Patricia. Mi iniciación como sumisa 4

Patricia y Alfonso, pasan la tarde de compras. aparecen dos personajes nuevos, pero no identificados.

Esta es la parte número 4 del relato en el que Patricia, una abogada de éxito, nos narra cómo conoció a Alfonso, un abogado penalista, que es, también, Amo BDSM, y se convirtió en su puta.

En este capítulo, Patricia ya ha firmado el contrato de sumisión, y empieza ya a ser la sumisa de Alfonso.

Sigue Patricia narrando el relato

Jueves por la noche. Patricia empieza a ser, oficialmente, la sumisa de Alfonso

Una vez que ya firmamos los dos, tanto Alfonso como yo, el contrato de sumisión, Alfonso me dio, para celebrarlo, un apasionado beso en la boca, y me dijo que, en ese momento, haríamos una pequeña celebración, pero que las circunstancias le impedían pasar, del todo, esa noche conmigo y follarme, pues, al día siguiente, viernes, tenía que madrugar mucho para hacer un viaje, aunque estaría de vuelta en torno a las 15:00 del viernes, para que pudiéramos pasar todo el fin de semana juntos y disfrutando, a la vez que comenzando, oficialmente, mi andadura como sumisa.

La celebración consistió en ir a tomar una copa a un pub, cercano al restaurante donde habíamos ido, Alfonso y yo, a cenar aquella noche.

Nos pedimos

dos whiskies

con refresco de cola, estuvimos un rato hablando, en el que Alfonso me empezó a preparar, y me avisó de que, el viernes, iba a ser inolvidable, como así fue.

Después de tomar las copas, se despidió de mí, me dijo que nos veríamos el viernes en torno a las 14:30, y se fue, pero, justo antes de irse, me dijo, al oído:

“Tu castigo, por romper el huevo el otro día, es dejarte con todo el calentón; si me entero de que te masturbas hasta que mañana nos veamos, me enfadaré”

Yo me quedé un poco sorprendida, a la vez que muy caliente, pues, en efecto, estaba ya casi suplicando ser follada, además, el saber que no iba a poder masturbarme, me ponía aún más cachonda.

Llegué a casa, tras pedir otro VTC que me llevara, pues, aparte de que había bebido, no llevaba el coche.

No era demasiado tarde, en comparación con otros días, pero, cómo no había dormido apenas la noche anterior, me desnudé y me metí en la cama, en la que caí rendida.

Sí que es cierto, que tenía ganas de masturbarme, pero me contuve como pude, me costó mucho, pero lo logré...

Viernes por la mañana. La mañana de Patricia

Me levanté a las 7, cómo solía hacer cuando estaba en casa, antes de que todo esto empezara y mi vida cambiara.

Me duché, y no pude aguantar más las ganas, me tuve que masturbar, error que me costaría caro, aunque no pensé en las consecuencias, sino en el placer inmediato que me di al masturbarme.

Al fin y al cabo, pensaba yo, será difícil que Alfonso se diera cuenta de que me había masturbado, pues no puede verme ahora... (Eso era lo que yo pensaba, pero, tiempo después, me di cuenta de que eso, no era exactamente así...)

Me vestí de oficina, agarré otro VTC, pues supuse que Alfonso me iba a pasar a recoger o que tendría que ir al restaurante y, porno aparcar, era mejor no agarrar el coche.

Llegué a la oficina, y estuve trabajando, gran parte de la mañana, hasta que, en torno a las 13:30, recibí un

Whatsapp

de Alfonso, en el que me pedía, que me volviera a poner la falda y las botas, que llevaba en la cita del miércoles.

Me empecé a acojonar, pues el tiempo iba a ir muy justo, y no sabía si iba a poder llegar a la cita para comer con Alfonso, a tiempo, teniendo que pasar antes por casa, para ducharme a toda prisa y cambiarme, además, iba sin coche (“Porno aparcar”, me dije mientras me

auto-insultaba

)

Así que, agarré una VTC a mi casa, me di una ducha rápida, y me vestí como pude, me puse una camisa blanca, y la falda y las botas, agarré, por un lado, la chaqueta de cuero, y, por otro, otra VTC, y fui directa al restaurante.

Con Alfonso en el restaurante. Viernes por la tarde

Llegué a tiempo justo, pero, Alfonso, ya estaba allí.

Me saludó con un beso en la boca, yo le veía, contento, pero con un pequeño gesto de disgusto, que no supe interpretar muy bien a qué era debido.

Durante la comida, me explicó en qué consistía la sorpresa que me tenía preparada para la tarde del viernes.

  • La tarde del viernes, la pasaríamos de compras, pues, al acabar de comer, agarraríamos su coche, e iríamos a un centro comercial, en el que había una peletería, entre otras tiendas, para equiparme con la ropa de cuero necesaria, para poderme vestir así durante un tiempo.
  • Al acabar las compras, iríamos a su casa, en Boadilla del Monte, y me ayudaría a vestirme para ir a cenar a casa de una amiga suya que nos había invitado. (Eso lo contaré en el siguiente capítulo)

Me gustó el plan, pero no sabía, claro está lo que iba a pasar a continuación.

Acabamos de comer, café con moco incluido, y agarramos el coche de Alfonso, que volvía a ser el Mercedes CL500 antiguo del día anterior, y fuimos en dirección al centro comercial.

Mi cara fue cambiando, al darme cuenta de que íbamos a ir, a un lugar que yo ya conocía, y que, al lector habitual de los relatos de Alfonso, le sonará.

Sí, habéis acertado, fuimos al centro comercial, algo alejado, al que yo había ido el miércoles, y en el que conocí a Cristina, y vi, en el escaparate, el visón y el abrigo largo de cuero.

Llegamos al centro comercial, aparcamos en el parking, y, cómo aún no habían abierto la peletería, pues fuimos, en primer lugar, a la tienda de lencería, en la que me compré varios paquetes, de lencería, toda negra, para poder tener repuestos.

Después de la lencería, y de pasar por el coche, para dejar los paquetes, las bolsas, según Alfonso, “

Porno

ir cargados”, fuimos a la peletería, que ya estaba abierta.

En la peletería .

Al entrar, yo me quedé alucinada con lo que había allí, pues estaba todo lleno de prendas de pieles de diferentes animales.

Una de las dependientas, tenía unos 20 años, era rubia, bastante pecosa y con aparato dental, llevaba un vestido de cuero algo corto y muy escotado, sus tetas, claramente, estaban operadas, y el cuerpo, se notaba que estaba trabajado en el gimnasio.

Por debajo del vestido, asomaba una pequeña mancha de nacimiento marrón, en su pierna derecha.

Alfonso le pidió a la dependienta, que le sacara lo que habían hablado por teléfono, y, minutos después, volvió con tres artículos...

Uno de ellos, era el abrigo largo y negro de cuero, tipo

Mátrix

, que había visto en el escaparate, y que me había gustado.

Alfonso me dijo que me quitara la chaqueta y me lo probara, para ver cómo me quedaba.

Me lo puse, y estaba hecho para mí, así que Alfonso dijo que nos lo llevábamos.

El otro artículo, era, de nuevo para sorpresa mía, el abrigo de visón que también me había gustado.

Me quité el abrigo largo de cuero, y me puse el de visón, para probarlo.

Como también me estaba bien, Alfonso dijo que también iba a ser nuestro.

Por último, sacó también un paquete misterioso, que no me dejaron ver, pero, ya en casa, pude ver que se trataba de un vestido largo de cuero, que, aunque no me dejaron probar, por falta de tiempo, también nos llevamos.

Alfonso pagó la cuenta de las tres compras, y me dijo que aún faltaban cosas por comprar.

Fuimos a la sección de mujer, y estuvimos seleccionando diversas faldas, de diversos largos, desde alguna de tubo hasta otras, muy muy cortas, que apenas sí tapaban algo mi culo.

También adquirimos varias blusas, casi todas negras o blancas y elegantes, y alguna otra cosa más, en especial, de calzado, pues me compré varios pares de botas altas, y también de botas al muslo, que ya iré describiendo.

Pero, lo mejor, llegó al final.

Alfonso me llevó a un sex-shop.

En el Sex-shop

Había una chica muy joven, apenas rozaba los 18 años, atendiendo, era igual de rubia y de guapa que la chica de la peletería.

Llevaba una falda de vinilo muy corta, y un top que cubría lo mínimo, tenía unas tetas enormes, y parecía gótica.

Alfonso le dijo que le diera lo que había pedido por la mañana, que lo había reservado, era una caja negra, sin ningún indicativo externo de lo que podría ser.

Yo estaba ya muy cachonda, pensando en qué diantres habría en esa caja... eso fue algo que descubrí esa misma tarde, aunque ya en la casa de Alfonso.

Sin más paradas ya, salvo para tomar un café, curiosamente, en la misma cafetería donde Cristina y yo fuimos el miércoles, para tomar el primero de muchos cafés que ya nos hemos tomado, fuimos ya en dirección Boadilla, a casa de Alfonso, en Las Lomas.

Entre tienda y tienda, hicimos paradas en el coche de Alfonso para llevar, poco a poco, las bolsas de las distintas compras que fuimos haciendo.

Lo que pasó en la casa de Alfonso, cómo me vestí para la cena con la amiga de Alfonso, la identidad de esa amiga, y más cosas, en el siguiente capítulo de la serie.

Nota del autor:

Este capítulo es algo más corto de lo que pensaba, en un principio, pero es debido a que, en el día de hoy, he escrito otros dos capítulos, y mi tiempo no daba ya para más.

El autor acepta emails, comentarios y Skype sobre los relatos.