Paula y Alfredo

Paula trabaja de asistenta en casa de Alfredo, Paula se siente muy atraída por él pero no sospecha los planes que tiene para ella.

Paula trabajaba de interna en la casa de Alfredo, llevaba apenas dos semanas. A sus treinta años se había convertido en una mujer muy guapa. Alfredo se definía a sí mismo como un atractivo hombre de negocios, aunque Paula desconocía a que clase de negocios se dedicaba.

Ella se sentía muy atraída por Alfredo, no sabía que era lo que tenía ese hombre para hacerla sentir así. Había conocido en su vida a otros hombres guapos y atractivos pero ninguno de ellos había provocado en ella esos sentimientos. Por la noche, sola en su habitación se masturbaba pensando en él y se excitaba, mucho más, sabiendo que dormía en la habitación contigua.

Alfredo, por su parte, veía a Paula muy atractiva y despertaba en él sus instintos más salvajes. Deseaba hacerla su esclava, pero sabía que debía ir poco a poco. Pensaba que tenía que tantear primero para ver cual era la reacción de ella.

Cada día se acercaba más y rozaba su cuerpo con cualquier excusa. Notaba como ella se alteraba, podía notar lo nerviosa que se ponía al tenerlo tan cerca, sin embargo pudo apreciar cómo parecía gustarle su proximidad.

Un día, la invitó a salir con él. Paula se sintió llena de felicidad al pensar que Alfredo podría estar sintiendo lo mismo que ella. Ese día, Alfredo se presentó con ropa para ella, le dijo que si quería salir con él se pusiera lo que había traído.

Era ropa bastante provocativa que Paula no acostumbraba a llevar. Su modelito consistía en una falda bastante corta, con la que se podían admirar sus bellas piernas y un top muy ajustado dejando al aire su ombligo y con un escote muy generoso.

Alfredo pensó que si Paula accedía a ponerse lo que él la había traído sería una prueba bastante definitiva de que estaba dispuesta a hacer por él casi cualquier cosa.

Paula, cuando vio la ropa se quedó petrificada, jamás había vestido de esa guisa, por un instante dudó si debía ponérsela o no. Pero le podían más las ganas de salir con Alfredo y finalmente accedió. Se miró al espejo y descubrió que le sentaba muy bien, aunque se sentía una putilla vistiendo así. Descubrió también, no sin asombro, que eso le excitaba.

Cuando se encontró con Alfredo vio en su mirada un brillo que no había visto antes y eso le gustó.

Alfredo, al verla, se sintió tremendamente excitado, no tanto por la vestimenta y lo bien que le sentaba, (cosa que ya había intuido) sino por lo que significaba, Paula sin saberlo había tomado una decisión, la de llegar a ser su esclava.

Se acercó a ella, y la besó dulcemente los labios a la vez que le decía que estaba preciosa, Paula se estremeció de placer. Alfredo observó que Paula no llevaba sujetador, los pezones estaban endurecidos y se marcaban mucho a través del top, acercó su mano a la nalga de ella, Paula dio un respingo pero no se apartó y Alfredo notó que llevaba braguitas. Le dijo a Paula que si quería salir con él, sería mejor que se quitara las bragas. Paula pensó que estaba bromeando pero al ver su cara pudo comprobar que hablaba totalmente enserio, dudó por un instante pero accedió a quitárselas. Se dirigía al baño para hacerlo cuando Alfredo le dijo que lo hiciera delante de él. Se ruborizó, pero así lo hizo.

Salieron en coche de la casa en dirección a un bar de copas, mientras Alfredo conducía de vez en cuando dejaba posar su mano en el muslo de ella. A Paula, al estar sentada, la falda apenas le tapaba su sexo y era consciente de que si separaba un poco las piernas se podía llegar a ver. Le daba un poco de vergüenza pero a la vez se sentía tremendamente excitada y notaba como su coñito se iba humedeciendo. Esta vez, Alfredo fue un poco más lejos y metió su mano entre los muslos de ella, movió la mano y rozó su sexo. Le dijo a Paula que separara las piernas y que las mantuviera así.

Cuando llegaron al aparcamiento del bar y antes de salir del coche, Alfredo abrió la guantera y sacó unas bolas chinas. Paula no podía dar crédito a lo que veía y Alfredo sonriendo, le dijo que se las colocara. Ésta, obedeció. Se sentó en el borde del asiento del copiloto y comenzó a metérselas, Alfredo no le quitaba ojo mientras pellizcaba uno de sus pezones por encima del top. Cuando ya las tuvo colocadas salieron del coche. Paula, al caminar, notaba el roce de las bolas en su vagina y eso hacía que se sintiera todavía más excitada. Se preguntaba cómo podía llegar a estar haciendo eso pero la excitación podía con ella.

Entraron en el bar, Alfredo vio a dos de sus amigos y se acercó a saludar, presentó a Paula y ésta vio las miradas que se cruzaron entre ellos, se sintió humillada pero aguantó el tipo.

Los cuatro se dirigían hacia unos sillones que rodeaban la pista de baile, pero en el momento en que Paula iba a sentarse Alfredo le dijo que no, que fuera a la pista, que quería verla bailar. Paula accedió. Alfredo contó a sus amigos lo que Paula llevaba en la vagina y los tres sonrieron sin dejar de mirar a Paula y haciendo comentarios soeces.

Paula bailaba en la pista, excitándose cada vez más por el esfuerzo de mantener sus bolas dentro de ella y el roce que eso le provocaba. Vio como Alfredo y sus amigos la miraban sin parar de hablar y reír, sintió vergüenza e imaginaba que todo el bar sabía que llevaba las bolas en su coño. Eso no hizo más que aumentar la excitación y tenía la sensación de que iba a llegar al orgasmo como Alfredo no le permitiera sentarse.

Alfredo se levantó y se dirigió hacia ella, llevando en su mano una copa de cava. Paula pensó casi aliviada que iba a rescatarla, pero para su sorpresa Alfredo le dio la copa y le dijo que siguiera bailando que estaba tremendamente sexy. Paula le pidió que por favor la dejara quitarse las bolas a lo que éste se negó.

Cuando Alfredo volvió a su sitio, Paula vio como se reía con sus amigos mirándola a ella. Se sentía totalmente humillada pero al borde del orgasmo, cuando un hombre que la había estado observando se acercó a ella. Se notaba que el hombre llevaba alguna copa de más y se colocó detrás de ella, muy pegado, diciéndola que era una puta mientras magreaba sus tetas con descaro. A Paula, el hombre, le producía asco pero estaba tremendamente excitada y comenzó a gemir. Alfredo la miraba con sorna y Paula sin poder contenerse tuvo un orgasmo allí mismo, siendo magreada en mitad de una pista de baile por un desconocido que encima de producía repulsión.

En ese momento Alfredo se levantó, dijo algo al hombre que la estaba sobando y éste la soltó. Alfredo se dirigió a ella y le dijo: "Muy bien zorrita, desde ahora seré tu amo y tendrás que obedecerme en todo lo que te pida". Paula se sorprendió respondiendo "si, mi amo"

Espero vuestra opinión, si os gusta seguiré con una segunda parte.