Patricia. Mi iniciación como sumisa 5

Siguiente parte del relato, en el que Patricia, una abogada de éxito, se viste, por primera vez, como la puta en la que se quiere convertir y comienza a fumar. También conoce el lado sádico de Yolanda, algo que no le gustará nada y sufrirá.

Esta es la parte número cinco del relato de la historia de Patricia, una abogada de éxito, de 29 años y de Madrid, que conoce en un bar a Alfonso, un abogado penalista, que es también Amo con experiencia en BDSM, y se convierte, poco a poco, en su puta.

Sigue Patricia narrando la historia.

Viernes por la tarde, en casa de Alfonso, en Las Lomas, Boadilla del Monte. (En esta parte del relato, toda la acción va a transcurrir aquí)

Ya habíamos hecho todas las compras, se me olvidó comentar que, durante esas compras, también adquirí algunos bolsos, tanto para diario, como para ir de fiesta.

Salimos del centro comercial, en el que ya habíamos hecho todas las compras, y nos dirigimos hasta la casa de Alfonso, en Boadilla, en Las Lomas.

Antes de llegar a su casa, Alfonso paró en un estanco, mejor dicho, en un parking, nos bajamos del coche, anduvimos unos 100 metros, hasta llegar al estanco, y, antes de entrar, Alfonso me dio la orden, de pedir a la chica que nos atendió en el estanco, un cartón de Ducados, y también varios mecheros, pero de los que tienen pulsador para encender.

Alfonso me hace fumar esa marca porque, al parecer, es de lo peor que se puede fumar, según me dijo, y era lo que fumaba su padre (y, mal acabó).

En el estanco, le pedí a la chica, el cartón de esa marca y los mecheros, que le enseñé a  Alfonso, antes de comprarlos, porno equivocarme, y, Alfonso, los aprobó.

Si algo había pensado, desde que firmé el contrato de sumisión, es en que debía ir con mucho cuidado, para evitar cagarla, y ser castigada, aunque, por otro lado, la sola idea de un castigo, hacía que mi coño se humedeciera...

Alfonso pagó a la chica que nos estaba atendiendo en

el

estanco, y volvimos a agarrar el coche de Alfonso, para, ya sí, llegar a su casa, en Las Lomas, Boadilla.

En el coche, Alfonso me pidió que memorizara bien dónde estaba el estanco, porque cada vez que me fuera a quedar sin tabaco, debería acudir a ese estanco, para adquirir más; también me dijo que me fijase bien en el punto de pedido (Nota del autor, en Economía, es el momento en el que se debe efectuar un pedido de nuevo producto, para evitar roturas de stock del mismo), para evitar quedarme sin tabaco.

Le pregunté a Alfonso,

cuál

era el objetivo en cuanto a número de cigarrillos que tenía que fumar cada día, y Él me dijo, que, de momento, 1 paquete diario, y que, poco a poco, iríamos subiendo, hasta intentar llegar a los 4, de todas formas, me dijo que no era lo más importante, pues, evidentemente, al estar trabajando, fumar, era más complicado, pero, que intentara fumar, en cada minuto libre que tuviera.

Sin embargo, me pidió que no me escondiera de fumar, delante de los compañeros/as de trabajo, pues ese, junto con la forma de vestir (ropa de cuero, botas...), era uno de los cambios principales que iban a notar en mí.

Llegamos a la casa de Alfonso, en torno a las 18:30, con unas dos horas, para cambiarme y arreglarme, y que Alfonso también se preparase para ir a la cena con su amiga que, para mí, en ese momento, era aún “misteriosa”, pese a que ya la conocía, cómo descubrí, apenas unas horas más tarde.

Nada más llegar a la casa de Alfonso, aparcamos el coche en el garaje, sacamos algunas bolsas del coche, en especial las que llevaban los paquetes de la peletería y de la lencería, y fuimos al dormitorio de Alfonso, casi directamente.

Yo llevaba el abrigo de visón, bien protegido con la funda y la bolsa con el cartón de tabaco, y Alfonso llevaba el abrigo largo de cuero, con su funda, y una de las bolsas con la lencería.

Antes de llegar al dormitorio, nos encontramos a Yolanda, la asistenta, que, por la mañana, me había hecho sentir, por primera vez, placer, al estar con una mujer.

Estaba desnuda por completo, salvo por las botas altas que llevaba, algo que, a pesar de todo, no me chocó, pues se suponía que era algo normal, teniendo en cuenta los gustos de Alfonso.

También estaba fumando, lo que no me sorprendió, y me recordó que yo, iba, muy pronto, a empezar a hacer lo mismo, teniendo en cuenta la última parada en las compras...

Vi por primera vez sus tetas enormes, y me entraron ganas de lanzarme a ellas, de chuparlas y lamerlas, pero me contuve.

Lo que sí que me extrañó fue, que Alfonso no me la presentó, digamos, de forma oficial, por lo que Él suponía que yo ya la había conocido...

Eso hizo que mi cara cambiara un poco, y me acojonara, pues no sabía si Yolanda ya le habría contado a Alfonso, lo ocurrido por la mañana.

Alfonso le pidió a Yolanda, mientras le daba la llave del coche, que fuera al garaje y subiera al dormitorio, el resto de las bolsas.

Subimos al dormitorio, y Alfonso me ordenó, con voz suave, que me desnudara por completo, pero que me dejara las medias y las botas.

Una vez ya desnuda, salvo por las medias y las botas, Alfonso sacó el cartón de tabaco, agarró un paquete, sacó un cigarrillo, me lo puso en la boca, y me lo encendió con uno de los mecheros que también habíamos comprado.

Yo empecé a toser, un poco, al principio, pero no fue tan duro como pensaba que iba a ser; logré acabarme el primer cigarrillo, e, inmediatamente, Alfonso, volvió a repetir la operación, es decir, nada más acabar, me encendió otro, y también me lo fumé.

Alfonso me explicaba, mientras, que hacía eso, para que me acostumbrara, cuanto antes, a fumar.

Después de mi primera experiencia con el tabaco, Él también empezó a desvestirse, y, mientras yo me encendía el tercer cigarrillo, tal y cómo me había ordenado Alfonso, Yolanda entró en la habitación, de nuevo desnuda, y cargada con las bolsas, que había sacado del maletero del Mercedes CL500 de Alfonso.

Yolanda dejó las bolsas sobre la cama, donde habíamos dejado el resto de las cosas (Los abrigos y la lencería), pero no se fue.

Yo me puse nerviosa, pues no sabía lo que me esperaba, pero, a la vez, también me empecé a poner muy cachonda, y mi coño se empezó, de nuevo a humedecer.

Yolanda me preguntó, con cara de cabreo, que porqué estaba fumando, y yo, le respondí como pude, que Alfonso me lo había ordenado, pero, de todas formas, la cara de cabreo de Yolanda, seguía.

Justo, en ese

momento, Alfonso

volvió, desnudo por completo, con su polla al aire, pero con una mordaza en la mano, me ordenó que abriera la boca, y me puso la mordaza.

Yo estaba muy cachonda, a la vez que aliviada, porque ya pensaba que Yolanda me iba a volver a pegar, pero sin Alfonso delante...

Una vez que ya estaba amordazada, Alfonso le hizo una seña a Yolanda, que hizo lo que os cuento a continuación...

Yolanda sacó una pala de un armario que hay en la habitación de Alfonso, y me dijo que me iba a dar con ella, como castigo, acordado con Alfonso, previamente, por mi mal comportamiento por la mañana.

Así que, uno a uno, fue Yolanda dándome los diez golpes con la pala, que, aunque me dolieron, me excitaron, casi a partes iguales.

Cuando el castigo acabó, o, al menos, eso pensaba yo, y que Yolanda se iba a ir, Alfonso me dijo que observara con atención lo que iba a pasar a continuación, y que aprendiera.

Alfonso me quitó la mordaza, y me ordenó que me encendiera otro cigarrillo, ya el cuarto de la tarde, y que fuera fumando, y encendiendo más, a medida que se me fueran acabando los que me iba fumando

Yolanda se tumbó en el suelo, Alfonso sacó un antifaz, del mismo aparador del que antes había sacado la mordaza, que yo ya no llevaba, por lo que pude asentir, cuando Alfonso me ordenó que, mientras seguía fumando, uno tras otro, mirase y aprendiera.

Le puso el antifaz a Yolanda, sobre los ojos, sin ninguna capa de parches antes ni nada, y, acto seguido, se sacó un moco, se lo puso a Yolanda en su coño, que empezó a humedecerse, y, Alfonso, se lo empezó a chupar y a lamer, hasta que, minutos después, logró lo que yo, no había podido, pues Yolanda se corrió.

Yo había asistido a ese espectáculo, mientras fumaba un cigarrillo tras otro, y, casi sin darme cuenta, me estaba masturbando, debido a la excitación, no me había sentado, porque el dolor de los golpes con la pala, me lo impedía, además, sentí algo de envidia, pues me habría encantado estar en el lugar de Yolanda, en ese momento, y que fuera mi coño, el que Alfonso lamiera con tanto gusto y tanta pasión.

Una vez que ya Alfonso había acabado, y antes de irse, pero ya con el antifaz quitado, Yolanda me dijo, con sus malos modos:

“Tienes mucho que aprender, si realmente quieres llegar a ser una puta, y, sinceramente, dudo que llegues, algún día, ni siquiera, a estar a mi nivel”

Yo me sentí humillada, en ese momento, pero, me di cuenta de que, tal vez, Yolanda, podría tener razón, al fin y al cabo, hace apenas una semana, ni siquiera me planteaba follar, y hoy, estaba presenciando una sesión de porno, en vivo, y acababa de tener mi primera experiencia lésbica.

Después de eso, ya Yolanda se fue, se despidió de Alfonso, con un beso en la boca, algo que me jodió mucho, pero, al fin y al cabo, para Alfonso, yo no era más que un objeto y una propiedad, y me tenía que aguantar.

Cuando ya nos quedamos, Alfonso y yo a solas, llegó el momento de empezar a vestirme para ir a la cena con la amiga de Alfonso.

Apagué el cigarrillo, que ya se había terminado, y, al hacer ademán de encenderme uno más, Alfonso me dijo que no, y me ordenó que le acompañara, mientras me tomaba de la mano.

Primero, Alfonso me ordenó que me duchara con él, para que me quedara bien limpia, antes de vestirme, con la ropa que iba a estrenar para esa noche.

En la ducha, Alfonso me estuvo duchando y lavando, se comportó como todo un caballero, aunque me dio un manotazo cuando yo intenté tocar su polla, que estaba erecta, y me dijo que sólo se la tocara cuando Él me lo pidiera.

En cambio, sí me dejó que le pusiera jabón, y champú para el pelo, y que usara la esponja por su cuerpo.

Mientras yo le enjabonaba, Alfonso me metió un dedo en mi culo, y yo gemí de placer, y por lo inesperado.

Una vez ya duchados, Alfonso me secó por completo, y, una vez ya seca, pasamos al dormitorio, para empezar a vestirme.

Al salir del baño, para ir a la habitación, de nuevo, nos encontramos con Yolanda, que seguía igual de desnuda que antes, al vernos, le puso la mano a Alfonso en la polla, y Él se dejó tocar, sin oponer resistencia, como había hecho conmigo, minutos antes, en la ducha.

Yo me tuve que volver a joder y a aguantarme, pero, repito, es lo que había.

Yolanda estaba ahí, para ayudarme a vestir, pues iba a llevar, entre otras cosas, un

corset

, y necesitaba su ayuda para atarlo adecuadamente.

Antes de empezar a vestirme, Yolanda, me amenazó con enfadarse y castigarme, si me portaba mal mientras me ayudaba.

Ahora, os voy a ir relatando, cada una de las cosas que me puse ese día, para vestirme.

Partimos de la base de que estaba totalmente desnuda, y descalza, sin maquillar y sin nada, al natural.

Toda la ropa era nueva, de la que habíamos adquirido esa tarde (Ver el capítulo de la tarde de compras)

  • Cuando estaba aún desnuda completamente, llegó la primera sorpresa, pues Alfonso sacó la caja negra que había comprado en el sex-shop, y me enseñó su contenido, era un

plug

anal, una especie de tapón, que me metió en el culo, y me dijo que, a partir de ahora, sólo me lo iba a sacar, para cagar, y para cuando Él, o alguien por Él ordenado, quisiera follarme y usarme por el culo. * La segunda prenda que me puso Alfonso, fue un tanga negro, que sacó de una de las bolsas. * A eso, se unió un sujetador, de cuero negro, que me puso en las tetas, ya tapándolas. * La segunda sorpresa, llegó cuando Alfonso sacó el paquete que habíamos adquirido en la peletería, pero que yo no conocía su interior; sacó un

corset

, de cuero negro, y le pidió a Yolanda, que me lo pusiera y me lo ajustara, lo más prieto posible.  Yolanda estuvo cerca de diez minutos ajustando, hasta que logró su objetivo, y el

corset

me apretaba, pero podía respirar. Durante el tiempo que tardó Yolanda en ponerme el

corset

, me fumé dos cigarrillos, porque Alfonso me acercó el paquete de tabaco y el mechero, para que aprovechara el tiempo, fumando. * Luego, Alfonso, sacó un paquete de medias, negras, y me puso una en cada pierna * Después, sacó una especie de esposas, pero más anchas, y me las puso, a la altura de los muslos, podía caminar, pero, cada paso, costaba un poco más. * La tercera sorpresa, llegó con el vestido; de nuevo, Alfonso, volvió al paquete misterioso, y sacó el vestido, largo, de cuero negro, y con un corte a la altura del muslo. Yolanda me tuvo que ayudar a ponérmelo, pero fue relativamente sencillo, mi vestimenta, ya iba tomando forma. * La cuarta sorpresa, llegó cuando Alfonso sacó unos guantes, muy largos, hasta el codo, de cuero negro, y me los puso, al igual que las medias, pero en este caso, en los brazos y las manos. Eran guantes de los que se utilizan para ir a la ópera. * Faltaba aún calzarme, así que Alfonso me puso un par de botas, al muslo, que habíamos comprado, y que tenían plataforma * La quinta, y última sorpresa, vino en forma de collar, pues la última caja, dentro de la caja misteriosa, era un collar, de unos 10 cm de alto, que, con él puesto, apenas podía mover el cuello, pues era casi postural, como si fuera un collarín. * Una vez que ya estaba casi todo, Alfonso sacó algo más, que me dio mucho gusto, pues ya parecía que iba a ser el momento de probarlo, por fin. Sacó el paquete de parches para tapar los ojos, y me tapó el ojo derecho. Antes, puso un esparadrapo en mi ojo, para que no pudiera abrirlo, y, encima del parche, pero por el borde de abajo, una tirita, para que no se pudiera salir el parche.

Una vez que ya estaba todo, salvo la parte del abrigo, fui con Alfonso al espejo, me miré, y me encantó lo que pude ver, mejor dicho, lo que el parche, que tapaba mi ojo, me dejaba ver.

Alfonso me dijo que me quedaba muy bien, Yolanda hizo un gesto de asco, al parecer, no le gustaba cómo estaba quedando, le dio otro beso a Alfonso, también en la boca, en esta ocasión, y se fue.

Antes de la escena del salón, Alfonso sacó uno de los bolsos de fiesta, y me ayudó a llenarlo con las pocas cosas que siempre llevo encima, por lo que pueda pasar (DNI, tabaco para fumar durante la noche, móvil, algo de dinero...)

Eran ya las 20:15, Alfonso me ayudó a bajar al salón, pues, entre el parche, y los tacones, necesitaba algo de ayuda, para bajar las escaleras, Alfonso me esposó las manos, para que no pudiera irme ni quitarme nada de la ropa que llevaba puesta, y me pidió que le esperase ahí, porque él, aún se tenía que vestir.

Me senté, a pesar de que era la primera vez, tras los diez golpes con la pala que me había dado Yolanda, y que el culo me dolía, además, estaba el

plug

anal, que era algo incómodo, pero me daba placer cada paso que daba.

A pesar de las esposas, podía fumar, aunque me costaba un poco más, pero estaba cómoda y cachonda; me habría gustado masturbarme, pero, tanto las esposas como la ropa, me lo impedían.

También me dijo que, cuando Él, ya estuviera vestido, me bajaría el abrigo de visón y un bolso de fiesta, de los que habíamos comprado, y me ayudaría a ponérmelo, para completar mí, ya de por sí, imponente vestimenta.

En esas estaba, sentada, más o menos tranquila y fumando, en el sofá de Alfonso, y esperando a que bajara, con el abrigo, para ponérmelo e irnos a conocer (O eso pensaba yo), a su amiga, cuando, Yolanda, volvió a aparecer.

Yo puse mala cara, pues no sabía muy bien, qué esperar, si las cosas se ponían feas, podría quedarme sin cena, o sin vestido.

Yolanda se sentó a mi lado, y empezó a hablar, con cara de pocos amigos. Agarró el cigarrillo que yo estaba fumando, y me llenó la cara con el humo, a sabiendas de lo que hacía, lo que me provocó una tos.

“No sé, zorra, ni quién eres, exactamente, ni a qué has venido aquí, pero, te advierto que, si intentas quitarme a Alfonso, a mí me vas a tener enfrente, porque Alfonso va a ser para mí, y no voy a dudar en tratarte mal, hasta que logre mi objetivo y te vayas”

Una vez que dijo esto, me devolvió el cigarrillo, y se fue, justo cuando Alfonso ya bajaba, todo trajeado, y con el abrigo de visón en la mano, para ayudarme a ponérmelo.

Yo me quedé un poco, en shock, sin saber muy bien que decir, pero, pude

sonreír

a Alfonso, intentando que no se diera cuenta de nada de lo que acababa de pasar, y que, a mí, me jodió mucho.

Alfonso, me quitó las esposas, y me ayudó a ponerme el abrigo de visón, me dio el bolso de fiesta, y me pude volver a ver (Lo que me permitía el parche), en otro espejo, y ya completamente vestida, y fuimos hasta el garaje, donde Alfonso agarró un Porsche

Taycan

nuevo (Se veía por la matrícula), y fuimos hasta la casa de la amiga misteriosa.

Yo iba, por un lado, muy excitada, por todo lo que llevaba puesto, cada paso que daba, hacía que recordara que mi culo estaba lleno, gracias al

plug

anal, el

corset

, hasta que me acostumbré a él, me recordaba, en cada respiración, que estaba ahí, los tacones y las esposas en los muslos, dar cada paso, sola, era un suplicio,

porno

hablar del parche en el ojo, que me impedía ver y del collar, que, aunque no era, del todo, postural, también me impedía poder mover bien el cuello, y me hacía ir rígida.

Por otro lado, iba algo jodida, y preocupada, pues no sabía si Alfonso era conocedor de las amenazas de Yolanda...

Pero, decidí no pensar más en Yolanda y sus malos modos, y centrarme en lo que iba a pasar esa noche.

Por supuesto, mientras salíamos por la puerta, me encendí otro cigarrillo...

En el próximo capítulo, os contaré lo que pasó en la cena con la amiga

misteriosa, y

con sus hijas...

El autor acepta comentarios, emails y  sobre este y otros relatos que voy escribiendo.