Paula María (Parte número 6).
Sexta parte de esta nueva historia que publico para que mis lectores puedan juzgarla y enviarme sus comentarios.
Asistí como invitado a su boda sabiendo que la había dado mucha más “mandanga” en los últimos meses que el varón que se acababa de convertir en su esposo y que, gracias a ella, había aprendido a disfrutar más del sexo sabiendo dar y recibir un mayor placer. Pensaba que nuestra relación sexual había finalizado con su enlace matrimonial pero Margarita, al regresar de su luna de miel, continuó chupándome el cipote y abriéndose de piernas para ofrecerme su “arco del triunfo” y además de la intensa actividad sexual que manteníamos en la oficina, con la que me aseguraba el echarla tres soberbios polvos diarios, cuándo su cónyuge estaba de viaje por motivos laborales me ofrecía la posibilidad de disfrutar de unas veladas sexuales nocturnas de ensueño en su compañía poniéndola cachonda perdida el comprobar que, al despertarnos a la mañana siguiente, mi minga lucia dura, gorda y larga por lo que, además de permitirla ingerir mi primera micción matinal y realizarme una esmerada felación, a lo largo del día estaba de lo más deseosa y salida lo que nos permitía llevar a cabo una actividad sexual más frecuente e intensa de lo normal.
Pero, año y medio después de haber contraído matrimonio, cometió el grave error de quitarse el DIU con intención de tener descendencia y su cónyuge o yo no tardamos en fecundarla. Cuándo comenzó a lucir “bombo” me enseñó a penetrarla por el culo ya que, según me decía, en su estado la estimulaba el sentirse bien llena tanto por la “chirla” como por el culo. Aprendí rápido y como disponía de un amplio ojete, muy en consonancia con su para mi gusto voluminoso culo que dilataba de maravilla para que pudiera “clavarla” entero mi “nabo” sin demasiados problemas, comencé a encontrar sumamente excitante el enjeretársela por detrás con el propósito de poseerla al mismo tiempo que la sobaba las tetas y ella intentaba incrementar mi gusto manteniendo apretadas con fuerza sus paredes réctales a mi “herramienta”. Margarita me solía decir, en sentido figurado, que me aprovechara puesto que agarrándome a sus tetas estaba seguro y no me podía caer y que mi seguridad aumentaba con mi pene totalmente introducido en su culo. Una vez que la echaba mi leche se la reblandecía la mierda por lo que, en cuanto procedía a sacarla mi picha, se solía jiñar lo que me permitía verla defecar y de una manera masiva mientras la obligaba a permanecer de pie sobre el inodoro o mantenía una papelera debajo de su orificio anal para que su orina y sus excrementos se fueran depositando en ella. Durante las semanas previas al parto, además de prodigarse con sus felaciones, Margarita no dejó de pedirme que se la “clavara” por el culo con más asiduidad que por el chocho con lo que conseguí adquirir una gran experiencia en el sexo anal.
Cuándo Margarita, después de superar su periodo post-parto y completar su periodo de baja por maternidad, volvió al trabajo reanudamos nuestra actividad sexual prodigándose, sobre todo, en efectuarme sus esmeradas felaciones por la mañana y sus intensas cabalgadas a media mañana para que, por la tarde y mientras se mostraba bien ofrecida colocada a cuatro patas, me alternara en metérsela por el chumino y por el culo. Unas semanas más tarde y tumbados en el suelo, empezamos a darnos satisfacción haciendo sesenta y nueves, unas veces con Margarita tumbada sobre mí y otras permaneciendo ella debajo con lo que la obligaba a tener que chuparme la pilila manteniéndola completamente introducida en su boca mientras la iba dando satisfacción anal y vaginal con mi lengua, mis manos y mis dedos y lograba que, estimulándola la vejiga urinaria, me deleitara con una de sus copiosas meadas que no dudaba en ingerir íntegras saboreándolas como si se tratara del manjar más exquisito con lo que fui consiguiendo que, por propia iniciativa, retuviera su lluvia dorada al máximo y se habituara a ofrecérmela cada vez que sentía una imperiosa necesidad de orinar al mismo tiempo que iba perfeccionando su estilo al ingerir mi micción mientras me chupaba la pirula.
Un año después de parir a su primer hijo se confirmó que, de nuevo, se encontraba preñada lo que Reyes aprovechó para mofarse de ella decidiéndola que iba muy deprisa y que no lo quisiera todo para ella ya que tenía que dejar algo para las demás. Las continuas burlas que Reyes la dedicaba ocasionaron que Margarita se llegara a sentir una golfa y la hicieran tener grandes remordimientos por estar poniendo los cuernos a su cónyuge lo que la llevó a romper nuestra relación alegando que iba a cambiar puesto que pretendía ser fiel a su esposo y evitar que, con toda la “tralla” que la dábamos entre el uno y el otro, en ninguno de sus embarazos hubiera podido tener la certeza de quien de los dos la había fecundando.
Muy a mi pesar tuve que dejar de comportarme como un auténtico salido con ella para darla el mismo trato que al resto de mis compañeras, que cada vez aumentaba más en número, mientras me seguía sintiendo cautivado por esa auténtica preciosidad que era Paula. Mi excitación sexual al tener que dejar de desahogarme con Margarita, ocasionó que llegara a prestar una mayor atención al físico de la joven que era de lo más estimulante y llamativo, similar al de ciertas actrices por las que sentía algo más que simpatía y que me la ponían “pina” al ver en ellas a unos provocativos “monumentos” de carne y hueso. Para fastidiarme todavía más, mis superiores me hicieron compartir despacho con Miguel Angel y con ella pero, aparte de algún frotamiento al descuido y de verme obligado a pajearme varias veces al día a su salud en el cuarto de baño, la chica actuaba siempre de una manera muy puritana y recatada y eso que un día nos contó lo mucho que a su hermana Rebeca la gustaba el sexo y el morbo que la daba que ella, luciendo su ropa interior, estuviera presente mientras su pareja se la follaba. Según nos explicó, Rebeca se entregaba y se excitaba tanto cada vez que Paula la observaba mientras su pareja la “clavaba la pistola” por el coño con intención de joderla que resultó ser tan fecunda como las conejas y se juntó con tres hijos antes de que se cumpliera el cuarto aniversario de su boda lo que la obligó a hacerse la ligadura de trompas con intención de no tener más descendencia.
C o n t i n u a r á