Patrón y grumete (2ª parte)
Don Andrés y Aitor están deseando llegar pronto a puerto para continuar disfrutando la aventura que comenzó en alta mar.
(Se recomienda haber leído la primera parte del relato.)
El maduro Don Andrés y su joven amante no tardaron mucho en emprender la vuelta. La agradable temperatura permitía que ambos continuaran desnudos, y Don Andrés, con total naturalidad, invitó a Aitor a probar a llevar el timón del barco mientras él, pegado a su espalda, le iba indicando cómo y dónde tenía que poner los brazos.
Aitor sentía que su cuerpo se fundía con el calor que despedía el abrazo de su progenitor y, más que en las indicaciones técnicas, su atención se concentraba en la polla dura que comenzaba a pugnar entre sus nalgas. Sintió que lo invadía un deseo feroz de ser penetrado por aquella verga y no podía hacer nada por impedirlo. Las manos de Don Andrés sujetaban con firmeza sus manos sobre el timón y se sintió extrañamente acogido y protegido.
Pero se acercaban ya peligrosamente al puerto y tuvieron que recobrar las formas, ponerse la ropa y disimular sus erecciones por si alguien les prestaba atención. Tras atracar, Don Andrés ordenó al joven recoger las mochilas mientras él terminaba de amarrar el bote.
Ya en tierra, apretaron el paso para dirigirse al chalet de Don Andrés, que estaba a escasos doscientos metros. Nada más entrar, Aitor reconoció aquella vieja estancia en la que había estado cuando niño. Don Andrés echó la llave por dentro y dijo: “Ya estamos a salvo de posibles mirones. Vamos al dormitorio, que ahí estaremos más cómodos”.
Aitor lo siguió por las escaleras que llevaban al dormitorio en el piso de arriba, sintiendo que su corazón latía otra vez a toda velocidad. Al llegar al cuarto había una cama enorme y todo olía a Don Andrés. Se lanzó a sus brazos para besarlo, pero Don Andrés lo paró: “Espera, quiero que disfrutemos este momento al máximo. Primero desnúdate tú y luego yo.” Y de un salto se acomodó sobre la cama, sentado con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y las manos entrelazadas en la nuca, como quien espera que empiece un espectáculo.
A Aitor le dio un poco de vergüenza pero ni se planteó decir que no. Comenzó a sacarse la camiseta, mostrando nuevamente su musculoso torso; se entretuvo algo más con las bermudas, y luego con los slips, sintiendo cómo Don Andrés lo deseaba con los ojos. Ahora ya estaba totalmente desnudo.
-“¿Y ahora?”- preguntó.
-“Ahora túmbate boca arriba”- y, poniéndose en pie, dejó que el joven se estirara sobre las sábanas. Luego se acercó a la orilla de la cama, de forma que sus pantalones quedaron a un palmo de la cabeza de Aitor. Comenzó a abrir la cremallera de la bragueta mientras Aitor notaba que la boca se le llenaba de saliva.
Don Andrés metió su mano en los calzoncillos y extrajo su polla ya completamente tiesa y descapullada. A Aitor le pareció todavía más apetitosa que antes; giró la cabeza para aproximar sus labios pero Don Andrés lo detuvo sujetando suavemente la frente del chaval con una mano.
-“Espera. ¿Es que tienes prisa? Me gusta ir poco a poco.”- Y le apuntó la punta de la polla a escasos centímetros de la boca de Aitor, pero sin dejarle alcanzarla.
-“Pero, ¿qué son todas estas babas?”-continuó, mientras le introducía un par de dedos en la boca. Aitor notaba que no paraba de producir saliva y empezó a lamerle los dedos con auténtico hambre.
Don Andrés esbozó una sonrisa maliciosa. –“¿Es que no te cansas de chupar? Parece que no has tenido suficiente con lo que te has comido en el barco.”
Seguidamente se separó un momento del cuerpo del joven. –“Ahora me toca a mi despelotarme. Has conseguido que me ponga muy caliente”.
Y se fue quitando primero la camisa y luego las bermudas, recreándose en el proceso mientras Aitor se lo comía con los ojos.
Cuando ya estuvo completamente desnudo se encaramó sobre el cuerpo del chaval, a horcajadas sobre su pecho, los muslos sujetando fuertemente los flancos del joven, su polla dirigida orgullosamente hacia la boca de Aitor, quien por fin pudo engullir el apetitoso mástil con sus labios.
Don Andrés exhaló un profundo gemido de placer. Colocó su mano izquierda en la nuca del joven, recogiendo la cabeza y acercándola a su pelvis para profundizar la mamada.
-“Mmm”-gimió de nuevo, pero el joven enseguida empezó con arcadas, así que tuvo que parar un momento. Sacó la polla de la boca y le colgaban varios hilos de saliva.
-“Tienes que dejármela bien mojadita, que luego tengo que follarte bien”. Las palabras de Don Andrés no hacían más que poner a Aitor cada vez más caliente. Volvió a engullir la verga.
-“Así me gusta, mmm”, gimió de nuevo, mientras imprimía un movimiento de mete y saca, empotrando su polla dentro de la boca del joven, quien notaba la punta en la garganta y tenía que reprimir una y otra vez las arcadas.
-“Lo estás haciendo muy bien. Mira como me tienes”. Y Don Andrés le puso la polla delante de los ojos; se veía tiesa, dura y brillante.
Ante aquella formidable vista, Aitor solo alcanzó a decir: -“Quiero que me folles”.
-“Para eso hemos venido”-rió el maduro y con un ágil movimiento tomó a Aitor de las caderas, lo volteó y lo puso a cuatro patas sobre la cama.
El joven estaba ya fuera de sí: -“Fóllame ya”.
-“Espera, chaval”-rió Don Andrés, -“no tan rápido, que esto te va a gustar”; y situándose detrás de Aitor, separó con fuerza sus nalgas para admirar un orificio de color rosado con algunos pelitos. Hundió con fuerza su boca y comenzó a lamer los bordes del agujero.
El joven, que no se lo esperaba, creyó delirar de placer. Don Andrés estuvo dándole lengua unos diez minutos, humedeciendo concienzudamente el agujerito con su saliva y llegando a introducir la punta de la lengua en el interior del cálido conducto.
Luego pensó que había llegado el momento de desvirgarlo, porque estaba claro que el chaval era virgen. Se puso un condón que tenía en el cajón de la mesilla.
-“Ahora relájate. ¿Es la primera vez que te meten una polla por el culo, chaval?”.
Aitor no dijo nada y Don Andrés pensó: “Quien calla, otorga”, apuntó la punta de su ariete contra el ano del joven y de un impulso le metió dentro el glande entero.
El chaval protestó dolorido, pero Don Andrés no retrocedió ni un centímetro; simplemente esperó unos segundos a que el ano se fuera adaptando a su nuevo ocupante y después continuó hasta introducir el resto de la verga. Luego se sintió poderoso y empezó el movimiento de vaivén, al principio lentamente, pero enseguida con energía. Sintió que la polla se iba calentando y el frotamiento con las paredes del ano de Aitor hacía que cada vez la tuviera más y más dura.
Al joven, por su parte, se le había bajado por completo la erección; empezó a pensar que aquello no le iba a gustar tanto como había previsto, el culo le dolía y le ardía y cada estocada de aquella polla gorda y dura era como una puñalada, pero de repente, la mano de Don Andrés le agarró la polla desde atrás y empezó a masturbarlo mientras continuaba follándolo.
Ahí empezó a sentir más y más placer, y al final, era el propio Aitor quien le suplicaba a Don Andrés: -“Dame más fuerte, dame más fuerte”, hasta que el chaval notó que no aguantaba más y empezó una generosa corrida que puso perdido entero el colchón.
Don Andrés sintió su mano impregnada con la lefa de Aitor y quiso acabar él también. Sacó su polla del culo del joven y le dio media vuelta, poniéndose de nuevo a horcajadas sobre el pecho del chaval. Se quitó el condón. Su polla estaba brillante y sintió el deseo de descargar en la boca de Aitor. Se acercó aún más a la cara y le puso las pelotas en la boca para que se las lamiera.
-“¿Te gustan mis pelotas?”-le espetó con la respiración ya entrecortada.
-“Si, me encanta su sabor”- replicó Aitor.
-“Te gusta comerte mi polla, ¿eh?” y se masturbaba con energía mientras el joven seguía lamiendo sus pelotas. Y continuó:–“Dime, ¿qué es lo que más te gusta de mí?”
-“La polla, me encanta”.
-“¿Quieres que te dé mi leche”
-“Sí, dame toda la leche”
-“¿La quieres en tu boquita, a que sí?”
-“Si, quiero tragarme toda la leche de tus huevos”
Don Andrés continuaba avanzando hacia el orgasmo mientras le hablaba al chaval:
-“Dime, ¿vas a dar gusto a tu viejo amigo Don Andrés?”
-“Si. Además, tu éres algo más que mi viejo amigo Don Andrés.”
-“¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso?”-dijo mientras continuaba pajeándose.
La voz de Aitor cambió de tono: -“Vine hasta aquí para contártelo.”- tragó saliva.- “Mi madre me ha dicho que tú eres mi padre”.
Don Andrés lo miró a los ojos y supo que era verdad.
Una sacudida más de su mano y comenzó a disparar trallazos de esperma dentro de la boca del joven; uno, dos, tres, … Su cabeza no paraba de dar vueltas… ..cuatro, cinco, seis, … apenas recordaba aquella noche loca de verano con su vecina casada… siete, ocho, nueve,… sí, la edad de Aitor podía encajar en las fechas.
Se vio a sí mismo, sudando, de rodillas sobre el cuerpo desnudo de un veinteañero, la polla aún dura dentro de la boca del chaval, y ese chaval era su propio hijo.