Paula (1ª Parte)
Para un servidor, hoy en día, no hay nada más excitante y morboso que pescar en corral ajeno... por suerte, hay infinidad de preciosas mujeres en donde la monotonía entro un día en sus matrimonios por la puerta y el amor junto con el deseo salieron por la ventana.
Como casi siempre, fue un cumulo de casualidades lo que me llevo a conocer a Paula.
Un nuevo encargado “cabron” que le cambio el turno a mi hermana en el trabajo. La imposibilidad de ella de llevar y traer a su hijo al colegio. Y el “ofrecerme” a ayudarla a cambio del numero de teléfono de una de sus amigas. Como decía antes, un cumulo de casualidades.
Es innegable que me fije en Paula nada mas echarla el ojo el primer día que lleve a mi sobrino a clase. Una rubia, de unos 35 años, muy guapa, delgada, buen tipo en general y un culito realmente espectacular.
No era la única “mama” que tenia un buen polvo e incluso la profesora de mi sobrino estaba para hacerla “un par de favores”, pero el anillo de casada de Paula era un plus de morbo que no contemple en casi ninguna otra de las “mamas” que me follaria.
Las casualidades no terminaron ahí. Coincidimos en la misma cafetería para tomar algo antes de pasar a buscar a los críos y volvimos a coincidir después en el mismo parque donde lleve a mi sobrino a jugar después de recogerlo en el colegio. Fue allí la primera vez que charlamos mientras mi sobrino y su hija jugaban, de cerca ganaba mucho y no pude menos que imaginarme su bonita boca alrededor de mi polla.
Al día siguiente, cuando llego a la cafetería y me vio, se me acerco muy sonriente para saludarme, naturalmente, la invite al café como una manera de mantener su interés en permanecer a mi lado y seguir charlando de trivialidades mientras notaba claramente como su anatomía despertaba el interés de varios clientes que prácticamente se la estaban comiendo con la mirada.
Apenas tardo un par de días en hablarme de su marido de una manera bastante despectiva, que si pasaba de su hija, que si pasaba de ella, en fin, por desgracia, lo corriente en la mayoría de los matrimonios, que los tíos se acostumbran a hacer vida en el sofá delante de la caja tonta y se les olvidan el resto de obligaciones que tienen con sus mujeres e hijos.
Un comentario que dejo caer un día después mientras estábamos en el parque sobre un tío que conoció chateando me hizo sospechar que o bien ya le había sido infiel a su marido o que al menos había estado a punto de hacerlo. Si ya le había sido infiel y la había salido “rana”, seria muy complicado llegar a algo con ella, si por el contrario, estuvo a punto, pero no lo hizo, mis posibilidades aumentaban en gran medida.
Fue ella misma, la que conscientemente o no, me puso en bandeja de plata la esperada oportunidad al preguntarme una mañana después de dejar a los críos en el colegio, si sabía instalar una impresora en el ordenador. Naturalmente que la conteste que si y quede en pasarme por su casa a media mañana.
Me presente a la hora de la cita dispuesto a todo y sin nada que perder. Poco me falto para tener que tirar abajo su puerta para que me abriera pues tenia la música disco a toda pastilla, abriéndome tan sonriente como sudadita vestida con unas ajustadas “mallitas” color plata bajo las cuales era mas que evidente su falta de ropa interior.
-¡Lo siento, la música y el baile me ayudan a desconectar y de paso, me mantengo en forma!- me dijo mientras me dejaba entrar.
-¡No, no… si que estas en forma, es mas que evidente!- la conteste desviando a propósito la mirada hacia su culito.
-¡Hombre, no me quejo, para mi edad creo que me conservo bastante bien!- me contesto haciendo un gracioso gesto contoneando prácticamente todo el cuerpo.
-¡Ya quisieran muchas estar tan buenas como tu, independientemente de su edad!- la conteste clavando mi mirada en la perfecta “sonrisa” que se dibujaba sobre las mallitas a la altura de su entrepierna.
-¿Siempre eres tan descarado mirando?- me pregunto nada sorprendida.
-¡Si… de niño ya era así… cosa que veía que me gustaba… cosa que quería y que me quedaba como un tonto mirando!- la conteste sin desviar mi mirada de su entrepierna.
-¿Te apetece un café?- me pregunto sonriendo antes de caminar hacia la cercana cocina.
-¡Si… con hielo si puede ser, porque me están entrando unos calores!- la conteste haciéndola soltar una carcajada mientras entrabamos en la moderna cocina.
Ninguno de los dos hablo mientras me preparaba el café.
No me pareció que estaría precisamente incomoda mientras la observaba, mas bien al contrario, me pareció que estaba disfrutando sintiendo como mi mirada recorría toda su anatomía.
-¿Azúcar?- me pregunto.
-¡Perdón! ¿Cómo dices?- la pregunte fingiendo estar demasiado ocupado mirándola como para escucharla.
-¡Azúcar!... ¿Qué si quieres azúcar?- me volvió a preguntar sonriendo.
-¡Si… y que no se te olvide el hielo!- la conteste mientras me acercaba.
-¡Cada día tengo mas claro que los hombres sois incapaces de hacer dos cosas a la vez!- me contesto riéndose mientras habría el congelador.
-¡Algunos, quizás… en mi caso, te puedo demostrar que soy capaz de hacer tres cosas a la vez!- la conteste mirándola directamente a los ojos.
-¿Tres? ¿No serán muchas?- me contesto manteniéndome la mirada.
-¡Una!- la dije cogiendo la taza de café con una mano.
-¡Dos!- añadí pasándola el otro brazo alrededor de la cintura.
-¡Y tres!- la dije un segundo antes de pegar mi boca a la suya al tiempo que la encajaba mi mano en el culo para apretar su cuerpo contra el mío.
En ningún momento intento apartarme, se limito a quedarse quieta durante unos segundos antes de rodearme el cuello con sus manos al tiempo que deslizaba su lengua dentro de mi boca para empezar a comerme la boca con evidentes ganas.
Evidentemente, la taza de café me sobraba y alargando la mano, tantee durante unos segundos antes de encontrar donde dejarla. El lugar hacia donde dirigí mi mano libre fue evidente, notando como empezaba a jadear al tiempo que se la abrían las piernas nada más sentir como la acariciaba la raja con mis dedos por encima de las ajustadas mallitas.
Su único momento de duda fue justo después de hacer que se acercara al fregadero, cuando deje de comerla la boca para colocarme detrás de ella y bajarla con rapidez las ajustadas mallitas hasta las rodillas…
-¡No, espera… espera, soy una mujer casada…!- me dijo intentando girarse.
-¡Tranquila, no soy nada celoso!- la conteste impidiendo que se girara y haciendo que se inclinara lo justo para poder metérsela, posando mis manos sobre sus caderas para empezar a darla de pollazos.
Durante el primer minuto permaneció completamente muda y quieta, como si me estaría follando a una muerta, luego, de repente, empezó a mover las caderas cada vez mas rápidamente al tiempo que cerraba sus manos sobre las mías.
-¡Las tetas… acaríciame las tetas!- me grito.
Para ser sincero era la parte de su anatomía a la que menos atención había prestado, pero cuando alargue mis manos para deslizarlas bajo su camiseta, me basto cerrar mis dedos sobre sus erectos y duros pezones para que literalmente empezara a aullar de placer.
-¡Follame… follame cabron… follame…!- me gritaba poco después en pleno orgasmo.
Aquella belleza, como muchas otras casadas, estaba muy mal follada. Pese a que por el morbo de ser el primer polvo y de follarmela en su casa, no aguante como de costumbre, se corrió hasta cuatro veces antes de que se la sacara, viendo como ella misma se giraba y se inclinaba para empuñar mi polla y comérmela durante unos segundos antes de dejar que me corriera sobre su bonito y sonriente rostro.
-¡Puede que no sean la parte mas bonita de mi cuerpo, pero si es la zona mas sensible!- me decía poco después señalándose los pechos mientras se desnudaba por completo y se tumbaba a mi lado en el sofá.
-¿No te importa verdad?- la pregunte antes de inclinarme para cerrar mi boca sobre uno de sus pezones mientras se encendía un cigarro.
No sabría decir cuanto tiempo me pase mordisqueando uno de sus pechos mientras le acariciaba el otro con una mano. En apenas cinco minutos soltó el cigarro, empezó a jadear y comenzó a apretarme tanto la cabeza como mi mano sobre sus menudos pechos, viendo y escuchando muy sorprendido como se corría en nada babeando de gusto.
-¡Es la primera vez que lo veo!- la dije besando su preciosa boca.
-¡Hace ya mucho tiempo que no me pasaba… pues casi desde que mi marido y yo éramos todavía novios y se pasaba horas tocándome los pechos!- me comento claramente con amargura.
-¡Mis zonas favoritas de una mujer son su boca y el culo… y en tu caso, no sabría con cual de las dos quedarme!- la dije por cambiar de tema mientras la acariciaba ambas zonas.
-¿Yo puedo ayudarte a decidirte?- me pregunto con una malévola sonrisa.
-¡Por supuesto… es mas, toda ayuda para tan crucial decisión es poca!- la conteste haciéndola reír mientras empuñaba mi polla.
Para un servidor, ver a una mujer guapa comiéndome la polla o poder contemplar un bonito rostro congestionado mientras las rompo el culo, son de lo más morboso que existe, especialmente si nos referimos a mujeres casadas.
Paula, sin ninguna duda, es una de las mujeres mas guapas que he visto nunca y verla cerrando su boca, tan perfecta como morbosamente sensual, sobre mi polla, me producía un placer difícil de explicar con palabras.
Otro plus de morbo fue notar que la gustaba tragar polla. Digan lo que digan, eso se nota. La mayoría de las tías te comen la polla por compromiso o simplemente para volver a ponértela dura, pero a algunas, como a Paula, las gusta y además las excita.
Normalmente me recreo la vista cuando una tía me come la polla. Las dejo actuar a su manera y a su ritmo.
Con Paula hice lo mismo durante los primeros minutos, pero después me encargue de excitarla acariciándola las tetas, esperando hasta que ya tenía los pezones duros como piedras y babeaba de gusto sobre mi polla para posar mi mano sobre su nuca para hacerla tragar mi polla una y otra vez hasta los cojones.
Fue ella la que decidió cuando dejar de comérmela, levantándose para sentarse a horcajadas y empalarse sobre mi polla para empezar a cabalgarme, alzando mis manos hasta sus pechos para empezar a pellizcar sus erectos y ya duros pezones variando la intensidad en función de sus necesidades.
Espere hasta que bajo el ritmo tras el tercer orgasmo para girarla y tumbarla sobre el sofá, sujetándola de ambas manos para evitar que se acariciara los pechos y comprobar si podía correrse sin tocárselos. La costo bastante llegar al orgasmo, de hecho, nada mas correrse, se la tuve que sacar con rapidez para eyacular sobre su prieto culito.