Pedro. su primo, paco, gunter, valerie, amparo ...

Tercera parte de la historia que escribí hace algún tiempo dedicada a Pedro.

PEDRO . Capitulo III. SU PRIMO , PACO , GUNTER , VALERIE , AMPARO , ANA ROSA Y TERESA .

Aquello le causó un gran trauma que acabó en una depresión muy fuerte que le obligó a recibir asistencia psiquiátrica durante más de un año y a pesar del tiempo transcurrido, Pedro aún piensa en Amaya. Perdió todo su interés por el sexo y durante casi dos años estuvo dentro de la más estricta abstinencia sexual. Cuándo comenzó a sentir, de nuevo, deseos sexuales intentó volver a relacionarse en plan homosexual con su primo pero le resultaba difícil poder quedar con él un día y a una hora concreta sobre todo porque su primo no demostraba mucho interés. Pedro pensó que era debido a que disponía de un buen número de amigos con los que, presuntamente, podía mantener contactos sexuales y su primo, además de tener un rabo muy pequeño, tenía problemas con la eyaculación y no era capaz de correrse más de una vez al día además de que los fines de semana estaba saliendo, según él en plan de amigos, con una chica. Por otro lado y a cuenta de la medicación que tomaba para la depresión, la potencia sexual de Pedro disminuyó considerablemente y aparte de que tampoco era capaz de correrse más de una vez al día y en algunas ocasiones ni eso, le costaba llegar y cuándo lo hacía sentía mucho menos gusto que antes y echaba una mínima cantidad de leche. La situación se fue arreglando cuándo, aunque no fuera con frecuencia, logró comenzar a quedar con su primo. Además de hacerse pajas mutuas mientras veían películas de vídeo de alto contenido sexual, Pedro le chupaba el rabo y empezaron a darse por el culo.

Pero aquella relación no era lo suficientemente frecuente como para que Pedro se satisficiera sexualmente por lo que por las noches comenzó a colocarse boca abajo en la cama y a restregar su miembro como si se estuviera follando a una mujer. De esta forma echaba su leche en dos ocasiones impregnando la sabana bajera con el semen hasta que, precipitadamente, tenía que levantarse para ir al water a mear. Pero esto no duró mucho ya que, a través de su primo, conoció a un hombre, llamado Francisco Manuel ( Paco ), bastante más mayor que él al que le habían cortado las dos piernas y se encontraba postrado en una silla de ruedas con la que, seguramente por la experiencia adquirida, se defendía de maravilla. A Paco le gustaban los hombres bien dotados y es de suponer que su primo le pusiera en antecedentes de las excepcionales dimensiones del rabo de Pedro. Lo cierto es que Paco no paró hasta hacer una buena amistad con el chico. Una tarde que estaban solos en una vivienda que Paco tenía desocupada, se dedicó a ponerle muy caliente narrándole la historia de una pareja a la que había visto desde la ventana de su habitación en “plena acción” junto a la vía del tren en una noche calurosa, hasta conseguir que Pedro acabara con el pantalón y el calzoncillo en los tobillos para permitirle que le aliviara el calentón haciéndole una paja sin dejar de acariciarle y tocarle los huevos. Desde aquel día Paco, que disponía de un piso amplío y confortable en el que se reunía con otras personas discapacitadas, se ocupó de proveerse de todo tipo de revistas pornográficas para lograr que Pedro le visitara con frecuencia y hacerle un par de pajas mientras el chico se excitaba viendo las revistas. Pedro no se sentía demasiado cómodo con Paco pero, gracias a él, recuperó su potencia sexual y consiguió que su leche volviera a salir masivamente en varias ocasiones durante el desarrollo de cada sesión. Paco, después de las revistas, logró relacionarse con él prácticamente todos los días al facilitarle la posibilidad de follarse, delante de él, a varias chicas con algunas deficiencias físicas ó psíquicas a las que había hecho múltiples favores y no podían negarse por lo que, durante varios meses, el chico se “tiró” a varias féminas cojas, inválidas, mudas, retrasadas, sordomudas y hasta a la propia hermana de Paco, que era completamente normal y no tardó en convertirse en la más golfa, guarra y viciosa de todas. Aparte de ser la única que mantenía relaciones sexuales con Pedro todas las semanas, la encantaba estar presente en buena parte de las que llevaba a cabo con las otras hembras y en las suyas la gustaba que, al desnudarse, Pedro se quedara con el calzoncillo puesto para meterle toda la parte textil por la raja del culo de manera que su descomunal rabo se le marcara perfectamente por delante para poder acariciarle los huevos a través de la prenda hasta que la punta y algo más del “instrumento” aparecía por la parte de arriba del calzoncillo. Cuándo Pedro la daba por el culo, además de mearse, no paraba de tirarse pedos y después de que su hermano le hiciera la paja habitual, la gustaba chuparle la verga y acariciarle los huevos mientras su hermano le tocaba la masa glútea hasta que, cuándo estaba a punto de correrse bien en la boca de la chica ó con su rabo introducido en el canalillo de sus tetas, Paco le metía dos dedos en el culo y le hurgaba con ellos para que sintiera más gusto y echara más leche. La mayoría de las demás mujeres, viendo que aquella era la única posibilidad sexual que iban a tener en su vida, se entregaban de maravilla y no tardaron en convertirse en unas autenticas putas a las que, en principio, se “cepillaba” vaginalmente aunque Paco no tardó en conseguir que en cada sesión se incluyera la penetración anal con la que el invalido parecía disfrutar. Eso sí, tras echarlas dos polvos uno vaginal y otro anal, Paco, que muchas veces grababa las sesiones sexuales para que otras féminas pudieran excitarse aún más viéndolas mientras Pedro se las “tiraba”, se ocupaba del rabo de Pedro para movérselo con sus manos delante de las mujeres de forma que, tanto ellas como él, pudieran ver las grandes cantidades de leche que echaba cada vez que se corría. Para finalizar cada sesión, lo más habitual era que las féminas le chuparan el miembro durante un buen rato antes de que las realizara un fisting vaginal. Pero Paco cometió el grave error de permitir que su primo y Emilio, un amigo de este, estuvieran presentes en las sesiones sexuales y con aquello, la cosa se fue al traste pues Emilio, además de ser un mal educado y no dejar de insultar a las chicas, intentó mantener sesiones homosexuales entre ellos a días alternos delante de las mujeres a las que no dejaba de tocar y pretendía follarse en cuanto Paco obligaba a Pedro a “ponerse en sus manos” lo que hizo que las mujeres se negaran a mantener más encuentros sexuales en su presencia y Pedro tampoco estaba en disposición de continuar permitiendo que les viera sobre todo porque las féminas temían que Emilio acabara por violarlas.

Pocos meses después, Pedro se fue de vacaciones con cuatro mujeres, todos ellas mayores, que eran su madre, una prima que vivía en Bilbao y había sido la propietaria del piso en el que Pedro llevo a cabo varias sesiones sexuales con Amaya y dos amigas de su progenitora. Pedro no tardó en ir detrás de una chica alemana, joven y rubia, con la pierna izquierda escayolada y que, desde el primer momento, le pareció muy lanzada por lo que pensó que podía ser una “yegua” excepcional en la cama. Pero, a pesar de la buena voluntad de ambos, no llegaban a entenderse ya que la chica no hablaba español ni Pedro alemán por lo que lo único que consiguió fue que le hiciera, en el water de mujeres de la planta baja del hotel en que se alojaban, un par de pajas y que le dejara tocarla y masturbarla. Pensó que, gracias a aquello, le iba a ser mucho más fácil llegar a “tirársela” en condiciones pero Pedro hizo amistad con una joven pareja, asimismo alemana, con los que se entendía a la perfección ya que ambos, además de alemán, hablaban español, francés e inglés. La pareja pasaba la mayor parte del día tumbados en la playa ó en la piscina del hotel tomando el sol y bebiendo cervezas y refrescos pero por la noche, al terminar de cenar, solían ser los primeros en animarse a bailar en las actividades que el hotel ponía a disposición de los clientes. La chica siempre lucía vestidos sumamente ceñidos y cortos lo que hacía que Pedro, como la mayoría de los hombres, permaneciera muy atento a que, con sus movimientos y en un pequeño descuido, se la subiera un poco la falda y se pusiera ver de qué color llevaba ese día la braga. La chica era alta, esbelta y rubia. Parecía incansable bailando y a su pareja la vino de maravilla que Pedro hiciera amistad con ellos en una excursión y decidieran turnarse para bailar con la escultural rubia. Cuándo se cansaban solían salir a dar un paseo y tomar un par de consumiciones en una terraza y a cuenta del baile, Pedro no tardó en acompañarles. De esta forma se enteró de que, aunque no estaban casados, eran pareja de hecho; que el chico, llamado Günter, tenía veintisiete años y veintidós la chica, llamada Valerie, que había nacido en Francia pero que desde los tres años sus padres había establecido su residencia en Alemania, concretamente en Colonia. Una noche Valerie le comentó a Pedro que Günter estaba un poco indispuesto y había preferido quedarse en la cama por lo que, durante el baile, el chico sudó todo lo que quiso por complacer a Valerie que con un vestido cortísimo no dejaba de lucir su braga de color rosa. Llegó un momento en el que Pedro no podía más y Valerie le propuso ir a dar una vuelta para terminar sentándose en una terraza donde la chica no tardó en besarle en la boca al mismo tiempo que, introduciendo su mano por debajo de la camiseta, le acarició el pecho. Valerie le propuso que aprovechara que estaba bien abierta de piernas y con el vestido ligeramente subido para tocarla y acariciarla la raja vaginal, que se la marcaba perfectamente en su prenda íntima, a través de la braga mientras le explicaba que su “cueva” estaba mucho más apetecible que la de la joven con la pierna escayolada, a la que calificó de ramera, por la que Pedro demostraba tanto interés. Valerie, haciendo que la metiera la mano por la braga y que extendida se la pasara por su órgano genital estaba al borde del orgasmo cuándo le dijo que se “ponía” cada vez que observaba el gran paquete que se le marcaba en el pantalón y sin el menor disimulo, empezó a tocarle el rabo por encima de su ropa para llegar con más facilidad y rapidez al clímax. Después de pagar las consumiciones y levantarse de las sillas de la terraza, la chica cogió a Pedro de la mano y le hizo ir con ella al water de mujeres de la cafetería donde se ocupó de bajarle el pantalón y el calzoncillo para verle sus “atributos”. Valerie exclamó: “que picha tan grande y que cojones tan gordos” y tras tocárselos hasta la saciedad le hizo una paja rápida sin dejar de acariciarle los huevos dándole en ellos golpes con dos dedos. Pedro se corrió enseguida y echó una enorme cantidad de leche. La chica, sin dejar de movérsela, le dijo que aquello era maravilloso y que necesitaba hablar con él seriamente. Después de hacerle una mamada impresionante y dejando a Pedro a punto de volver a correrse, Valerie le dijo que se vistiera para salir de aquel water y sentarse en otra terraza donde la chica, sin dejar de acariciarle el “paquete” por encima del pantalón le explicó que ella, aunque era muy decidida y solía estar siempre caliente, estaba deseando ponerse de lo más cachonda viendo como otro hombre daba por el culo a su pareja delante de ella a cambio de lo cual dejaría que ambos se la “cepillaran”. Pedro, tras asegurarse de que Valerie se ocupaba de que Günter no pusiera la menor pega, no se lo pensó y aceptó. La chica, sacándole el rabo a través de la bragueta del pantalón y sin importarla que les vieran, le movió el “instrumento” con su mano hasta que logró que a Pedro se le pasara el calentón que acumulaba desde el water de la otra cafetería al correrse. Valerie, con muy mala uva, hizo que la mayoría de su leche cayera en la propia ropa del chico al que, acto seguido, obligó a mear delante de ella mientras le acariciaba los huevos. A pesar de que a Pedro no le gustó demasiado que le humillara en público, Günter, su pareja, logró convencerle para que, a partir de la noche siguiente y a días alternos, tras su paseo nocturno Pedro fuera con ellos a su habitación. Valerie, en plan dominante, era la primera en desnudarse para proceder a moverle a Pedro el rabo con su mano y a chupárselo para que, en cuanto estaba bien erecto, Günter se colocara a cuatro patas y permitiera que Pedro le diera por el culo. Valerie, mientras tanto, le realizaba una paja muy rápida a su pareja y no dejaba de acariciar los huevos a Pedro. Günter, entre los continuos insultos de Valerie, solía correrse mucho antes de que Pedro le echara la leche dentro del culo y en cuanto lo hacía, el chico se la sacaba para permitir que Valerie le forzara con sus dedos hasta que lograba que, con prisas, Günter acabara cagando en el water mientras Valerie, colocada a cuatro patas, permitía que Pedro la penetrara vaginalmente y se la follara hasta echarla dentro de la almeja su leche y su pis. Después era Günter el que se la “cepillaba” entre los insultos de Valerie mientras Pedro les veía. En cuanto Günter, que también estaba muy bien dotado, la echaba la leche, la llamaba de todo y la obligaba a acostarse en la cama boca arriba para inyectarla un enema vaginal, que repartía entre el clítoris y la vejiga urinaria, lo que permitía que disfrutaran durante unos minutos de un gran espectáculo viendo como Valerie se vaciaba por completo de flujo, y de pis, entre convulsiones y sin dejar de mover su cuerpo un momento, sobre todo levantando su culo con lo que se tiraba algunos pedos y terminaba por liberar su esfínter. Más tarde y tras ocuparse Günter de untarla en su propia mierda para ducharla unos minutos después sin dejar que se secara, con la chica totalmente entregada y dejándose hacer, Pedro la solía penetrar por el culo mientras Günter lo hacía vaginalmente para realizarla una penetración doble. A ambos les costaba llegar a correrse pero a Valerie la complacía que fuera así puesto que disponía de más tiempo para recuperar flujo y alcanzar un mayor número de orgasmos. La sesión sexual se daba por finalizada unos minutos después de que ambos la echaran su leche y se mearan dentro de ella, aunque lo más normal era que la pareja continuara en la cama besándose y tocándose mientras Pedro, tras vestirse, volvía a su habitación. Aquella relación duró diez días ya que Günter y Valerie acabaron su periodo vacacional tres días antes que Pedro. La pareja quedó en seguir en contacto con él para poder planificar sus próximas vacaciones con idea de poder llevar a cabo más encuentros sexuales sobre todo a primera hora de la mañana y por la noche que era cuándo la libido de Valerie siempre estaba con ganas pero, al cambiarle a Pedro el número de teléfono, perdieron el contacto.

El chico volvió a relacionarse sexualmente con Paco, su hermana y la mayoría de las féminas con discapacidad tras mantener una larga conversación con el paralítico para intentar evitar los errores que se habían producido durante su anterior etapa. Pero Pedro, al cabo de unos tres meses, se terminó cansando de las, cada vez, más lujuriosas pajas que Paco le realizaba casi diariamente siempre en presencia de su insaciable hermana, que solía grabarlo y de que esta considerara que, antes que a cualquier otra, debía de follársela a ella y decidió ponerse de acuerdo con las hembras discapacitadas que más le interesaban para comenzar a mantener sus sesiones sexuales en el domicilio de tales mujeres lo que, además de tener siempre a más de una dispuesta a pasar con él la noche de los viernes y los sábados, le permitió hacerlo, en unos casos, a primera de la mañana; en otros, tras la comida y con las restantes, por la tarde cuándo acababa su jornada laboral. De esta forma hizo una buena amistad, tanto afectiva como sexual, con una chica alta, delgada y joven, llamada Amparo, que era ciega y a la que dejó preñada. La mujer quería seguir adelante con su embarazo pero más tarde se percató de que, a cuenta de su ceguera, lo único que iba a conseguir era involucrar a sus hermanos, con los que vivía, en la atención a su hijo y decidió abortar. A través de ella conoció a Teresa, que era familiar de Amparo, una mujer elegante y guapa que aún estaba en edad de merecer y de tener hijos, que se encontraba viuda y tenía una hija, Ana Rosa, que, además de nacer muda, estaba postrada en la cama. Amparo consiguió convencer a Pedro para que, casi como un acto de caridad, se ocupara de “cepillarse” con regularidad a Ana Rosa, que era una chica de catorce años muy desarrollada dotada de unas tetas grandes y prietas y una raja vaginal abierta y húmeda. Pedro no fue capaz de negarse y comenzó a follarse a Ana Rosa, que se dejaba hacer muy satisfecha, dos veces a la semana mientras Teresa, que permanecía siempre al lado de su hija, les veía. Pero como sólo podía masturbarla y penetrarla vaginalmente, empezó a echar en falta el darla por el culo y el que le hiciera mamadas y pajas. En principio, fue Amparo la que accedió a poner, delante de Ana Rosa y Teresa, su boca y su culo a disposición del chico pero, más tarde, Teresa se decidió a sustituirla lo que hizo que entre ella y Pedro surgiera una muy intensa relación sexual en la que la mujer se entregaba sin límite para que, con el propósito de dar una nuevo aire a su vida, el chico la hiciera un nuevo hijo cosa que, a pesar de no dejaron de intentarlo, no lograron. Pedro dejó de atender a las demás féminas para hacerlo los lunes, miércoles y viernes con Amparo, con la que sin un calendario fijo también lo llevó a cabo otros días en una sesión matinal en el despacho de su oficina y los martes, jueves y sábados con Teresa mientras que a Ana Rosa se la “tiraba” delante de su madre los domingos.

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