Paula 2
La casada tiene una curiosa entrevista de trabajo con David en la oficina inmobiliaria
Un nuevo cruce de piernas y David pudo ver perfectamente la tira negra del liguero que se perdía bajo el vestido y, por encima del elástico de las medias una preciosa rajita completamente depilada y de la que incluso percibió un leve brillo que denotaba dos cosas: una, que no llevaba bragas y, otra, el estado de calentura en que la casada se encontraba.
- A ver David, tengo dos hijos, de 7 y 9 años, pero mi suegra estará encantada de cuidarlos en mis horas de trabajo – explicó la rubia al tiempo que se pasaba el dedo índice de la mano derecha por el canalillo que separaba sus dos magníficas tetas y su uña pintada en un rojo inmaculado se perdía bajo la suave tira de tela que cubría su pecho izquierdo. David no daba crédito. Imaginaba esa uña jugando con el pezón y no pudo evitar una terrible erección – y en cuanto a mi marido, él no es un problema. Es muy comprensivo y seguro que encontraré la forma de hacerle entender que este trabajo funciona así.
-Vaya, veo que es usted una mujer de recursos. En ese caso no me va a dejar más remedio que contratarla. ¿Cuándo podría empezar a trabajar?
-Ahora mismo si usted quiere – contestó la casada mientras sacaba sus dedos del escondrijo en que jugaba con su pezón para pasarlos por sus labios pintados de rojo carmín
-¿Y cuál es el apellido de su marido para poder dirigirme a usted de una forma más educada?
-Ramos, Antonio Ramos es mi marido.
-Ok, a partir de ahora la llamaré señora de Ramos si le parece bien.
-Por mí perfecto. ¿Le importa que pase un momento al aseo?
-Naturalmente Señora de Ramos, al fondo de la oficina está – respondió David sin poder levantarse para no quedar en evidencia por el tremendo bulto que se había formado en su pantalón. Se movío un poco en la silla y aprovechó para colocar su polla en una posición más cómoda, apuntando hcia arriba. Ya le llegaba por encima del cinturón, bajo la camisa.
Cuando la rubia se levantó y empezó a caminar en dirección al aseo los ojos estuvieron a punto de salir de sus órbitas al chico. Si la delantera de Paula era impresionante, ahora que por primera vez la contemplaba desde atrás observó que su trasero no tenía nada que envidiarle. Ese caminar pausado, moviendo mucho el trasero a uno y otro lado al caminar; esas líneas negras en las medias que subían desde el talón de esas preciosas zapatillas de tacón extra alto hasta terminar en el elástico donde se sujetaban las tiras de liguero; y algo incluso más sorprendente: si el escote delantero era de infarto, el trasero no le iba a la zaga. El vestido negro dejaba toda la preciosa espalda de la chica al descubierto y terminaba muy muy abajo, justo donde empezaba a vislumbrarse la separación de sus nalgas.
La rubia salió en un momento del aseo y se dirigió a la mesa detrás de la que se encontraba David. Alargó la mano derecha hacia el hombre para que éste pudiera apreciarla de cerca.
-¿Ve usted Don David? Porque imagino que tendré que llamarlo Don David. He hecho desaparecer mi alianza de matrimonio para que se quede más tranquilo y no tenga que preocuparse por el hecho de que esté casada – se insinuó Paula al tiempo que apoyaba sus codos sobre la mesa y dejaba al chico una perfecta visión de sus dos preciosas tetas que ahora, en esa postura, casi se salían de las tiras del vestido. Las aureolas quedaban completamente fuera y sólo los pezones se escondían bajo la tela.
David tenía un autocontrol bastante limitado en asuntos de mujeres y, en este caso ya estaba más que sobrepasado.
-Por supuesto que debe llamarme Don David – contestó el joven – estoy seguro de que va a ser una empleada muy muy eficiente – dijo al tiempo que pellizcaba los preciosos mofletes de la rubia - ¿y puede saberse donde ha puesto usted su alianza de matrimonio?
-Eyyyy….es usted muy curioso. Está guardada en un sitio seguro. Así tendré la garantía de que mi matrimonio no correrá peligro con éste trabajo. De todas formas, si le pica la curiosidad y tiene interés lo reto a que la encuentre. Y si lo hace incluso le ofrezco una recompensa – Paula ya no disimulaba su deseo de entregarse al chico del que tanto le había hablado su amiga. El trabajo le vendría genial, pero si además tenía un jefe apuesto y con una buena verga que de vez en cuando la contentase sería lo más.
-Mmmmmm, déjeme que piense Señora de Ramos, porque aunque no lleve usted puesta su alianza ahora mismo, no deja usted de ser una señora casada – la picó su nuevo jefe recalcando lo de “casada” para hacer hincapié en el hecho de que se estaba comportando como toda una puta infiel.
-Lo soy, pero hay momentos en que me permito la libertad de quitarme mi anillo y recordar mis tiempos de soltera – dejó claro Paula dando a entender que la fidelidad al matrimonio no era una de sus principales cualidades.
-Quizás se ha escondido usted su alianza aquí – insinuó David llevando sus dedos al canalillo de la rubia e introduciéndolos lentamente bajo la tira del vestido hasta encontrarse con un pezón completamente tieso que pellizcó suavemente.
-MMmmmmmm…..frío frío….no ha acertado usted con el escondrijo. Tendrá que seguir buscando – lo retó la madura.
-Espere un momento Señora de Ramos, voy a cerrar la puerta para que podamos seguir la búsqueda sin que nadie nos moleste – le soltó David para a continuación levantarse, dirigirse a la puerta y cerrarla con llave al tiempo de que ponía el cartel de CERRADO. Luego se dirigió a la cristalera y bajó la persiana.
La chica seguía en la misma postura en que la había dejado. Apoyada sobre la mesa y con su trasero apuntando a la entrada de la oficina.
-Por favor, póngase de pie Señora de Ramos, a ver si esta vez tengo más suerte para encontrar el lugar donde usted ha escondido su alianza.
CONTINUARÁ……………