Patricia,el ascensor y el extraño señor de negro 3
Patricia recibe un regalo que la hará disfutar en público a manos del hombre de negro
Patricia, el ascensor y el extraño señor de negro 3
Ensimismada por los acontecimientos del día anterior, Patricia se dirigía aquella mañana de nuevo hacía el ascensor que la llevaría a la planta del edificio de oficinas donde trabajaba.
Inconscientemente, o quizás no tanto, aquel día se había vestido también de manera muy sensual. Su vestido era una expresión mínima de lo que significa esta palabra y apenas alcanzaba a tapar unos centímetros por debajo de sus piernas. En caso de que se agachara descuidadamente su bonito y redondeado culo, apenas tapado por un minúsculo tanga podría ser observado con toda tranquilidad por cualquiera.
Había dormido con una profunda relajación y había despertado un poco más tarde de lo habitual, lo que hizo que llegara ligeramente más tarde al trabajo.
Al no ser la hora punta de entrada de gente a las oficinas no había nadie esperando el ascensor.
Cuando levanto la vista y miró hacia el interior del ascensor pengo un respingo como si estuviera viendo un fantasma.
Apoyado en la pared del fondo del ascensor el hombre del traje negro la miraba a través de sus gafas oscuras.
Ella entró con paso vacilante esperando alguna reacción. Por el contrario, cuando las puertas del ascensor se cerraron y los dos se quedaron solos el hombre de negro no se acercó a ella. En su mano apareció un pequeño paquete envuelto en papel de regalo y se lo alargó a Patricia espetándole un:
Póntelo seco y sin entonación.
Ella alargó la mano para tomar el regalo de manera mecánica y sin poder dejar de mirar a los ojos que escondían las gafas negras lo guardo en su bolso.
Acto seguido el ascensor paró en la planta anterior a la de su piso de oficinas y el hombre misterioso abandonó el ascensor pasando por su lado sin apenas rozarla.
Patricia no pudo volverse ni siquiera a ver como el hombre de negro bajaba del ascensor.
Se quedó mirándose a si misma ensimismada y solo se movió cuando el sonido del ascensor anunció que había llegado a su planta.
De camino hacía su mesa de trabajo los hombres la observaron con un brillo de lujuria en la mirada y las mujeres con uno de envidia. Patricia resplandecía, no solo era su corto vestido. Toda ella despedía sensualidad. Sabía que las aventuras del día anterior se iban a repetir y eso la excito inmediatamente.
Ella seguía con la mirada perdida en el infinito y no se dio cuenta de todo ello.
Apenas llegó a su mesa encendió el ordenador y agarrando el bolso con fuerza se dirigió al lavabo. Se moría de ganas de saber que contenía el paquete que le había entregado el hombre de negro.
Cuando llegó al lavabo se encerró con el pestillo y sacó el paquete del bolso. Lo desenvolvió nerviosamente muerta de curiosidad y excitación.
Cuando abrió la caja encontró un tanga de un material parecido al vinilo o al látex con un bultito a la altura del clítoris. Una nota encima del tanga contenía unas instrucciones claras.
"Póntelo y baja a tomar café"
No dudo ni un momento en seguir las instrucciones. Su sexo ya rezumaba humedad de la excitación que le provocaba pensar en las posibilidades que tenía el juego.
Cuando salió del lavabo sus amigas ya estaban esperándola.
Venga, Patry, vamos a tomar café, que hoy se te han pegado las sabanas .
Ella sonrió y asintió con la cabeza, siguiendo al grupo.
Cuando llegaron a la terraza donde habitualmente tomaban café el estaba sentado con las piernas cruzadas con una postura muy elegante y un café delante, las sempiternas gafas de sol completamente negras puestas.
Patricia se apresuró a adelantar al grupo para marcar donde debían sentarse y procuró sentarse frente a el por todos los medios. Patricia cruzo las piernas una vez que todas sus compañeras se hubieron sentado de manera que solo el pudiera ver claramente que había seguido sus instrucciones y llevaba su regalo puesto. El juego podía empezar.
El hombre de negro fumaba con movimientos lentos y pausados, jugando con el humo mientras este salía de sus gruesos y carnosos labios.
Con la otra mano jugueteaba con un pequeño objeto parecido a un mando de los que abren la puerta del parking.
Patricia pegó un brinco en la silla que hizo que sus compañeras se volvieran extrañadas a mirarla cuando el bulto que descansaba sobre su clítoris y ahora se lo presionaba por estar sentada empezó a vibrar. Una medía sonrisa en los labios del hombre de negro le hizo entender rápidamente a patricia que el mando que el hombre de negro tenía en las manos gobernaba el tanga que ella se había puesto.
Una segunda sonrisa del hombre de negro loe anunció el siguiente movimiento del juego justo un segundo antes de que unas pequeñas descargas eléctricas empezaran a estimular su clítoris llevándola a un estado de excitación que ya no sabia como disimular. Sus mejillas tenían un color rojo encendido y sus pezones apuntaban desafiantes totalmente erectos. Una pequeña gota de sudor resbalaba entre sus pechos.
Las descargas no eran ni mucho menos dolorosas, justo para notar una fuerte excitación en su clítoris.
Tiró su mechero al suelo para poder disimular al agacharse para recogerlo. Aprovechó para descruzar las piernas y mostrar al hombre de negro como su "regalito" se había empapado de sus jugos. Volvió a recuperar su postura después de tomar aire e intentar calmarse.
Apretaba sus piernas nerviosamente tratando de disimular como se acercaba desbocadamente al orgasmo sin conseguir dominar el placer que estaba sintiendo.
Justo cuando estaba a punto de llegar al orgasmo el "regalito" dejó de vibrar. Ella pudo regular de nuevo su respiración y relajar sus músculos.
Patry, estas muy rara hoy . ¿Te encuentras bien?- le preguntaron sus amigas.
Si, si, solo es que no he dormido bien mintió ella descaradamente.
Bueno pues vamos para arriba.
Se levantaron todas y se dirigieron al ascensor.
Patricia iba entro la última en el ascensor por que avanzaba detrás de todas ellas con las piernas temblorosas y tenía miedo que sus compañeras pudieran ver como sus jugos resbalaban por la cara interior de sus muslos hacia sus rodillas. Cuando entró se dio la vuelta y se quedo mirando a la puerta justo un segundo antes de que el extraño señor de negro subiera y se quedara situado frente a ella con las manos en los bolsillos.
Estaba tan pegado a ella que pudo palpar su pene erecto a través de la fina tela de su pantalón justo en el momento que las descargas eléctricas comenzaron a estimular su clítoris. Estaba tan excitada que levantó sus manos disimuladamente para tocar con la mano el sexo de aquel individuo que llevaba dos días manteniéndola en un completo estado de excitación.
Cuando Patricia ya no sabia como iba a terminar aquello, las descargas pararon y el hombre de negro bajo en la siguiente planta con una ligera sonrisa en los labios dando un buenos días con una voz grave y profunda.
Cuando se cerraron de nuevo las puertas una de sus amigas comento:
ummm....., ¡que voz! ¡Muy interesante!
Y todas rieron a coro asintiendo.
Patricia sonrió siguiendo el comentario y pensando en que si supieran lo que ella les parecería mucho más interesante.
Era obvio que la intención del hombre de negro era mantener a Patricia excitada todo el día.
Y no saber lo siguiente que iba a pasar era algo que ponía a Patricia mucho más caliente todavía.