin misericordia con mis dedos. Susan botaba y se retorcía, chillaba y jadeaba...

Y entonces empecé a restregar suavemente su clítoris con mi pulgar. ¡Se volvió loca! Sus piernas intentaban unirse en los tirones, pero no podía cerrarlas desde luego. Se iba a correr, en cuestión de segundos, realmente pronto...

Me detuve. Se quedó atónita y sin aliento. "¡No! ¡¿Qué... qué estás haciendo?! No, ¡fóllame, fóllame, fóllame... ohhh, por favor, por favor...deja que me corra!"

"Puedes correrte, Susan," le dije. "¡Dedícate a ello!" Luego doblé el pulgar contra la palma y ¡empecé a deslizar toda mi mano entera en su agujero!

¡Sí! ¡Toda la mano! Empezó a chillar...chillidos de pánico, de placer, de impresión! Pero estaba húmeda, y flexible, y bien preparada...Mi mano continuó con firmeza el camino por su coño arriba ¡hasta que sus labios empezaron a absorber de forma visible e incontrolable mi antebrazo!

Giré la manos a uno y otro lado, asombrada ante la vista de los jugos de su coño esforzándose en salir por el agujero. Ahora estaba fuera de sí, follando contra mi muñeca, desesperada por correrse.

Me burlé de ella. "Córrete, niñita, córrete para mí. Venga. ¡Fóllate mi brazo, chorrea, retuércete, absorbe mi puño! Córrete, córrete...córrete para mí...delante de toda esta gente..." De repente su cara mostró un nuevo horror y vergüenza cuando se acordó de la gente. "Córrete para mí, tu enemiga, córrete en su mano, para ella, delante de todo el mundo, ¡de toda la escuela!"

¡Allí estaba! Explotó en un orgasmo, sus jugos manando por encima de mi antebrazo, bajando hacia su culo. Embestía y se retorcía y daba vueltas, ¡gimiendo como un centenar de putas lascivas! Sus pies desnudos pateaban arriba y abajo sobre la hierba a cada lado de mí. ¡Vaya espectáculo! La multitud animaba y se reía mientras Susan, la rica y arrogante Susan, desnuda y pelona, se retorcía en mi puño como un pez en el anzuelo.

Retiré lentamente mi puño y me incorporé, observando a Susan mientras continuaba con sus vueltas y tirones, desnuda sobre la hierba. Esperé a que sus orgasmos se aplacaran. Le cogí la barbilla con la mano. "¿Te gusta mi mano, Susan?" le pregunté.

Apretaba los muslos con espasmos crispados. Apretó su cara contra mi mano y empezó a lamerla.

"Por favor," susurró, "Por favor, ¡vuelve a metérmela! Por favor, por favor...fóllame un poco más!"

"¿Sabes una cosa, niña?" le dije, "me va a encantar disfrutar de ti como mi preciosa sirviente a partir de ahora. !Mi pequeña, desnuda y pelona furcia! No volverás a tener un hombre nunca más para el resto de tus días. Toda tu satisfacción dependerá de que me des gusto, para asegurarte que estoy dispuesta a darte lo que necesitas...¡mi mano!"