Paula. Me follé a Marisa, su madre
Después de follarme a Paula, llega el turno de Marisa, su madre. Y, al finalizar, me harán una propuesta...
Este es el segundo capítulo de la historia de cómo me follé a Paula, en la piscina de su casa, a las afueras de Madrid, y, también a su madre, Marisa, apenas minutos después de haberme follado a Paula.
Sigo narrando la historia
Seguimos en casa de Paula, en Somosaguas.
Mientras Paula había ido a la casa, a agarrar algo de bebida, Marisa, (su madre), y yo, nos quedamos, desnudos, en la piscina, esperando a que Paula volviera, para podérmela follar, pues Paula quería ser espectadora de ese ese espectáculo, al igual que Marisa, lo había sido, mientras yo me follaba a Paula. (Ver el primer capítulo)
Yo nunca había follado con una mujer, digamos, madurita, y estaba algo nervioso, y temeroso de no dar la talla, y cagarla, aunque, en este caso, parecía más joven de lo que era en realidad, pues, aunque ya tenía en torno a los 50 años, parecía tener 40.
Pasados unos minutos, que se me hicieron eternos, pues ya tenía muchas ganas de empezar a follarme a semejante hembra, Paula llegó con las bebidas, y se tumbó en la misma tumbona en la que, minutos antes, Marisa había observado, masturbándose, cómo yo me follaba a Paula.
Marisa empezó, acariciando mi polla, con intención de hacerme una paja primero, para que, después, se la pudiera meter en su coño, con más facilidad.
Mientras Marisa me hacía la paja, yo le metí un dedo en su coño, porque tenía cierta curiosidad, en ver cómo era, al tacto, el coño de una madurita.
Una vez que mi polla, ya estaba, digamos, “a tono”, empecé a metérsela a Marisa, suavemente, en su coño, y escuché un grito, de Marisa, que era de placer, le estaba gustando, pero gritaba mucho.
Poco a poco, fui subiendo la intensidad de las embestidas, hasta llegar al punto, en el que me iba a correr; Marisa me dijo que me corriese dentro, porque, ya tenía la menopausia, y ya no había riesgo de embarazo.
Mientras me iba follando a Marisa, veía como Paula, se estaba masturbando, lo que me hacía ponerme aún más caliente.
Cuando me corrí, dentro de Marisa, atendiendo a su petición, pensaba que, la sesión de sexo, ya había acabado, pero no, esto era sólo el principio, una pequeña prueba.
Salimos ya del agua, pues llevábamos, sobre todo yo, mucho tiempo, en remojo, Paula me acercó una toalla, y, con cuidado, me fue secando, y, después, repitió la operación de secado, con su madre, algo que me hizo ponerme aún más caliente, porque era morboso, ver a madre e hija, casi sobándose, mientras se iba secando.
Después, nos sentamos los 3, en unos sillones, de terraza/jardín que había, con una sombrilla, cubriéndolos, para protegerlos del sol, y comenzamos a hablar.
Marisa tomó la palabra, y me dijo algo, que me dejó bastante sorprendido, a la vez que excitado:
“Mira, Alfonso, a mi hija Paula, le gusta el dolor, y ser dominada, yo lo sé desde hace años, y me gustaría que la ayudases a cumplir su sueño, y que la convirtieras en toda una puta”
Miré a Paula, que estaba sonriente, y asentía, con ojos de súplica, pues estaba deseando que yo aceptara y pudiera empezar a entrenarla, en ser una puta.
A pesar de la situación, pues era la primera vez que, una madre, me ofrecía, de forma tan directa, a su hija, para que fuera dominada, yo acepté, casi sin dudar, porque pensé que sería una buena oportunidad, para ayudar a Paula.
Le hice a Marisa, varias preguntas, porque las dudas me asaltaban:
- ¿Habéis tenido Paula y tú (Refiriéndome a Marisa), sexo entre vosotras alguna vez?
Respuesta de Marisa: No, pero es algo que no me importaría probar, si tú se lo ordenas hacer.
- ¿Qué límites tiene Paula?
Respuesta de Marisa: Por ahora, ninguno, los que tengas tú, como su Amo
- ¿Qué opina el padre de Paula de todo esto?
Respuesta de Marisa: Está de acuerdo, pues él, es mi Amo, ya que yo soy también sumisa, (Aunque contaba con su permiso, para haber follado conmigo, así que, no me
preocupé) y
no le importa que su hija, que Paula, también lo quiera ser, además, cuanto más sádico seas, mejor.
Después de esta charla, le ordené a Paula, que me acompañara a su habitación, que quería ver una cosa, su vestidor, porque, hasta ahora, solo la había visto desnuda, y en su casa, y no sabía cómo era su forma de vestir, a la hora de salir a la calle.
Subimos a su habitación, y estuve viendo su vestidor, que no estaba nada mal, pues había hasta un abrigo de visón, algo que pocas mujeres de su edad, por desgracia, tienen.
Paula me explicó que, al igual que yo, era bastante fetichista, y que estaba dispuesta a llevar cualquier cosa que yo le pidiera, por muy puta que pudiera parecer, con eso puesto.
Nota del autor: A partir de aquí, la historia pasa a ser de temática BDSM y dominación, por lo que los próximos capítulos, los iré escribiendo, y, si se publican, estarán en la sección de Dominación de la web.