Peces del fango
Relato erótico repleto de simbolismo.
«Vive como el pez del fango.
Su piel es brillante y plateada
pese a morar en el lodo».
Ramakrishna
Es un río extraño, ¿verdad? El agua tiene la textura del metal fundido y se adhiere a tu carne. Pareces una estatua. ¿Hay un corazón debajo de tu pecho como en el cuento de Wilde? Sí, late, generando ondas como una piedra arrojada desde el fondo del estanque hasta la superficie. ¿Sabías que las crías de los peces juegan con los guijarros? Cuando los lanzan a su cielo se forman remolinos. Los niños lo saben, por eso compiten con ellos en un juego que los adultos no entienden.
Acaricio tus tatuajes y dibujo un dragón; tú, mis estigmas, transformándolos en poemas. Extiende las alas y da un nuevo nombre a esta «hija de la luna». No permitas que la Nada engulla esta fantasía. Hagamos que nuestra historia sea interminable. Brillemos, plateados, a pesar de nuestro fango.
Lamo las gotas que penden de tu barba como mercurio. Descienden lentamente hasta el centro de mi tierra. Ardo. Nos sumerjo. Buceamos entrelazados, fundiéndonos en colada. ¿Qué nueva estatua formaremos? ¿Una en cuyo pecho late un solo corazón?
Tu miembro penetra mi sexo. Te cabalgo como un caballito de río enloquecido, forjando nuestros vientres con cada embestida, modelando mis senos contra tus labios, hasta que el acero de tus entrañas invade las mías y las convierte en joyas.
Mil hilos plateados brotan de nuestros sexos y ascienden hasta el cielo acuático generando remolinos que se expanden en su superficie. ¿Entenderán, mañana, los niños y los peces?
El río bulle y nos arrastra a la orilla. Flotas como un príncipe sin reino, amor. ¿Eres feliz tras este breve instante? Te sostengo entre mis brazos y te deposito bajo un árbol . Cavo con las manos y la tierra se hace nido. Te tumbo en él y te protejo con mi cuerpo. Caen hojas sobre mi espalda. Nos cubren como un manto. Brota un sauce, un almendro, un cerezo. Mañana seremos bosque.