Paula y Alfredo (2)

Paula trabaja de asistenta en casa de Alfredo, Paula se siente muy atraída por él pero no sospecha los planes que tiene para ella.

Alfredo y Paula se dirigían hacia los asientos en donde estaban los amigos de Alfredo esperando.

Paula se sentía tremendamente avergonzada después de realizar ese espectáculo, todavía tenía las bolas chinas en su coño y a pesar de todo se seguía sintiendo muy húmeda. Su excitación no había cesado.

Se sentaron, Paula estaba muy callada pero los tres hombres reían y charlaban animadamente. Paula preguntó a Alfredo si podía sacarse las bolas, a lo que este respondió con una sonrisa picarona que sí pero que se las iban a quitar sus amigos.

Le ordenó que se sentara en el borde y se inclinara un poco hacia atrás. Paula separó sus piernas dejando al aire su coño húmedo. Se sentía muy humillada, abierta así de piernas, sin bragas, ante unos desconocidos y sabiendo que podía ser vista por cualquiera, aunque la zona en la que estaban sentados estaba en penumbra. Pero sin saber todavía por qué obedecía en todo lo que Alfredo le pedía.

Uno de los amigos se acercó a ella, sentándose a su lado, metió la mano entre sus muslos y empezó a tirar un poquito del cordón que sujetaba las bolas, parecía que una de ellas empezaba a salir cuando volvía a colocarla dentro, así estuvo bastante tiempo hasta que el otro amigo se acercó y se colocó entre las piernas de Paula que miraba a Alfredo suplicante para que la librara de esa humillación. Alfredo solo sonreía y en su mirada había un claro brillo de excitación.

El amigo que estaba entre las piernas de Paula comenzó a pellizcarle los pezones liberando uno de ellos del top, los pellizcos la hacían estremecer de dolor pues éste apretaba y tiraba muy fuerte de ellos. Después llevó unos de sus dedos a la boca de Paula e hizo que ésta lo lamiera, una vez estuvo bien mojado lo llevó hasta su ano, comenzó a introducirlo poco a poco, el culo de Paula se iba dilatando mientras el otro amigo seguía jugando con las bolas en su coño. Paula comenzaba a arquear su espalda gimiendo de placer, se sentía llena. Vio como un hombre sentado en la mesa de enfrente la estaba observando, se sentía morir pero no podía reprimir el placer. Cuando estaba casi a punto de llegar al orgasmo, Alfredo ordenó que pararan, que me quitaran las bolas de una vez que ya nos íbamos. Uno de ellos sacó las bolas de un tirón cosa que hizo que Paula gimiera de placer, tenía muchas ganas de correrse, estaba excitadísima pero Alfredo la ordenó que se levantara, que ya se iban.

Salieron del local en dirección a la casa, Paula notaba como su humedad mojaba los muslos, no podía dejar de sentirse excitada, se sentía una puta habiendo sido sobeteada por unos desconocidos y encima habiéndose excitado con ello.

Una vez en la casa, Alfredo dirigió a Paula hacia el baño, la desnudó sin ningún miramiento y la metió en la ducha con agua fría. Paula no pudo reprimir un grito por la impresión a lo que Alfredo respondió diciéndola que a una perra en celo había que enfriarla y que una ducha fría le sentaría bien. La tuvo bajo la ducha algo más de cinco minutos a Paula le dolía todo el cuerpo por la fuerza y la temperatura del agua, hasta que la ordenó que saliera. Le dio una toalla para secarse y le dijo que por esa noche ya valía que había sido una buena perra pero que tenía todavía mucho que aprender. Le dio un dulce beso en la boca que Paula recibió agradecida y la mandó a dormir. No sin antes advertirla que al día siguiente continuarían el adiestramiento.

Aquella mañana, Paula se levantó temprano para realizar las tareas domésticas, cuando Alfredo se levantó estaba ya toda la casa recogida y un suculento desayuno encima de la mesa. Alfredo le dijo: "muy bien zorra, veo que aprendes rápido, llegarás a ser una buena esclava, después del desayuno seguiremos con tu adiestramiento" Paula respondió: "si amo, como usted ordene y gracias por todo".

Cuando Alfredo terminó de desayunar ordenó a Paula que lo siguiera al baño, cogió una cuchilla de afeitar y le dijo a Paula que una buena perra debía tener el coño bien depilado y que él mismo se lo iba a dejar como a él le gustaba.

La desnudó totalmente e hizo que Paula se sentara en el bode de la taza. La ordenó que separara bien sus piernas. Cogió espuma de afeitar y le embadurnó todo el coño, comenzó a afeitarla. Paula comenzó de nuevo a sentir humedad en su sexo, el roce de la cuchilla la excitaba, realmente era una perra viciosa. Alfredo notó su excitación y le ordenó que no se corriera. Seguía afeitándola, dejándole el coño totalmente rasurado. Una vez acabó de deleitarse con el afeitado la ordenó que fuera a la ducha a quitarse los restos de espuma, otra vez con agua fría. Cuando Paula salió tenía el coño de una niña, aunque algo enrojecido por el rasurado. Alfredo tomó un bote de alcohol, se echó un chorro en la mano y acarició el sexo de Paula. Ésta dio un grito de dolor, le escocia, le ardía el sexo, suplicó a Alfredo que no le pusiera más, pero éste no hizo caso y le untó, todavía más, el coño en alcohol. Paula iba del placer al dolor, le escocía muchísimo pero a la vez le excitaba la mano de Alfredo en su coño. No entendía cómo podía consentir esas cosas, ser la esclava de alguien y estar a su merced, pero algo dentro de ella le impedía romper con esa situación. Jamás en su vida se había sentido tan excitada y a la vez tan humillada.

Cuando a Alfredo le pareció suficiente, le trajo a Paula su nuevo "uniforme" que consistía en un simple delantal bastante corto que apenas tapaba sus pezones y su sexo, atado por detrás con una cinta, dejando su culo al aire. Le ordenó que se lo pusiera y que de ahora en adelante, en casa, siempre iba a tener que llevarlo y si llamaban a la puerta tendría que acudir a abrir así vestida a no ser que él dijera lo contrario.

Alfredo fue a trabajar, así que Paula se quedó sola en casa, la casa estaba recogida y se sentía cansada, así que decidió echarse un rato en la cama. Cuando llegó a la habitación, se quitó el delantal y se miró al espejo, observó su sexo totalmente depilado y sintió deseos de tocarlo. Se tumbó en la cama, desnuda, y comenzó a acariciarse. Pellizcaba sus pezones, suavemente, despacio, notaba como se iban poniendo duros, una de sus manos bajó por su vientre, hasta rozar su sexo, abrió mucho las piernas y su sexo se quedó bien abierto, expuesto. Rodeó su clítoris con sus dedos, haciendo circulitos, después metió uno de sus dedos en su vagina ya totalmente húmeda, después metió otro dedo, los sacaba y los volvía a meter mientras con el pulgar acariciaba el clítoris, pronto una oleada de calor invadió su cuerpo, comenzó a gemir, arqueando la espalda, se retorcía de placer hasta que ya no pudo más y sucumbió al éxtasis. Después un sueño profundo la invadió.

Se despertó sobresaltada por el sonido del teléfono, saltó de la cama y fue corriendo a cogerlo. Era su amo, le dijo que esa noche iban a ir invitados a cenar y que preparara cena para cinco y por supuesto, que no se olvidara de ponerse el uniforme. Ella replicó diciendo que no le podía hacer eso, servir una cena vestida sólo con el delantal a lo que él respondió que iba a ser castigada por su réplica y que si no estaba con el uniforme puesto el castigo sería mucho mayor. Con lo que no tuvo más remedio que contestar: "si, mi amo, lo que usted ordene"