Patricia,el ascensor y el extraño señor de negro 2
Patricia es atraida por el señor de negro y acaban haciendolo en el ascensor
Patricia, el ascensor y el extraño señor de negro 2
Patricia se pasó la mañana pensando en lo que había pasado en el ascensor.
Siempre le había gustado hacerlo en sitios públicos, donde hubiera cierto peligro de ser descubiertos. Esa posibilidad la excitaba mucho. Pero nunca había experimentado algo como lo del ascensor.
Tanta gente, todos tan apretados que se podían sentir las respiraciones ajenas y los perfumes se mezclaban en un espacio tan pequeño... Hasta le sorprendía que nadie se hubiera dado cuenta. Afortunadamente llevaba un vestido corto y no pantalones, por que si no estos se hubieran manchado con sus flujos.
La excitación había disminuido cuando llegó la hora del café y el pitillo de media mañana, pero no había desaparecido del todo.
Se sentó en la terraza en la que habitualmente tomaban algo y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para que no se notara su reacción al ver pasar al maduro del ascensor con un traje negro, una camisa blanca y una corbata oscura.
Se protegía del sol con unas gafas negras estilo "Terminator".
Caminaba de manera resuelta y se dirigía de nuevo hacia los ascensores.
Patricia actuó casi inconscientemente y saltó de la silla como impulsada por un resorte murmurando una escusa de un trabajo urgente para llegar al mismo tiempo a los ascensores.
El pudo darse cuenta de cómo ella apretaba el paso para ponerse a su altura y sonrío de medio lado.
Entraron los dos en el ascensor y la puerta se cerró sigilosamente detrás de ellos. Se miraron sin que el se quitara las gafas, lo que lo hacía más misterioso aún.
Patricia tenia los labios entreabiertos y respiraba agitadamente, el levantó una mano lentamente y la cogió de la nuca acercándola a su cara y dándole un beso profundo. Ella se abandonó a el, no podía reaccionar, le temblaban las piernas, no tenía voluntad.
Metió la mano por debajo de su falda, aparto sus pequeñas bragas y rozó su clítoris en una caricia que ella no había experimentado nunca y que la encendió completamente.
Dos dedos entraban en su vagina buscando un bultito dentro de su vagina que era como otro clítoris pero dentro de ella, mientras el pulgar estimulaba su clítoris haciendo que ella se acercara al clímax de manera meteórica. Nunca había sentido nada así.
El paró el ascensor entre dos pisos y le dio la vuelta bruscamente ensartándola de un solo golpe desde atrás. Ella entro inmediatamente en un estado preorgásmico largísimo mientras el bombeaba desde atrás a grandes golpes de riñones e introducía un miembro de tamaño considerable en su vagina. Ella con las manos apoyadas en la pared apenas podía resistir los embates del hombre y si el no la hubiera tenido bien sujeta de las caderas se hubiera caído al duelo desmayada cuando entró en un orgasmo salvaje en el que tuvo que morderse los labios para no gritar.
Cuando por fin las fuerzas volvieron a sus piernas y puedo darse la vuelta. El seguía con las gafas puestas y cogiéndola de la cabeza la arrodilló a sus pies.
Ella lo miro a la cara y sin dejar de mirarlo se metió aquel pene en la boca, saboreando sus propios jugos.
Recorrió con su lengua toda la superficie del miembro y masturbó con sus labios aquella polla que le había dado tanto placer.
Estuvo así largo rato hasta que empezó a sentir un orgasmo al mismo tiempo que el miembro crecía más aún en su boca anunciando una descarga inminente.
Sin dejar de mirar a los ojos que se escondían detrás de las gafas negras sintió como la boca se le llenaba de semen espeso y caliente y por sus muslos abajo descendían los jugos de su propia corrida.
No pudo tragarlo todo y parte del líquido blanco resbaló por fuera de sus labios sin haberse sacado aún el miembro de la boca.
Limpió bien todo lo que no había podido tragar y tuvieron el tiempo justo de recomponerse mientras el ascensor comenzaba a moverse una vez que el pulsó otra vez la tecla del tercero para que ella pudiera bajar en su planta.
Aún arreglándose el pelo, ella salió del ascensor sin que el hiciera ningún gesto salvo una sonrisa de medio lado. A ella le temblaban las piernas todavía cuando topó de frente con sus compañeras que volvían del café.
Cuando ellas le preguntaron que le había pasado ella murmuró que se había parado el ascensor con la cabeza gacha, pero no lo suficiente como para que sus amigas no pudieran percibir un extraño brillo en sus ojos.