Paula
Conocía y detestaba a Paula desde la secundaria,siempre despreocupada, siempre tan cínica, siempre llegando tarde a los sitios sin mostrar la menor preocupación por ello. Nunca habría imaginado que en la fiesta de selectividad me mostraría esa faceta suya...
Conocía a Paula desde que había empezado la secundaria, era de mi grupo de amigos y a pesar de que su carácter y el mío eran evidentemente poco compatibles la acepté como daño colateral de iniciar mi círculo de amistades de instituto. Siempre he sido la típica chica que se sienta en la primera línea de filas de las clases, la chica empollona que se desvive por conseguir una beca y ser la primera en todo, no se puede decir que fuera especialmente sociable pero cuando llegué al instituto pensé que podía dejar eso atrás. Paula y yo habíamos discutido más de una vez, su forma cínica de hablar, su manera de no tomarse nada en serio y la mueca burlona de su cara cada vez que hablaba yo me hacían enfermar.
La fiesta que celebraba nuestras notas de selectividad era en el bar de siempre y nos preparamos para la noche de alcohol y música que todos creíamos merecernos. Tenía además intención de lanzarme finalmente con Hugo, llevaba loca por el desde hacía mucho y me pareció que bebiendo un poco me atrevería a confesarle todo por fin. Reuní todo mi valor para acercarme a él. Un paso “no tienes nada que perder, mañana él se irá a otra ciudad y pase lo que pase se quedará aquí” otro paso “igual si sale bien podéis tener una romántica relación a distancia” otro más “igual él ha esperado tanto tiempo como tú para esto y hoy tienes la casa libre por primera vez en mucho tiempo, tiene que ser una señal” . Me quedé quieta en mitad del bar, justo frente al sofá donde Hugo, el hombre de mis fantasías, manoseaba a una chica vestida de verde.
Salí de allí pensando que iba a vomitar, el corazón me iba a mil por hora y la cabeza había empezado a dolerme de pura rabia ¿¡cómo había podido ser tan idiota!? Estaba tan enfrascada en mi autocompasión que no me di cuenta de que Paula salía también del local y andaba en mi dirección abrochándose la chupa de cuero con gesto cansado “¿te aburre la fiesta, coquito? ¿No disfrutas estando en la misma sala que gente que no saca un 13 sobre 13 en su selectividad?” No tenía ganas de escuchar sus burlas, solo quería volver a casa pero me notaba algo bebida y no me atrevía a coger el coche. Mi silencio desanimó a Paula que dejó de picarme y dijo “¿te encuentras bien?” si no la hubiera conocido como la conocía habría pensado que realmente estaba preocupada, puso su mano en mi hombro “Hey, no te rayes por Hugo, está borracho y tampoco es que le dieras muchas pistas” miré sus ojos verdes preguntándome cómo diablos sabía eso y ella sonrió con gesto divertido “ se te nota mucho más de lo que crees” le devolví la sonrisa y me froté los brazos desnudos, con la carrerita dramática hacia la salida me había olvidado totalmente de coger mi chaqueta y ahora empezaba a notar el frío propio de las noches de otoño. Paula pareció notarlo y dijo “anda, ve a mi coche, recojo tu chaqueta y te llevo a casa, que no te veo yo para meterte sola en carretera” disimulé otra sonrisa mientras cogía las llaves y buscaba el Cadillac negro en el que Paula venía todos los días al instituto.
Busqué un botón en las llaves para ver si por suerte se abría con tarjeta y un pitido o la luz de apertura me avisaba de su localización pero no hubo suerte. Paula me encontró en mitad del aparcamiento completamente desubicada, se rio de nuevo y me pasó la chaqueta mientras andaba hacia su coche, aparcado apenas a unos metros de mí.
Arrancamos y casi al instante algunas gotas de lluvia empezaron a empañar el parabrisas, Paula encendió la radio mientras decía “menos mal que he venido con el coche en vez de con la moto” le respondí que definitivamente me había venido bien. Me sorprendió sentirme tan cómoda con ella y lo achaqué al alcohol y a que era la última noche en la que tendríamos que vernos obligadas a fingir que no nos odiábamos. Disfruté del viaje con los sex pistols en el reproductor y el olor a cuero de la chupa de Paula. Cuando estábamos cerca de mi casa noté que el motor empezaba a ralentizarse hasta quedarnos paradas en mitad de la carretera. Paula bufó “mierda, la gasolina…dios…me temo que vas a tener que seguir andando” le pregunté por lo que pensaba hacer ella y se encogió de hombros con gesto despreocupado “dormiré en el coche y mañana me encargaré de llevarlo hasta la gasolinera más cercana” le dije que eso era completamente estúpido y que podía quedarse en mi casa, que le ayudaría a empujar el coche hasta el arcén.
Ella me miró sorprendida y dijo “bueno pero te vas a empapar” me encogí de hombros también y salí del coche, un poco de agua igual me quitaba el mareo propio de los cubatas de ron- cola a los que estaba totalmente desacostumbrada. Llegamos empapadas a casa pero me sentía mucho más despejada, intenté encender la luz pero no funcionaba “la tormenta habrá cortado la luz en toda la calle” le dije a Paula, que se paró frente a la ventana para mirar si mi teoría era cierta, asintió “si, no hay luz en ninguna otra casa de la urbanización… en fin” se quitó la chaqueta y me fijé que la camiseta también se había calado, me fije por primera vez en como esa camiseta se pegaba a su cuerpo dejando ver la curva de su cintura, su vientre plano y unos pechos firmes y brillantes por efecto del agua que chorreaba por su pelo moreno. Mi inspección bajo por sus vaqueros ajustados hasta sus converse y volvió a subir repasando todo de nuevo hasta llegar a sus ojos, que mantenían una expresión que consiguió que me sonrojara, había sido demasiado descarada. Bajé la mirada a mis zapatillas y la volví a subir al notarla acercarse a mí. Su cuerpo se pegó al mío con suavidad y noté un calor bajando desde mi tripa hasta mi entrepierna. Me quedé quieta, sin saber qué hacer, Paula tomó mi silencio como una concesión y puso sus manos sobre mi cintura para terminar con la poca distancia que nos separaba, noté sus labios paseando por mi cuello y quise decir algo pero como si ella supiera mis intenciones me calló con un suave mordisco que hizo que el calor de mi sexo empezara a aumentar como nunca antes lo había hecho. Tras un nuevo mordisco me empujó contra el frigorífico y pude sentir como su rodilla se empujaba contra mi entrepierna y sus manos empezaban a acariciar mi cuerpo con fuerza. No pude quedarme más tiempo quieta y respondí a sus caricias con las mías, lamí su cuello animada por sus suspiros y finalmente me encontré con sus labios. Paula me besó con una agresividad que hizo que lo poco racional que quedaba en mí en esos momentos desapareciera. Nuestras camisetas cayeron seguidas de los sujetadores después de un nuevo empujón hacia la encimera. Continuó lamiéndome los pezones poco a poco, cada uno de sus mordiscos provocaba que mi sexo latiera con fuerza, que la apretara más contra mí intentando que acabara de una vez por todas con lo que me estaba volviendo loca. Desabrochó mi vaquero y me lo quitó sentándome sobre la encimera, lamió, mordió y besó mi cuello sin dejar de jugar con mis pechos, sin dejar de pellizcar mis pezones con unas manos que parecían saber la presión exacta para hacerme gemir entrecortadamente, todavía cohibida.
Noté su boca en mi oreja y su mano acariciándome el bajo de las bragas “llevo haciéndote esto en mi cabeza desde primero de bachillerato” aumentó la presión de su mano y reprimí un nuevo gemido “pero en mis fantasías no estabas callada…” arañó mi espalda con su mano libre haciéndome estremecer “¿no te gusta lo que te hago? ¿Quieres que pare?” Aflojó la presión…yo sujeté su mano y la empujé contra mi sexo de nuevo suplicándole que no parara ahora, que me hiciera todo lo que me había hecho en su cabeza. Ella me besó acariciando con su lengua la mía, comenzando a acariciar mi cuerpo con las yemas o con las uñas, su cabeza bajó de mis senos a mi ombligo y una vez me hubo arrancado las bragas mantuvo su cabeza a la altura de mi entrepierna. Lamió mi sexo húmedo con suavidad, aumentando la velocidad de su lengua conforme lo hacía mi respiración, agarré su cabeza y la empujé hacia mí marcando el ritmo con la cadera, ya no me esforzaba en no gemir, tampoco habría podido no hacerlo, su lengua recorría mi sexo formando el símbolo del infinito y dando una pequeña succión justo en el clítoris.
Me notaba ya a punto de explotar cuando uno de sus dedos penetró mi vagina con fuerza, con mis dedos enredados en su pelo moreno le pedí ansiosa que metiera otro más, que no parara, que fuera más deprisa. Miré hacia abajo para encontrarme con sus ojos de color verde mirándome con lujuria, esa mirada dedicada mientras aumentaba la velocidad tanto de su lengua como de su mano marcó el final, estallé en un orgasmo brutal tirando de su pelo hacia abajo, pero Paula no paró más que unos segundos y continuó penetrándome mirándome a los ojos frente a frente…de nuevo me venía, de nuevo me notaba explotar y mi segundo orgasmo llegó, Paula amortiguo mi grito con un beso profundo, acaricié su lengua caliente con la mía, saboreándome, mientras todo mi cuerpo vibraba y ardía.
Se separó de mí sonriendo con su acostumbrada mueca burlesca y sacó sus dedos de mi interior haciéndome suspirar .Se alejó de la encimera pero yo me levanté y, tirando de su pantalón, la atraje hacia mi cuerpo desnudo, besé su cuello y me acerqué a su oreja para preguntar en un susurro “¿yo no hacía nada más en esas fantasías tuyas?”