Patricia,el ascensor y el extraño señor de negro 4

Patricia tiene una sesión de sexo salvaje con el señor de negro sobre la mesa de su despacho.

Patricia, el ascensor y el extraño señor de negro 4

Para entenderlo en necesario leer las partes 1,2 y 3. Las puedes encontrar en los siguientes liks.

http://www.todorelatos.com/relato/73023/

http://www.todorelatos.com/relato/73106/

http://www.todorelatos.com/relato/73217/

Durante esa mañana Patricia no volvió a sentir ninguna vibración ni cosquilleo proveniente del "regalito" recibido.

Eso le permitió concentrarse en su trabajo y recuperar algo del tiempo perdido por haber llegado más tarde ese día.

Sin embargo no fue suficiente y cuando llegó la hora en la que sus compañeras marcharon a casa ella tuvo que quedarse trabajando.

De pronto un extraño mensaje apareció en el Messenger de su ordenador. Cuando fijo su vista en el, la sorpresa de ver unas gafas negras dibujadas en el cursor, el cosquilleo eléctrico en su clítoris y la toma de conciencia de que estaba sola en toda la planta y hasta las mujeres de la limpieza se habían marchado ya , fue simultanea. Ya no era necesario disimular el placer y cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás, disfrutando del temido y anhelado cosquilleo eléctrico.

Pegó un bote y emitió un pequeño grito de susto llevándose la mano a la boca cuando al abrir los ojos el hombre de negro estaba de pie , con las manos en los bolsillos y las sempiternas gafas bien colocadas, observando atentamente como ella gozaba.

Sin tener una conciencia precisa de lo que hacía, Patricia empujó la silla hacia atrás, abrió las piernas y empezó a acariciarse los pechos sin dejar de mirar fijamente a los ojos que se escondían detrás de las gafas negras.

El hombre de negro permanecía de pie mirando atentamente como Patricia se acariciaba.

Cuando su erección se hizo evidente la cogió en volandas y le arranco literalmente el vestido que llevaba.

La tumbó bocabajo en la mesa y abriendo los cachetes de su lindo y redondo culo le penetró el sexo, lentamente pero de un movimiento continuo, hasta que consiguió encajar todo su miembro en ella.

Patricia, con las tanga por las rodillas y los zapatos de tacón apoyados en el suelo, recibió la penetración con una sonrisa satisfecha. Era como si le hubiera leído el pensamiento y hubiera empezado a penetrarla en su postura favorita. Acelerando lentamente el hombre comenzó a entrar y salir de ella una y otra vez, haciendo que ella sintiera en las paredes de su vagina el roce de toda la longitud de su miembro.

Ella buscaba aire con la boca abierta, cerrando los ojos para sentir más plenamente el placer que el le estaba dando.

El hombre de negro cambiaba de ritmo a cada instante, manteniendo el nivel de excitación de Patricia en el máximo, pero sin dejar que desembocara en un orgasmo.

Parecía que no se iba a cansar nunca cuando de pronto la hizo arrodillarse en el suelo y sin decir palabra la penetró por la boca. Ella apretó los labios en torno a aquel miembro que la estaba matando de placer, saboreando sus propios jugos. Patricia acariciaba su clítoris al mismo tiempo, y su flujo goteaba sobre el suelo de moqueta, provocando una mancha negra que se hacía más grande por momentos.

Cuando menos se lo esperaba el hombre de negro la izó y pasando sus brazos por detrás de sus rodillas la levantó en volandas hasta que su pene quedó a la altura del sexo de Patricia.

Sin previo aviso la dejo caer sobre su polla y la ensartó de un solo golpe.

Patricia echó su cabeza hacia atrás dando un grito de placer. Sentirse manejada como una muñeca por aquellos fuertes brazos le permitía dejarse llevar.

A cada penetración se podía escuchar claramente el ruido de los jugos vaginales de Patricia al chocar su sexo con el pubis del hombre de negro.

Completamente abierta y con la sensación de irse a partir de placer Patricia le espetó con voz ronca al hombre de negro:

-siéntate

Lo empujó hasta la silla y lo hizo sentarse

Ahora ella tomaba la iniciativa e indicaba lo que el debía hacer, suave pero firmemente.

Su deseo ya llevaba mucho rato desatado y estaba completamente desbocada, su mente solo buscaba como dar placer al hombre que le había proporcionado tantos orgasmos.

Ella cogió las manos de el y las sujetó con su mano izquierda para que el no pudiera intervenir en la caricia. Se arrodilló ante el y se metió de un solo golpe su miembro en la boca.

Apretó con sus labios fuertemente y comenzó a hacerlos resbalar hasta el pubis de el, llenándose cada vez la boca de polla. Una y otra vez, lentamente, introducía todo el miembro en la boca y lo volvía a sacar sin dejar de apretar sus labios.

Paró y apretó los dientes suavemente deslizándolos por la superficie de la suave piel.

Volvió a metérsela entera en la boca y fue sacándola de ella lentamente mientras su lengua daba vueltas alrededor del pene.

Apartó su boca y mirándolo a los ojos le apretó firmemente el miembro en su mano mientras deslizaba la piel arriba y abajo masturbándolo y matándolo de placer.

Sin parar de deslizar su mano por el sexo de el, se la metió en la boca de nuevo para realizar las dos caricias a la vez. La polla entraba y salía de su boca mientras su mano se deslizaba por el tronco.

Sin que el hombre de negro se lo esperara, paró de golpe, se incorporó, separó las piernas y sentándose a horcajadas sobre sus piernas se clavó su sexo hasta el fondo. Como loca, saltaba una y otra vez sobre aquella barra de carne que la taladraba y la llevaba al éxtasis. Cambiaba los ritmos, aceleraba, hacía más lento su movimiento, aceleraba de nuevo.

Patricia observo un gesto de placer en la cara del hombre de negro y pudo sentir como su polla se endurecía aún más y su respiración se hacía más rápida.

Queriendo agradecer todo el placer que aquel hombre le había proporcionado saltó de encima de el y se arrodilló en el suelo, metiéndose la polla en la boca y apretando los labios, aceleró sus movimientos hasta que el explotó en su boca y de su sexo empezó a brotar semen a borbotones. Ella intentó tragar todo lo que pudo, pero la cantidad de semen era tan grande que rezumó por sus labios y resbaló por su barbilla cayendo hasta sus pechos.

Ella siguió acariciando con la boca aquel sexo hasta que perdió intensidad.

Durante la relación ella se había corrido varias veces y estaba agotada.

Aún de rodillas apoyó la cabeza sobre las piernas de el intentando recuperar el resuello.

La relajación la llevó a entrar en un sopor pesado que la hizo dormirse.

Cuando despertó el hombre de negro había desaparecido. Sobre la mesa, al lado del teclado de su ordenador, descansaban las gafas negras.

Ella las guardó cuidadosamente en su cajón, sabía que el volvería.