Patricia. Mi iniciación como sumisa 2
Segunda parte de cómo, Patricia, una abogada de éxito, se empieza a convertir en la puta de un abogado penalista. Primer encuentro con Cristina.
Esta es la segunda parte del relato de cómo Patricia, una abogada madrileña de éxito, conoce en un bar a Alfonso, un Amo con experiencia en el BDSM, y se inicia en este mundo de dolor y placer.
El relato lo narra Patricia, en primera persona.
Sigue Patricia, en la casa de Alfonso, en Las Lomas, Boadilla del Monte, el miércoles por la mañana
Alfonso se fue al baño, y yo, desnuda completamente y descalza, pues Alfonso no me había dado ninguna indicación sobre si quería que me vistiera o no, además, sólo tenía la ropa del día anterior para vestirme, bajé las escaleras y busqué la cocina, para intentar preparar algo de desayuno, tal y cómo Alfonso me había indicado.
Logré localizar la cocina, aunque por poco me pierdo por la casa, que era enorme, con los muebles todos negros, a juego con el resto de la casa, se notaba, de forma sutil, que el BDSM formaba mucha parte de la vida de Alfonso.
Abrí el frigorífico y saqué un par de huevos y un paquete de
bacon
que había, e intenté buscar una sartén, para poder freír los huevos, con tan mala suerte de que uno de los huevos, se me escurrió de las manos, se fue al suelo y se partió, derramando en el suelo todo el contenido del huevo.
Intenté, tras proferir insultos varios a mí misma, buscar una fregona, para limpiar el suelo, pero no la encontré, y, justo en ese momento, Alfonso entró en la cocina, ya todo trajeado y listo para ir a su trabajo, pero, previamente, quería desayunar.
Alfonso llevaba un traje, de nuevo, oscuro, camisa azul y corbata también azul, a juego con la camisa, verle así vestido, me empezó a excitar y a ponerme cachonda.
Estaba, en principio, sonriente, pero su cara cambió, al ver el estropicio que había montado en la cocina. Me dijo que no me preocupara en ese instante por ello, que ya, más tarde, cuando la asistenta fuera a la casa de Alfonso a limpiar, ya lo limpiaría, pero que, por la noche, iba a recibir mi castigo por haber roto el huevo en el suelo.
La perspectiva, por un lado, de que por la noche nos íbamos a volver a ver, y, por otro, de
que,
por primera vez, me iba a castigar, hizo que mis pezones, se pusieran duros, y creo que Alfonso se dio cuenta de ello.
También me ordenó que sacara otro huevo del frigorífico, y que me diera prisa en preparar el desayuno, pues le gustaba salir de casa antes de las 8, para poder llegar pronto a su oficina.
Finalmente, logré
freír
los dos huevos, y algo de
bacon
, busqué dos platos para servirnos el desayuno, y empezamos a desayunar.
Alfonso me dijo que, el plan para hoy, era quedar en su oficina en torno a las 21:00, e ir, de nuevo, a su casa, para seguir hablando, y recibir el castigo que me merecía por el incidente con el huevo.
Me pidió que no llevara ropa de reserva/repuesto, para cambiarme al día siguiente.
Me dijo que no llevara el coche para ir a su oficina, que Él me llevaría a su casa en su coche.
También me dijo que no me pusiera en contacto con él, a menos que tuviera alguna duda sobre lo que habíamos hablado en la cena de la noche anterior, o para avisarme de que ya iba para la cita o de que iba a llegar tarde o, incluso, cancelar la cita.
Por último, también se comprometió a tener, a lo largo del día, un primer borrador del contrato BDSM Amo-sumisa que tendríamos que firmar, para que esa noche, pudiera echarle un vistazo.
Alfonso se acabó su desayuno, no dejó nada en el plato, por lo que supuse que le había gustado lo que le había preparado, me dio un beso en la boca, y me dijo que, al salir, cerrase la puerta principal de la casa, sin preocuparme, porque Él estaba atento de la seguridad de la casa.
Tras decirme eso, Alfonso se fue, y me dejó en su casa, a solas.
Yo iba con el tiempo pegado al culo, por lo que subí al dormitorio, recuperé mi ropa, del día anterior, me vestí como pude, sin ducharme ni nada, porque iba, primero, a pasar por mi casa, para darme una breve ducha y cambiarme de ropa y, de ahí, irme al trabajo.
Por tanto, aunque me hubiera gustado, no tuve tiempo de cotillear cómo era la casa de Alfonso, además, no estaba muy segura de hacerlo, pues no sabía si Alfonso podría estar observando la casa, pues había alguna cámara, claramente puesta, de la alarma, y podría haber alguna oculta, para observar la casa a través de una tableta o del
móvil
.
Por si fuera poco, tampoco sabía a qué hora iba a aparecer la asistenta, y habría sido un poco embarazoso, encontrarme a la asistenta y que hubiera habido algún malentendido, o que me pillase, en la cocina y como iba, desnuda.
Salí de la casa, ya vestida, cerré la puerta, y me paré un minuto para observar, ahora ya de día y con luz solar, la casa de Alfonso.
Vi que tenía una enorme piscina, una pista de tenis, un pabellón en el que se vislumbraba una piscina de invierno, y vi la pérgola con el garaje para varios coches, la mayoría de gama alta, pero ya viejos, tipo
youngtimers
, algunos, parecían, por la matrícula, de importación. (Debido a mi gusto por los coches, me gustan también las matrículas y soy un poco friki con eso)
Había una caseta de perro, así que fui a mirar, porque no sabía que Alfonso vivía con alguien más, aunque ese alguien, fuera de 4 patas. En la caseta, se leía el nombre de LEX y había una Pastora Alemana, que salió a saludarme, y me lamió un poco.
Fui hasta la salida de la casa, para observar todo con otra perspectiva, y me di cuenta de que era una casa enorme, la parcela, de las más grandes de la zona.
Pero, como ya he dicho, no había tiempo para detenerme mucho, agarré mi coche, y me fui a mi casa, a ducharme y a cambiarme de ropa.
Miércoles, el día de Patricia en el bufete de abogados, tras la primera noche de sexo en casa de Alfonso.
Llegué a mi casa, me duché, por primera vez en mucho tiempo, hice algo para lo que casi no tengo tiempo, debido al trabajo, pero, ese día, si tenía muchas ganas de hacer, y eso era, masturbarme.
Mientras me duchaba, me masturbé pensando en lo que iba a pasar por la noche, y en si aceptar o no la propuesta que Alfonso me había hecho en la cena de la noche anterior.
Pensé también en qué me iba a poner, para tratar de sorprender a Alfonso, me di cuenta de que me había dicho que le gustaba el cuero, así que me puse a pensar en qué cosas tenía ya en casa que me pudiera poner y que fueran de cuero; como apenas tenía, en ese momento, un par de chaquetas, decidí que era mejor intentar ir de compras, y comprarme, aunque fuera, una falda o un vestido, y ver si así, Alfonso se sorprendía.
Una vez ya duchada, me vestí normal, de oficina, agarré de nuevo el coche, y me fui a la oficina, intentando que nadie notara mi cara de incertidumbre, a la vez
que,
de cierto placer, por lo que me había ocurrido en el último día.
Llegué a la oficina, y estuve
toda la mañana
tratando de centrarme en las distintas cosas que tenía que hacer, disimulando mi calentón interno que llevaba; me costó bastante, tanto centrarme en el trabajo, como dejar de pensar en Alfonso, en lo que ya me había hecho, al follarme la noche antes, y en lo que me iba a hacer, en el castigo y en el contrato de la noche.
Lo que más me costó, pero no me chocó, fue que Alfonso no me dejara ponerme en contacto con él en todo el día.
Pero eso tiene una razón, que os voy a contar
Lo que no os he contado es que, aparte de por venganza por lo que le hizo su madre cuando Alfonso era un niño pequeño, debido a su trabajo, Alfonso apenas tenía tiempo para mantener relaciones de pareja, digamos, convencionales, porno hacer daño a la mujer con la que compartir su vida, es por ello que buscaba a alguien que quisiera ser un objeto, un trofeo, a quien no le importara que, por ejemplo, le dejara plantada en el último momento, por tener que ir a asistir a un detenido.
Cuando llegó la hora de la comida, salí de la oficina, y fui, con el coche, a un centro comercial, busqué uno que estuviera algo apartado de la zona en la que me suelo mover,
porno
encontrarme con algún conocido que pudiera descubrirme, llegué y aparqué el coche en el parking del centro comercial.
El objetivo, en el centro comercial, era doble, por un lado, comer, con cierta rapidez y cualquier cosa, pues no tenía demasiado hambre, y, por otro, ir de compras, con la intención de adquirir alguna prenda de cuero con la que poder sorprender a Alfonso por la noche.
Después de dedicar apenas 15 minutos a la comida, en un local de comida rápida que encontré, fui a la sección de ropa de mujer del centro comercial, y busqué una falda, que fuera corta, pero no demasiado y también una chaqueta que fuera algo llamativa.
El primer encuentro de Patricia con Cristina, en el centro comercial.
En esas estaba, cuando conocí a Cristina, sin saber que se iba a convertir en alguien también muy importante en mi vida, ni saber tampoco, en ese momento, que era Alfonso quien me la enviaba...
Sí que es cierto que, cuando vi a Cristina, noté que mi coño se humedecía, pero lo achaqué más al cuero y a la excitación que ya llevaba por lo que me había pasado en tan poco tiempo, no por ver a Cristina, a pesar de lo buena que estaba y lo bien vestida que iba.
Cristina es una mujer rubia, en torno a los 35 años, en torno a 175cm de altura, sin tacones, aunque, el día que la conocí, llevaba unas botas, al muslo, de mucho tacón, con un cuerpo que se notaba que se lo trabajaba en el gimnasio, pero era natural, salvo, quizás, las tetas (que pensaba que podrían ser operadas, aunque, no exageradamente), muy femenina y muy elegante, al verla, pensé, este es el tipo de mujer que a Alfonso le gusta mucho y en la que me quiere convertir.
Aparentemente, era de carácter dulce, pero, días después, pude comprobar, en mis propias carnes, que eso no siempre era así...
Es debido a eso que pensé que podría ser una buena opción intentar ser amiga suya, porque podría enseñarme muchas cosas en las que yo andaba un poco perdida. (Y tanto que me enseñó...)
Cristina me dijo que me había visto con cara de indecisión, y que, por eso me quería ayudar a elegir la ropa, por cómo iba vestida, pues llevaba, entre otras cosas, un abrigo largo de cuero que me llamó la atención, se notaba que sabía de moda.
Encontré, con ayuda de Cristina, lo que buscaba, y decidí comprarlas.
Es decir, me compré una chaqueta y una falda, ambas de cuero y en color negro. Llamativas, pero no mucho.
Después, pasamos, Cristina y yo, que también se ofreció a acompañarme en lo que quedaba de las compras, por la sección de zapatería de la tienda, vimos unas botas negras de tacón fino, y también me las compré.
Una vez hechas las compras, decidimos premiarnos con un café, de los buenos, para que Cristina y yo nos empezáramos a conocer un poco, estuvimos un rato hablando, me dijo que estaba casada con un abogado, pero que no le prestaba demasiado tiempo ni demasiada atención, y
que,
por eso, se dedicaba mucho tiempo a sí misma.
Durante el café, Cristina se quitó el abrigo largo de cuero que llevaba, y me enseñó que, debajo del abrigo, llevaba un vestido negro, también de cuero, pero, digamos, normal, en realidad, a pesar de ir entera de cuero, parecía una mujer normal, y no la puta, que, días después, me di cuenta que era en realidad.
Después de tomarnos el café, me despedí de Cristina, me dejó su número de teléfono, por si quería quedar otro día y me fui ya a agarrar el coche, para volver a la oficina.
Algo que, en ese momento, no sabía, era que, muy pronto, iba a volver a ver a Cristina y a conocer a sus hijastras...
De vuelta a la oficina y ya por la tarde
De camino al coche, después de haberme tomado ya el café con Cristina, me detuve en el escaparate de una peletería que había en el centro comercial, pero, que, en ese momento, estaba cerrada, porque era la hora del descanso para comer.
Me fijé en un abrigo de visón, de color marrón, y en un abrigo largo de cuero negro, tipo
Mátrix
, (Como el que llevaba Cristina puesto) pensé que me quedarían bien, pero, por el momento, la cosa se quedó ahí.
No sabía lo que iba a pasar, días después, en ese mismo lugar...
Dejé las bolsas en el maletero, y regresé a la oficina.
La tarde transcurrió sin demasiados problemas, y, a las 19:00, decidí que el día de trabajo se acababa, pues tenía que volver a mi casa, para ducharme brevemente, vestirme con la ropa que había comprado, e ir a la oficina de Alfonso para que nos fuéramos a su casa.
Llegué a mi casa, con las bolsas con la ropa y el calzado que me había comprado, me desnudé, me di una breve ducha, y me empecé a vestir.
Al irme a vestir, me di cuenta de que no había comprado nada de lencería especial, que a Alfonso pudiera gustarle, por lo que decidí ponerme unas braguitas negras que tenía, y no llevar sujetador.
En la parte de arriba, me puse un jersey negro, y, abajo, la falda de cuero negro que me había comprado. Me puse unas medias negras, con red, que eran las mejores que tenía, pues tampoco había caído en comprarme medias, las botas que también había adquirido por la mañana, y, por último, la chaqueta de cuero negra recién comprada.
Decidí no maquillarme, pues no sabía si a Alfonso le gustaban maquilladas o no, y tampoco quería preguntarle, preferí dejarlo para cuando le viera en persona.
Le envié un
para decirle que ya iba para allá. Salí de casa en torno a las 20:30, era ya de noche cerrada y hacía mucho frío.
Para ir hasta la ubicación que Alfonso me había dado, agarré una VTC, y llegué a las 20:50, con el tiempo justo, aunque, esta vez, le tuve que esperar yo.
Miércoles. La noche con Alfonso, y la madrugada del miércoles al jueves.
A las 21:00 en punto, apareció Alfonso, iba con el traje que llevaba por la mañana, me saludó con un beso en la boca, me tomó de la mano y me dijo que íbamos a ir a agarrar su coche, que estaba en el garaje, en un parking a unos pocos metros.
Durante el breve paseo hacia donde estaba su coche aparcado, Alfonso se fijó en cómo iba vestida, pero no me dijo nada.
Yo, en ese momento, no sabía que Alfonso ya conocía mis movimientos de ese día y que había estado de compras...
Llegamos al parking, y nos montamos en el coche de Alfonso, en esta ocasión, había dejado el BMW del día anterior en su casa, y llevaba un Mercedes CL500, que, aunque ya tenía sus años, es toda una máquina, por supuesto, tenía asientos de cuero negro.
Alfonso me abrió la puerta del coche, y se puso al volante, ya en dirección a su casa de Boadilla, aunque, antes de ir hacia allí, me preguntó si quería parar en algún sitio o si necesitaba algo, pues, una vez ya en su casa, iba a ser difícil volver atrás.
Durante el trayecto en coche, le pregunté a Alfonso por LEX, la perra que tenía en su casa, me dijo que uno de sus sueños siempre había sido tener un Pastor Alemán, por eso había adoptado a LEX, en cuanto tuvo oportunidad.
También me dijo Alfonso, al preguntarle por los coches aparcados en su jardín y garaje, que, aparte de ser una de sus pasiones, todos sus coches eran automáticos, pues, al ser Alfonso, un amante de la cultura americana, intentaba copiar/seguir las cosas buenas de ese país.
Eso sí, me pidió que no dejara que LEX entrara en la casa, pues su sitio era en el jardín, y vigilando la casa, al fin y al cabo, tenía en torno a 1 hectárea de terreno para jugar, y, de vez en cuando, le sacaba a pasear por la urbanización, ya fuera Él mismo, o la asistenta.
Alfonso aprovechó para explicarme que no era animalista, y que le gustaban los toros, de hecho, algún día, iríamos los dos juntos, si yo aceptaba convertirme en su sumisa.
Hablando también de la asistenta, a la que conocí días después, me dijo que, en caso de que aceptara ser su sumisa, la asistenta sería como Alfonso cuando Él no estuviera, es decir que yo estaría también a las órdenes de la asistenta, si Él estaba fuera de casa y me dejaba en casa a solas con la asistenta.
Eso fue algo que hizo que mi coño siguiera humedeciéndose, pues nunca había pensado en que iba a tener que obedecer, también, a una mujer...
En torno a las 21:45, llegamos a su casa, en Las Lomas, en Boadilla del Monte.
Alfonso aparcó el coche en el garaje, ahí fue cuando pude ver el garaje interior de la casa de Alfonso, en el que había verdaderas joyas del motor, entre las que destacaba un Mercedes Clase S, y mi coche favorito (Aunque, por desgracia, ya no se comercializa), apodado “La Bestia”, el
Hummer
H2, por supuesto, negro.
Al aparcar, Alfonso me abrió la puerta, me dijo que me bajara y que me esperase unos segundos, porque tenía que sacar un paquete del maletero, era una bolsa con cosas para la cena.
Desde el garaje, fuimos al salón de la casa de Alfonso, me dejó ahí, me dijo que iba a volver enseguida, me ofreció una bebida, a lo que le dije que me apetecía una cerveza, y me pidió mi chaqueta, para ponerla a buen recaudo.
Me pidió que estuviera atenta al móvil y que esperase tranquila en el salón.
Minutos después, recibí un
de Alfonso, en el que me pedía que fuera a la cocina, para que me ayudara con la cena, así que fui hacia la cocina.
Llegué a la cocina, en la que Alfonso estaba, ya sin la chaqueta ni la corbata, (Lo que me hizo humedecer mi coño, pues, cada vez tenía más ganas de que Alfonso me follase o me hiciera algo) preparando la cena, sacó del frigorífico de bebidas (Tiene 2, uno para la comida normal, y otro, específico, para bebidas) dos latas de cerveza, de nuevo, de marca blanca y de no muy buen sabor, y me dio una de esas latas.
Me ofreció una jarra de cerveza, por si quería usarla para beber, pero yo le dije que prefería beber a morro, de la misma lata.
La cena consistió en unos huevos rellenos, bien cubiertos por mayonesa y hechos por Alfonso, y unas croquetas que, aunque se notaban que eran de algún sitio de comidas preparadas, estaban buenas. Regamos la cena con una copa de vino blanco.
Alfonso me dijo que tuviera cuidado con no mancharme el jersey, porque, si me manchaba, me lo iba a hacer quitar, y, se apostaba una copa, a que, debajo del jersey, estaban mis tetas, sin nada más, como así era en realidad.
Evidentemente, lo que estáis pensando, sucedió, aunque fue, evidentemente, de manera deliberada, pero disimulada, pues la excitación que me producía la situación, pudo conmigo.
De forma “misteriosa”, una de las croquetas, impactó con mi jersey negro, dejando una manchita de bechamel, por lo que Alfonso, sonrió, y me dijo, mientras me quitaba el jersey, que dejaba ver mis tetas, con los pezones ya muy duros, “Me debes una copa”
Así es que, me quedé, con las tetas al aire, los pezones duros, y disfrutando del resto de la cena.
Durante la cena, estuvimos charlando, y Alfonso me preguntó si disponía de alguna segunda residencia, que estuviera en un lugar tranquilo, y yo le dije que sí, a lo que me respondió que, tal vez, iríamos algún día, para poder jugar allí con tranquilidad y desconectar.
Cómo ya dije antes, por su trabajo, Alfonso suele tener muy poco tiempo libre por lo que me dijo que no veía necesario tener una segunda casa para Él; cuando necesitaba desconectar, se alquilaba un apartamento donde fuera y ya le servía con eso.
El postre, era de chocolate, pues Alfonso me dijo que un día sin chocolate, era un día perdido, y que eso lo tuviera en cuenta, pues, a partir de ahora, todos los días iba a tener que disfrutar del placer del chocolate, incluso por muy mal que me portara.
Un poco de la mousse de chocolate del postre, cayó en una de mis tetas, y, Alfonso, me la lamió, pues no era bueno desperdiciar nada del chocolate, según me explicó.
Mientras Alfonso me lamía la teta con chocolate, mi coño se humedecía cada vez más, ya casi empezaba a chorrear, y, claro está, las ganas de follar, iban, cada minuto, a más.
Después de la cena, Alfonso sirvió dos vasos de whisky, de nuevo, de ese tan malo de la noche anterior, y fuimos al salón.
Yo iba en topless, con la falda y las botas, no me dejó que me pusiera el jersey, y me dijo que lo pondría a lavar y ya me lo daría una vez limpio de bechamel, si me portaba bien, claro está.
Fuimos al salón, y Alfonso me dijo que me esperase allí un minuto, que iba a ir a su despacho a recoger un papel muy importante, el primer borrador del contrato de sumisión que iba a tener que firmar, si aceptaba ser su sumisa y convertirme en su puta.
Volvió dos minutos después, con una carpeta, de la que sacó varios folios. Me pidió que los fuera leyendo en voz alta, por muy gráficos y humillantes que pudieran ser.
Nota del autor: El contrato íntegro, lo tendréis, próximamente, en un relato en el que lo escribiré, para que sepáis lo que Patricia firmó.
Estuve un buen rato, leyendo en alto el contrato, hubo cosas que me excitaron mucho, otras, me sorprendieron un poco, incluso, alguna, no sabía muy bien a lo que se refería, pero, en gran medida, era lo que Alfonso me había explicado la noche anterior en la cena.
Mientras leía el contrato de
sumisión,
me fui bebiendo el vaso de whisky que Alfonso me había preparado.
Le dije a Alfonso que necesitaba algo de tiempo para firmarlo, porque lo tendría que pensar con calma, a lo que Alfonso me dijo que no habría problema, pero que, sólo habría sexo “normal” entre nosotros, y si así lo deseaba yo, hasta que firmara.
Alfonso me dio el plazo de una semana para que me lo pensara bien y tomara la decisión que considerase adecuada. Por tanto, quedamos que el plazo expiraba el jueves de la semana siguiente a las 00:00. (la semana y un poquito más)
Eso sí, debido a que aún no era su sumisa, no tenía derecho a ser castigada por mi mal comportamiento, por el incidente del huevo roto en el desayuno, así que el castigo, según me dijo, quedaba prorrogado (sic) hasta que aceptara ser su puta.
Algo que me dolió especialmente, es que me dijo que tampoco tenía derecho a llevar un parche en un ojo, algo que yo quería probar ya, porque me había dejado con la intriga, la noche anterior, cuando Él me los enseñó., pues, según me dijo, eso estaba reservado a las sumisas...
Cuando acabamos de leer el contrato, eran ya las 23:30, pero dio tiempo a jugar un rato, en torno a dos horas, antes de dormir.
Como iba a ser sexo normal, hasta que me decidiera a firmar el contrato de sumisión y me empezara a convertir en su puta, la sala de juegos, iba a estar cerrada y no disponible para mí, hasta que eso sucediera, por lo que la única opción que quedaba, para poder follar, era en la habitación de Alfonso, o eso pensaba yo...
Pero, estaba equivocada, pues Alfonso me tomó de la mano, pero, en lugar de subir a su habitación, me llevó a su despacho, bueno, a uno de ellos, el que Alfonso utiliza para las cosas de trabajo.
Al llegar allí, vi que el despacho estaba muy elegantemente decorado, también en negro, como casi todo el resto de la casa, Alfonso me tomó por el culo, me empotró contra la mesa de su despacho, me bajó la falda, me bajó las bragas negras que llevaba, y me metió su polla en mi culo, algo que, por lo inesperado de la situación, me hizo sentir humillada, a la vez que un placer intenso.
Era la primera vez que mi culo recibía la visita de una polla, teniendo en cuenta el tamaño de la polla de Alfonso, pensé que me iba a doler un poco, pero no fue tan difícil como yo pensaba.
Por supuesto, Alfonso se corrió dentro de mi culo, pues yo lo estaba deseando, y así se lo pedí, cuando me avisó de que se iba a correr.
Al acabar la parte anal, yo estaba desnuda, salvo por las medias y las botas, que Alfonso me las había dejado sin quitar, para follarme, me dio la vuelta, y siguió, sin avisarme, por mi coño
Me empezó a meter su polla en mi coño, que estaba deseando recibir, de nuevo, esa visita, pues había pasado gran parte del día, húmedo, pensando en lo que había pasado la noche anterior.
Poco a poco, fue subiendo la cantidad y la frecuencia de las embestidas, de los pollazos que me iba metiendo en mi coño, hasta que, pasados unos minutos, descargó, pero, esta vez, lo hizo sobre mis tetas, pero sin consultarme; yo hubiera preferido sentir su semen dentro, pero, Él manda, Él decide...
Una vez que se corrió, me dijo que, antes de ir al baño, para que me pudiera limpiar, íbamos a probar algo de lo que estaba en el contrato, y a lo que había puesto alguna pega, pues no era, hasta ese momento, demasiado
pro-tabaco
.
Sacó un estuche de puros, se encendió uno de los puros, le dio una calada, y me lo pasó a mí, para que lo probara.
Fue una sensación agradable, a pesar de que me dio un poco de tos, pero fue mejor de lo que me esperaba.
Después de fumarnos, de forma alternativa, una calada cada uno, el puro, el reloj marcaba la 1 del jueves, por lo que era hora de pensar en darme una pequeña ducha, y dormir, de nuevo, en la cama con Él...
Subimos a su habitación, Alfonso se desnudó por completo, mientras que subíamos, yo iba solo con las botas, mi cara llena del semen de Alfonso, y las medias, Alfonso iba a medio vestir, con la camisa y los pantalones, pero ya desajustados, que se notaba que había habido marcha...
Yo también me quité las botas y las medias, por lo que me quedé desnuda por completo.
Pasamos al baño, a la ducha, y me pude quitar los restos de semen, apenas me dejó más, pues a los 5 minutos, en cuanto que vio que ya estaba limpia, Alfonso cerró el grifo, y me empezó a secar el cuerpo.
Cuando llegamos a su cama, yo pensaba que ya íbamos a dormir, y hasta el día siguiente, pero no, Alfonso aún tenía una pequeña sorpresa para mí.
Sacó unas esposas, y me las puso, de forma que no pudiera mover bien los brazos, me tiró sobre la cama, y comenzó a chupar mi coño, que, rápidamente, volvió a humedecerse.
No tardé mucho en correrme, porque la excitación me estaba haciendo que deseara acabar rápido, pero me gustó la experiencia, pues Alfonso es un experto haciendo sexo oral, algo que he podido, no solo sentir, sino también, ver en los coños de otras mujeres, pero, eso es ya otra historia, que se irá viendo en próximos capítulos.
En torno a las 2 de la mañana, tras la sesión de sexo oral, fue ya el momento de irnos a dormir, de nuevo apenas 4 horas, pues, a las 6, volvió a sonar el despertador, para iniciar el jueves.
Antes de irnos a dormir, Alfonso me quitó las esposas, pues, se suponía que eso era sólo una de las pruebas, para ver si yo me iba adaptando a ser sumisa.
Antes de acabar, por este capítulo, de contaros mi historia con Alfonso, os quería comentar que, aunque no lo cuente por aquí, pero, a lo largo del día, hago pis cuando tengo ganas, es algo que Alfonso, me ha pedido que os cuente.
Lo que pasó el jueves, lo contaré en el próximo capítulo de esta serie de relatos.
El autor acepta comentarios sobre el relato, emails, así como sugerencias.
Próximamente iré escribiendo más partes de este relato y las iré subiendo a la web, para intentar que sean publicadas.