Paulina - Cap I

Una preciosa estudiante es abordada por un pervertido en un autobús. Será la primera aventura de muchas que le depara su desquiciado destino. Maduro-Jovencita.

Paulina

Cap I.

Hola, mi nombre es Paulina, pero todos me llaman Pauly, soy una estudiante que cursa cuarto medio (último año de secundaria en mi país). De mi aspecto solo puedo decirles que siempre he estado muy bien dotada de delantera, quizás para equilibrar mi hermosa cola que forma unas espléndidas curvas gracias a mi cinturita que es la envidia de todas mis amigas y la fuente del deseo de mis compañeros y profesores. Hago mucho ejercicio por lo que poseo unas piernas, además de largas, muy bien formadas. Mido un metro setenta y ocho, poseo una carita muy coqueta con ojitos risueños, que acompañada de mi respingona nariz y mis sensuales labios, hacen un juego precioso con mi pelo largo y semi ondulado. Supongo que ya se dieron cuenta que soy algo vanidosa, pues tienen razón, y les confieso algo que no le deben contar a nadie: me tiño el pelo color negro azabache…, aunque mi madre me dice que no es necesario considero que se ve increíble contra mi piel de porcelana y mis ojos esmeralda.

Me describo solo físicamente, pues lo que llevo dentro, quien soy en realidad, ha sufrido cambios drásticos el último tiempo. Son precisamente estos cambios los que me han llevado a contarles mi historia… ¡pero que discursillo!, me sonó profundo… nostálgico en realidad… pero basta de divagar, les sigo contando como partió todo.

En la escuela, mis amigas y yo, somos las más populares entre los tres cuartos que hay. Al cole debo ir con estas falditas escocesas y una blusita blanca, casi siempre ajustada pues para tratar de esconder mi delantera tendría que ponerme una carpa de circo. Aunque antes no me daba cuenta, o en realidad trataba de ignorarlo, al pasar por el patio sentía sobre mí la atención de todos, expuesta a las miradas de mis compañeros y profesores. Si debo ser sincera, esto la mayoría de las veces me molestaba….. pero a veces, cuando me percataba que un hombre feo o viejo me observaba, algo pasaba en mi interior. No sabía, y creo que aún no estoy plenamente convencida de que es, pero cuando trataba de entender el deseo en los ojos de aquellos hombres; cuando imaginaba la impotencia de no poder alcanzarme, y entendía que lo único que me mantenía a salvo de la violencia carnal que pretendían liberar sobre mí era el espacio público, el temor a la ley y al repudio social; cuando todo esto cruzaba mi mente, era como el viento que avivaba las brasas que consumían mi inocencia… ¡uy!, me puse algo cursi otra vez sorry, no pretendía aburrirlos, pero la verdad es que algo me pasaba con los tipos que no tenían oportunidad con una chica como yo. Quizás por eso aún era virgen en ese tiempo, rechazaba los avances de mi novio Pedro, el chico más lindo de la ciudad,  simplemente porque no me provocaba, era demasiado respetuoso… quizás si se hubiese puesto más pesado, si me hubiera mirado con más hambre otra historia les estaría contando. Ahora que lo pienso, el simple hecho de haber aceptado ser su novia le resto infinitas posibilidades de remecer mis hormonas. La vida está llena de contradicciones.

Bueno, vamos al grano. Tomo aire, junto valor y me confieso con ustedes:

Se acercaba el verano y era la época donde estaba obligada a usar prendas delgadas y cortas para sentirme más fresca,  con este objeto siempre usaba calzoncitos de estos que les llaman colaless, que dejaban libres a mis firmes nalgas para saborear esas delicadas brisas que a veces circulaban bajo mi faldita. Sin embargo, mis preocupaciones no eran culpa del calor, sino de la falta de interés que sentía en mi interior en lo relativo a los chicos. Escuchaba hablar a mis compañeras de sus encuentros amorosos, ponía atención a los relatos que describían, de como sus novios les hacían todo tipo de cosas y me sentía el bicho raro entre ellas al no compartir las emociones y las ansias propias de una chica de mi edad. Incluso una noche en uno de esas famosas fiestas o reuniones en pijama todas se terminaron masturbando por los relatos ofrecidos por algunas de ellas, yo, para no ser menos, simule un orgasmo pero con mis dedos podía sentir que mi entre pierna no estaba ni un poquito húmeda. Esta preocupación crecía cuando veía a un hombre de edad, o desagradable a la vista, mirándome con cara de degenerado pues sentía unas sensaciones extrañas en mi chochita (muy ricas por cierto).

Una tarde, de vuelta de la escuela me subí al autobús que siempre tomo de regreso a casa, y con sorpresa me percate que el conductor era un hombre de unos cincuenta años, que yo nunca había visto. A diferencia de los demás, este me miro sin ningún disimulo de una manera que me hizo sentir muy inquieta. Se notaba como me desnudaba con la mirada, y sin ninguna vergüenza me miraba directamente a mis senos. Al pagarle el pasaje, no pude evitar notar como entre sus piernas se le formaba un bulto y pensé: “ este viejo realmente se calentó conmigo ”. Yo por mi parte había empezado a sentir esas extrañas sensaciones en mi chochita y sentía como mis pezones empezaban a ponerse muy duros y a notarse en mi apretada blusita. En ese momento el conductor empezó a poner en marcha el autobús sin darse cuenta de que le habían puesto luz roja (ya que el muy sinvergüenza no quitaba los ojos de mi busto). Cuando se percato de esto, piso el freno bruscamente lo que me hizo perder el equilibrio e irme hacia adelante dejando mis pechos a medio centímetro de su rostro; de lo que se percato al instante y simulando que él también fue sacudido por la mala maniobra paso a rozar con su cara el frente de mi blusa, restregando por unos momentos su rostro con mis pechugas, lo que me provoco un escalofrió tremendo por todo el cuerpo. Me puse muy nerviosa por la sensación tan intensa, me voltee de inmediato y empecé a caminar hasta el final del autobús. Supe que el muy bandido me seguía con la mirada, ese tipo de individuos nunca desaprovechaba ni la más mínima migaja del placer de mi presencia…. Y sabiéndolo, muy a mi pesar les debo confesar que le regale un lindo meneo de colita, no sé por qué pero lo hice.

Mientras caminaba por el pasillo, tratando de disimular mi inquietud, me di cuenta que no había ningún puesto desocupado; poco me importaba en realidad ir de pie, pero en un arranque de vergüenza, temiendo que alguien se diera cuenta de lo que había pasado, sentía que necesitaba esconderme en un asiento. Ya estaba resignada a tener que irme de pie todo el camino a casa, cuando me percate de un hombre de unos cincuenta años que iba sentado al lado del pasillo, en el último par de butacas del autobús. Tenía una cara tosca y un físico regordete pero fuerte, que con su cansada apariencia lo delataban como un obrero después de un arduo día de trabajo. Se dio cuenta que lo estaba mirando por lo que aparte la mirada y me detuve a pasar el viaje ahí a medio pasillo, huyendo del chofer y evitando al obrero fisgón.

A la vez que me equilibraba con el andar del autobús no podía quitar de mi mente lo sucedido con ese descarado conductor. Mientras cavilaba en las extrañas sensaciones que volvían a importunarme, me di cuenta que el oportunista obrero me observaba de una manera enfermiza desde el final del pasillo; no tenía que preocuparse de que alguien lo notara ya que a su lado iba un escolar durmiendo y al frente del pasillo estaba la puerta trasera del autobús.

A medida que el viaje continuaba, más gente se fue subiendo al autobús, empujándome hasta que quede situada justo al lado del viejo mirón, ahí de pie frente a él mi muslo desnudo rozaba el peludo brazo del hombre. Un par de señoras que quedaron al lado mío se pusieron a conversar, la más próxima me dio la espalda y se apoyo en el asiento de adelante al del obrero. Al saber con absoluta certeza que aquel hombre asqueroso, sentado justo enfrente de mí, no dejaba de mirar mi cuerpo empecé a sentir esos extraños cosquilleos en mi chochita y a notar como mis pezones volvían a notarse por mi blusa. La vergüenza volvió a atacarme, ¿cómo podía sentir esas cosas?, me sentí afortunada de estar medio escondida entre la gente. De pronto note como algo áspero rozo mi muslo. Al mirar hacia abajo pude ver como el obrero, con sus dedos de la mano izquierda, acariciaba de una manera muy delicada la parte interior de mi pierna. Cuando vi que el viejo alzaba la cabeza reaccione de inmediato y mire de nuevo al frente. El muy viejo verde, supongo que entusiasmado por mi reacción tan pasiva, empezó a tocarme con más confianza. Trate de correrme, pero no me dejo, me tomo del muslo con fuerza y lo volvió a donde estaba. Sorprendida mire hacia abajo y me encontré con su mirada amenazante y dura; en ese momento mire a mi lado y atrás, confirmando que todos a mi alrededor estaban de espaldas hacia mí formando una barrera que ocultaba la fechoría de la que estaba siendo víctima. El obrero volvió a apretar mi muslo con aún más fuerza provocándome dolor y la reacción innata de mirarlo. Sus ojos, rodeados de arrugas, irradiaban malicia y la determinación de su semblante me dejo congelada, como una inocente conejita encandilada. Movió la cabeza de forma negativa advirtiéndome de esta forma que no pidiera ayuda.

Estaba completamente petrificada. Entiéndanme, estaba asustada no solo por las acciones de ese viejo cochino, sino por lo que estaba sintiendo. Me di cuenta que todo mi cuerpo se calentaba, dominado por aquellas cosquillas mezcladas con el miedo y la vergüenza. No me culpen, no pude hacer nada, simplemente perdí mi vista lo más lejos que pude  y deje que ese hombre me tocara, que acariciara mis suaves piernas con sus asquerosas manos.

El muy descarado, dándose cuenta de mi sumisión, recorría mis contorneados y desnudos muslos a destajo, tocándome y dándome apretones ahí donde le daba la gana. Se notaba que le encantaba mi piel, la manoseaba con desenfreno. Yo, pese a la vergüenza y al miedo, no pude evitar que mi entre pierna…. mi cosita me traicionara humedeciendo mi ropa interior. Me consolaba pensando en que ese maldito solo me tocaría las piernas, pero este consuelo duro muy poco ya que ese viejo me rodeo con su brazo derecho bajo mi faldita, y empezó a subir lentamente por detrás de mis muslos hasta que con su enorme mano capturo mi redondo y firme trasero, acariciando y apretando mis cachetitos vírgenes a cualquier experiencia. Ese asqueroso hombre estaba toqueteándome a gusto, a mí, a una jovencita con el cuerpo de una muy bien formada mujer. Esta idea que no dejaba de pasar por mi cabeza me calentaba de una manera que más que desconocida, era indeseable para mí.

Mientras yo trataba de guardar las apariencias, por una mezcla de miedo y placer, ese animal metió un dedo debajo de la parte superior del colaless que traía. De esta manera fue bajando poco a poco y yo sentí como el hilo encerrado entre mis nalgas, al salir, acariciaba todo lo que componía mi rajita. Acto siguiente, acomodo este hilo al lado de mi trasero que por ser tan paradito, robusto y firme lo engancho sin problemas en una de mis nalgas. Así ya nada lo molestaba para usurpar mis vírgenes orificios y su mano con desenfreno apenas contenido, seguía apretando y estrujando mi hermosa cola.

Ese asqueroso viejo estaba gozando con mi hermoso culo, estaba abusando de mí, me tenía asustada y a su merced, pero no puedo negarlo….. me calentaba como loca. Sin darme cuenta paré mi trasero para darle una forma aun más perfecta. Gozaba insultando con mi pensamiento a ese hijo de puta que pasaba sus dedos como quería por mi rajita, inclusive presionando mi apretado orificio posterior con sus inquietos y desesperados dedos.

Cuando sentí que la mano de ese miserable se acercaban lentamente a mi chochita, me di cuenta que estaba más mojada y yo más excitada que nunca en mi vida. Esa combinación de miedo y placer hacían que perdiera el control. Cuando uno de los dedos del obrero se deslizo entre los labios de mi conchita, sentí  como este disfrutaba con los fluidos que inclusive mojaban mi calzoncito. De reojo me percate que ese hombre miraba hacia arriba, buscando mi atención, lo mire y me encontré con su tosca y degenerada sonrisa, seguramente causada por la sorpresa de encontrar mi conchita excitada. Al obsérvalo más allá me di cuenta del descomunal bulto que se le había formado en los pantalones, prueba inequívoca de su enorme y excitado miembro. Uy, que vergüenza me da admitirlo, pero debo ser sincera, a estas alturas no saco nada con negarlo; el solo hecho de pensar que ese hombre quería meterme esa enorme cosa sin compasión y sin importarle el dolor que me provocaría, hizo que me estremeciera, y descaradamente me permití un meneo apenas perceptible que acompañaba el áspero roce de los dedos de aquel degenerado en mi húmeda chochita.

Antes de llegar a mi parada, la mitad de la gente en el autobús se bajo de una sola vez, por lo que adivine que una reunión o un espectáculo había sido el causante de que tanta gente hubiera tomado el bus a esa hora. Sin embargo, el tipo que me sometía aún me amenazaba con su mirada y sus apretones por lo que no me atreví a salir de donde estaba. El escolar que estaba a su lado despertó mirando para todos lados y al darse cuenta que se había pasado de su bajada, pidió permiso y aun medio adormilado se bajo por la puerta de atrás. El obrero para cederle el paso solo saco las piernas hacia el pasillo del autobús, y apenas se bajo el escolar me empujo para que yo pasara al asiento recién desocupado.

Ya no había nadie de pie en el autobús, y yo estaba sentada en el último asiento atrapada por ese asqueroso viejo. Este, aprovechándose de que nadie podía verlo, empezó a subir su mano por mi muslo levantándome la falda. ― No, por favor ― le rogué casi en un susurro, pero el muy depravado sonreía mientras descaradamente admiraba el obsceno manoseo que perpetraba sobre mis piernas desnudas. Arrinconada, al borde de las lágrimas, víctima de los inmundos deseos de aquel viejo verde me vi envuelta en un torbellino de sensaciones. El contacto de sus atrevidas manos sobre mi piel provocaban descargas de adrenalina en todo mi cuerpo. Apreté mis extremidades contra sus intentos de introducir sus insanas maniobras entre ellas; en respuesta, bruscamente levanto una de mis piernas e introdujo la suya debajo, trabando mis movimientos, dejándome con las piernas abiertas y la faldita casi en la cintura. El muy degenerado se reía de mi cara de espanto y de mis tímidos ruegos mientras guiaba sus sucios dedos a mi traicionera conchita. El muy descarado se arrimó aún más y empezó a lamer mi oreja.

― UUyy! Tan mojadita que esta mi zorrita― me susurro tan cerca que sentía el cosquilleo de su aliento sobre mi oído― No seas tontita, déjate disfrutar― se llevó a la boca uno de sus dedos empapado en mi chochito y lo saboreo a escasos centímetros de mi rostro.― Estas deliciosa pequeña.

Volvió a sus infames toqueteos y dejo en libertad a su lengua para jugar entre mi cuello y el lóbulo de mi oreja.

―No señor, por favor, déjeme bajar del bus.―Aún no llegábamos  a mi parada pero sabía que debía escapar, debía huir de aquel viejo y de mí misma. Los mismos besos de mi novio, no provocaban ni la undécima parte de las sensaciones que me inundaban en ese momento. Pero mis ruegos no servían de nada, parecían estimular a aquel enfermo, y para qué negarlo, el jueguito de rogar y no ser escuchada desgarraba mi resistencia. La impotencia que sentía libero una lágrima que no tardó en ser recogida por la lengua de mi atacante, que recorrió mi mejilla hasta llegar a lamer mis labios, estampándome un húmedo beso que apenas resistí. De pronto el dedo que recorría mi entrepierna se atrevió a hurgar un poco más allá. Me sobresalte, nunca había tenido nada dentro de mí, la intromisión izo que tensara mi cuerpo, apartándome lo más que pude a la ventana del bus.

― ¿Quién lo diría?, la zorrita es virgen.― Se sorprendió el mal nacido.―¿Te gustaría llegar a casa desvirgada hoy?, ¿qué dices cariñito, te rompo la telita?.― me amenazó con malicia.

Me asuste demasiado. Eso no podía pasarme, ¿qué le podría decir a mi novio?, él sabía que era virgen. ¿Cómo decirle que un maldito viejo verde me quito la prueba de virginidad con sus regordetes dedos en un sucio autobús?.

― No señor, se lo ruego, no me haga eso― rogué en voz baja, cuidando que mi desesperación no llamara la atención de los demás pasajeros y molestara a mi agresor.― ¿qué le diré a mi novio, a mis padres?, se lo ruego, ¡déjeme ir!.

― Pero que dices cosita mía, la verdad es que no soy tan cruel― su dedo continuaba hundido en mi conchita hasta la falange. ― haremos un trato. Me portare bien contigo si tú te portas bien conmigo en lo que queda de viaje.

― Pero ¿qué dice?, debo bajarme ya, mi parada paso hace rato― mentí.

― Olvídalo zorrita.― respondió irritado― Anda, dame un beso como los que le das a tu imbécil noviecito.

Me quede inmóvil, mirándolo contrariada por el miedo y los placeres que ese cochino despertaba en mi intimidad. Me sobresalte al sentir aquel dedo intruso perforar un milímetro más dentro de mí. Comprendí que no tenía alternativa. Cuando el miserable se acercó a lamer mis labios, lo recibí complaciente, abriendo mi boca para recibir su apestosa lengua permitiéndole juguetear con la mía. Su aliento a tabaco me recordó a mi padre; el pensar que aquel tipo podía ser mi padre, pese a que me da pena admitirlo, me calentó aún más. Imagine que la boca que violaba la mía era la de papá y devolví el jugueteo de lengua con cariño y pasión. ¡Dios!, mi mano no tardo en buscar apoyo en su pecho y entre los botones de su camisa pude sentir el grueso pelo en pecho de aquel maldito viejo. Pero en mi cabeza era mi padre y me imaginaba diciéndole― Ayyy que… rico pa….pi, que..rico tu… cariño…papiiii. El jugueteo de los dedos en mi conchita se volvió delicioso, y lamente cuando la dejo para hurgar bajo mi blusita. Libero mi busto del molesto brasier y capturo con su tosca mano mi busto. Se alejó, dejando un acusador hilo de baba entre nuestros labios. Me observo, ahí con las piernas abiertas, recibiendo su desesperado manoseo en mis pobres ubres.

― Que tetazas que tienes pendeja― dijo al momento que se incorporaba en su asiento para soltar su cinturón y desabrochar su pantalón, dejando libre un enorme y rígido pene coronado por un glande hinchado y brilloso. Nunca había visto uno en vivo y en directo. A estas alturas, ya les puedo confirmar que era grande para el promedio, pero en ese momento lo único que me paso por la cabeza era lo parecido que podría ser al de mi padre.

― Me tienes muy caliente putita—me dijo con voz entrecortada y esa maldita sonrisa en el rostro. Tomo mi mano y la puso sobre su miembro —Apriétalo para que te des cuenta de lo duro que esta.

Al darse cuenta que yo no reaccionaba, metió su mano por mi entre pierna y presiono con fuerza. A lo que reaccione arqueando mi cuerpo, dándole espacio para que metiera su otro brazo en mi espalda y empezara a acariciarme.

― ¿¡Que pasa princesa, no teníamos un acuerdo!?—murmuro con rabia en mi oído―¿Acaso no te excita este viejo sudoroso?.

No quería que el muy maldito se diera cuenta de la ansiedad que me dominaba. Los nervios no venían de ninguna negativa y mi curiosidad iba en aumento. Ya ni siquiera me importaba mi telita amenazada, pero era la oportunidad de esconder mis ganas bajo el inocente manto de la víctima asustada y sumisa. Apreté el miembro del maldito. Era duro y pude sentir las palpitaciones de sangre que bullían bajo la piel oscura y suave. Me intrigaba el poder de mi cuerpo. ¿Acaso yo había hecho eso?, ¿esa cosa estaba a reventar por mí?. La tibieza de aquel pedazo de carne me extasió. Confundida a mas no poder, no dejaba de mirarlo.

―Aaaah, yo sé que te gusta putita; aaaaah, se te nota en la cara lo caliente que estas—susurraba el maldito mientras agarraba una de mis tetas por debajo de la blusa.

Al oír esto me di cuenta como excitaba a ese viejo con mi sumisión. Él sabía que estaba abusando de una hermosa joven; De esas que lo despreciaban en la calle; de esas que podrían ser su hija; de esas que nunca soñó tener y que ahora tenía a su merced. Yo por mi parte no podía dejar de pensar en esas cosas y excitarme aún más. ¿Esto es lo que le hace mi madre a mi padre?, ¿es lo que ellos se hacen?.

―Me quieres correr una paja, ¿no es cierto?, pues adelante putita—digo sobreexcitado, a la vez que masajeaba mis pechos bajo la blusita, estirando de vez en cuando mis inocentes pezoncitos.

Apreté con todas mis fuerzas su rígida verga, tratando de devolver el dolor que él producía en mis senos, victimas de sus violentos apretones. De pronto libero mis pechos para guiar mi mano.

―Muévelo…. arriba y abajo…. eso apriétalo…. demuéstrame que te gusta—jadeaba en mi oído mientras yo recordaba como mis compañeras contaban las pajas que les hacían a sus novios.

Veía como al bajar mi apretón, aquel falo se tensaba mostrando aquella cabeza en su máxima expresión; cuando subía, su prepucio cubría su glande aposando en su punta los asquerosos líquidos que emanaban de él.  Podía sentir lo mojado de mi entrepierna y como se me hacia agua la boca, mojando mis carnosos labios.

Estuve unos tres minutos haciéndole una paja a ese individuo. Cuando él dejo de acariciarme la espalda y empezó a empujar mi cuerpo sobre sus piernas, accedí excitada por la sumisión de que era victima frente a ese viejo sin vergüenza. Con su mano izquierda agarro mi pelo teniendo así total control sobre los movimientos de mi cabeza, y con su mano derecha condujo su miembro y puso su húmedo capullo en mis labios. El olor a verga excitada llego por primera vez a mí, era el atrayente olor a deseo, a macho. No importo de quien fuera esa verga, me sentí con la responsabilidad de consolarla. La idea de que podría ser la de mi padre solicitando mi ayuda termino de convencerme. Abrí mi boca y empecé a chupar; mis labios rodearon su hinchada cabeza y mi lengua capturo el agrio sabor de los fluidos que la coronaban. Atrape todos los líquidos y los lleve a mi garganta, tragándolos sin reparo. Me aleje unos segundos, los justos para relamer mis labios como una gata que degusta su alimento favorito. Volví a la carga introduciendo aquella barra de carne hasta mi garganta. El viejo, extasiado, guiaba los movimientos de mi cabeza a placer y me di cuenta que le estaba corriendo una paja con la boca; me di cuenta que me gustaba ser abusada y ya no pude seguir inerte frente a lo que estaba sintiendo. Con una de mis manos acaricie la base de su miembro y empecé a chupar a gusto ese mal oliente y rígido caramelo que me obligaba a tragar. Al darse cuenta de mi cambio de ánimo soltó mi pelo para solo apoyar su mano derecha en mi cabeza mientras subía mi faldita hasta la cintura, dejando al descubierto mi desnudo trasero. Podía imaginar como se veía mi culo ya que mi posición me obligaba a pararlo, por lo que debía ser un espectáculo precioso para ese miserable bastardo.

Sentí sus violentas caricias en mis nalgas; lo que, junto al dolor, me provocaban una gran excitación. De pronto sentí uno de sus dedos escabullirse en mi rajita y presionar mi orificio posterior a lo que respondí hundiendo hasta mi garganta todo el pedazo de carne que tenia metido en mi boca. Su dedo rompió violentamente la resistencia que mi virginal ano había ofrecido y poco a poco empezó a meter y sacar el dedo de mi trasero. Yo no pude aguantar y seguí sus embestidas con un meneo de caderas incontrolable. Me di cuenta que la sensación de placer en mi interior crecía a una velocidad atemorizante; recordaba que aquel bastardo estaba abusando de mí y que era un viejo asqueroso que podía ser mi padre. Yo era una adolescente muy deseable, el sueño de cualquier degenerado como ese y además, debo admitir pese a la vergüenza, una gran puta que disfrutaba lo que le hacían. Mi cuerpo se llenaba de placer y no podía controlar el deseo de seguir comiendo salvajemente de su caliente miembro y obligar con mis caderas a que su dedo entrara en lo más profundo de mi culo. De pronto algo explotó en mí― que ..rico papi ― pensaba, mientras sensaciones desconocidas para mí me volvían loca. Me deje llevar al mismo tiempo que sentía palpitaciones en la carne que comía; que, acompañadas de sendas eyaculaciones, llenaron mi boca de un fluido caliente y viscoso. No pude aguantar y por reflejo empecé a correrle de nuevo una paja con mi mano mientras chupaba su capullo, exprimiendo y tragando hasta la última gota de su deliciosa leche. Cuando deje de sentir mi primer orgasmo (como deduciría después) me sentía agotada; sentía mi cuerpo pesado y sudoroso, y hasta dude de donde estaba en realidad.

El viejo rápidamente guardo su miembro.

―Si te hubiera atrapado sola, te lo habría metido por todos lados. Sin duda eres la puta más guapa que me la ha chupado—Susurro despreciativamente a mi oído.

El muy cochino bajo del autobús en la siguiente parada y yo me di cuenta que faltaban unas pocas para la mía.

No podía creer lo que había pasado. Había tenido mi primer orgasmo a merced de un viejo degenerado en un autobús. El muy asqueroso había echado todos sus mocos en mi boca. ¿En que estaba pensando?, me los comí todos. Aún llevaba su sabor impregnado en mi garganta. Pero lo más preocupante: Lo disfrute… Dios mío, disfrute imaginando que era mi padre, aunque sin esa ayuda (bastante enfermiza por lo demás) lo más probable es que lo hubiera disfrutado igual. El viejo tenía razón, era una zorrilla, me pareciese o no, me gustaba el sexo. Pero mi novio….¿qué tenía mi novio?, o mejor dicho, ¿qué no tenía?.