Pedro el Rápido

Las mejores felaciones de Barcelona son gratis. La historia de Pedro, el que me dio a conocer Todorelatos. Un hombre que realmente estaba necesitando una mamada, pues su mujer nunca se lo había hecho.

Faltaban unos minutos para las once de la mañana y estaba delante del portal que correspondía con el número de la calle que me había indicado Pedro. Había insistido mucho en pedirme que tuviera discreción. Evidentemente es una de mis cualidades, me interesa a mi también. Él me había dicho que esa mañana se escaparía de su trabajo a la hora de desayunar, aprovechando que tenía que hacer unos recados y que me esperaría en su casa. Miro la hora en mi móvil y me doy cuenta de que sólo faltan segundos para la hora convenida, así que busco en la botonera del portero automático y localizo el pulsador del piso y puerta que me había dicho Pedro. Llamo.

  • ¿Diga?

  • Recogida a domicilio - era la clave convenida

  • Sube...

Siempre tengo un poco de nervios la primera vez que voy a hacer un servicio a alguien nuevo. Mis manos, siempre calientes, están algo frías y un hormigueo sube por mis piernas situándose en mi vientre. Al abrir el ascensor puedo ver una puerta entreabierta. Constato que es la que corresponde a la vivienda de Pedro y me dirijo a ella, pero antes que pueda alcanzarla, se abre y la figura de un hombre me invita a pasar.

  • Pasa, pasa...

  • Hola - saludo mientras cruzo el umbral - tú debes de ser Pedro, ¿no?

  • Sí... sí... tú...

  • Yo soy quien tú esperabas. Puntual, ¿no?

Observo a Pedro, con una rápida ojeada, no quiero parecer la inquisición. La verdad es que el físico no me importa mucho. Pedro es un hombre de unos 50 años, de rostro agradable, con abundante pelo gris, corto y bien peinado. Solamente un poco de barriga cervecera alteran su elegante figura dentro de un traje clásico, con corbata incluida. Él también me observa, nervioso.

  • La verdad es que no sé que hacer ahora...

  • Tranquilo, relájate, que te veo muy nervioso. No es nada tan grave.

  • Ya te dije que mi mujer nunca ha querido... bueno, que no le gusta el sexo oral y...

  • Sí, es bastante común, más de lo que pensamos. No te preocupes, de verdad.

  • Pero no sé si podré... además...

  • Mira, lo mejor es que hagamos una cosa. Supongo que tendrás algun fetiche que te excite, no sé, revistas, una peli porno, relatos...

  • Bueno, muchas veces me masturbo leyendo relatos eróticos en Internet.

  • Perfecto entonces. Tú te sientas tranquilamente en el ordenador y te la chupo. Tú limítate a relajarte y disfrutar.

Es una buena opción, lo hacen muchos hombres para disfrutar más de la felación. Si la persona que les está haciendo el trabajito, por la circunstancia que sea, no les levanta suficiente la lívido, una buena peli porno o cualquier otra cosa, es mano de santo.

A todo esto no me he presentado. Se me conoce como David, aunque este no es mi nombre real. Soy un chico de 35 años, moreno, de complexión normal. Dicen que estoy bien, aunque yo me considero del montón. Estoy casado y las relaciones sexuales con mi mujer son fantásticas, pero tengo una pequeña afición oculta: me gusta hacer mamadas. Me gusta practicar el sexo oral, tanto con mujeres como con hombres. El tema mujeres lo tengo solucionado en casa, pero el tema hombres no. De esta forma me he hecho un experto en dar placer con la boca a aquellos hombres que lo necesitan.

Este es el caso de Pedro. Contactamos en un chat. Su mujer es muy conservadora en la cama y él tenía ganas de probar algo nuevo. No se atrevía a ir de putas ni a buscarse una amante, así que supongo que mi condición de hombre casado le dio la seguridad que necesitaba. Y ahí estábamos, un miércoles por la mañana, en el recibidor de su casa.

Es muy habitual que la primera vez, incluso las primeras veces, el receptor de la felación esté bastante nervioso, en este caso por el doble motivo de la infidelidad que comete y por hacerlo con un hombre. Hay muchos hombres que tienen miedo de "volverse homosexuales" por gozar con otro hombre. Si se es homosexual, tarde o temprano sale a la luz, aunque lo intentes evitar. Y si no se es, por mucho placer que te dé un hombre, tu sexualidad no variará. Otra cosa es que se sea bisexual. Aunque parezca lo contrario, yo no me considero bisexual, ni homosexual; simplemente me gusta chupar pollas, sin que ello signifique que me sienta atraído por los poseedores de dichos órganos.

  • Bueno, Pedro, no te quedes ahí parado, vamos antes de que nos den las doce.

  • Sí, sí... - contestó titubeante mientras se dirigía a poner en marcha el ordenador.

Mientras esperaba paciente a que el ordenador se conectara a la red y él buscara esas páginas de relatos, yo intentaba calentarme las manos. No quería darle un sobresalto con unos dedos fríos como témpanos.

  • Es Todorelatos. ¿La conocías?

  • Quizás la había visto alguna vez, sí... siéntate de lado mejor, debajo de la mesa estaría un poco incómodo.

  • Espera que busco algún relato... ayer encontré un par que no me dio tiempo a leer y creo que son buenos.

  • Uno que sea muy caliente- bromeé

Ya tenía en la pantalla su relato, sentado de lado en la silla, con las piernas estiradas, dejé que empezara a leer las primeras líneas mientras me arrodillaba. Aparté su corbata y empecé a acariciar por encima de los pantalones su paquete. Ya la tenía morcillona, buena señal. Desabroché su cinturón y el botón del pantalón gris del traje. Bajé la cremallera y deslicé un poco la prenda hacia abajo, lo suficiente para darme espacio a maniobrar. Pedro es de esos sujetos discretos, que prefieren ser servidos con la ropa puesta. Aparté la camisa, soltando los botones inferiores y enrollé la camiseta interior hacia arriba. Ahí quedaba un bulto envuelto en unos calzoncillos de algodón blancos, clásicos.

Empecé a dar besos sobre la tela que me separaba de ese pene que se iba hinchando, asegurando que notaba la presión de mis labios. Un leve suspiro me indicó que Pedro se estaba relajando. Mi mano se deslizó dentro del calzoncillo y extrajo parte del semierecto miembro. Era una polla sin circuncidar, de piel clara y lisa. Los nabos sin circuncidar son más agradecidos de mamar, aunque a veces sus dueños los presenten con problemas de higiene, cosa que no me gusta nada. Por suerte, este no era el caso. Acerqué mi lengua a la punta y empecé a dibujar con ella círculos alrededor del glande y sobre el frenillo.

Un suave "sí" me indicó que todo seguía su curso natural, así que metiendo el capullo entre mis labios y succionando para que no escapara, con las dos manos bajé un poco los calzoncillos, lo suficiente para dejar a la vista el miembro de Pedro desde la misma base. Coloqué mi mano izquierda bajo sus huevos y con el índice y el pulgar de la derecha hice un anillo que le estrangulaba la raíz del miembro, para llenarlo al máximo de sangre. Aparté un poco mi cabeza y pude admirar ese rabo. Era de tamaño medio, no muy largo, algo grueso, curvado ligeramente a su izquierda.

Descendí nuevamente mi cabeza y volví a pasar mi lengua por su glande, ensalivándolo bien, pero esta vez extendiéndome también a lo largo de todo el fuste de la polla. La boca de Pedro volvió a emitir otro ligero murmullo, algo como "así, sí", lo que me indicó que era el momento de que sintiera la calidez de mi boca, de forma que me introduje toda la longitud de ese miembro ya completamente duro hasta la garganta. Con mi mano derecha retiré totalmente la piel hacia abajo y acompañé a mi cabeza que subía y bajaba, mientras mi lengua acariciaba el frenillo rítmicamente.

  • ¡Oooohhh!!!! ¡Síiiiii!!! ¡Si no paras me voy a correr ya!

Realmente Pedro necesitaba una buena felación, en menos que canta un gallo su pene había adquirido una rigidez y consistencia que indicaba que estaba en el punto culminante. Y la verdad es que no acostumbro a cortar un orgasmo inminente. Mi misión es conseguir una placentera corrida a través de la felación, no un fuerte dolor de huevos. Así que, pese a su advertencia, aumenté el ritmo, a tiempo para sentir que, acompañada por su gemidos y suspiros, la eyaculación de Pedro se hacía presente en el fondo de mi garganta.

Si considero que el receptor de la mamada merece suficiente confianza, acostumbro a tragarme el semen. Lo prefiero a situaciones cómicas, yendo corriendo al lavabo con la boca llena o escupiendo en un pañuelo de papel. Aunque a veces hay personas morbosas que me piden que una vez acabada la felación, lo deje escurrir de mi boca sobre su miembro. Hay gustos para todas las personas. En el caso de Pedro, viendo su pulcritud y adivinando su actitud después del orgasmo, preferí engullir sus emisiones tal como iban entrando en mi boca.

El semen no tiene un sabor muy agradable, pero si lo tragas enseguida, pasa bien y casi no se nota. Fue una suerte, por que después percibí que el de Pedro, quizás por que llevaba mucho tiempo en reserva, tenía un gusto algo fuerte.

Esperé con el pene dentro de la boca mientras se iba deshinchando. Cuando había perdido su rigidez lo fui sacando de la boca, cuidando de secarlo bien con mis labios. Sin mirarle aun a la cara, le subí los calzoncillos un poco para tapar sus genitales y bajé su camiseta y camisa.

Me levanté mientras con la lengua relamía mis labios para intentar quitar cualquier señal de lo que acababa de hacer. Miré a Pedro y sonreí, pero él me apartó la mirada.

  • Por favor, vete.

  • Oye, que no pasa nada, no has hecho nada malo...

  • ¡Vete, por favor! Lo siento...

Sin decir nada más, me dirigí a la puerta del piso y me marche. No me supo mal en absoluto, es una reacción normal en su caso. Pedro es una persona con una moral clásica y unos principios grabados a fuego por la educación que recibió y el mundo que ha vivido. Preso por un matrimonio en el que el sexo es una cosa secundaria, ahora sentía, después del orgasmo, el peso en la consciencia de que había hecho una cosa terrible. Pasa las primeras veces. Pedro ahora iba a desaparecer del mapa o bien me escribiría un correo al cabo de unos días pidiéndome disculpas y, quizás, al cabo de unas semanas querría volver a quedar para repetir la experiencia.

Pero yo me fui con la satisfacción del deber cumplido y con una polla más que había conseguido hacer feliz en mi boca.

¡Ah! El episodio de Pedro me sirvió para que conociera esta interesante página de relatos, y al final he decidido compartir con vosotros mis experiencias y, por supuesto, ofrecerme si alguien necesita "relajarse" un rato. Para cualquier comentario, sugerencia, queja o petición, curiositats@gmail.com es mi correo.