Patricia. Mi iniciación como sumisa 3

La firma del contrato. Mi primera vez con Yolanda, la asistenta

Esta es la parte número 3 del relato de Patricia, una abogada madrileña de éxito, que conoce a Alfonso, un abogado penalista, que es también Amo BDSM, con experiencia, y le hace una propuesta que empezará a cambiar la vida de Patricia, y hará que Patricia se convierta en su puta.

Sigue Patricia narrando la historia. En esta parte, hay dominación lésbica

Jueves, en casa de Alfonso, en Las Lomas, Boadilla del Monte.

Eran las 6 de la mañana del jueves, apenas había podido dormir, pues, cuando nos fuimos Alfonso y yo a dormir, no pude apenas conciliar el sueño, ya que me quedé pensando en si debía o no firmar el contrato de sumisión que Alfonso me había ofrecido, y empezar a convertirme en su puta.

Además, estaba muy caliente, con ganas de masturbarme, y, si por mí hubiera sido, no hubiera intentado dormir y le habría pedido a Alfonso, que me follase durante el resto de la noche, pero Él quería dormir, así que me quedé con las ganas de seguir con la noche de sexo, de la que tantas ganas tenía.

De nuevo, cuando sonó el despertador, y a pesar de que lo que me apetecía era irme a la ducha con Alfonso, y que pasara lo que tuviera que pasar, lo que me dijo Alfonso, fue, que bajara, desnuda pero con las botas puestas, a la cocina, que preparase una tortilla de chorizo para cada uno, y, también, café para los dos, que me esperase, porque bajaría cuando estuviera ya vestido, y, por supuesto, que tuviera mucho cuidado al preparar el desayuno, porque, si volvía a meter la pata, el segundo castigo, iba a ser mayor que el primero, que, aún estaba pendiente.

Así que, dicho y hecho, me puse las botas, y bajé a la cocina.

Al llegar a la cocina, saqué, con mucho cuidado, 3 huevos del frigorífico, un

blister

de chorizo que encontré, y me dispuse a preparar la tortilla, pero, antes, puse la cafetera en marcha para ir preparando los dos cafés.

Como el tema de los mocos, en el contrato, me había llamado la atención (Se puede ver en el capítulo en el que pongo el contrato que Alfonso me ofreció firmar), le pregunté a Alfonso, y me dijo

que,

a Él, le gustaban los mocos, que se los sacaba y, a veces, se los comía, era algo que le había enseñado su padre, y adquirió la costumbre.

Decidí hacer

una prueba, aún a sabiendas de que Alfonso se podría enfadar, pero, lo intenté.

Batí los huevos, añadí el chorizo, y, después, me saqué un moco, y lo añadí a la mezcla de los huevos y el chorizo, y me dispuse a hacer la tortilla, a ponerla en la

sartén

, para que se friera, para que se cocinara adecuadamente.

Ya sé que pensareis que soy una cochina, pues sí, lo soy, pero estoy muy orgullosa de serlo.

Sacarme un moco, me puso cachonda, de repente, por lo que me entraron ganas de masturbarme, de tocarme mi coño desnudo, que, de nuevo, empezaba a humedecerse, pero, ahí, metí la pata.

Justo, en ese momento, llegó Alfonso, y me pilló en plena masturbación. Iba ya todo trajeado, como el día anterior, ya preparado para salir, disparado a trabajar, al acabar de desayunar.

No dijo nada, sobre mi masturbación, pero, días después, me di cuenta de que sí se había dado cuenta de eso, ya os contaré el porqué.

Estuvimos desayunando, me dijo que, el plan para el día de hoy, bueno, mejor dicho, para la noche, era quedar a cenar con Él, al salir de las respectivas oficinas, y ya, porque, al día siguiente, viernes, sí que tenía para mí, una sorpresa reservada, si me decidía a firmar el contrato de sumisión.

Algo importante sobre el contrato es,

que,

de firmarlo, tendría que ser delante de él, para que no hubiera dudas de que lo firmaba yo.

Al acabar de desayunar, de nuevo, Alfonso, se despidió de mí, con un beso en la boca, y me dijo lo mismo, que cerrase al salir.

También me dijo que la tortilla tenía un toque especial, que se había dado cuenta...

Sola en casa de Alfonso. Aparece Yolanda, la asistenta.

Yo, ese día, iba con más calma, no tenía que entrar en la oficina hasta las 11, porque había pedido media mañana libre, con la excusa de tener que hacer unas gestiones, así que, antes de ducharme e irme de la casa de Alfonso, me fui al salón de su casa, me senté en uno de los sofás de cuero, y le envié un

Whatsapp

a Cristina

En esos mensajes, le propuse, quedar para comer, porque tenía varias consultas que hacerle, sobre ropa y demás.

Cristina me dijo que tendría poco tiempo, porque los jueves, se los pasaba en el gimnasio, entrenando 8 horas, de ahí que tuviera semejante cuerpazo, pero, me dijo que sí, y que nos íbamos a ver en torno a las 14:00, en un restaurante próximo al gimnasio, para que Cristina pudiera volver al gimnasio, después de comer, como si viniera una mujer con bigote a besarla. (Eso lo dijo literalmente)

Ya iba casi a subir a la habitación de Alfonso, para ducharme y vestirme, cuando, apareció Yolanda.

Yolanda, es la asistenta de la casa de Alfonso, apenas tiene 20 años, pero ya se ha operado las tetas y el culo, y tiene un cuerpazo de impresión, al parecer, compagina la limpieza en la casa de Alfonso, con servicios de BDSM en una mazmorra, con lo que ha conseguido el dinero para todas las cirugías que lleva.

Ese día llevaba un pantalón corto y negro de deporte, y un top muy escotado, en el que parecía que sus enormes tetas iban a salir, si se descuidaba...

Mi coño se humedeció al verla así vestida.

Se quitó los auriculares que llevaba, y me preguntó, con muy malos modales, que quién coño era yo, y que qué hacía allí.

Yo le expliqué, como pude, que era una amiga de Alfonso, y que había pasado con Él la noche. Yolanda no se quedó nada convencida, por lo que agarró su móvil, e hizo una llamada.

Al colgar la llamada, me dijo que no había problema, pero que esto que había hecho, no estaba bien, y que se lo tendría que compensar de alguna forma.

Se bajó el pantalón negro y corto de deporte que llevaba, y me dijo, literalmente, señalando a su coño, en el que llevaba un piercing:

“Lámelo, zorra y haz que me corra o te castigaré aún más”

Yo no sabía muy bien qué hacer, pero, ver su cuerpo perfecto, hizo que mis pezones se pusieran duros, así que, me puse de rodillas, y comencé a lamer el coño de Yolanda, que se había sentado en un sillón de relax que Alfonso tiene en su salón.

Estuve un buen rato, lamiendo su coño, pero, no había forma de hacer que se corriese, así que, Yolanda, se estaba empezando a cabrear.

Yo le propuse, la posibilidad de que me tapara un ojo, con uno de los parches que Alfonso me había enseñado días antes, a ver si así, lograba hacer que se corriese, pero Yolanda, que ya estaba prevenida, me dijo que no, y que, además, por haberlo propuesto, me iba a castigar.

Se fue a un mueble que había en el salón, sacó una pala, y me dio 5 golpes en el culo, con la pala, pero, antes, me dijo que los iba a tener que ir contando, uno tras otro, y que, si me equivocaba al contar, empezaría desde 0.

Por suerte, los números, son mi fuerte, y no hubo problema con eso, pero los golpes de pala, me dejaron el culo algo rojo, pero, eso sí, el coño, me lo dejó chorreando.

Finalmente, me dijo Yolanda, que me vistiera lo más rápido que pudiera, y que me largara, y que iba a avisar a Alfonso de lo ocurrido, para que Él tomara cartas en el asunto.

Me vestí como pude, la falda, el jersey, que estaba manchado y logré recuperar de la lavadora, las botas, sin medias, agarré el móvil, pedí una VTC, y me fui a la calle, a esperar al VTC.

Minutos después, llegó el VTC, me monté en el asiento trasero, le indiqué la dirección a la conductora, y fuimos ya en dirección a mi casa, para ducharme, cambiarme para ir a la oficina y pasar la mañana de jueves lo mejor posible.

Jueves por la mañana, el día de Patricia

Llegué a mi casa, me desnudé, me metí en la ducha, me di una ducha rápida, pues ya iba algo mal de tiempo, porque había algo de atasco entre Boadilla y Madrid, me vestí de oficina, pensando en que sería una de las últimas veces que iría así vestida, porque, si esa noche firmaba el contrato, a partir del lunes, iba a tener que ir, por orden de Alfonso, a la oficina, vestida de cuero y con botas...

Fui a la oficina, pasé la mañana, como casi siempre, entre papeles, pero, claro está, mi cabeza estaba en lo que acababa de pasar, en la excitación por follar con Alfonso, y, en la extraña sensación de placer, por lo ocurrido con Yolanda.

Mi culo notaba el dolor, sobre todo, al sentarme, pero, era una sensación muy

agradable

, a la que me tendría que acostumbrar.

A las 13:45, me preparé para ir a la cita con Cristina, no podía llegar tarde, porque su tiempo era escaso, y, si, además, le iba a pedir consejo, pues no podía hacerle ese feo. (Lo que, en ese momento no sabía, era que los retrasos, se pagaban caros...)

Pedí otra VTC, pero tardó un poco en llegar, así que, entre pitos y flautas, llegué al restaurante a las 14:15, con Cristina ya algo cabreada, y pensando en irse, por el posible plantón por mi parte.

Cristina iba, en esta ocasión, vestida de deporte, y mostrando su cuerpazo fitness.

Pedimos algo ligero de comida, pues ella estaba entre entrenamientos, y debía cuidar su alimentación al máximo.

Yo le pedí consejo sobre la ropa de cuero, ya que, el día anterior, Cristina, iba entera de cuero, por lo que supuse que le gustaba, y, acerté, pues me dijo que, cuando no iba al gimnasio, era la ropa que usaba y que le gustaba tanto, que, incluso en verano se la ponía, sin importar que hiciera 40 grados en pleno julio.

También le pregunté por los parches en los ojos, y, su respuesta, me sorprendió, pues me dijo que tenía mucha experiencia con ese tema, pues, su hija Beatriz, los llevaba, casi a diario, por un problema que tenía en los ojos, que eran un poco incómodos, al principio, pero que era cuestión de acostumbrarse a ellos.

Después de la breve comida, pues el tiempo se nos echaba encima a las dos, nos despedimos, sin tomar postre ni café, por el tiempo, pedí otra VTC, y me volví a la oficina.

Antes de entrar en la oficina, pasé por una tienda de los chinos, de esas de alimentación, porque recordé que tenía que probar las bebidas energéticas, para ver si era capaz de beberme una lata grande de un tirón y ver sus efectos.

Por tanto, compré una lata grande, y ya sí, me fui a trabajar.

Pasé la tarde con tranquilidad, y decidí que, esa noche, iba a dar el paso, e iba a firmar el contrato, cuando estuviera ya con Alfonso, en la cena.

La cena de Patricia y Alfonso. Jueves por la noche

En esta ocasión, decidí no cambiarme de ropa, y fui a la cita para cenar con Alfonso, vestida de oficina.

Antes de ir al restaurante, pasé por otra tienda, y me compré una lata, esta vez, pequeña, de bebida energética, para ver cuanta era capaz de absorber, en un día.

Llegué al restaurante con tiempo, pero Alfonso, ya estaba allí, esperándome. Tenía un bolígrafo y una carpeta, al lado de la mesa, en la que estaba, esperándome, el contrato, según me dijo, por si deseaba firmarlo ya.

Yo le dije que sí, que iba a firmarlo, pero que, antes, quería cenar algo, porque tenía hambre.

Cuando llegó el postre, que, por supuesto, era de chocolate, pensé que era el momento para firmar, y así se lo expresé a Alfonso, que me dio un bolígrafo y el contrato para que lo firmara.

Lo firmé, y ahí fue cuando me empecé a sentir libre, a pesar de todo.

Lo que pasó después, y, el día siguiente, viernes, lo seguiré contando en el próximo capítulo del relato.

El autor acepta comentarios, emails y Skype sobre el relato.

Así como está interesado en conocer a las Patricias que hay en el mundo, que quieran cumplir fantasías...