Patricia,el ascensor y el extraño señor de negro 1
Patricia vive su primera experiencia de sexo en público con un extraño hombre vestido de negro
Patricia, el ascensor y el extraño señor de negro 1
A aquellas horas de la mañana los ascensores del edificio de oficinas estaban abarrotados.
Las puertas se abrían una y otra vez para devorar a los oficinistas con caras aburridas que acudían su condena diaria.
Patricia se había puesto un vestido fino y corto que realzaba su figura y con el que se encontraba fresca y cómoda.
El ascensor abrió las puertas y Patricia entró con paso decidido, haciendo que el ligero tejido de su vestido se pegara a sus curvas resaltando su bonito cuerpo.
Al fondo del ascensor, un hombre maduro con traje y corbata negros y las gafas de sol puestas descansaba su espalda sobre una de las paredes.
Detrás de Patricia entro más gente, hasta llenar el cubículo y se vio obligada a darse la vuelta poniéndose de espaldas a aquel desconocido.
La presión de los demás usuarios del ascensor le hizo ir acercándose a aquel hombre hasta quedar pegada a el.
Incluso antes de que se cerraran las puertas pudo notar como una mano se posaba en sus piernas y comenzaba a subir hacia su culo levantando despacio el leve vestido.
La mano llegó hasta una de sus nalgas y sintió como la presión de sus dedos masajeaba su carne firme y redonda.
Cuando las puertas cerraron eran ya las dos manos del hombre las que agarraban decididamente sus nalgas y , separándolas e introduciendo los pulgares por debajo de la escasa tela de su tanga, buscaban su sonrosado ano acariciándolo suavemente.
Patricia no se atrevía a hacer ningún movimiento, luchando mentalmente entre separase o dejarse acariciar de aquella manera que había provocado que su sexo se encharcara.
El morbo de estar rodeada de gente que no sabia lo que estaba pasando la agitaba profundamente, haciendo que una corriente de placer recorriera desde su ano hasta su ombligo acercándola a una súbita y extraña excitación
Disimulada y lentamente abrió las piernas y sacó su culo hacia atrás para facilitar la caricia.
Se mordía los labios disimuladamente para retener los gemidos.
Los hábiles dedos llegaron enseguida a su sexo, que a esas alturas había empapado ya sus pequeñas bragas.
El trayecto se alargaba por que era hora punta y en cada piso subía y bajaba mucha gente, así que a aquellos dedos mágicos les dio tiempo de llegar a su clítoris al mismo tiempo que los de la otra mano presionaban directamente en su ano.
Un dedo índice frotaba su clítoris en círculos mientras un pulgar intentaba abrirse paso en su ano simultáneamente.
A pesar de la circunstancia en la que se estaba produciendo, la caricia era firme y enérgica, pero dulce, delicada y sensual al mismo tiempo.
Sus flujos resbalaban ya por la cara interior se sus muslos, su respiración se agitaba.
El ritmo de las caricias iba aumentando. Al mismo tiempo uno de los dedos se introdujo en el interior de su vagina, haciéndole exhalar el aire de sus pulmones entrecortadamente.
Cerró los ojos y retuvo los gemidos que aquel orgasmo insospechado le estaba provocando. Un ligero temblor la recorrió de arriba abajo mientras intentaba disimular el placer que estaba sintiendo.
Aquellos dedos la estaban llevando al cielo y ella agradecida los estaba empapando como prueba patente de su placer.
En pleno y disimulado orgasmo flexionó sus piernas y empujó su culo hacia atrás para sentirse más llena de placer.
Los dedos salieron de debajo de su falda en el momento que Patricia llegaba a la planta donde trabajaba.
El color encendido de sus mejillas delataba la excitación que le había provocado la situación.
Volvió la cabeza mientras salía de ascensor y pudo ver como el hombre del traje negro le sonreía socarronamente ladeando ligeramente la cabeza.
Ella intuyó que el sabía perfectamente en que planta trabajaba. A ella le sonaba de haberlo visto picar en el ascensor la planta superior a la suya.
No sabía que pasaría las próximas veces que se encontraran ..
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