Paula María (Parte número 5).
Quinta parte de esta nueva historia que publico para que mis lectores puedan juzgarla y enviarme sus comentarios.
Pasé otro largo y prolongado periodo de abstinencia sexual hasta que, después de producirse otras tantas jubilaciones, empezaron a trabajar en la empresa cuatro nuevos compañeros. Sólo uno de ellos, Miguel Angel, era varón mientras las otras tres eran mujeres. Margarita, una de las nuevas compañeras de trabajo, resultó ser una fémina atractiva, maciza y seductora dotada de un cabello claro que llevaba a media melena, de estatura y complexión normal, provista de un físico muy apetecible. Se encontraba dotada de unas grandes tetas y de un culo voluminoso y daba la impresión de ser insaciable en la cama y de que la gustaba reventar a los hombres con los que retozaba por lo que, después de haberme visto sometido por Mabel y Paloma, al principio me dio miedo.
Paula María ( Paula ), la segunda de mis nuevas compañeras, me encandiló desde el momento en que la vi. Con sus andares pausados como pretendiendo que no se la moviera ni un solo pliegue de sus generalmente ceñidos vestidos, su cabello moreno y su delgadez, conseguía excitarme de tal manera que, cada vez que estaba con ella y a cuenta de nuestra actividad laboral era con bastante frecuencia, se me levantaba la “tranca” y al desearla, se me mantenía así hasta un buen rato después de separarme de ella.
La última, Reyes, era una joven de cabello rubio, alta y delgada, dotada de un físico provocador y sugerente pero con un carácter fuerte y dominante. Desde el primer día me pareció una golfa bastante cerda y en los meses siguientes pude enterarme de que se la habían metido tanto por el culo que se había convertido en una adicta al sexo anal y que la gustaba tener controlados sus ciclos menstruales para conocer sus días fértiles con intención de imponer a sus briosos amigos la obligación de que, en tales fechas, la “clavaran” su verga por la “seta” usando el oportuno preservativo para evitar fecundarla. Además, trabajaba de dos a tres horas diarias de lunes a jueves y cuatro de viernes a domingo en la trastienda de un gimnasio en donde, cubriendo su cuerpo con un conjunto de cuero que la dejaba al descubierto los ojos, la boca, la nariz y los glúteos, se dedicaba a “castigar” a aquellos varones a los que les excitaba el verse humillados y sometidos en plan sádico por una hembra. Reyes, que utilizaba felpudos de madera para alfombras, fustas y látigos entre otros artilugios, les obligaba a entregarse a ella hasta que les conseguía vaciar viéndoles expulsar su orina, “aliviar” su intestino después de forzarles el conducto anal con la empuñadura de la fusta o del látigo y sin apenas estímulos, echar unas lechadas impresionantes mientras les iba martirizando la masa glútea y les “estimulaba” los huevos con los no siempre “ligeros golpecitos” que les propinaba con su fusta.
Pero, curiosamente y mientras “babeada” por Paula, tardé pocas semanas en caer en brazos de Margarita. La chica, además de darme miedo al ver en ella a una nueva Paloma, me cayó inicialmente mal puesto que, al haber cursado una carrera superior, la dieron mi despacho, situado en un lugar privilegiado, lo que me obligó a ocupar otro interior y más pequeño. Además, no tardé en enterarme de que tenía novio formal y que tenía previsto casarse en breve con él por lo que, consideré, que me estaba cerrando las puertas y poniéndose a la defensiva por si se me ocurría intentar mantener cualquier devaneo sexual con ella para desquitarme de la putada que me había hecho con el despacho.
La tensa situación existente entre nosotros no tardó en dar un giro repentino y arreglarse por lo que, además de recuperar mi despacho una vez que Margarita reconoció que no pretendía fastidiarme y decidió ubicarse en otro, me logró encelar de tal manera que, en cuanto se lo propuso, consiguió que entrara con ella en el cuarto de baño femenino de nuestro centro de trabajo en donde me indicó que se había dado cuenta de cómo se me levantaba la “banana” cuándo hablaba con Paula y del gran “paquete” que se me marcaba en el pantalón antes de que se ocupara de despojarme de tal prenda y del calzoncillo y me hiciera acomodar en el inodoro para poder sobarme los atributos sexuales antes de colocarse en cuclillas en medio de mis abiertas piernas dispuesta a efectuarme, con esmero y ganas, una lenta felación, saboreando cada una de sus chupadas, con el propósito de que culminara dándola “biberón”. Al no saber si quería que depositara mi leche en su boca, la avisé enseguida de mi inminente eyaculación pero Margarita me continuó chupando la chorra con entusiasmo mientras, con los ojos cerrados y entre evidentes muestras de satisfacción, ingería íntegra mi “salsa” dejándome tan complacido que, al terminar de salirme la lefa, ya estaba deseando repetir la experiencia.
De aquella forma y tras decirme que me olvidara de su novio y de la proximidad de su enlace matrimonial, comenzamos a retozar juntos y con regularidad puesto que decía que, aprovechando lo bien “armado” que me encontraba, la estaba brindando la mejor forma de adquirir experiencia. Y pudo adquirirla puesto que todos los días a primera hora de la mañana me realizaba la oportuna felación para que la diera “biberón”; a media mañana me efectuaba una intensa cabalgada mientras permanecía sentado en el inodoro para que la mojara con mi copiosa leche el interior de su siempre jugosa “almeja” y por la tarde, se mostraba bien ofrecida colocada a cuatro patas para que se la pudiera “clavar a pelo” vaginalmente, la diera unas buenas embestidas con mis movimientos de “mete y saca” y la volviera a mojar libremente y de manera espléndida con otra portentosa y larga lechada.
Fue con Margarita, bastante experimentada en ello, con la que aprendí a disfrutar plenamente de las felaciones que me efectuaba al mismo tiempo que me hurgaba con dos de sus dedos en el ojete realizándome unos enérgicos movimientos circulares con los que pretendía asegurarse de que la iba a dar una portentosa lechada y con la que me fui acostumbrando a demorar algo más mi eyaculación tanto cuándo me la chupaba como cuándo me pajeaba o la penetraba vaginalmente.
C o n t i n u a r á