Pedro. de mari al momento actual.

Séptima y última parte de la historia que escribí hace algún tiempo dedicada a Pedro.

Queda, finalmente, Mari con la que Pedro habló telefónicamente en varias ocasiones antes de quedar para conocerse. La chica, dos años menor que él, era morena con ojos azules, complexión y estatura normal y dotada de una raja vaginal muy abierta. Pedro, al enterarse que era separada y tenía cuatro hijos, todos ellos con más de catorce años, dejó de mostrar interés por ella. Pero Mari demostrando una gran tenacidad puesto que sólo conocía su nombre, el edificio en que vivía y donde trabajaba, consiguió dar con él y esa misma mañana se presentó en su oficina. Como no sabía cual era su despacho decidió llamarle por teléfono lo que permitió abandonar su puesto de trabajo, dejando a un compañero suyo y a Jennifer hablando sobre la forma más rápida de traer, para vivir con él, a una cubana a la que el compañero conocía. Fueron a una cafetería para tomar un refresco y Pedro se percató de que la chica estaba muy nerviosa. Al despedirse, Mari le dio dos besos en la mejilla y horas más tarde, le esperó delante del portal del edificio en el que vivía. Cuándo Pedro llegó se quedó sorprendido y la preguntó: “¿que haces aquí?” y la chica le contestó que le esperaba para poder verle otra vez. Entraron juntos en el portal y acto seguido, en el ascensor donde se abrazaron y se empezaron a besar en la boca mientras restregaban sus cuerpos. Subiendo y bajando varias veces, Mari notó perfectamente como el rabo de Pedro adquiría unas dimensiones fuera de lo corriente mientras el chico la tocaba las tetas por encima de su blusa y hasta llegó a acariciarla la almeja a través de su pantalón corto pero cuándo Pedro intentó bajarla esta última prenda con la intención de penetrarla allí mismo la chica no se dejó.

Al día siguiente Mari se presentó en su despacho y tras hacer que Pedro cerrara con llave la puerta, se abrazó a él y lo besó mientras volvían a restregar sus cuerpos. Cuándo notó que el rabo del chico volvía a adquirir unas dimensiones francamente descomunales, le hizo tumbarse en el suelo, le despojó del pantalón y del calzoncillo y tras observar con sumo detenimiento su excepcional rabo, le bajó toda la piel para vérselo en todo su esplendor y le realizó una mamada muy lenta como queriendo disfrutar durante mucho tiempo de aquel descomunal “instrumento”. Pedro se corrió en su boca y la chica se tragó su leche aunque mientras continuaba chupándole el miembro sintió arcadas y terminó por devolver encima de Pedro. Después de limpiarle minuciosamente, se interesó por saber si estaba en condiciones de correrse más veces y al contestarla que lo comprobara por si misma, Mari se desnudó y tras entregar su braga al chico, le realizó una intensa cabalgada vaginal con la que ella llegó, tras muchos meses sin mojarse, al orgasmo mientras Pedro la echaba dentro del chocho una gran ración de leche y una copiosa meada. Mari se sintió tan complacida que, tras tumbarse Pedro boca abajo en el suelo, accedió a hacerle una paja metiendo su mano entre su cuerpo al mismo tiempo que, después de acariciarle la masa glútea y la raja del culo, le introdujo un dedo bien profundo en el culo. La agradó aquella experiencia y más cuándo notó que la leche de Pedro salía en espesos y largos chorros, la mojaba la mano y se depositaba en el suelo por lo que se convirtió en habitual entre ellos ya que todos los días laborables, Mari acudía por la mañana a la oficina de Pedro para hacerle la paja mientras él permanecía echado boca abajo, mamarle el rabo y permitir que la penetrara vaginalmente, echado sobre ella, colocada a cuatro patas ó como más les gustaba a ambos, mediante una cabalgada vaginal que permitía que el miembro de Pedro se introdujera “hasta los huevos” en la abierta seta de la chica. Cuándo Mari estaba con la regla la penetración vaginal se sustituía por una nueva paja con Pedro acostado boca arriba en la mesa de su despacho y la chica colocada en medio de sus abiertas piernas para moverle el rabo con su mano mientras le acariciaba sus gordos huevos y le hurgaba con sus dedos en el trasero. Aunque pronto comenzaron los problemas a cuenta de las primeras demoras en las reglas de Mari y la posibilidad de que Pedro la hubiera dejado preñada, cosa que no llegó a suceder, su actividad sexual se mantuvo durante bastante tiempo y Mari, decidida a todo, logró que dejaran de ser simplemente amigos para hacerse novios. Meses más tarde su relación se extendió a los domingos por la tarde que solían pasar algunas veces en la habitación de un hotel y otras en la de una pensión en la que la chica había dormido varias noches en las cuales Pedro se la follaba sin descanso y la echaba cuatro ó cinco polvazos. En la habitación de la pensión, Mari, sin dejar de gritar y de insultarle, perdió su virginidad anal cagándose en cuanto Pedro la penetró por el culo. Aunque su mierda fue saliendo, poco a poco, al exterior a través del poco espacio que encontraba libre, la chica se vio obligada a aguantar hasta que el chico, varios minutos después de echarla la leche, decidió sacarla el rabo. Mari, sin poder hacer nada por evitarlo, se meó y soltó su mierda en tromba poniendo la cama perdida con su caca y su pis.

Día a día Pedro se fue enterando de muchas cosas de la vida de Mari que, por lo visto, había tenido una vida sexual bastante activa puesto que, tras separarse de su marido que resultó ser un borracho y un mujeriego que sólo pensaba en “tirársela” y hacerla críos, había enviado a sus hijos a unas Aldeas Infantiles para poder trabajar y no había tardado en vivir junto a otro chico que trabajaba esporádicamente como camarero con el que pretendía tener más hijos pero el chico no respondía adecuadamente y aparte de que tardaba en ponérsele el rabo tieso, casi nunca llegaba a correrse. Su nefasta relación sexual originó que se rompiera la sentimental y Mari mantuvo algunas relaciones, más ó menos largas, con otros hombres muchos de los cuales la jugaron malas pasadas. Mientras tanto, sus hijos, dos chicos y dos chicas, se fueron haciendo mayores. La primogénita, Noelia, decidió escaparse de las Aldeas Infantiles tras verse obligada a realizar innumerables mamadas y ser violada varias veces tanto por sus propios compañeros como por algunos de sus instructores masculinos sin que nadie la hiciera caso cuándo intentó denunciarlos y aparte de reírse de ella, lo único que consiguió fue encontrarse, como represalia, con nuevas y más frecuentes violaciones tanto vaginales como anales. La más pequeña, Raquel, salió de allí con dieciséis años y con una clara tendencia sexual lesbica aunque no la disgusta que los hombres la acaricien la raja vaginal y la masturben pero sin permitir que, bajo ningún concepto, la penetren. No la desagrada hacerles pajas pero se niega a chuparles el rabo. En cuanto a los hijos, el mayor era muy serio y se mostraba muy interesado en hacerse militar mientras que el otro pensaba más en las chicas y en las fiestas que en estudiar y con dieciséis años ya se había visto involucrado en varios líos de faldas con jóvenes de su edad, a algunas de las cuales dejó preñadas, aunque siempre supo como resolver la papeleta.

Aprovechando una de las hospitalizaciones de su madre, una noche Pedro se “cepilló”·a Mari a conciencia en su domicilio y en la cama de su habitación. La chica, que los últimos años se había dedicado a atender a personas mayores viviendo con ellas, empezó a tener problemas con los hijos de la señora que cuidaba en aquellos momentos por sus frecuentes ausencias para poder estar con Pedro. Pocas semanas más tarde, la madre de Pedro tuvo que ser nuevamente ingresada y con urgencia y cuarenta y ocho horas más tarde, falleció en la clínica. Aquello les permitió relacionarse con mayor frecuencia en el domicilio de Pedro mientras los hijos de la mujer a la que Mari atendía decidieron prescindir de sus servicios tras encontrar para su madre una plaza en una residencia asistida de ancianos. Como Mari no tenía dinero ni donde caerse muerta, a pesar de que el mismo día en que se enteró encontró trabajo como camarera y tenía la intención de compartir un piso con otras chicas, Pedro decidió comenzar a vivir junto a ella. Mientras Mari cambiaba constantemente de trabajo puesto que en ninguno duraba más de un mes, su relación sentimental iba a más aunque Pedro se encontraba un tanto contrariado por la manifiesta oposición que la chica mostraba a que la penetrara analmente. Después de convivir varios meses juntos decidieron irse a pasar las vacaciones a la misma localidad mediterránea donde, años antes, había mantenido su “idilio” con Cristina a la que Mari fue con la regla y regresó con el coño y el culo repletos de leche y sin saberlo, preñada. La chica se había mostrado especialmente motivada y relajada esos días lo que había originado que Pedro la penetrara varias veces al día tanto por delante como por detrás, incluso tomando el sol en la piscina del hotel en el que se alojaban con las piernas de la chica apoyadas en sus hombros lo que la excitaba y posibilitaba que Pedro, tras echarla la leche un par de veces dentro de la almeja, la pudiera penetrar analmente a pesar de que, siempre, se oponía a ello. El embarazo fue bastante complejo a cuenta de la edad de la chica que, con cuarenta y dos años, perdió buena parte de su movilidad en cuanto el “bombo” se hizo evidente y se vio obligada a pasar un mayor número de pruebas y con más frecuencia que cualquier fémina que fuera diez años más joven. Se hartaron de hacerla citologías con extracciones masivas de flujo, análisis de sangre y orina, ecografías de todo tipo, pruebas de dilatación vaginal y demás mientras Mari cada día que pasaba perdía más movibilidad y se sentía muy pesada. Su deseo sexual disminuyó de una manera considerable aunque, para mantener a Pedro satisfecho, permitía que un día a la semana la penetrara vaginalmente con sus piernas apoyadas en los hombros del chico ó colocada a cuatro patas y otro la metiera el rabo por el culo al mismo tiempo que se prodigaba en realizarle pajas excitándose cada vez que veía salir la leche a chorros de su rabo lo que hacía que Pedro tuviera que ocuparse, a continuación y durante un buen rato, de acariciarla su abierta raja vaginal pasándola su mano extendida con lo que Mari lograba llegar varias veces al clímax. Mientras la chica llevaba varias semanas pasándolo realmente mal, el día en que dio a luz tenía muchas ganas de sexo lo que hizo que, después de comer, Pedro y ella se acostaran en la cama. Mari le hizo una mamada muy lenta hasta que, cuándo estuvo a punto de correrse, se la sacó de la boca y moviéndosela rápidamente con su mano hizo que la echara el líquido en las tetas que ya tenía llenas de leche materna. Después se colocó a cuatro patas para permitir que Pedro la diera por el culo. Como siempre se cagó mientras la enculaba pero tuvo que reprimir la salida de su mierda hasta que el chico, tras echarla la leche y una larga meada dentro del culo, la sacó el rabo. Mientras el chico contemplaba como salía su mierda al mismo tiempo que la acariciaba el chocho con su mano extendida. Mari, completamente salida, se meó y se corrió con suma rapidez y aún estaba saliendo mierda por su culo cuándo pensó que se volvía a mear y se encontró con que “rompía aguas”. Sin poder limpiarse, Pedro la tuvo que ayudar a vestirse para, sin ropa interior y perdiendo pequeños chorros de pis por el camino, llevarla a urgencias donde la ingresaron de inmediato. Después de hacerla desnudarse, la comadrona la realizó el primer fisting vaginal metiéndola el puño dentro de la seta y diciéndola que aún tenía que dilatar bastante. A continuación, las enfermeras se ocuparon de ponerla unos enemas, tanto anales como vaginales, de efectos inmediatos antes de que, sin pasar por la habitación, la llevaran al paritorio dejándola en la sala de dilatación donde Pedro pudo ver como tanto a Mari como a otras dos féminas que se encontraban allí las metían con frecuencia el puño dentro del coño para forzarlas hasta que sufrían unos espasmos impresionantes. Un poco antes de las siete, tras haber pasado las dos últimas horas con dolores cada vez más intensos y frecuentes y al considerar que había dilatado lo oportuno, la llevaron al paritorio donde, poco después, dio a luz a una niña, guapa y grande a la que tenían decidido llamar María de las Mercedes ( Mercedes ) en honor a su difunta abuela materna. A la niña la sacaron con rapidez pero Mari tardó un buen rato en llegar a la habitación ya que surgieron problemas para que expulsara la placenta y después de tener que extraérsela usando más fórceps y mediante otro fisting vaginal en toda regla, la tuvieron que dar unos puntos en la almeja que se la había desgarrado durante el parto.

El lunes dio a luz y el jueves al mediodía Mari y Mercedes recibieron el alta médica y volvieron a casa con Pedro. A pesar de que el chico estaba muy contento con la cría, su nacimiento le supuso un cambio total en su vida y empezó a sufrir un autentico calvario. Mari, en pleno periodo de cuarentena post parto, había perdido todo su interés por el sexo y Pedro tenía que estar detrás de ella para que le hiciera una paja que cada vez era más rápidas como si la chica quisiera que aquello acabara pronto para que el chico, si quería más, se restregara contra la sabana de la cama hasta que la impregnara con su leche. La cosa no mejoró con el paso del tiempo y a pesar de la desesperación de Pedro, cada vez era menos frecuente su relación sexual y ya no sólo para penetrarla puesto que tampoco demostraba ningún interés por hacerle pajas. Además, se negaba a chupársela alegando que, a cuenta de las dimensiones de su miembro, siempre acababa con nauseas y devolviendo y se opuso rotundamente a que volviera a darla por el culo diciéndole que se buscara a otra dispuesta a ofrecerle el trasero para ese fin. Para colmo su carácter se hizo sumamente cambiante, se enfadaba por todo, se volvió muy autoritaria y cada vez que habría la boca era para darle algún tipo de orden lo que sacaba de quicio a Pedro, descuidaba la mayoría de sus ocupaciones domesticas y había días en que no dejaba de hablar incluso durmiendo. Cuándo acudió a su médico de cabecera la dijo que aquellos síntomas eran propios del inicio del proceso menopausico y tras asegurarla que lo que la ocurría era normal, la comentó que no debía de darlos mayor importancia ya que los iría superando poco a poco. Pero Mari cada vez estaba más irascible y la cría no había cumplido los seis meses cuándo tuvieron una importante discusión y Pedro decidió presentar una denuncia contra ella por acoso psíquico. Al final, desistió de su propósito por el bien de la niña tras acordar con Mari que ella y la cría dejaban de vivir con él. Pero sólo pasaron unas horas antes de que, con la disculpa de recoger sus cosas más imprescindibles, volvieran a la vivienda de Pedro, Mari le pidiera perdón por su comportamiento y tras unos días de tensión, su convivencia diaria volviera a la normalidad. En plenas fiestas navideñas la dio por despertar un día a Pedro y la niña a una hora muy temprana para, con una temperatura gélida en el exterior, salir a la calle con intención de realizar determinadas compras con vistas ala Nocheviejay el día de Año Nuevo. Mari se metió con la hermana y el cuñado de Pedro, que estaban pasando unos días con ellos y el chico la replicó muy aireado. La discusión fue subiendo de todo y Pedro, fuera de si, la pegó delante de la niña. A pesar de que Mari se cubrió e intentó enfrentarse a Pedro, este logró tirarla al suelo tras romperla la prenda de abrigo que llevaba puesta y mientras Mercedes lloraba, la dio varias patadas. Mari, tras aquella agresión, decidió, nuevamente, irse de casa pero tampoco lo hizo y las cosas se calmaron cuándo su hermana y su cuñado decidieron regresar a su domicilio antes de lo que habían previsto pero, pocos días más tarde, la chica estaba en un plan desmesurado sin parar de hablar. Al acabar de comer tuvieron un primer enfrentamiento pero fue por la noche cuándo Pedro, tras repetirla hasta la saciedad que dejara de levantarle dolor de cabeza repitiéndole constantemente lo mismo y se callara, la agredió en plena calle, de nuevo delante de la niña, agarrándola por el cuello y apretando con intención de estrangularla. Lo impidió una mujer que, acercándose a él, le dijo que pensara en la cría. Pedro la saltó y Mari se encaminó ala Comisaríacon intención de ponerle una denuncia, aunque no lo hizo, mientras el chico se entrevistaba con un abogado para poder defenderse de la acusación y obtener la patria potestad de Mercedes. Una vez más su situación se calmó con el paso de los días, aunque ha quedado en la memoria de ambos. Mari se encontró, pocos meses más tarde, con que estaba engordando desmesuradamente perdiendo por completo su buen tipo y luciendo un gran estómago y un culo muy voluminoso. En poco tiempo se había convertido en el prototipo de mujer obesa que tan poco le agradaba a Pedro que veía que su situación sexual cada vez empeoraba más. El haber sufrido una depresión cuándo Amaya le dejó le ayudó a diagnosticar que Mari estaba afectada por unas fobias bastante fuertes puesto que, por todos los medios a su alcance, intentaba separarle de su hermana, su cuñado y sus dos sobrinas, que eran su familia más allegada y de sus amigos. Pedro decidió entrevistarse con su médico de cabecera que, aunque seguía aferrado en que aquello era consecuencia de la menopausia, decidió pedir la opinión de un psiquiatra sobre el estado mental de la chica que recibió con rapidez la citación pero tuvo que esperar cerca de medio año para acudir a la consulta del especialista que, en cuanto habló con ella, la diagnosticó una depresión post parto de consideración que, además, se había agravado por no haber sido tratada a tiempo. Pedro, muy enfadado, acudió a la consulta del médico de cabecera de Mari al que intentó agredir pero, al ponerse la enfermera en medio y no ir contra ella, se tuvo que limitar a llamarle inepto, inútil y a acordarse repetidamente de la madre del galeno. Mari, aunque tardó unos meses en notarse, empezó a mejorar pero como le había pasado a Pedro, en su día, la medicación que tomaba y con la que todavía continúa aunque en dosis menores, acabó con esos mínimos deseos sexuales que aún tenía. Pedro, ante ello, empezó a satisfacerse con putas hasta que, cuándo menos se lo esperaba, Susana entró en su vida.

Susana era una joven camarera que trabajaba en una cafetería a la que solía acudir Pedro de manera habitual al acabar su jornada laboral, generalmente acompañado por Mercedes y un buen amigo. A la chica no la ayudaba nada su cara pero tenía un cuerpo de lo más atractivo, deseable y sugerente y sabía atraer y ganarse a la gente. Pedro nunca la había prestado una atención especial y apenas había hablado con ella hasta que, un día, un hombre borracho empezó a llamarla fea a voces y a decirla: “tu cara en vez de ser la de una mujer es más propia de Drácula” y “no creo que folles mucho puesto que siendo tan fea no apetece pasar un ratito contigo y hay que tener mucho valor para acostarse con alguien así” . La chica estaba sola detrás de la barra y con lágrimas en los ojos, aguantó lo indecible hasta que el hombre la dijo: ”fea, ven aquí y enséñame las tetas a ver si son tan horrendas como tu cara” . Susana no le hizo el menor caso. El hombre, al ver que no estaba dispuesta a complacerle, se metió dentro de la barra y tras agarrarla con fuerza intentó subirla el polo que llevaba puesto. Pedro y su amigo se apresuraron a librarla de su agresor al que echaron a la calle diciéndole que no volviera a entrar allí. El hombre se metió con dos chicas que pasaban por la calle y como las persiguió, Pedro decidió poner los hechos en conocimiento de la Policía Local para que se ocuparan de él antes de abrazar a Susana, que no paraba de llorar y consolarla. Desde aquel día Susana se ganó las simpatías de Pedro y entre ellos hubo una mayor comunicación. A la chica la gustaban los niños y como Pedro solía ir acompañado por Mercedes, que en aquel entonces tenía poco más de un año y estaba empezando a andar, su acercamiento fue mucho más rápido. Una noche Susana le dijo que era madre soltera ya que tenía una hija que, en aquel entonces, contaba cuatro años de edad nacida de una relación con un hombre casado que la dejó preñada con sólo follársela tres veces. Al quedar embarazada con diecisiete años sus padres la echaron de casa y a pesar del gran apoyo económico que recibía de una hermana con la vivía y que solía ser la que se quedaba con la cría mientras ella trabajaba, en los últimos cinco años había tenido que buscarse la vida para alimentar y cuidar a su hija. Meses más tarde, cuándo se la acabó el contrato en la cafetería, la dijeron que era muy buena trabajadora pero que no se lo podían renovar puesto que estaban muy avanzadas las gestiones para traspasar el local y el nuevo propietario iba a aportar su propio personal. Pocos días después, otro de sus compañeros le indicó a Pedro que iba a dejar aquel trabajo antes de que le echasen ya que, aparte de haber empezado a vivir con su novia de toda la vida, había conseguido otra ocupación laboral que, aunque estaba remunerada de una forma muy parecida, exigía menos horas detrás de la barra. Su intención era reunirse el último día con sus compañeros, amigos y clientes más asiduos para cenar con ellos y uno de los invitados fue Pedro que, sin saber con exactitud la hora en que iba a celebrarse la cena, acudió al establecimiento el día señalado a las ocho y medía de la tarde. Allí se encontró con Susana y otro de los clientes más asiduos que le comunicaron que la cena sería a partir de las diez. Pedro se dispuso a esperar tranquilamente, pidió un combinado, se colocó detrás de Susana y entabló conversación con ella y con el otro cliente que tuvo que ausentarse durante unos minutos al darse cuenta de que se había dejado olvidado el teléfono móvil en el coche. Susana, al quedarse solos, reconoció que estaba medio borracha y no tardó en pedirle al cocinero que la diera un beso en la boca. El hombre, casado, con hijos y un nieto, se negó. Pedro cogiéndola de los hombros la dijo que él la besaba. Ambos juntaron sus labios. Al separarse Susana le dijo: “¿sabes?, besas muy bien, dame otro un poco más largo” y Pedro volvió a juntar sus labios a los de la chica y aprovechó para deslizar una de sus manos entre su pantalón para tocarla la braga de color naranja y la parte superior de la raja del culo. Sin que Pedro sacara su mano, Susana le pidió un nuevo beso que fue mucho más corto que el anterior ya que el chico se apresuró a decirla: “ya que estás caliente, vamonos al water y me chupas el rabo” . Susana se incorporó y cogiendo a Pedro de la mano descendió, dando algún trompo, las escaleras que daban acceso al water. Una vez abajo se metió en el de mujeres. Era muy pequeño pero Susana se las apañó para sentarse en el inodoro y tras hacer que Pedro entrara, cerró la puerta con cerrojo y se ocupó de que el pantalón y el calzoncillo del chico bajaran hasta sus tobillos. Al verle su descomunal rabo dijo: “madre mía, que pedazo de polla tienes. Supongo que con una cosa así te pasaras el día follándote a las mujeres y dejándolas preñadas” y tras movérsela un poco con su mano e indicarle que era imposible que la entrara entera, se metió el miembro en la boca realizándole una intensa mamada mientras le acariciaba los huevos y a indicación de Pedro, le hurgaba en el culo con un dedo. El chico estaba, también, muy salido por lo que, enseguida, Susana se percató de que iba a correrse. Sacándose el rabo de la boca pero sin extraer el dedo del culo, le pasó la lengua por la abertura y le dijo: “vamos a ver como te corres y si echas mucho” y procedió a moverle el rabo con su mano de una forma muy rápida al mismo tiempo que le hurgaba analmente con todas sus ganas. Pedro, en cuestión de segundos, sintió muchísimo gusto y echó unos largos chorros de leche que cayeron en la cara y la ropa de Susana, en el suelo y en los azulejos mientras la chica decía: “vaya, además de tener una polla descomunal, sueltas una cantidad de leche impresionante” . La chica, tras el espectáculo, le lamió el rabo y los huevos y procedió a chuparle, de nuevo, el “instrumento” hasta que más por el efecto del alcohol que acumulaba en su interior que por las dimensiones del rabo, sintió nauseas y dándose mucha prisa para dejar de mamarle el rabo, sacarle el dedo del culo y ponerse de rodillas delante del inodoro, devolvió. Cuándo acabó se encontraba fatal y Pedro, tras vestirse, la ayudó a limpiarse y a subir las escaleras, cogiéndola con fuerza de la cadera mientras Susana se sujetaba a él a través de los hombros para, manteniéndose agarrados, salir del local con intención de dar un corto paseo con el que Susana se recuperó.

En la cena Pedro y Susana se sentaron juntos. La chica aprovechaba cualquier momento para deslizar una de sus manos debajo de la mesa y tocarle el rabo y los huevos a través del pantalón. Mientras comían el postre le dio un beso en la boca y dijo al oído: ”tras el café y la copa viene el puro y el mío va a ser tu rabo” y así fue puesto que, en cuanto los invitados empezaron a levantarse de la mesa, Susana volvió a irse con Pedro al water de mujeres donde, de nuevo, le chupó el rabo. No le hizo el menor caso cuándo el chico la avisó de su eminente corrida y en esta ocasión, su leche acabó en la boca y en la garganta de Susana que, muy complacida, le comentó en cuanto se tragó el líquido y dejó de chupársela que, con aquel rabo tan descomunal y aquellas copiosas corridas, era casi un sacrilegio que la leche se desperdiciara cayendo al suelo ó en los azulejos.

Medía hora después Pedro y Susana estaban cómodamente sentados en otra cafetería tomando un combinado. Susana le dijo que la gustaría poder chuparle el rabo con frecuencia y Pedro la propuso que su relación fuera más allá a lo que la chica le contestó que en el terreno sexual la gustaba ir poco a poco y que era sumamente legal en lo referente a la penetración vaginal puesto que no quería que otro “cabrón” la volviera a hacer otro hijo antes de enterarse de que estaba casado. Después de facilitarse sus números de teléfono móvil la chica le explicó que vivía en casa de su hermana Estrella y que podían mantener sus contactos sexuales en la habitación que ocupaba ya que aquel era su territorio. Susana le llamó dos días más tarde para quedar con Pedro por la tarde. Encerrándose en su cómoda pero reducida habitación volvió a chuparle el rabo hasta que, una vez más, el chico la echó su leche en la boca. Susana se la tragó y se lo siguió chupando durante un buen rato antes de desnudarse, acostarse en la cama boca arriba y abriendo bien sus piernas, incitar a Pedro a que la masturbara. El chico no tardó en comprobar que, además de ser una máquina corriéndose, la gustaba que la hurgara en el culo con sus dedos ya que, con ello, lograba que sus orgasmos fueran aún más rápidos y expulsara un flujo muy fino. Susana, sin dejar de subir su culo, le pidió que siguiera hasta que, tras su quinto orgasmo, se meó cosa que cortó bastante a la chica pero que complació a Pedro que no tardó en sacarla todos los dedos para hacer que se colocara a cuatro patas con intención de lamerla el ano al mismo tiempo que la presionaba la vejiga urinaria para que, echando unos pequeños chorros, la vaciara meándose casi de continuo. A la chica la encantó a pesar de que puso la cama perdida con su pis por lo que le dijo que, siempre que quisiera, se colocaría en aquella posición para que lo repitiera. Durante varias semanas se mantuvo esta actividad sexual hasta que Susana permitió que Pedro se encargara con regularidad de sus tetas, apretándoselas y chupándoselas y de sus siempre erectos pezones y que la diera por el culo después de lamerla el ano y hurgarla con sus dedos. Susana tenía un culo precioso, colaboraba de maravilla y además aguantaba perfectamente la penetración anal por lo que Pedro la echó unas grandes cantidades de leche dentro de su trasero. Pero lo que Pedro quería era poder follársela vaginalmente y Susana seguía negándose a ello aunque le prometió que le dejaría hacerlo en cuanto encontrara trabajo. El chico se ofreció a ayudarla económicamente ya que a Estrella la habían echado del trabajo que tenía como “friega retretes”, según expresión textual de Susana y con la intención de poder subsistir ambas y la niña, no encontró otra solución que prostituirse pero Susana nunca quiso aceptar nada y lo único que le pidió es que la comprara algo de ropa a la cría. Pero la situación se solucionó en muy pocas semanas. Estrella encontró trabajo, aunque temporal, en una empresa de mantenimiento de parques y jardines y quince días más tarde, llamaron a Susana ofreciéndola, a partir del mes siguiente, un trabajo fijo en un motel de carretera que la chica aceptó. La fémina no tardó en darle la grata noticia a Pedro y en cumplir su palabra permitiéndole que se la “cepillara” vaginalmente echándola cada vez dos ó tres espléndidas raciones de leche dentro del chocho mientras que cuándo el chico se meaba la gustaba que la sacara el “instrumento” para que, viéndole, repartiera su pis por sus tetas, sus piernas y el exterior de su seta. Pero lo que Susana no quiso decirle hasta el último momento es que el motel estaba situado lejos y que debía de residir en él puesto que, además de trabajar como camarera, tenía que ocuparse de la limpieza de las habitaciones. Le ofreció la posibilidad de seguir “tirándose” siempre que quisiera a su hermana Estrella que, además, deseaba que Pedro la hiciera un buen “bombo” y convertirse, como Susana, en madre soltera. Cuándo Susana se fue, el chico se folló a Estrella durante casi un año, tanto en la habitación de Susana como en la de la propia hermana, hasta que se enteró de que, como la chica quería, la había dejado preñada. Con el logro de Estrella conseguido, decidió romper la relación ya que, a pesar de que esta era mucho más guapa de cara y al igual que su hermana tenía un cuerpo muy apetecible y sugerente, no era lo mismo que hacerlo con Susana por la que se sentía sumamente atraído y al haber aceptado seguir haciéndolo con Estrella lo único que había logrado era deprimirle puesto que, al estar rodeado de todo tipo de recuerdos cada vez que acudía a la vivienda en la que había vivido, no conseguía olvidarla.

Mari, mientras tanto, había comenzado con su menopausia en un proceso largo y tedioso con el que todavía no ha acabado. Aunque a medida que reducía la medicación que tomaba para su depresión recuperaba una parte de su deseo sexual lo que posibilitó el volver a reconocer que Pedro “estaba muy bueno” y que, de nuevo, la gustara hacerle pajas e incluso cabalgarle vaginalmente ó le dejara penetrarla vaginalmente con la condición de que, para que no la echara la leche dentro, la sacara el rabo en cuanto sintiera el gusto previo a la corrida pero era con tan poca frecuencia, cada diez días las pajas y una vez al mes el penetrarla, que aquello era insuficiente como para que, un hombre tan activo como Pedro, se mostrara satisfecho y más cuándo el chico se motivaba cada vez menos al ver que no dejaba de engordar. Bastante harto de tener que satisfacerse sexualmente a través de los contactos esporádicos que mantenía con otras mujeres y de recurrir a prostitutas, supo ponerse en su lugar y la dio diez días para que le encontrara una mujer a la que follarse de manera regular de forma que ella pudiera saber a quien se estaba “tirando” ó que pasado ese plazo sería él quien se encargara de buscar a la fémina ó féminas más apropiadas sin que ella llegara a saber quien ó quienes eran. Mari sabía que la amenaza de Pedro iba muy en serio y tras reconocer que le estaba haciendo pasar mucho “hambre” sexual, se decidió a buscarle una mujer que pudiera complacerle entre sus amigas y conocidas teniendo una suerte bárbara ya que con la primera que habló del tema aceptó su propuesta. Se trataba de María del Pilar ( Pili ) una mujer casada y con dos hijos que regentaba junto a su marido un bar al que Mari solía ir por la tarde para, con la disculpa de tomar un café, mantener unas muy largas conversaciones con ella. Pili la explicó que, desde hacía varios años, su relación sexual con su marido era mínima y que casi se centraba en ciertos días puntuales del año como cumpleaños ó aniversarios y que, aunque no fueran muy intensos puesto que solía “hacerse unos dedos” una ó dos veces al día, tenía deseos de volver a disfrutar del sexo de forma regular. Pili era una mujer morena que acababa de cumplir cincuenta y dos años, tenía buen cuerpo y contó con el beneplácito de Pedro que encontró en ella una buena “yegua” a la que podía penetrar anal y vaginalmente ya que la mujer nunca se opuso a nada y además la agradaba el sexo sucio. Pero el problema es que descartando desde el primer momento el quedar por la noche, entre pasar la tarde detrás de la barra del bar y atender las labores domésticas por la mañana, no era fácil que encontraran el momento propicio para quedar y sus encuentros no eran demasiado frecuentes. Para colmo, la hija mayor de Pili, con dieciocho años, dio a luz a una niña que la engendró un hombre de raza negra tras el clásico “botellón” en una noche de fiesta con lo que la mujer, aún reconociendo que se encontraba muy a gusto cuándo lo hacían, tuvo que decir a Pedro que no podía con todo y que tenían que olvidarse de sus encuentros sexuales para volver a satisfacerse “haciéndose unos dedos”. Pedro se lo comunicó a Mari a la que volvió a dar un nuevo plazo de diez días para encontrarle otra fémina dispuesta a que se la “cepillara”. Esta vez la costó bastante más y varias de las mujeres con las que habló se escandalizaron de su propuesta. Con el tiempo a punto de agotarse, Alicia, la propietaria de un comercio de electrodomésticos, rubia, próxima a los cuarenta años, de estatura normal aunque tirando a baja y delgada, que también era asidua al bar de Pili, se mostró interesada y decidió quedar con Mari en que mantendría su primer encuentro sexual con Pedro esa misma tarde alrededor de las nueve, una vez que el chico saliera de trabajar y ella, que cerraba sobre las ocho y medía, tuviera tiempo de limpiar y poner en orden el comercio. Pedro llegó puntualmente. Alicia le abrió la puerta y tras acompañarla al water, donde la pudo ver mear colocada en cuclillas encima de la taza del inodoro, se fueron al almacén donde se abrazaron, se besaron y restregaron sus cuerpos. Alicia se puso caliente al notar que el rabo del chico adquiría unas dimensiones descomunales con el contacto pero decidió dejarle llevar la iniciativa. Pedro, viendo que Alicia se dejaba hacer, la volvió a besar mientras la tocaba las tetas por encima de su vestido antes de que, levantándola la falda y separando la parte textil del minúsculo tanga que llevaba puesto de su órgano genital, procediera a pasarla dos dedos por la raja vaginal viendo que estaba muy húmeda. Era evidente que la mujer, que no dejaba de gemir, estaba deseando que la masturbara por lo que Pedro la metió los dos dedos en el coño y procedió a hacerlo. Alicia llegó al clímax con suma rapidez y aún estaba echando una ingente cantidad de flujo cuándo sonó el teléfono. Pedro la sacó los dedos y Alicia, colocándose bien su prenda íntima y la falda, se apresuró a cogerlo. La llamaba un vecino para decirla que su madre se había caído en el portal del edificio en que vivía y que, como no dejaba de quejarse de que la dolía una pierna, la habían llevado a urgencias. Aquello hizo que su sesión sexual acabara y que Alicia se mostrara bastante contrariada por el hecho de tener que dejarlo sin tener la posibilidad de ver y catar el excepcional rabo de Pedro. Quedaron una semana más tarde y esta vez, pudieron mantener su sesión sexual sin el menor problema. Pedro, que se quedó con el tanga que Alicia había llevado puesto durante el resto del día para añadirlo a su amplia colección de ropa interior femenina, se la “cepilló” vaginal y analmente y la echó en tres ocasiones la leche dentro de la almeja, una vez en el interior del culo y se meó dos veces, ambas dentro de su chocho para acabar la sesión dejando que la mujer, plenamente satisfecha a pesar del proceso diarreico que empezó a padecer desde que la había dado por el culo, le mamara el rabo durante unos minutos. Alicia, a la que la encantó su primera experiencia con Pedro y el sexo sucio, estaba agotada pero muy complacida por la potencia sexual de Pedro al que dijo que no pensaba que hubiera hombres dotados de un rabo tan grande y gordo como el suyo y que, además, fueran capaces de correrse tantas veces y echando tales cantidades de leche. Reconoció, además, que la había dado una autentica paliza sexual y que iba a tardar varios días en recuperarse. Pedro, por su parte, estaba sumamente encantado de que aguantara casi a la perfección la penetración anal y que, aunque le había llenado el rabo de caca, hubiera retenido la salida masiva de su mierda hasta varios minutos después de haberse corrido dentro de su trasero. Sus sesiones sexuales siguieron produciéndose una vez a la semana y al cabo de dos meses, decidieron mantenerlos en la vivienda y en la habitación de Alicia. Pero su madre, involuntariamente, entró en una especie de crisis y se ocupó de que su hija no pudiera llevar a cabo la mayoría de los encuentros sexuales programados ya que, a cuenta de su edad y de los múltiples problemas de salud que sufría, era raro el día en que Alicia no tenía que llevarla a urgencias y en muchas ocasiones, la terminaban ingresando. Viendo que entre la tienda y la atención a su madre cada vez disponía de menos tiempo libre, decidió romper aquella relación sexual ya que, según le dijo a Pedro, prefería continuar llena de deseos sexuales antes de ver, como un día tras otro, se ponía caliente para nada. El chico la dio a Mari un nuevo plazo, esta vez de dos semanas, para que le buscara sustituta. Con el tiempo a punto de agotarse decidió hablarlo con su hija mayor, Noelia, que tras pensárselo unas horas ya que no disponía de tiempo para más, decidió aceptar diciendo que era mejor convertirse en una fulana con Pedro, su padre adoptivo, que con otro hombre. Pero para aquel momento, el chico había conseguido hacer amistad con Paula una mujer morena, joven y muy atractiva, con la carrera recién acabada, que trabajaba en el centro escolar en el que estudia su hija Mercedes compaginando su actividad en la guardería con las suplencias a las profesoras de educación infantil y que estaba sustituyendo a la profesora titular, que estaba de baja por maternidad. Paula mantuvo su primera conversación con Pedro para informarle del positivo avance escolar de Mercedes y después de aquel encuentro, quedaron para tomar, de vez en cuándo, un refresco y hablar. Aunque aún no habían mantenido ningún contacto sexual, Paula le hizo varias confidencias como que, aunque consideraba que no era el momento más apropiado, no la importaría que la hiciera un “bombo” para engendrarla una niña tan guapa y robusta como Mercedes; que padecía una leve incontinencia urinaria que ocasionaba que sufriera pequeñas pérdidas de orina por lo que usaba salva slip para evitar que sus bragas estuvieran siempre mojadas ó que siempre se había sentido más atraída por el sexo lesbico, en el que se relacionaba con cierta frecuencia, que por el hetero, en el que se consideraba como una chica bastante estrecha. Sus amigos, sobre todo los masculinos, decían que era muy seca puesto que no mostraba el menor interés por el sexo. Por su parte, Noelia, que actualmente tiene veintiocho años y dos hijos, lo que menos deseaba era quedar preñada a cuenta su relación sexual con Pedro y mientras controlaba debidamente sus reglas, aunque finalmente se decidió a tomar anticonceptivos, el chico aceptó tener paciencia con ella. La chica se olvidó rápidamente de sus habituales pantalones para ir con falda y la mayoría de las veces sumamente corta y ceñida, a sus citas con Pedro que comenzaron produciéndose por la mañana y en su oficina dos veces a la semana. En cuanto Noelia entra en su despacho Pedro cierra la puerta con llave. Como la gusta que la trate como una autentica puta, como una cerda sumisa a su servicio para satisfacerle, lo primero que hace es subirse la falda, quitarse el tanga, con el que en múltiples ocasiones se ha quedado Pedro y ponerse delante de él, ligeramente inclinada sobre la mesa, para que el chico, sentado entre sus piernas, la acaricie la raja vaginal con dos dedos ó la seta con su mano extendida, mientras con los dedos de la otra la abre y la cierra el ano repetidamente para obligarla a tirarse unos cuantos pedos antes de que se lo lama y la meta dos dedos para hurgarla con ganas y energía hasta que consigue acabar con sus frecuentes periodos de estreñimiento crónico, provocándola una buena cagada momento en los que, tras colocarla debajo la papelera, la fuerza más mientras ella hace todo lo posible por retener la salida de su caca hasta que, tras impregnarle los dedos, Pedro lo considera oportuno, se los extrae muy despacio y la deja cagar para, tras no perderse detalle de ello, darla repetidamente por el culo echada boca abajo en el suelo, colocada a cuatro patas ó lo más habitual, cabalgándole analmente. Noelia la ha comentado a su madre que ningún hombre había sido capaz de darla tanto gusto ocupándose de sus tetas, de su coño y sobre todo de su culo ya que nunca se había cagado sintiendo tal placer mientras sale su caca como cuándo Pedro la provoca la salida masiva de su mierda. La chica ha llegado a reconocer que Pedro, además de estar mucho mejor dotado y tener una mayor potencia sexual, se la folla mejor, tanto por el orificio anal como por vía vaginal, que su marido. Lo que más la agrada es que el día que Pedro decide ocuparse de su almeja se dedica sólo a ella comiéndosela, masturbándola, follándosela vaginalmente y echándola la leche y el pis en el interior del chocho. La encanta cabalgarle vaginalmente pues la presión que la hace su gran rabo en la vejiga urinaria la ayuda a mearse encima de él con mucho más gusto e intensidad mientras se la “cepilla”. El día en que se dedica a su culo, la agrada que la abra y cierre el ano con sus dedos, se lo lama, la hurgue hasta que logra provocarla una descomunal y placentera cagada y la penetre por detrás para echarla dentro su leche y su pis. Cuándo le cabalga analmente, además de mearse una ó dos veces, se suele cagar encima de Pedro con su rabo totalmente metido en su culo y cuándo está con la regla lo que más la gusta es que la toque, la apriete y la mame las tetas antes de que ella se encargue de hacerle una paja muy lenta mientras Pedro, abierto de piernas, permanece acostado sobre la mesa de su despacho y tras echar por primera vez su leche, realizarle una buena mamada hasta que la suelta en la boca la segunda corrida y su meada. En la actualidad está acudiendo al despacho de Pedro los lunes, miércoles y viernes en cuanto deja a sus dos hijos en el colegio. Durante el verano suele ir a media mañana después de dejarlos al cuidado de su cuñada que vive cerca de ella al igual que su cuñada la deja los suyos cuándo tiene algo urgente que hacer.

Con Paula la relación fue mucho más lenta. Pedro se había concienciado que tenía que ir, poco a poco y comenzó masturbándola en el water de varias cafeterías y en determinados lugares públicos haciéndose con un buen número de prendas íntimas de la chica a la que, a pesar de que siempre tiene la seta bien abierta y húmeda, la costaba “romper” aunque Pedro la ayudaba hurgándola con un dedo en el culo al mismo tiempo que la masturbaba pero, en cuanto llegaba por primera vez al clímax, tenía unas corridas impresionantes y era muy constantes y rápida con sus siguientes orgasmos que siempre se producían entre convulsiones bastante violentas de su cuerpo y jadeos. Pasaron varios meses antes de que la chica comenzara a prodigarse en hacerle pajas y en chuparle el rabo. No la gustaba, al principio, que la echara la leche en la boca y prefería que se la soltara en las tetas para que el chico se la extendiera diciéndola que con “aquello” se la iban a poner aún más suaves y tersas pero se fue haciendo a sus abundantes corridas y al sabor de su leche y en la actualidad, la agrada tragarse su líquido cada vez que se lo echa en la boca. No fue, tampoco, demasiado rápido el llegar a penetrarla ya que la chica quiso esperar un tiempo para que hicieran efecto los anticonceptivos orales que había comenzado a tomar. Pero como no acababa de decidirse a dejar que Pedro se la follara vaginalmente, el chico optó por penetrarla un día cuándo, tras alcanzar dos orgasmos casi consecutivos y mearse de gusto, la vio completamente entregada. Paula, al ver que Pedro se echaba sobre ella con intención de meterla el rabo en el coño, intentó impedirlo pero, en cuanto sintió el miembro en su interior y notó como la atravesaba el útero, lo único que pudo hacer fue decirle que, asimismo, la metiera dentro sus gordos huevos y que la jodiera todo lo que quisiera puesto que la estaba dando muchísimo gusto y no dejaba de correrse y de mearse de gusto mojando con su pis a Pedro que actuó de la misma manera, es decir aprovechando el momento en que Paula estaba entregada, para desvirgarla el culo. Para lograrlo hizo que Paula, después de haberle cabalgado vaginalmente, se colocara a cuatro patas. Después de meterla el rabo en la almeja no tardó en echarla una de sus abundantes raciones de leche y en mearse dentro de ella con lo que Paula alcanzó uno de sus orgasmos lo que Pedro aprovechó para sacarla el rabo del chocho e introducírselo por completo y de golpe en el culo. Paula chilló, gritó y le llamó de todo al mismo tiempo que le decía que la hacía muchísimo daño y que la iba a romper el trasero. Pedro, por su parte, sintiendo que, tras atravesarla las paredes anales, la punta de su rabo se había introducido en su intestino y la había provocada la cagada, la dijo que aguantara todo lo que pudiera la salida de su mierda y que no dejara de apretar las paredes anales contra su rabo para incrementar su mutuo placer. Cuándo Paula siguió sus consejos, los dolores quedaron cubiertos por una sensación de sumo gusto que la hizo mearse mientras Pedro la echaba una de sus grandes cantidades de leche dentro del culo. Cuándo Pedro, varios minutos más tarde, la sacó el rabo estaba completamente impregnado en la mierda de Paula que, de inmediato, soltó una excepcional cagada líquida. La chica, durante varios días, se quejó de molestias anales, que Pedro intentó aliviarla dándola unas generosas cantidades de crema, de diarreas persistentes y de problemas para sentarse pero, poco a poco, los ha ido superando y hoy en día, su más que apetecible culo es sumamente tragón y aparte de aguantar perfectamente la penetración anal es capaz de retener la salida de su mierda hasta que el chico decide sacarla el rabo momento en el que, sin posibilidad de moverse, expulsa unas gran cantidad de mierda lo que hace que Pedro siempre tenga a mano un orinal ó la papelera. Aunque Paula tiene un poder de recuperación bastante lento para su edad y durante una buena temporada sólo lo hicieron una vez a la semana, en la actualidad suelen mantener sus encuentros sexuales los miércoles por la tarde, una vez que Paula acaba con su actividad en el colegio, en el despacho de Pedro, los domingos, asimismo por la tarde y algún viernes, cuándo Pedro acaba su jornada laboral, en el domicilio de Paula.

A cuenta de su relación con Paula, Pedro tuvo la oportunidad de conocer e intimar con Sara, otra profesora, aunque esta titular, de educación infantil que trabaja en el mismo colegio que Paula. Es una chica excepcionalmente guapa, alta y delgada, ojos verdes, pelo rubio y un cuerpo “para mojar pan” con una seta deliciosa. Lo malo es que la chica siempre ha tenido una clara tendencia sexual lesbica y aparte de ser asidua a hacerlo con Paula, nunca se había planteado el mantener relaciones sexuales de tipo hetero. A cuenta de ello, a Pedro le costó conseguir, sobre todo por la enérgica oposición de Sara, que le permitieran estar presente en sus sesiones sexuales con Paula con la única intención de “verlas en acción” pero aquello resultó determinante para que Sara, además de permitirle quedarse con su ropa interior siempre que quiere, decidiera un día permitir que Pedro se ocupara de sus tetas, la masturbara repetidamente, la comiera el coño y se encargara de su culo. A pesar de que, al principio, se encontraba bastante incomoda, no tardó en hacerse. En cuanto “rompe” y al igual que Paula, es una maquina llegando al clímax con constancia, intensidad y rapidez. La gustó que Pedro siguiera masturbándola hasta que no pudo evitar mearse de gusto lo que para ella fue una experiencia nueva ya que nunca lo había hecho delante de un hombre. Al cabo de varios meses y una vez que Paula la enseñó, empezó a prodigarse en hacerle pajas lentas y más tarde, en chuparle el rabo. A pesar de que ha participado en algunas de las sesiones sexuales que Pedro mantiene con Paula y la gusta acariciarle los huevos y lamerle el ano mientras se “cepilla” a su amiga, el chico no ha conseguido todavía penetrarla aunque está completamente seguro de que, con paciencia, logrará su propósito consiguiendo que Sara disfrute plenamente de su cuerpo y se convierta en una “yegua” excepcional. De momento su relación masturbatoria la llevan a cabo los lunes por la tarde en la oficina de Pedro y los jueves, asimismo por la tarde, en el domicilio de Sara, cuándo el chico termina de trabajar.

Pedro conoció hace unos seis meses a una mujer viuda llamada María del Mar ( Mari Mar ) que es alta, delgada, morena y tiene cincuenta y cuatro años. La fémina es abogado, aunque nunca ha ejercido como tal y se casó muy joven. Durante varios años su marido se la folló diariamente e incluso, los fines de semana, lo hacían dos y tres veces al día. Pero, a pesar de su empeño, Mari Mar no conseguía quedar preñada y su marido, desesperado, la obligó a ponerse en manos de un ginecólogo al que conocía que descubrió que tenía menos actividad de la debida en sus ovarios. Después de muchos meses de tratamiento y revisiones, la situación mejoró y pocos días después de que su marido la dejara en estado, murió de un ataque cardiaco sin llegar a saber que la había preñado ni a conocer a su hijo. Mari Mar siempre ha sido una mujer muy activa y viciosa que, actuando con mucha discreción, ha sabido sacar buen partido de su cuerpo. Hace cosa de año y medio su hijo la hizo abuela y con ello, tras varios meses en que su actividad y deseo sexual había decrecido por un problema urinario muy similar al que sufre Paula, volvió a sentir muchos impulsos. Conoció casualmente a Pedro a través de Sara, con la que había mantenido alguna relación sexual lesbica y después de quedar unos cuantos días para tomar juntos un café, un día decidieron tomarlo en el domicilio de la mujer y acabaron en la cama. Mari Mar se quedó sorprendida por el gran tamaño del miembro de Pedro y su relación comenzó con la masturbación mutua. Le hacía pajas lentas a cambio de que Pedro la mamara las tetas, la lamiera el ano y la masturbara con dos y tres dedos. Pero Mari Mar no tardó en animarse y no tardaron en llegar las mamadas y la penetración vaginal. Lo que más se hizo esperar fue la penetración anal puesto que Mari Mar, a la que nadie había dado por el culo, se oponía. Pero Pedro no se desanimó y buscó la oportunidad que se presentó cuándo, con Mari Mar a cuatro patas, la echó una de sus enormes cantidades de leche en el interior de la almeja. La fémina alcanzó el orgasmo y mientras se retorcía de placer, la sacó el rabo del chocho y procedió a colocárselo en el ano de manera que, cuándo la mujer intentó impedirlo, le ayudó a penetrarla y se encontró con el miembro de Pedro dentro de su culo, atravesándola las paredes anales y con la punta introducida en su intestino. Aunque Mari Mar no acaba de hacerse al sexo anal, el que Pedro la de por el culo se ha convertido en bastante habitual ya que la mujer sabe retener perfectamente la salida de su caca hasta el momento en que el chico se corre dentro de su trasero y la saca el rabo momento en el que, como le ocurre con Paula, siempre tiene que tener preparado algún recipiente con el que recoger la salida masiva de su caca que suele ser líquida. Actualmente, la relación de Pedro con Mari Mar se lleva a cabo los martes por la tarde y los jueves por la mañana en el despacho del chico mientras que el sábado ó el domingo, dependiendo de la disponibilidad de Pedro, llevan a cabo una sesión sexual en el domicilio de Mari Mar a primera hora de la mañana que es cuándo la libido de la fémina está más excitada.

Al encontrarse muy satisfecho de su relación con Paula y Sara, Pedro está empezado a pensar en hacerse con la patria potestad de su hija Mercedes para, en cuanto logre penetrar a Sara, dejar de ser pareja de Mari y comenzar a vivir con Paula, a la que la niña quiere con locura y Sara. Ello le supondría tener que romper su relación actual con Noelia, a la que ha convertido en una autentica puta a su servicio y Mari Mar, que es su última conquista sexual, pretende que Mercedes, Pedro, Paula y Sara residan de continuo en su domicilio.