PEDRO. Su niñez y adolescencia.
En esta historía intento hacer un repaso pormenorizado de la activa y variada vida sexual del protagonista. Está escrita hace tres años pero creo que sigue siendo muy interesante. La escribí por capítulos para facilitar su posterior publicación.
PEDRO . Capitulo I. SU NIÑEZ Y ADOLESCENCIA .
Pedro tiene, en la actualidad, cincuenta años. Es un chico alto, de pelo moreno, ojos marrones y complexión normal que, después de comenzar a trabajar como funcionario, lleva treinta años vinculado al sector del transporte por carretera y los veinte últimos desarrollando su actividad laboral en las oficinas de una empresa de autobuses de la que, además de estar muy bien considerado por los propietarios, se ha convertido en el gerente y forma parte del consejo de administración. Aunque estos últimos años ha perdido un poco de pelo, siempre ha sido para el sexo opuesto una persona atractiva y agradable en el trato. En el terreno sexual se ha visto favorecido por estar muy bien dotado y tener una excepcional potencia sexual. Le gustan las mujeres altas y delgadas mientras repudia a las obesas, quizás porque su madre lo era y la gordura la restó mucha movilidad y la hizo padecer un buen número de dolencias, sobre todo reumáticas y a las féminas con culos muy voluminosos.
Cursó sus estudios en un colegio privado exclusivamente masculino. Como a todos los niños lo que más le gustaba era jugar. Asimismo, le agradaba el deporte, sobre todo el fútbol y aunque en el centro escolar apenas participó en las clases de gimnasia a cuenta de ciertos problemas con las venas nasales, durante unos años jugó, a nivel de competición, en un equipo federado hasta que, en un partido y por falta de calentamiento previo, sufrió una importante tendinitis de la que no llegó a recuperarse y de la que aún sufre algunas secuelas, en especial cuándo hace calor. Durante una buena temporada fue bastante asiduo a jugar durante el verano en la calle con los críos y crías del vecindario. Como siempre se ha sentido atraído por el culo femenino no tardó en conseguir que, escondiéndose en los portales, sus amigas le enseñaran sus traseros y permitieran que las lamiera el ano y para que no se sintieran discriminados se vio en la obligación de hacer lo mismo con los otros dos críos que formaban parte del grupo. Pero las niñas se pusieron de acuerdo para que aquello no se limitara al culo y le propusieron que, además del trasero, le enseñaban y le dejaban tocarlas y lamerlas el coño a cambio de que él las mostrara el rabo y los huevos. Pedro, lógicamente, aceptó y durante bastante tiempo, además de verlas el culo y lamerlas el ano, pudo tocarlas y acariciarlas la almeja al mismo tiempo que ellas le veían y le tocaban sus atributos masculinos. Con el paso de la niñez a la adolescencia, sus juegos y “actividades” en la calle quedaron en el olvido y a pesar de que tuvo algunos encuentros sexuales con tres de las crías que participaban asiduamente en ellos, todos fueron esporádicos y ninguno se consolidó.
El que mejor supo adiestrarle sexualmente fue un primo suyo, tres años mayor que él, con el que mantenía frecuentes conversaciones sobre el tema y con el que empezó a relacionarse aprovechando que se habían cambiado de vivienda y la antigua, convenientemente amueblada, estaba desocupada. Allí comenzaron a llevar a cabo sus sesiones sexuales y donde Pedro, que unos días antes había tenido otra mientras dormía, tuvo su primera corrida, sintiendo un gusto tremendo y la fina salida de su leche, cuándo se encontraba echado encima de su primo que estaba acostado boca abajo en una cama y con el rabo de Pedro introducido en la raja de su culo. Sus contactos eran muy frecuentes y durante ellos se hacían mutuamente pajas mientras veían revistas pornográficas. Más tarde, su primo se compró una vivienda en una subasta y las revistas dejaron su lugar a vídeos de alto contenido sexual. El chico, que disponía de un rabo pequeño, tardaba bastante en correrse y echaba poca cantidad de leche se quedaba maravillado del grosor y tamaño del miembro de Pedro, de su rapidez en echar el semen y de la gran cantidad que expulsaba en cada una de sus corridas.
La criada que trabajaba, en aquel entonces, en su casa fue la que se encargó de completar su formación sexual. La chica, que se llamaba Nieves y siempre estaba caliente, tenía diecinueve años y a pesar de su juventud era una verdadera experta en temas sexuales. La agradaba que Pedro mostrara tanto interés por verla el culo, tocárselo y lamerla el ano y aprovechándose de ello y de que, a través del chico, conseguía obtener muchas de las cosas que quería, decidió convertirse en una especie de puta que le enseñó a penetrarla vaginalmente, colocada a cuatro patas ó con Pedro acostado sobre ella, a follársela y a echarla la leche dentro del chocho. Después llegó la penetración anal. La falta de experiencia del chico en este tipo de actividad sexual motivó que la primera vez les resultara bastante complejo y costoso el lograr que la introdujera por completo el rabo y la follara. Además, las excepcionales dimensiones del miembro viril de Pedro hicieron que no llegaran a consumar la penetración anal con su oportuna corrida puesto que, aunque Nieves hizo todo lo posible por aguantarse y retener la salida de su mierda, no pudo evitar cagarse y ante la presión que ejercía la mierda Pedro tuvo que sacarla el rabo apresuradamente para que Nieves, sin poder moverse, expulsara una ingente cantidad de caca líquida que cayó en el suelo. A cuenta de ello, la chica le enseñó a hurgarla con energía con sus dedos en el culo hasta provocarla una monumental cagada, instante en el que Pedro se apresuraba a coger el orinal ó el recipiente que siempre tenían preparado para que la mierda se depositara en él. Como sus cagadas solían ser sólidas, el ano se la dilataba y en cuanto acababa de vaciar su intestino, resultaba mucho más cómodo, fácil y rápido que el rabo de Pedro se introdujera por completo dentro de su culo de forma que, tras atravesar sus paredes anales, la punta se acomodara en su intestino. Generalmente cuándo, tras correrse, el chico procedía a sacarla el rabo volvía a ser preciso utilizar el orinal ya que, en menor ó mayor cantidad, Nieves siempre echaba caca. Con Pedro, convenientemente adiestrado, las dimensiones de su rabo hicieron que la chica se prodigara en cabalgarle vaginal y analmente. Las grandes cantidades de leche que la echaba, hasta el punto de que su órgano genital no era capaz de asumirla y devolvía una parte del líquido y los intensísimos orgasmos que la producía al sentirla caer en su interior originaron que, tras la corrida, Nieves decidiera continuar con su actividad para que aquello no se limitara a cinco minutos más bien escasos de sumo placer descubriendo que, aunque Pedro se corría con bastante rapidez la primera vez, era capaz de repetir y esta vez empleando más tiempo, sintiendo un gusto previo mucho más duradero e intenso y echando una aún mayor cantidad de leche. A la chica la encantaba el sexo sucio por lo que, sobre todo cuándo la penetraba vaginalmente, le obligaba a permanecer con su rabo introducido en el interior de su seta hasta que Pedro se meaba echándola unas abundantísimas cantidades de pis con las que, según ha podido ir comprobando a lo largo de su vida, las mujeres vibran mientras llegan al clímax. Nieves, por su parte, solía mearse durante el acto sexual, tanto si la penetraba por delante como por detrás y a Pedro le agradaba que le mojara los huevos con su pis en los instantes previos a sus corridas. Además, la chica le enseñó a ser dominante en sus relaciones sexuales con las féminas; a evitar utilizar condones para penetrarlas diciéndole que siempre tenía que correrse libremente dentro de ellas y que tenían que ser las mujeres las que se preocuparan de tomar las medidas oportunas para evitar los embarazos; a intentar mantener sus relaciones con hembras elegantes y femeninas que en la cama se olvidaran de su pudor y se entregaran hasta convertirse en unas cerdas y golfas y a sentirse muy atraído por la ropa interior femenina usada y a ser posible, impregnada en caca, flujo y pis. Pedro, al que siempre le ha gustado la de color negro que precisamente era la que usaba Nieves con más asiduidad, empezó a coleccionarla y hoy en día tiene, en un armario que mantiene cerrado con llave, una amplísima y colorida colección de prendas íntimas de las distintas mujeres con las que ha follado y con las que se ha sentido especialmente gratificado al hacerlo, que conserva en bolsas de plástico autoadhesivas, que mantienen el olor y la humedad, etiquetadas con el nombre de la hembra que las usó.
Pedro recuerda con especial agrado de este periodo que, el día que asistió con sus padres a la primera comunión del hijo de unos amigos, al terminar la comida de celebración y de regreso a sus domicilios, se adelantó con Fernando, que así se llamaba el crío, con el propósito de subir a la casa de Pedro para mear. Nieves, en cuanto los oyó entrar, les animó a desnudarse de cintura para abajo. Fernando, que tenía un rabo aún diminuto, se quedó sorprendido por el tamaño del “instrumento” de Pedro diciendo: “vaya pedazo de polla que tienes” mientras Nieves, acariciando el de Fernando, le dijo: “ojala dentro de unos años tengas una pilila similar y que suelte tanta leche como esa” . La chica obligó a Fernando a mamarle la verga a Pedro pero el chico, sin experiencia sexual, lo único que pudo hacer fue chuparle la punta y la parte superior mientras Nieves metiéndose el suyo, con los huevos incluidos, en la boca esperó a que Fernando no pudiera aguantar más y la echara una gran cantidad de pis. Después permitió que, delante del crío, Pedro la diera por el culo aunque le hizo extraer el rabo cuándo estuvo a punto de correrse para que Fernando pudiera contemplar la gran cantidad de leche que echó y la cagada de Nieves. Aquella experiencia hizo que el crío regresara a su domicilio de lo más excitado y que aquello se convirtiera en el recuerdo más agradable de aquel día.
Aparte de otras relaciones esporádicas, la actividad sexual de Pedro durante la adolescencia se centró en las frecuentes sesiones que mantenía en plan hetero con la criada y en plan homosexual con su primo. Pero, en aquel entonces, no resultaba tan fácil como ahora proveerse de píldoras anticonceptivas y la chica, sin querer abandonar ni reducir su actividad sexual, pasó una buena temporada sin ellas lo que ocasionó que quedara preñada. Ella, con veintidós años recién cumplidos, no estaba demasiado segura de si el crío se lo había engendrado Pedro ó el chico con el que estaba saliendo, que sólo la había penetrado medía docena de veces pero dos de ellas en las fechas en las que se produjo el embarazo. En un principio, pensó en abortar pero, finalmente, como lo que quería era dejar de trabajar y el otro chico formaba parte de una familia muy conocida y disponía de una acomodada situación económica, decidió echarle las culpas y casarse con él. La criada dejó la casa de Pedro saliendo de ella vestida de novia, después de mantener con él una intensa sesión sexual la noche anterior a su boda.
. . . S i g u e . . .