Paul y yo...
Un hombre y una mujer, se encuentran después de varios meses sin conocerse, debido al COVID. He aquí, la historia de ese encuentro.
Llegamos a la cita, mi cuerpo temblaba incontrolable; yo temía que mi voz trémula, fuera detectada por el individuo, hasta entonces desconocido. Fueron largas sesiones de cartas por internet, entre él y yo; en donde nos describíamos en nuestros gustos, y algunas fotos y filmes, en los cuales, yo, me mostraba en diferentes poses en pantaletas. Hubo filmes íntimos, que jamás antes, había compartido con ningún hombre, ni mujer.
Sobra decir, que el individuo se encontraba muy excitado ante tales imágenes, y ante el hecho de conocernos, y también, lo vi nervioso.
El hombre, se había trasladado de una ciudad, a 3 horas de distancia, y después de socializar entre mi esposo, el y yo, y “soltar los nervios” aquel empezó a acariciarme disimuladamente por debajo de la mesa de aquel lugar.
Yo lo observaba de reojo, respirar cada vez mas excitado, sintiendo y disfrutando con las yemas de sus dedos, la suavidad de mis medias de lycra, hasta que llegó al botón del atractivo liguero, acariciándome mi firme muslo.
En ese instante, decidí cruzar mi pierna, para ofrecerle la cara posterior de mi muslo, la cual acarició ávidamente. Yo subí la minifalda hasta arriba (como si acaso hiciera mucha falta), y poniendo mi culo de lado sobre la silla, le mostré mis bragas rojas trasparentes, y lo observé que se le estaba parando. El hombre, disimuladamente, se acariciaba el bulto, ya en franca efervescencia.
En cierto instante, ya sin ser capaz de contenerse, dijo:
- No puedo más…
Y colocó en mis manos un fajo de billetes, diciendo:
- Deseo comprar a esta atractiva putita, como ya lo habíamos convenido.
Sin esperar más, se colocó de pie, y tomándome de la mano, me llevó casi a rastras al hotel. Llegamos los tres, y mientras mi esposo iba por agua, el individuo me tomo de los cabellos, introduciéndome a la habitación, y empezó a desnudarme, casi arrancándome la ropa. Yo chillaba y suspiraba cual doncella mancillada, y humillada al ser comprada. Antes, al subir las escaleras, sus manos hurgaban mis nalgas, acariciándolas por encima de las bragas.
A Paul (así se llama el individuo), le había encantado la idea de comprarme como a una puta, y al final, me dejó desnuda solo con las medias y el liguero, y arrojándome sobre la cama, me estaba propinando sendas nalgadas; e introdujo su lengua en mi vagina y clítoris, con las piernas estiradas sobre la cama (como le había explicado por correo que me encantaba); en esa posición, me produjo un orgasmo muy intenso y prolongado. Mis tetas brincaban gustosas, y el, las mamaba de vez en cuando.
Ya me había mordisqueado y chupado detrás de la nuca, y el pecho (en donde no se vieran los negros chupetes).
Posteriormente, entre mis gritos de
- desgraciado…eres un animal….
y mis llantos y pujidos, Paul introdujo dos dedos por mi vagina, y con la otra mano, un dedo por mi trasero, y se las arregló para lamer mi clítoris, ante mi orgasmo permanente, y chorros de fluido saliendo por mi uretra; a la vez que me decía:
- Te compré puta, y puedo cogerte como me venga en gana.
Entre jadeos, yo exclamaba a duras penas:
- Si mi rey…si papito…soy tuya… soy tu putita
Para eso, ya había regresado mi esposo, quien, de lejos, disfrutaba la excitante escena.
Sentí una traspasada violenta, y Paul eyaculo chorros dentro de mi vagina, y antes de que yo me quitara, suponiendo que todo había concluido, me tomo fuertemente de mi cabello ahora despeinado; y la introdujo hasta mi garganta, casi haciéndome vomitar; chupandole todo el resto de semen y mis propios fluidos vaginales:
- Trágatela toda mi putita linda, me decía Paul.
Después de un rato, Paul la metió con gran violencia por mi ano; batallando bastante, en medio de mi gritadera y llanto, hasta que, por fin, sentí que algo tronó en mi culito, y la cabezota enorme y colorada, se metió a fuerza; y de un empujón, el muy canalla la introdujo toda…
Toda aquella vergota larga y gorda; insoportablemente hermosa.
Así, de nueva cuenta, Paul eyaculo dentro de mi…
Mis nalgas estaban rojas de tanta nalgada, y en mis oídos, retumbando sus palabras de “puta” y “perra”
Finalmente, mi esposo me propinó una buena cogida por el trasero, y me daba con una tablita sobre mis nalgas, sin importar mis suplicas.
Y cuando yo suponía de nuevo que: todo había concluido, el infatigable Paul, volvió al ataque, y sin piedad alguna, arremetió como una bestia insaciable, mi culo otra vez. Luego, nos fuimos los tres a bailar, y entre el baile, Paul se calentó de nuevo, restregarme su parado bulto sobre mi pubis, y como una buena y dócil putita, tuve que cumplir a mi amo, de nuevo según el trato.
Me llevo al auto, estacionado en un sitio solitario, y ahí, me dio de nuevo tirada sobre el asiento trasero, con el culo hacia arriba; entre nalgadas y leves tirones de cabello, mientras algunos vendedores ambulantes cercanos, atestiguaban excitados la escena, y Paul les decía jadeando de la tremenda calentura:
- Si la quieren tener, es “tanto” por ella…