Paula y Alfredo (6)

Continúa el adiestramiento de Paula. Espero que os guste

Aquella mañana Paula se levantó temprano, como siempre. Se dio una ducha y dudó si debía ponerse el delantal que le había dado su amo días anteriores o si debía quedarse desnuda, optó por lo segundo pensando que así agradaría más a su amo.

Cuando Alfredo se levantó, la casa estaba impecable y un suculento desayuno encima de la mesa de la cocina.

-Veo que prefieres estar desnuda luciendo tu cuerpo de perra.- dijo Alfredo dirigiéndose a Paula.- Pues bien, de ahora en adelante estarás siempre desnuda en casa y si llaman a la puerta abrirás así.

-Si, amo.- Respondió Paula notando como su coño si iba humedeciendo por la mirada lasciva de Alfredo

Paula, jamás se hubiera imaginado verse sumida en esa situación, sin embargo su excitación y su deseo por aquel hombre hacían que ella acatara todas y cada una de sus órdenes. Poco a poco se iba convenciendo de que podía ser capaz de cualquier cosa por complacer a su amo.

Alfredo, por su parte, era conocedor del poder que inflingía en Paula. Sabía que ya casi estaba preparada para ser su perra sumisa, la mejor. Y estaba seguro que ella haría todo lo que le pidiera con tal de complacerle. No pudo reprimir una sonrisa de satisfacción mientras desayunaba.

-Colócate esto.- Dijo Alfredo señalando el tapón anal.- Hazlo aquí mismo, delante de mí, mientras desayuno y no te lo quites hasta que te lo ordene.

Paula obedeció sin rechistar, aquel objeto no le gustaba nada pero su culo cada vez se iba acoplando mejor y el dolor era menos intenso. Se puso delante de Alfredo mostrándole su culo y empezó a empujar el plung, le costaba que entrara y Alfredo impaciente le dijo:

-Más fuerte perra, mételo todo dentro que no tengo todo el día

Por fin, Paula consiguió meterlo dentro.

-Ahora ponte esto.- dijo señalando las bolas chinas.- Hoy vas a estar con ellas todo el día y por supuesto no tienes permiso para correrte. Ahora tengo que salir y no vendré hasta tarde, en un par de horas te quitas el tapón anal para que tu culito descase pero mantendrás las otras bolas dentro de ese coño de zorra. Cuando llegue quiero que todo esté en orden y me hagas una buena mamada.

-Si amo, le esperaré con deseo.- dijo Paula

Cuando Alfredo salió ella quedó sola y así estuvo todo el día, su coño no dejaba de rezumar humedad y varias veces estuvo a punto de correrse. Descubrió que si se quedaba quieta, sentada, la excitación era más leve, así que cuando notaba que no podía más se sentaba intentando pensar en otras cosas hasta que la calentura pasase. Paula se sentía como una perra enjaulada sola en aquella casa.

Cuando Alfredo llegó eran casi las once, Paula estaba deseando ver a su amo y esperaba ser usada por él

-Hola perra.- dijo Alfredo secamente.- ¿Te has corrido?

-No, amo, he aguantado sin correrme pero me encantaría hacerlo con usted, tómeme como desee

-Tráeme una cerveza

Paula estaba decepcionada, pensaba que su amo sería más cariñoso con ella después de haberla dejado todo el día sola, además de que estaba tremendamente excitada por tener todavía las bolas en su coño. Sin embargo no dijo nada y se dirigió a la cocina a por la cerveza, cuando volvió a donde el amo, éste le dijo:

-Bien zorra, mientras tomo la cerveza quiero que exprimas toda la leche de mis huevos y que te la tragues toda. Vamos, ¿a qué estás esperando? Ya deberías tener mi polla en tu boca

Paula se arrodilló entre las piernas de Alfredo que estaba sentado en su sillón, liberó su miembro del pantalón y se dispuso a la tarea. El amo le dio al mando de la televisión y se dispuso a verla mientras tomaba su cerveza. De vez en cuando se reía por lo que estaba viendo en la tele o cambiaba de canal, pareciendo ajeno a la mamada.

Paula se esforzaba en darle el mayor placer al amo, lamía su miembro que poco a poco iba creciendo, se metía el capullo en la boca, jugando con su lengua en él, succionaba un poquito y después bajaba hasta sus huevos pellizcándolos con sus labios mientras con la mano seguía acariciando la polla de su amo. Pero se sentía frustrada y humillada por la poca atención recibida por su amo que parecía mostrar más interés en lo que estaba en la pantalla que en ella misma.

Alfredo intentaba alargar su orgasmo con la intención de parecer a Paula "poco interesado" en ella y que ésta se desviviera en proporcionarle placer, así que se mostraba totalmente indiferente pero no pudo reprimir una sonrisa pensando que su perra la mamaba francamente bien.

Al cabo de quince interminables minutos para Paula, Alfredo se abandonó al climax obligando a Paula a que se tragara todo su semen clavándole la polla hasta la campanilla. Ella notó como el semen de él le inundaba la garganta produciéndole un especial placer y tragándose hasta la última gota, después la limpió con su boca. Cuando hubo terminado Alfredo le dijo:

-Muy bien perra, ya puedes retirarte

-Pero amo, deseo estar con usted, llevo todo el día sola deseando ser usada

-Y ya te he usado como a mí me apetecía. Quítate las bolas ponte el tapón anal y retírate. Mañana por la mañana vuelve a colocarte las bolas y te quitas el tapón. Por cierto, sigues sin mi permiso para correrte.

-Si amo.- Respondió frustrada, le obedeció y se retiró a su habitación.

Como ese día sucedieron diez más, por la noche se quitaba las bolas y se colocaba el plung, por la mañana hacía lo inverso. Durante el día se quedaba sola y cada día más desesperada, deseaba ser follada por su amo, pero éste no mostraba más que indiferencia hacia ella. Cuando llegaba por la noche ella le hacía la mamada correspondiente y después la mandaba a su habitación. Ella deseaba que la tocara, la usara, deseaba ser penetrada por él y sobre todo correrse pues su coño no hacía más que pedir a gritos que una buena polla lo calmara.

Alfredo disfrutaba viendo aumentar la frustración de Paula. Por supuesto, el interés hacia ella no había disminuido pero quería ponerla al límite para que cuando la tomara estallara de placer. Una mañana, cuando consideró que era suficiente llamó a Paula a su habitación:

-Entra perra

Paula pasó a la habitación de su amo, estaba nerviosa y expectante ni siquiera le había dado tiempo a quitarse el plung y cambiarlo por las bolas esperaba que eso a Alfredo no le importara.

Alfredo se pudo de pie delante de Paula. Observó su cuerpo desnudo, realmente hermoso un cuerpo que le hacía estremecer de placer con tan solo observarlo y al que había evitado mirar detenidamente durante estos días para poder contener su arrebato de follarla en cualquier momento, pero hoy no importaba porque había decidido usarla hasta la extenuación. Se dirigió al armario, de donde sacó varios objetos que quería usar con ella. Paula, que no pudo distinguir lo que su amo cogía del armario, lo miraba entre excitada y asustada, después de más de diez días sin poder gozar con su amo estaba que se subía por las paredes, su coño se humedecía sin su permiso y sus flujos casi resbalaban por sus muslos.

Alfredo cogió las pinzas metálicas unidas por la cadena y se las colocó en los pezones. Paula gimió de dolor, aquellas pinzas hacían que sintiera como si le fueran a arrancar los pezones de cuajo. El amo la ordenó que separara las piernas e hizo que doblara el cuerpo hacia delante, por la cintura, dejando su culo en pompa y haciendo que las pinzas se balanceasen por el peso que llevaban en la cadena lo que hacía que a Paula todavía le molestaran más, pero no emitió sonido alguno dejándole hacer al amo.

Alfredo pasó sus dedos por el coño de Paula y notó que, a pesar de todo, estaba muy mojado. Le agradó sentir la excitación de la perra. Cogió el vibrador, que se lo hincó a Paula de un empujón introduciéndoselo hasta el fondo. Esta vez Paula no pudo reprimir un grito por la sorpresa.

-Incorpórate, quiero que te pongas esto.-dijo Alfredo señalando lo que parecía ser un tanga de cuero, aunque más bien eran como finas correas de cuero.

Paula se lo puso, una de las tiras le rodeaba la cadera, mientras la otra tira se incrustaba en su ano y su coño, haciendo que el vibrador no pudiera salirse ni el tapón anal tampoco y dejando los labios de su coño bien separados.

-Umm… ¡qué preciosa estampa!, ahora quiero que te vistas con esto, vamos a salir al supermercado, la nevera tiene hasta telarañas

-Como desee, amo. Pero, ¿qué hago con las pinzas?

-Acércate, yo te las quitaré

Paula temió que lo hiciera de un tirón, pero se acercó. Se sorprendió gratamente cuando Alfredo se las quitó con suavidad y mordisqueo los pezones suavemente con sus labios, haciendo que ésta se estremeciera de placer.

-Ahora, vístete

La ropa que Alfredo le había dado constaba de una falda tableada que le llegaba a medio muslo y que cualquier mínimo movimiento podía dejar entrever sus nalgas, una blusa muy ajustada, que marcaba perfectamente sus pezones, con un generoso escote y unos zapatos de tacón de aguja

-Bien, estás preciosa. Ahora vamos, iremos andando hasta el super.

-Amo, con el vibrador en mi coño y el plung en mi ano casi no puedo andar….-replicó Paula

-Ese no es mi problema.- Respondió Alfredo

Salieron de la casa, el super quedaba a un kilómetro más o menos, a Paula le costaba andar y sentía que todo el mundo la miraba sin contar con que con cada movimiento hacía que el vibrador rozara el plung y sintiera una extraña excitación, cosa que hacía que se ruborizara de vergüenza. A medio camino y pillada por sorpresa, el vibrador se puso en marcha, lo que hizo que se parara en seco mirando a su amo y presa del pánico. Temía montar una escena en medio de la calle por la excitación creciente.

-Amo… el vibrador

-¿Qué le pasa?.- dijo Alfredo con una mirada divertida

-Se ha puesto en marcha

-¿Y?

-Que no voy a poder seguir

-¿Por qué?

-Porque estoy muy excitada, amo y me voy a correr si sigo así

-¿Y?

-Amo… por favor… estamos en mitad de la calle

-¿Y qué?... Vamos perra, sigue adelante, por cierto tienes permiso para correrte.- dijo Alfredo soltando una carcajada, lo que hizo aumentar la humillación de Paula

El vibrador tenía un mando a distancia que Alfredo por supuesto, podía manejar a su antojo. Paula a duras penas podía andar, casi le costaba mantenerse en pie, estaba tremendamente avergonzada y excitada, su vestimenta ya provocaba miradas lascivas en los hombres con los que se cruzaban y por nada del mundo quería aumentar esas miradas provocando una escena teniendo un orgasmo en mitad de la calle. Pero su coño parecía no pensar como ella e iba por libre, estaba muy mojado y de vez en cuando convulsionaba avisando de la proximidad de un orgasmo. Cuando pensaba que ya no iba a poder aguantar más, el vibrador paró aunque ella no pudo reprimir un gemido de placer que hizo que el hombre que se cruzaba en ese momento con ellos se girara a mirarla y dirigiéndose a Alfredo dijo:

-¡Tío, que suerte tienes! Menuda zorra te has echado

Este sonrío, en cambio Paula se sentía morir de vergüenza y agachando la cabeza siguió adelante

A la entrada del super Alfredo le dijo a Paula que harían como si no se conocieran y que ella debía intentar ligar con algún tío de allí.

Entraron, Paula primero y Alfredo siguiéndola. Ella cogió un carro y observó, para su alivio, que no parecía que hubiera mucha gente en el super. Iba llenando el carro cuando obedeciendo las órdenes del amo, se acercó a un hombre que no había dejado de mirarla desde que entró. Se puso a su lado, insinuante, el hombre no podía dejar de apartar su mirada de los pechos de ella que se podían apreciar perfectamente debido a la minúscula blusa y al generoso escote.

-Hola.- dijo ella distraída, mientras se agachaba a coger algo en la balda de abajo, lo que hizo que la blusa se separara un poco y la falda subiera, dejando a la vista uno de sus pezones y parte de sus nalgas

En ese mismo momento Alfredo, observando la escena puso en marcha el vibrador a la máxima potencia lo que hizo que Paula se tambaleara y emitiera un gemido de placer.

El hombre la sujetó por el brazo

-¿Estás bien?.- dijo

-¡Oh, si! Son estos malditos tacones que han hecho que perdiera el equilibrio.- dijo Paula

-Me llamo Juan.- dijo alargando la mano para estrechársela.- ¿y tú?

-Paauula.- dijo con voz temblorosa por la excitación. Deseaba contenerse, pero si el vibrador no paraba no iba a poder conseguirlo

-Encantado

-Iguualmeentte..aahh

Alfredo observaba la escena divertido, esperando ver la reacción de su perra.

-¿Te ocurre algo?.- insistió Juan

-Noo..ahh…eestoy biienn..ahh…- Y sin poder aguantar más, se agarró a una de las baldas para sujetarse y se abandonó al éxtasis, gimiendo de placer y emitiendo pequeños gritos de excitación. Juan no podía dar crédito a lo que estaba viendo, aquella mujer estaba teniendo un orgasmo allí mismo, delante de sus narices. Paula, roja de vergüenza, intentaba disimular lo evidente. Cuando pudo recuperar algo de fuerzas cosa que ayudó el que el vibrador cesara en su vibración, no pudo más que decir:

-Perdona, lo siento tengo que irme.- dijo dirigiéndose a la caja. Juan estaba tan perplejo que no tuvo tiempo ni de salir tras ellas, al contrario, se dirigió a los baños para aliviar el bulto de su pantalón, jamás en su vida había visto nada igual

Alfredo salió detrás de Paula y ya a la salida, la agarró por la cintura y girándola le dio un beso muy húmedo y profundo en su boca

-Te has portado muy bien, zorrita, venga, vamos a casa.