Pedro. lidia.
Quinta parte de la historia que escribí hace algún tiempo dedicada a Pedro.
Lidia se convirtió en la sustituta de Cristina. Se trataba de una joven muy atractiva, esbelta, rubia y dotada de un excepcional cuerpo a la que siempre la gustaba vestir con mucha elegancia y a ser posible, con falda. La chica trabaja como funcionaria y Pedro, pocas semanas después de regresar de su periodo vacacional, tuvo que acudir a resolver unos trámites burocráticos. Lidia, con suma amabilidad, le atendió y le prestó una gran ayuda. Como eran asuntos bastante complejos, con absorciones y fusiones de determinadas empresas de transporte, tuvo que volver varias veces y siempre fue ella la que se ocupó de atenderle. El día que acabó la chica le dijo que fuera a visitarla siempre que quisiera y Pedro, agradecido, la invitó a tomar un café. Lidia aceptó y le llevó a una cafetería cercana en la que solía almorzar la mayoría de los días. Pedro comprobó que, fuera de la oficina, era todavía más agradable y simpática y que, aunque su conversación fue distendida y sin tratar ningún tema en profundidad, era una chica que siempre resultaba amena. Por ello, decidió aceptar su invitación y en cuanto disponía de tiempo acudía a buscarla a la oficina para invitarla a almorzar, llevarla una caja de bombones ó simplemente para que abandonara durante unos minutos su puesto de trabajo y bajara con él a la cafetería existente en el propio centro para tomar juntos un refresco. Un día Pedro, tras almorzar con ella, se dirigió al water con intención de mear. La chica le siguió y entró detrás de él. Pedro se mostró un poco sorprendido al verla colocarse a su lado y Lidia le dijo: “y bien, ¿no ibas a hacer pis?, ¿a que esperas?” . Pedro, bajándose la cremallera del pantalón y el calzoncillo, sacó al exterior su descomunal rabo. Lidia al verlo le dijo: “viendo el gran bulto que te forma en el pantalón me imaginaba que tuvieras algo así” y se apresuró a mantenérselo sujeto con su mano mientras animaba a Pedro a que meara. Este, al no poder aguantarse más, echo una impresionante cantidad de pis y Lidia, asombrada, le comentó: “está claro que tus meadas son proporcionales al tamaño de la polla” . En cuanto acabó, Pedro hizo intención de volver a colocar su rabo en su lugar pero Lidia, tras sacudírselo para que expulsara las últimas gotas, empezó a movérselo muy lentamente con su mano. El rabo se puso aún más gordo y tieso y la chica, sin dejar de meneárselo, le dijo: “ven conmigo” y le hizo entrar en un compartimiento con inodoro donde se encerraron. Se apresuró a hacer que el pantalón y el calzoncillo del chico bajaran hasta sus tobillos y haciéndole abrir las piernas procedió a tocarle los huevos. Lidia comentó: “vaya cojones más grandes ¿los tienes llenos de leche?, ¿echas tanta cantidad como pis?” . Antes de que Pedro la pudiera contestar, se metió el rabo en la boca y se lo chupó muy despacio como queriendo saborearlo. De vez en cuando se lo sacaba para, bajándole todo la piel, pasarle la lengua por la abertura y el dedo gordo por el capullo al mismo tiempo que le decía que su rabo estaba exquisito después de su meada y que cuándo se corriera no dudara en echarla la leche en la boca. Pedro así lo hizo y Lidia aguantó un buen rato sin sacarse el “instrumento” de la boca hasta que se tragó todo el líquido que la había echado. Cuándo lo hizo volvió a movérsela con la mano mientras decía: “no pensaba que un hombre fuera capaz de echar tantísima leche” . Lidia había puesto muy cachondo a Pedro y ella lo sabía. Pedro no quería que aquello se quedara en una excepcional mamada pero, aunque la chica le permitió que la tocara por encima de la ropa, al intentar desnudarla le paró en seco diciéndole: “mira soy una chica muy ordenada y quiero que esto quede bien claro entre nosotros. Las mamadas por la mañana aquí y el follarme por la tarde en mi casa y en mi cama ¿de acuerdo?” . Pedro dejó que Lidia le diera un par de besos en la punta del rabo y se vistió. La chica, muy complacida, le dijo que la encantaba el sabor de su leche. Cuándo salieron del water Lidia le facilitó su dirección y sus números de teléfono, tanto de casa como del trabajo, aconsejándole que la llamara a este último, para quedar por las tardes. Al día siguiente Pedro la llamó y Lidia le dijo que, si quería, se acercara por allí para hacerle “lo que ya sabía” pero que, aquella misma mañana había empezado con la regla y que para penetrarla, tendría que esperar a la semana siguiente. Pedro acudió una mañana más a visitarla y Lidia le hizo la oportuna mamada antes de que se produjera su primera cita en el domicilio de la chica que le había indicado que quería que la masturbara hasta que fuera incapaz de retener la salida de su pis y que, cuándo empezara a mearse, la penetrara vaginalmente para, bien echado sobre ella ó bien con Lidia cuatro patas, se la follara con movimientos rápidos hasta echarla un par de “polvazos” y una buena cantidad de pis. Pedro hizo lo que Lidia la había dicho empleando casi medía hora en masturbarla y después de penetrarla vaginalmente mientras se meaba, otra medía en “cepillársela” hasta echarla dos veces la leche dentro de su almeja con el rabo completamente introducido y acto seguido, una buena cantidad de pis. Lidia, no obstante, no dejó que la sacara el rabo hasta que, tras llegar por enésima vez al clímax, soltó otra impresionante cantidad de pis con el miembro de Pedro aún introducido en su chocho. Lo que Pedro no sabía es que Lidia tenía las tetas llenas de leche y el poder mamárselas fue para él una experiencia totalmente nueva. Lidia le explicó que había quedado preñada y que, al dar a luz, el niño nació muerto. Hacía ocurrido cinco meses antes pero sus tetas aún tenían mucha leche que ella misma solía vaciarse a primera hora de la mañana y por la noche. Pedro nunca se había interesado por mantener relaciones sexuales estables con una mujer casada ya que consideraba que, más pronto ó más tarde, surgirían complicaciones y líos pero con Lidia se encontraba muy a gusto a pesar de que el chico quería penetrarla analmente y siempre se encontraba con la oposición de la chica. Pedro, en sus confidencias, la había comentado que le gustaba que dos mujeres se turnaran chupándole el rabo y Lidia no dudó en comentar con algunas de sus compañeras los deseos de su amante y tres de ellas se mostraron dispuestas a colaborar siempre que, con ello, no se vieran obligadas a más. De esta forma y tal como el chico deseaba, cada vez que iba a visitarla a la oficina, Lidia y una de sus compañeras se encerraban con él en el water y turnándose, le hacían una excepcional mamada que concluía cuándo a una de ellas, generalmente a Lidia, la echaba la leche en la boca. La chica, además, logró que una compañera suya con claras tendencias lesbicas fuera con ella a comer a su casa los días en que se citaba con Pedro para que se ocupara de comerla la seta y de masturbarla de manera que, cuándo Pedro llegaba, su compañera se vestía y desaparecía y el chico, después de desnudarse, la encontraba tan sumamente dispuesta que procedía a penetrarla directamente por vía vaginal con lo que, en una hora, la echaba tres ó cuatro veces la leche y una ó dos meadas mientras Lidia superaba, día a día, su límite de orgasmos y expulsaba unas buenas cantidades de pis.
La relación entre ambos funcionaba perfectamente y lo único que lamentaban era no haberse conocido unos años antes cuándo Lidia aún estaba soltera. Llevaban año y medio de contactos sexuales cuándo, de repente, a Lidia se la cortó la salida masiva de la leche materna de las tetas para empezar a hacerlo en gotas. Poco después comprobó que en los dos últimos meses no la había bajado la regla. Esperó un par de semanas más pero la intranquilidad no la dejaba vivir y su carácter abierto y afable empezaba a resentirse. Decidió acudir al médico que la mandó hacerse la prueba del embarazo con el resultado positivo que Lidia se esperaba. El primero en enterarse fue Pedro. Aquel día Lidia, muy decidida, le dijo que iba a permitirle que rematara su actuación dándola por el culo. A pesar de que el descomunal rabo de Pedro la produjo mucho dolor y causó estragos en su interior, Lidia intentó colaborar al máximo hasta que Pedro la llenó el intestino con su leche y la provocó una descomunal cagada líquida. Sin dejar que la sacara el rabo del culo y mientras ella apretaba y se retorcía para intentar que la mierda no saliera al exterior, le comunicó la noticia. Pedro, al oírla, la sacó de golpe el rabo y la chica, sin poder evitarlo, soltó en tromba una descomunal cantidad de caca líquida con la que puso perdida toda la cama. Pedro la dijo que, estando casada y siendo de él, no la quedaba otra solución que abortar. Lidia esperó a terminar de vaciar su intestino para acostarse con Pedro en el suelo y mientras le movía lentamente el rabo con su mano, le dijo que no se preocupara ya que iba a cargar a su marido con el mochuelo. Y así lo hizo. El hombre recibió con mucha alegría la buena nueva pero unos días más tarde se percató de algo en lo que Lidia no había pensado: si su mujer estaba preñada de tres meses él no podía ser el padre puesto que había regresado a su domicilio conyugal hacia poco más de dos después de residir en el extranjero durante cuatro por motivos laborales. Lidia, que supo sobreponerse a la gran sorpresa que la dio su marido, le indicó que en el tema de los embarazos todas las fechas eran aproximadas y que lo mismo podía estar de tres meses como de dos y una semana y le recordó la “noche loca de fiesta” que ambos pasaron el día en que volvió a casa. El marido, no estaba demasiado convencido, empezó a sentirse receloso y visitaba a su mujer en la oficina a cualquier hora ó aparecía por su domicilio a horas inapropiadas. Un día llegó a la oficina cuándo Lidia y otra compañera estaban realizando la habitual mamada a Pedro. Otra de sus compañeras, tras indicarle que acababa de ir al water, intentó entretenerle mientras una cuarta se apresuró a avisarla. Lidia se presentó poco después muy acalorada y poniéndose bien la ropa. El que el marido de Lidia hubiera estado a punto de pillarles hizo que Pedro se planteara dejarla antes de que la chica, tras permitir que acabara su sesión sexual dándola por el culo en otras dos ocasiones, le hablara de esta posibilidad. A Lidia, si el chico se lo pide, no la hubiera importado separarse de su marido para vivir el resto de su vida junto a Pedro pero este, que no quería verse involucrado en escándalos y líos, la dijo que lo suyo no había sido más que una relación sexual, intensa y llena de deseos, que no tenía que poner en peligro su matrimonio ni la felicidad del hijo que la había engendrado. Aunque la costó mucho separarse de Pedro y durante su embarazo llegó a aborrecer a su marido, al final dio a luz a una niña tan guapa y rubia como ella. Antes de reintegrarse a su trabajo y con el propósito de evitar cualquier recuerdo cambió el mobiliario de su habitación, los sanitarios del water y hasta consiguió plaza en un lugar distinto al que había trabajado hasta entonces.
. . . S i g u e . . .