Paula y Eric: primera vez
Paula y Eric quedan por primera vez para continuar lo que habían empezado con el sexting
Nunca me habían desnudado tan rápido...
Buenos días!!
Ese era el mensaje que me estaba esperando cuando me desperté a la mañana siguiente.
Puedo inventarme algo para no ir a trabajar
Te desnudaría mucho más despacio esta vez
Buenos días guapísima!
Te invito a un café si te da tiempo...
Adjuntó su ubicación.
En 15min estoy allí!
Me lancé a la ducha y salí volando de casa. La cafetería en la que estaba me pillaba justo al lado del trabajo, así que hice el mismo trayecto de todos los días. Mientras aparcaba la moto, la busqué dentro de la cafetería y me quedé mirándola, asombrado. Se había propuesto matarme, eso estaba claro. Desde luego, así es como iba vestida, para matar. En plan secretaria sexy, la viva imagen del sexo. Joder.
El sitio estaba repleto de gente a esas horas. Entré y me dirigí hacia ella, estaba de pie delante de una mesa alta. Me acerqué rápidamente y la sujeté de la cintura, sintiendo la suavidad de su camisa pero pensando sólo en el tacto de su piel. Me di cuenta de que estaba hasta nervioso. Aunque me había propuesto darle un beso de tornillo, no quise pasarme de listo y empecé a darle dos besos. Se dejó hacer, con una sonrisilla, y cuando iba a separarme ligeramente de ella, me agarró de la nuca y me dio uno de los besos más húmedos y más sensuales que me habían dado nunca. Me dejó prácticamente jadeando. Sin separarse de mí, dijo:
- Te habrás dado cuenta, ¿no? ¡Hoy no tengo que ponerme de puntillas!
Y dobló su pierna hacia atrás, mostrándome los tacones que llevaba y, de paso, llamando la atención sobre sus piernas enfundadas en unas medias negras transparentes.
Sólo llegan hasta el muslo, por si te lo estabas preguntando...
Te has propuesto matarme, ¿verdad?
Es que no me pareció justo lo de ayer, Eric. Hiciste todo el trabajo. Así que pensé en invitarte al menos a un café... -se sonrojó de esa forma tan dulce y sexy a la vez- bueno, y así nos veíamos.
Vaya, y yo que esperaba otro tipo de retribución.
Se puso aún más colorada y empezó a decir algo, casi atascándose con las palabras, pero no la dejé hablar. Puse mi mano sobre sus labios y me acerqué todo lo que pude a ella. Era cierto que hoy no tenía que ponerse de puntillas para besarme, pero seguía teniendo que inclinar su cabeza cuando estábamos a esta distancia. Pequeñita y sexy como una diablesa. Una bomba, vamos.
- No hice todo el trabajo, como tú dices. Escribí algunas palabras. Y disfruté tanto o más que tú. Estoy deseando repetirlo pero en persona. Y esta mañana me despierto, veo tu whatsapp y me provocas una erección instantánea. Dices que me invitas a un café y apareces así vestida. Me parece que el lobo vas a acabar siendo tú...
Soltó una carcajada, se separó de mí y me hizo un gesto con la mano para que la esperase allí mientras se acercaba a la barra. Vi cómo intentaba recomponerse un poco y pidió un par de cafés a la camarera, que la atendió antes que al resto de personas que esperaba. Mientras le ponía los cafés, le comentó algo que la hizo reír.
Se acercó con los cafés muy despacio, para no derramar ni una gota. La dejé acercarse para disfrutar de la vista que me brindaba y vi que la camarera nos observaba sin disimulo. Supuse que sería su amiga y que me había citado aquí para "enseñarme" a su amiga.
¿Qué te apetece para comer?
Pensé que eso ya lo habíamos hablado. Tú.
Me lanzó una mirada que, sin decirlo, me mandaba ponerme serio. Pero nunca he sido de obedecer a la primera.
Ya sabes a qué me refiero, tontito.
Y tú ya sabes a qué me refiero yo, tontita.
Verás tú, el listo... -y volvió a alejarse hacia la barra. Esta vez se entretuvo un poco más hablando con la camarera y ambas me miraban sin disimulo. Hice un gesto de saludo que las hizo reír un poco más.
Te he traído tostadas con aceite y tomate. Desayuno saludable, que hay que empezar bien el día. Y si no te gustan, ¡te aguantas! ¡No haberte puesto en plan difícil!
Mientras desayunábamos, dejamos un poco de lado el intercambio de insinuaciones y dobles sentidos. Intenté contestar en serio las preguntas que me hacía, creo que era una especie de entrevista para ver si cumplía sus expectativas. Me gustaron las respuestas que ella dio a mis preguntas, pero no podía dejar de distraerme mirándola. Su simple presencia me tenía muy excitado.
Sin pagar, nos fuimos. Ya lo tenía ella solucionado, me dijo.
¡Así que eres motero de verdad! Y yo que pensaba que era una pose...
No suelo cargar con el casco sólo para impresionar a chicas guapas.
¿Me darás una vuelta un día?
No quería despedirme tan pronto.
Ahora si quieres... ¡te acerco al trabajo!
Estaría bien, pero no creo que vaya vestida para la ocasión —comentó señalando la falda ajustada que llevaba—... ¿Me puedo guardar la invitación?
Me dio un beso a medio camino entre la mejilla y el labio. Se sonrojó profundamente de nuevo. Suspiró y riéndose me dijo:
- Es que soy un poco torpe...
Esta vez sí, me dio un beso en los labios. Corto, seco, pero empezaba a resultarme familiar su forma de despedirse. Miré como se alejaba, se giró, me pilló mirándola y me lanzó un beso.
Llegué tarde, tardísimo a trabajar, pero mereció la pena. Todo lo que tiene que ver con Paula merece la pena.
Mi amiga ha quedado impresionada
Vaya... y yo que quería impresionarte a ti
A mí ya me habías impresionado!
Pero puedo seguir intentándolo, no?
Claro ;)
Qué tal el día?
De puta madre
He desayunado con un pivón
Y luego me he pasado el día soñando contigo
O eres real?
Si eres real, era pensando en ti
Jajajaja
Truquitos, truquitos...
Qué haces ahora?
Acabo de llegar de trabajar
Iba a ducharme
Espérame y te froto la espalda
Sexting de nuevo?!
A las 7 de la tarde?!
Jajaja no sabía que había un horario para el sexting
Yo tampoco! Jejeje
Te dije que me habías desvirgado...
Vale, no sexting, entonces
Quiero estar presente la próxima vez que te desnudes para mí
Y cuándo quieres que sea esa próxima vez?
Ya
Ahora
Ven
O voy yo
Pero dime que podemos vernos un rato...
Mi amiga va a tener razón
En qué?
Dice que eres un conquistador, un bajabragas...
Jajajaja
Se intenta... (carita con gafas de sol)
Dónde quedamos?
Quieres venir a mi casa?
Ponte pantalones y luego te llevo en moto!
Ok
Mandé mi ubicación y justo después me di cuenta de que no había sido muy caballeroso que digamos.
Si lo prefieres, puedo pasarte a buscar!
No te preocupes!
Me doy una ducha y voy!
No me había dicho cuánto tardaría, así que me metí a la ducha a toda velocidad. Me sequé un poco por encima y me puse a cambiar las sábanas. Tenía intención de meterla en mi cama y quería que sintiera la frescura de sábanas nuevas. Recogí como pude rápidamente, con el volumen del móvil a tope, por si me llamaba o escribía. Después de hacer la cama y dejar la habitación presentable, limpié el baño. La cocina ya estaba limpia, así que adecenté como pude el cuarto de estar.
Me había puesto unos vaqueros y una camiseta de manga corta, algo normal y rápido de quitar cuando fuera necesario. Miré el whatsapp cada minuto, pero nada, no decía nada. Su última conexión era cuando habíamos hablado. Ya había pasado más de una hora. No sabía si debería escribirla, no quería parecer pesado e impaciente. Igual se había arrepentido. Esperaba que no, pero decidí esperar otra media hora, más o menos, para darle un poco más de tiempo.
Mientras pasaba ese rato, busqué algunos catálogos de comida a domicilio que tenía por casa, imaginango que cenaríamos algo, y los dejé encima de la mesa del salón. La décima vez que miré el whatsapp, entró una llamada. Era ella, al fin.
- ¡No me has dicho cuál es tu piso!
Me asomé a la ventana y allí estaba, llevando de nuevo uno de esos leggins que tan bien le sentaban. Un abrigo rojo y una bolsa negra completaban su atuendo.
- ¿Qué llevas en la bolsa?
Empezó a reírse y a mirar en todas direcciones. Abrí la ventana, sintiendo el frío de inmediato. Cuando por fin me vio, se dirigió, algo indecisa, hacia el portal de mi casa.
¿Me vas a decir qué piso es o tengo que llamar a todos hasta que alguien me abra?
Es el portal 14, justo enfrente de donde estás. 3ºC.
Así que eres el vecinito del tercero, ¿eh? Ya sabes lo que dicen...
¿Qué dicen?
Que las trae a todas loquitas...
Y al tiempo que colgaba, llamó al telefonillo. Abrí sin preguntar y esperé con la puerta abierta de par en par. Subió por las escaleras en vez de coger el ascensor y me pilló casi desprevenido.
¡Qué silenciosa!
Sí, como un ninja... —me contestó riéndose.
Calló la que iba a ser mi respuesta con un beso. Mis manos rodearon su cintura, arrastrándola para que entrara en mi casa, al fin. Cerré la puerta y la apoyé contra ella, pero se escabulló de mi trampa.
¿Dónde está la cocina? He traído el postre, ¿te gusta el brownie? Oye, no serás alérgico a algo, ¿no? Joder, tenía que haberte preguntado antes...
No, no soy alérgico a nada, me encantan los brownies y me encanta que me hayas traído uno. ¿Dónde lo has comprado?
¿Que dónde lo he comprado? ¿Pero quién te piensas que soy? ¡Lo he hecho yo!
Así que aparte de sexy y provocadora, sabes hacer brownies.
Pórtate bien y luego te dejo probar mi brownie...
Riéndose por el juego de palabras, dejó el brownie en la encimera y se volvió para mirarme con esos ojos brillantes que me tenían embelesado. Me ofreció su mano y la cogí con galantería. La dirigí al cuarto de estar primero, aunque me moría por tenerla en mi cama.
- Puedes dejar el abrigo donde quieras.
Dudó unos segundos, pero se bajó la cremallera con decisión y se lo quitó sin dejar de mirarme. Definitivamente, se había propuesto matarme.
- ¿Esa mirada significa que te gusta? -preguntó, coqueta.
Si el otro día había llevado un discreto jersey ancho con leggins, hoy llevaba un jersey muy ancho también, pero de discreto no tenía nada. Era completamente transparente, debajo se veía claramente el sujetador negro de encaje que apenas ocultaba sus pezones. Me resultaba imposible dejar de mirarla. O cerrar la boca. Y ya de articular un pensamiento coherente, mejor no hablamos.
Sonrió inocentemente, sabedora del efecto que me había causado, y se fue al sofá, atrayéndome hacia ella. Se sentó sobre su propia pierna, doblada bajo su cuerpo, y yo me senté a su lado, esforzándome por encontrar un piropo que hiciera justicia a lo que mis ojos estaban disfrutando.
- ¿Querías que pidiéramos comida? Vaya, y yo que pensaba que iba a ser el plato principal... -dijo poniendo morritos, como si estuviera disgustada.
Hasta ahí aguanté antes de lanzarme sobre ella. Si soy sincero, creo que resistí bastante. La acerqué a mí y empecé a besarla por fin. Maniobré con sus piernas (con su ayuda inmediata) para colocarla a horcajadas sobre mí y el gemido que emitió cuando restregué su cuerpo contra mi polla me puso aún más burro de lo que estaba.
Como os había contado, Paula era una chica normal. Excepto en las distancias cortas, que se convertía en una diosa y me hacía perder totalmente la cabeza.
Dejé sus labios momentáneamente para recorrer su cuello, aprendiéndome su aroma. Sus gemidos y pequeños grititos no eran eróticos en sí, para nada como en una película porno. Lo que era increíblemente erótico era su forma de dejarse ir, de disfrutar, de entregarse a mí.
Se quitó el jersecito que tan poco ocultaba y lo tiró al suelo. Y allí estaban sus pechos, frente a mí. A unos centímetros de mis labios. Coloqué mis manos con suavidad justo debajo, sopesándolos. Con el pulgar, hurgué dentro de la tela buscando su pezón, que reaccionó de inmediato y me saludó sin dilación. Usando el mismo pulgar, lo liberé de su prisión de encaje y allí quedó, frente a mí, llamándome a gritos. Lo rodeé con mis labios y lo golpeé varias veces con mi lengua. Eso pareció gustarle especialmente a su dueña, que acabariciaba mi pelo y en ese momento, mientras agarraba unos mechones con algo más de fuerza, se estremeció y empezó a frotarse más rápido contra mí. Le di un mordisquito a ese pezón tan juguetón, con más ganas que fuerza, y liberé el otro pezón para darle un tratamiento similar.
Paula se inclinó sobre mí y acercó sus labios a mi oreja.
- Para, cabrón, que vas a hacer que me corra...
Si en ese momento ya la tenía bastante dura, esa frase hizo que me palpitase. Con una mano sujeté sus muñecas a la altura de su espalda, haciendo que se arqueara un poco más y me ofreciera sin tapujos esos pechos tan deliciosos que tenía. Al mismo tiempo, le daba golpecitos de cadera, mi polla a punto de explotar sintiendo claramente su calor, su humedad. Uno de sus pezones entre mis labios y el otro entre mis dedos. Me volvía loco que se entregara de esa forma a mí.
Sus gemidos constantes ya eran una indicación, pero cuando empezó a botar sobre mi polla, quedó claro que estaba a punto y, buscando su orgasmo, incrementé la intensidad de mis caricias. Mis dientes rodeaban su pezón, apretando ligeramente, cuando la sentí correrse, diciendo mi nombre entre gemidos.
Me dirigió una mirada ardiente. En su cara se reflejaba el placer intenso que había sufrido. Imagino que en la mía se veía la lujuria que seguía sintiendo. Solté sus muñecas y rodeó mis hombros de inmediato con sus brazos, besándome con más dulzura esta vez. Bajó sus manos a mi vaquero y antes de que pudiera darme cuenta mi polla estaba ahí, entre nosotros. Se deslizó hasta quedar arrodillada en el suelo y sin esperar más, empezó a chupármela. Si yo ya me encontraba en un punto de no retorno, sentir sus labios, su lengua, su boca envolviéndome la polla, sus manos acariciando muy ligeramente mis huevos... ufff... Sé que es un gesto terriblemente machista, pero coloqué mi mano en su cabeza para sentir así sus movimientos de arriba abajo, y se dejó hacer. Hice una ligera presión de prueba y Paula dejó que mi polla entrara un poco más en su boca. En ese momento me dije que por probar, no iba a pasar nada, así que volví a presionar ligeramente, y ella, Paula, mi diosa particular, volvió a conseguir que entrara otro poquito más. Me tenía jadeando. Tenía casi mi polla entera en la boca, se ayudaba con una mano sujetando la base, subiendo y bajando sus labios. Volviéndome loco de placer.
- Paula, voy a...
Pasó con suavidad sus dientes por mi piel, haciendo que me estremeciera, acercándome aún más al orgasmo. Bombeó mi polla con su mano suave y delicada, esperándome con la boca abierta y la lengua ligeramente fuera. Esa visión, más erótica que cualquier escena porno que hubiera visto nunca, me hizo estallar y me corrí con fuerza. El primer y glorioso chorro cayó en su lengua y sus labios, y los siguientes en sus pechos. Estaba aún más preciosa manchada con mi semen.
No podía ni moverme.
- Creo que me has dejado sin fuerzas...
Soltó otra carcajada, no sé cómo pero su risa cada vez me sonaba más sexy.
- Será mejor que vaya a limpiarme, ¡mira cómo me has dejado! -dijo guiñándome un ojo, con una sonrisa que amenazó con ponérmela dura de nuevo.
Lo que hizo que se me pusiera como una piedra de nuevo fue verla recoger una gota de mi leche de su pezón y chupar su dedo con lujuria, mirándome directamente a los ojos. Se le escapó otra carcajada al ver mi cara y se marchó en busca del baño.
Cuando volvió, ya con el sujetador colocado y limpia de mi leche, yo había conseguido al menos metérmela dentro de los calzones, aunque seguía con el pantalón desabrochado. Me miró con una sonrisa burlona.
- Bueno, ¿cenamos o qué? ¡Me muero de hambre!
Se puso a hojear los catálogos sin parar de hablar. Yo asentía a todo lo que decía. Escogió una pizzería y llamó para pedir la cena. Luego se sentó a mi lado con las piernas cruzadas y hablamos (creo que con algo más de coherencia por mi parte, al menos podía hacer frases enteras) sin parar. Llamaron al timbre y se levantó con naturalidad, habló un par de segundos con el repartidor por el telefonillo y le abrió la puerta del portal. Se me nubló la mirada por completo al escucharla decir que fuera subiendo, que ya estaba abierto, y espeté:
- ¡No vas a abrir así!
Nada más decirlo, odié el tono de voz que había empleado. Autoritario, celoso, como si ella fuera de mi propiedad. Me levanté, inmediatamente arrepentido de mi elección de palabras, y en su mirada vi que había metido la pata. Me observaba con frialdad, sopesándome. Con una ceja levantada, esperando una explicación.
- Joder, lo siento. Soy gilipollas. Me he expresado mal. Es sólo que no quiero que nadie pueda verte así, con ese sujetador tan sexy, con tan poca ropa, tan guapa, sólo quiero verte yo así...
Su mirada se suavizó un poco y no debió parecerle del todo mal mi explicación, porque me dio una palmadita en el culo y me puso un billete de 20€ en la mano para que pagara.
Abrí la puerta al repartidor, preocupado por la cagada que acababa de hacer, aunque algo aliviado por esa última mirada. Cuando llevé la pizza al cuarto de estar, Paula no estaba, imaginé que estaría en el baño. Fui a la cocina a coger el cortador de pizzas y unos vasos.
¿Qué te apetece beber? -dije en voz alta, sabiendo que me escucharía. Mi casa no es muy grande. Tanteando el ambiente, a ver si seguía enfadada.
Agua, gracias -me contestó, mucho más cerca de lo que yo pensaba-. ¿Sabes que no tienes pijama?
Se había puesto una de mis camisetas y se había quitado los leggins. Llevó su mano a mi bragueta abierta murmurando algo de estar más cómodo, pero yo sólo podía pensar en sus manos dirigiéndose a mi polla, mi imaginación hizo el resto y se me puso dura de nuevo. Cuando me medio obligó a quitarme el vaquero, mi calzoncillo era una tienda de campaña. Se empezó a reír y me preguntó:
- ¿Tú qué pasa, no necesitas coger fuerzas? Venga, vamos a cenar, dame esos vasos y recuerda que ibas a coger agua. ¿Qué vas a beber tú? ¿También agua?
Asentí mientras la miraba alejarse. Aproveché para echar un buen vistazo a sus piernas. En teoría, normales. En la práctica, como todo en Paula, de infarto. Era el conjunto lo que resultaba tan explosivo.
Me gustó verla tan natural, con una de mis camisetas y un tanga negro de encaje que conseguí entrever cuando se sentó de nuevo con las piernas cruzadas. Se la veía agusto. Me gustaba escucharla reír.
Oye, Eric... -se puso algo más seria- No quiero que pienses que esto lo hago con cualquiera. Que no nos conocemos de nada, pero es como si en realidad sí que te conociera, ¿sabes a qué me refiero? Ya te lo dije el otro día, no soy facilona. No sé qué me pasa contigo, que me descolocas, y me haces perder, literalmente, la ropa -aquí se le escapó una carcajada que delataba su nerviosismo y sentí la necesidad de besarla, de barrer de golpe sus inseguridades.
Ya que nos ponemos sinceros... quiero pedirte perdón por lo de antes, he sido un gilipollas integral, espero que puedas perdonarme.
No te preocupes, está olvidado.
Ya, pero quiero explicarte. Siempre he odiado a los tíos que les dicen a sus parejas lo que pueden o no hacer o decir. Pero tú a mí también me descolocas, Paula. Como ahora, te veo con mi camiseta y sólo puedo pensar que eres la mujer más bonita del mundo, y no quiero que nadie pueda verte así, ¡y mucho menos con el sujetador tan sexy que llevas!
Te equivocas.
Lo sé, sé que no tengo derecho a ser posesivo, que es prepotente por mi parte, de verdad que...
Eric, para. Te equivocas en lo del sujetador, ya no lo llevo. Me lo quité para estar más cómoda. Y sólo me has dicho, aunque en un tono equivocado, que no saliera a abrir en sujetador. La verdad, me hubiera sorprendido que no te hubiera importado.
Y con esa sonrisa tan cálida que tiene, olvidó mi cagada y me dio otra imagen para el recuerdo. Con mi camiseta y sin sujetador. Ya sólo podía pensar en sus pechos, obviamente.
Por cierto, hay otra cosa que me has dicho que no es verdad. No somos pareja.
Lo sé, joder, qué tarde llevo... no quería sonar presuntuoso ni posesivo, era una forma de hablar...
Me interrumpió, con una sonrisa burlona.
¿Pero tú quieres o no quieres?
¿Me estás pidiendo salir?
Esperaba que me lo pidieras tú, pero como no te arrancabas...
La miré sin saber realmente por dónde salir, no sabía si debía disculparme de nuevo. En realidad, yo quería que fuera mía. Al parecer ella también lo quería, quería que fuera suyo. Pero no sabía si decirlo ahora sería lo apropiado, igual pensaba que sólo se lo decía porque parecía que ella lo había insinuado.
- Déjame que te lo pida bien...
Volví a taparle la boca con mi mano, igual que esta mañana. Me acerqué todo lo que pude y deslicé mi otra mano debajo de la camiseta que llevaba. Su piel se erizó de inmediato al sentir mis caricias. Sus ojos me retaban aún sin palabras. La empujé ligeramente sobre el sofá y aparté mi mano de sus labios, esperando que no dijera nada. Parece que entendió mi juego porque, sonriendo, se dejó hacer. Subí la camiseta y se la saqué por la cabeza con delicadeza. La tenía prácticamente desnuda tumbada en mi sofá.
- Eres un sueño húmedo -dije, antes de empezar a lamer sus pezones de nuevo.
Cuando los tenía muy duros y muy húmedos de mi saliva, me tumbé sobre ella y la besé. La besé con todo lo que tenía, quería dejarla muda. Mi polla encajó sin problemas en su sexo, sólo la tela de nuestra ropa interior separándonos.
Tomando la iniciativa de nuevo, deslizó mi calzoncillo un poco, lo justo para liberar mi polla. Apartó su tanga y empezó a acariciarse con mi polla. Estaba muy mojada, y me estaba volviendo loco. Pero no quería perder el control. Aparté sus manos mirándola a los ojos, pidiéndola permiso. Las colocó sobre mis hombros, preparada. Empecé a deslizar mi polla dentro de cuerpo, sintiendo cómo sus músculos se contraían, sujetando deliciosamente mi polla.
- Aaaahhhh, Paula...
Sus manos me urgían a metérsela hasta el fondo, pero no quería todavía. La saqué prácticamente entera, y me incorporé sobre ella. Ella intentó subir su cuerpo, consiguiendo así que la penetrara del todo. Pero no la dejé.
Eric, ¡por favor!
Me gusta que me lo pidas, pero aún no...
¿Por qué? Anda, por favor...
La metí un poco más y ella se arqueó con astucia, haciendo que mi polla se enterrara casi por completo en su cuerpo. Soltó un gemido que me haría pensar en ella cada noche. Era una diosa del sexo. Pero aún no podía dejarme ir. Volví a sacarla hasta que sólo mi capullo estaba dentro de ella.
- Tramposa...
Se rió entre dientes y volvió a arquearse, pero esta vez sabía lo que intentaba y no la dejé salirse con la suya, por mucho que yo quisiera lo mismo que ella.
Primero... -empecé a decir.
¡No! De primero, nada. Necesito que me la metas, Eric...
Se la metí un poco como premio a su contestación y jadeó cerrando los ojos. Me incliné como pude, de una forma algo incómoda, y succioné su pezón, rodeándolo con mis dientes de nuevo, apretando ligeramente. Ella se arqueaba sibilina, intentando conseguir que mi polla la llenara de una vez.
Paula, primero tengo que pedirte algo.
Eric, no jodas, déjate de jueguecitos, luego hablamos, ahora métemela...
Paula, ¿quieres ser mía?
Me mordió el hombro con fuerza y la penetré sin restricciones por fin. Duro, fuerte. Y parecía ser también lo que ella necesitaba porque con una mirada de lujuria acompañaba cada uno de mis movimientos. Sólo podía escuchar su contestación, repetida con cada uno de mis embites. 'Sí, sí, sí, sí, sí, sí'. Nuestros cuerpos se habían acoplado perfectamente, nos movíamos al mismo ritmo, a un ritmo de locura, sin dejar de mirarnos a los ojos, los suyos me estaban derritiendo. Hasta que, casi ida del placer, mordiendo el lóbulo de mi oreja casi al mismo tiempo que hablaba, murmuró 'córrete dentro, córrete ya'. Ni me lo pensé y me corrí dentro sin pensar las consecuencias, sin pensar en lo poco cuidadosos que habíamos sido. Luego me dijo que tomaba la píldora, y que tenía que habérmelo dicho antes. Pero en ese momento, estaba totalmente cegado por la lujuria que parecía que nos provocábamos mutuamente.
Nos quedamos en el sofá, jadeando con fuerza. No quería aplastarla con el peso de mi cuerpo, pero no podía levantarme. Cuando cogí algo de fuerza para incorporarme, me sujetó como pudo contra su pecho y seguimos en la misma postura. Estoy seguro de que era incómodo para ella, no podía estar agusto con todo mi peso sobre su cuerpo. Pero no sólo no se quejó sino que me abrazó más fuerte.
Cuando me desperté, estábamos tumbados de lado en la cama, lo que me sorprendió bastante, ya que ni siquiera recordaba cuándo nos habíamos ido del sofá. Su espalda estaba pegada a mi pecho y acaricié la curva de su cintura. La única prenda que llevaba era ese tanga negro que no llegué a quitarle antes. Anoche. Ni siquiera sabía qué hora podía ser. Quería levantarme sin hacer que se despertara, intenté maniobrar lo más sutilmente que pude, sacando mi brazo de debajo de su cuerpo. Pero no lo conseguí y empezó a desperezarse como una gatita al sol. Sonriendo, me dio un beso y se levantó con agilidad.
Se metió en la ducha a toda velocidad murmurando algo de un café, así que fui a prepararlo para que lo tuviera listo al salir. La estaba esperando con una taza de café caliente bien cargado cuando salió del baño, oliendo a mi gel de ducha, guapísima, gloriosa en el modo más terrenal posible.
Tomó la taza de mi mano con un educado gracias que no consiguió distraerme de su desnudez. La miré, sopesando el tiempo que teníamos. Su carcajada me hizo darme cuenta de lo descarado que estaba siendo.
- Venga, perezoso, que dijiste que me llevarías a casa... ¿O quieres que vaya a trabajar con el jersecito transparente?
La verdad es que esa posibilidad me hizo darme más prisa. Me metí en la ducha de nuevo a toda velocidad y cuando salí, estaba ya vestida y preparada. Me había partido un trozo de brownie para que lo probara, por fin. Joder, estaba buenísimo. Y ella también.
Bajamos por las escaleras, acoplándonos al ritmo del otro. Me gustó tenerla en mi moto, apretada contra mí, agarrándome muy fuerte en las curvas. La dejé frente a su casa, con su abrigo rojo y sus bailarinas, perdiéndose dentro del portal.
Como siempre, muchas gracias por leerme. Si queréis pasaros por mi blog, me encantará conocer vuestra opinión.