Patricia. Mi iniciación como sumisa 1

Patricia, una abogada de 29 años, con cierto éxito profesional, narra cómo se inició en la sumisión, de la mano de un Amo con unos gustos peculiares...

En esta serie de relatos, Patricia, una abogada de éxito en un importante bufete de abogados de Madrid, nos va a ir contando cómo, poco a poco, se fue convirtiendo en una puta, y cómo fue destruida, gracias a Alfonso, un abogado penalista con gran experiencia en el BDSM, que consiguió domar a Patricia, sin importarle la situación inicial.

El relato lo cuenta Patricia, en primera persona.

Cómo era yo (Patricia) antes de conocer a Alfonso (Mi Amo actual)

Me llamo Patricia, tengo 29 años, y soy una abogada de prestigio en uno de los mejores bufetes de España, con sede en Madrid, y que cuenta con muchos empleados, y tarifas bastante caras, mi trabajo es en el área de Derecho Mercantil.

Llegar hasta allí no me había costado mucho, porque tengo muchas capacidades para el estudio, ya en el colegio, que no estaba mal, además, mi madre era allí profesora, sacaba siempre unas notas increíbles, y me iba muy bien, aunque, en alguna ocasión, sufrí

bullying

por algún compañero, pero, tenía buenos amigos y era bastante popular entre mis compañeros.

Por mi apariencia, sospecho que hay quien podía pensar que era lesbiana, pero no era, del todo cierto, no fue hasta que empecé a conocer a Alfonso, que me di cuenta de mi bisexualidad, que, hasta ese momento, estaba dormida.

Estudiar inglés siempre había sido una de mis actividades favoritas, así como el mundo del motor, que siempre me ha fascinado, sobre todo los coches.

Al acabar el colegio, estudié Derecho Y ADE en una buena universidad, también con muy buenas notas, y rápidamente, logré que me seleccionaran en el bufete en el que estoy actualmente, y en el que, poco a poco, había ido creciendo hasta llegar a dónde estoy a día de hoy.

Físicamente no soy demasiado agraciada, por lo que las experiencias con hombres, hasta que Alfonso se cruzó en mi camino, habían sido más bien escasas, aunque sí que tuve alguna pareja, pero no funcionó como yo quería.

Mido en torno a 170cm, me suelo vestir con ropa de ejecutiva, pero sin preocuparme demasiado por mi aspecto físico, aunque, sí que es cierto que estoy en el peso adecuado a mi altura, pero me cuido lo justo.

No fumo, hasta que conocí a Alfonso, y, claro, hasta ese momento, apenas usaba la ropa de cuero que, a día de hoy, uso casi a diario, siempre por orden de Alfonso, que, cada día, elige la ropa que me tengo que poner.

Mi carácter es normal, si bien es cierto, que, a veces, me considero un poco mejor que la media en algunas cosas, sobre todo en hablar inglés y en saber cosas, y puedo llegar a ser un poco engreída, algo en lo que Alfonso está trabajando y entrenando, para tratar de eliminar.

Evidentemente, hasta que conocí a Alfonso, apenas había oído hablar del BDSM, quizás algún reportaje en la tv, y poco más, jamás pensé que era algo que iba a estar tan presente en mi vida.

Tampoco había tenido ningún problema de visión, de hecho, ni siquiera llevaba gafas, por lo que, aunque, en alguna ocasión, había visto a algún compañero/a de clase, llevar un parche en un ojo, yo nunca lo había necesitado...

A pesar de todo, tener pareja y follar no estaba entre las cosas más importantes para mí, me conformaba con mejorar en mi trabajo, le dedicaba muchas horas y mucho esfuerzo y ya.

Una vez que ya me he presentado brevemente, os voy a empezar a contar cómo conocí a Alfonso.

**El encuentro en el bar

y la primera vez que le vi...**

La primera vez que vi a Alfonso, era martes, en torno a las 13:30.

Yo había ido, sola, a un bar de Chamberí, en Madrid, a tomar un refresco, y a relajarme un poco, pues la mañana en el bufete había sido frenética y necesitaba desconectar.

Llegué al bar, y me pedí un refresco de cola, me quedé en la barra, y ahí fue cuando le vi por primera vez.

Un hombre de unos 30 años, con barba, impecablemente vestido con un traje negro de raya diplomática, camisa blanca y corbata oscura.

Estaba también solo, aunque muy pendiente de su móvil; de hecho, llevaba al menos, dos móviles, pues le vi consultando los dos.

No acostumbro, debido a mi timidez, a hablar con hombres, ni a intentar ligar con ellos, pero vi algo en Alfonso que me hizo cambiar el chip, y me propuse intentar entablar una conversación con él, de alguna forma.

Tenía que buscar, rápidamente, alguna forma de hablar con él, antes de que se fuera y perdiera la oportunidad, por lo que, la única forma que se me ocurrió fue, intentar mancharle un poco el traje, a ver si así se fijaba en mí y me hablaba.

Me acerqué a él, intentando disimular y, fingiendo un tropezón, le lancé un poco del refresco de cola que me estaba tomando, como si fuera un accidente.

Alfonso se dio cuenta enseguida de que algo no iba bien, notó el líquido en su traje, pero no se enfadó, agarró una servilleta y empezó a limpiarse.

Me miró, con buena cara, pese a todo, y dijo que no me preocupara, que había sido un accidente y que estaba bien, que había sido cosa de poco.

Mi plan funcionó bastante bien, cada día que pasa, lo confirmo más, pues ese fue el comienzo de algo que cambió mi vida.

Empezamos a hablar, antes nos presentamos adecuadamente, Alfonso me contó que era abogado penalista, profesión que había querido ejercer desde pequeño, a pesar de la oposición de sus padres a que se hiciera un hombre de provecho; pero, al no estar ya ellos, pues se había esforzado y lo estaba consiguiendo, había logrado sacarse la carrera, al igual que yo, de Derecho y ADE, pero, a distancia, y ya estaba ejerciendo de abogado penalista en un bufete que había fundado él mismo.

Se notaba en su forma de hablar que sabía mucho de muchas cosas, que no sólo le importaba el mundo del Derecho, también le apasionaba, como a mí, el mundo del motor, de hecho, me dijo que tenía una amplia biblioteca dedicada, entre otras cosas, a revistas del mundo del motor.

Tras un buen rato de charla, le propuse a Alfonso que fuéramos a comer, para seguir hablando y conociéndonos más, pero me dijo que no iba a ser posible, porque ya tenía otro plan para ese día, había quedado a comer con un amigo muy importante para él, según me dijo, era quien le había salvado casi la vida, en algunos de los momentos más difíciles, y, claro, no podía darle

plantón,

así como así.

Sin embargo, me propuso algo mejor, quizás ir a cenar, por la noche, y ahí ya sí, seguir hablando y ver si hacíamos algo más.

Lo que más me gustó, y me excitó, fue que se veía que tenía muy claras sus ideas, y lo que quería hacer en cada momento, no dejaba que nadie decidiera por él ni le manipulara.

Nos despedimos, aunque, claro está, antes me dio su número, para que pudiéramos seguir hablando por

Whatsapp

y quedar por la noche para cenar.

**La cena con Alfonso,

martes

por la noche**

Al acabar el primer encuentro con Alfonso, en el bar, me volví a la oficina, no podía parar de darle vueltas a lo que había pasado, por primera vez, en mucho tiempo, había conocido a alguien que prometía bastante.

Pasé el resto de la tarde entre papeles, hasta que, en torno a las 20:00, recibí un

Whatsapp

de Alfonso, en el que me indicaba que me esperaba a las 21:00 en un restaurante de la zona.

No me iba a dar tiempo a pasar por casa para cambiarme, pero Alfonso me dijo que, por hoy, no le importaba, y que tenía algo que proponerme.

Llegué al restaurante, un poco tarde, en torno a las 21:15, porque se me pasó un poco la hora en el bufete, al llegar, Alfonso ya estaba allí, esperándome y también vestido con el mismo traje que llevaba por la mañana.

Me sonrió al verme, de hecho, fue la primera vez que le vi

sonreír

, pues, durante nuestro primer encuentro, estaba tenso y serio, supongo que por los nervios y lo inesperado de la situación.

Nos sentamos en una mesa, y, tras una charla sin mucha importancia, en la que nos contamos cómo había ido nuestro día en nuestros respectivos bufetes, le pregunté a Alfonso, cual era esa propuesta que quería hacerme.

Lo que me dijo, me sorprendió, aunque, fue algo que me empezó a poner cachonda y a lo que no fui capaz de negarme.

Alfonso me dijo que le gustaba el BDSM, que era dominante, y que estaba buscando una mujer, que fuera sumisa, y a la que cambiar completamente, tanto por dentro, como por fuera.

Quería una mujer que fuera una especie de trofeo, que, cuando la gente le viera a él por la calle, con esa mujer de la mano, todo el mundo le tuviera envidia.

Me estuvo contando que el cambio, en mi caso, pasaría por alguna cirugía en las tetas, para aumentarlas, pero no demasiado, que se vieran algo más grandes, pero sin excesos, también hacerme algún tatuaje y algún piercing, en zonas que se pudieran tapar con la ropa, por ejemplo, me dijo de ponerme piercings en las tetas nuevas, aprovechando la operación de aumento, y en el coño, y de tatuarme la espalda.

Pero lo más importante, iba a ser en la forma de vestir y de actuar, que cada día, Alfonso elegiría la forma en la que me tendría que vestir, siempre muy elegante y muy femenina, y que tendría que cambiar algunos hábitos de comida, bebida y comenzar a fumar, pues eso era algo que le excitaba mucho.

Me dijo que, en público, no se iba a notar demasiado, pues la ropa, aunque iba a ser, en gran mayoría, de cuero, al menos, en horario laboral, aunque llamativa, no iba a ser excesiva, que los excesos los reservaba para algún paseo de exhibición por El Retiro.

En privado, cuando nadie nos viera, era cuando iba a notar el cambio, pues, si aceptaba, iba a sufrir, pero también me prometió mucho placer, a través del dolor.

Me estuvo explicando, con detalle, los pasos que seguiríamos si aceptaba, y os los voy a resumir:

  • Me llevaría a la consulta de un cirujano plástico de prestigio, para que viera mis tetas y me las operase, aunque siempre él decidiría el tamaño
  • Me llevaría de compras, para actualizar mi armario, a sus gustos, aunque, antes, tendríamos que hacer una visita a mi armario, para ver qué se podría aprovechar.

  • Básicamente, me explicó que, por ejemplo, la falda que llevaba, en vez de ser textil, sería de cuero negro, pero de marca, es decir, un cambio, sí, pero nada que destacara como puta o guarra. Y lo mismo con el abrigo largo que llevaba.

  • También tendría que cambiar, por completo, mi calzado, pues a Alfonso sólo le gustan las botas altas, incluso en verano a 40 grados, quizás ese sí sería un cambio, aunque, me dijo, que dejaríamos las más llamativas para los findes de semana y para salidas en privado, de parking a parking.
  • Cada 15 días tendría cita en una peluquería, para ir siempre elegante y con el pelo cuidado, largo, y en buenas condiciones.
  • Lo que más me gustó de todo, referente al tipo de ropa que iba a empezar a llevar, si aceptaba la propuesta de ser la puta y sumisa de Alfonso, fue que me iba a hacer llevar, cuando la temperatura lo permitiera, aunque no para trabajar, algún abrigo de visón.
  • Tendría que estar disponible para poder hablar con él, aunque fuera por

Whatsapp

, cuando quisiera, a menos que estuviera en alguna reunión de trabajo importante, recalcó que el trabajo era lo primero y lo más importante. * Al estar en el jardín de su casa, o si íbamos a la playa, tendría que estar, al menos, en topless, a menos que hubiera gente delante, Él ya me indicaría. * Me llevaría también a una óptica para ponerme gafas, y, también, comprar gafas de sol. Me dijo que tendría que probar a llevar, a veces, los ojos tapados, pero no para la oficina. * Habría una vista al ginecólogo, para ponerme un DIU, y poder así, follar a pelo, sin casi riesgo de embarazo. * En cuanto al dolor, me dijo que, durante el primer fin de semana, me llevaría a su casa, para enseñarme la sala de juegos, para que, poco a poco, fuera experimentando, en distintos grados, con el dolor y el placer.

  • Por supuesto, habría castigos, si me comportaba mal, pero también habría premios si me comportaba a su gusto y me esforzaba.
  • Finalmente, me

dijo que, cualquier duda que tuviera yo, sobre el tema, que me la contara, pues él trataría de resolverla, así como cualquier problema personal que pudiera tener, pues, si estaba en su mano, era su deber moral ayudarme.

Le pregunté a Alfonso, el porqué de sentir dolor, por qué le gustaba el dolor, castigar a la mujer, y me dijo que suponía que era porque con su madre, las cosas no habían ido nada bien, pues murió debido al consumo de drogas, y que por eso quería una cierta venganza, pero con alguien que se dejara castigar.

Me preguntó por mis límites, enumeró cosas,

como,

por ejemplo, la caca, que, en ese momento, sí consideré que no me iba a gustar nada, aunque, hubo cosas que me pusieron muy cachonda, como, por ejemplo, cuando citó el pis y la lluvia dorada, que no lo puse como límite, pues sonaba muy guarro, y me gustó.

A nivel legal, Alfonso me dijo que, si aceptaba su propuesta, se firmaría un contrato, con todas las cosas que yo tendría que cumplir, y todas las cosas que, Él, como Amo, tendría que hacerme, y a las que, también se comprometería. Cabría la opción de que alguien de mi confianza revisara el contrato, para resolver dudas legales. (Eso me hizo estremecer, pues la idea de confesarle a alguien de la oficina, mis gustos, empezó a humedecer mi coño)

Finalmente, me dijo, que sólo buscaba una relación BDSM Amo/sumisa, por lo que, si decidía no aceptar, la cosa se iba a acabar aquí, aunque, por supuesto, sin malos rollos ni problemas, porque era comprensivo, antes de empezar a jugar.

Yo estuve pensando, y le propuse lo siguiente.

Le ofrecí la posibilidad a Alfonso, de ir en ese mismo momento a su casa, tras acabar de cenar, y pasar una prueba, en la que podría follarme, e, incluso, me ofrecí a chupársela, cosa que nunca había hecho a ningún hombre.

Una vez acabada la prueba, decidiría si aceptaba su propuesta o no.

Alfonso me dijo que aceptaba mi propuesta, con la condición de que, ir a su casa, significaba pasar esa noche con él, pues vive en las afueras de Madrid, en Las Lomas, en Boadilla del Monte, y, ya eran las 23:00 cuando estábamos en ese punto de la conversación, algo tarde para volver, si las cosas se ponían interesantes.

Acabamos de cenar, fue una cena sin alcohol, porque Alfonso me dijo que, como tenía que conducir, no le gustaba el alcohol al volante, aunque, ya en casa, sí que me podría

ofrecer

una copa, si así lo deseaba.

Agarramos cada uno nuestro coche, Alfonso me dijo que le siguiera, pero también me dio la dirección de dónde íbamos, para que la pusiera en el GPS de mi móvil, por si me perdía, cosa que estuvo cerca de pasar en una ocasión, al llegar a Las Lomas, pues, al ser de noche, las calles no se veían demasiado bien, y cerca estuve de perderme.

Me llamó la atención que, el coche que llevaba Alfonso, era un BMW, algo viejo ya, pero es el tipo de coche que más me gusta.

En la casa de Alfonso, en Las Lomas, martes por la noche y miércoles por la mañana

Finalmente, llegamos a la casa de Alfonso, que, era enorme, no exagero si digo que era una de las mejores casas de toda la zona, con una parcela enorme, que, incluso de noche, impresionaba.

Alfonso aparcó su coche en el garaje, y yo aparqué el mío fuera de la casa, una vez que aparcó, salió a buscarme, me tomó de la mano, con cariño, y entramos en la casa.

Fuera del garaje, había una pérgola, para, al menos, 6 coches, sin contar con la capacidad del garaje, que era bastante grande, por lo que pude ver, a pesar de que, ya digo, era de noche, pues llegamos en torno a las 23:45 a la casa de Alfonso.

Pasamos al salón, Alfonso me pidió el abrigo que llevaba, para ponerlo a buen recaudo, y pasamos al salón, donde nos sentamos en uno de los muchos sofás de piel negra que había repartidos por el salón.

Antes de sentarnos, y mientras me quitaba el abrigo y se lo daba a Alfonso para que me lo guardara, Alfonso me preguntó si quería beber algo, incluso con alcohol, y le dije que quería un vaso de whisky, solo (Sin ningún refresco), pero con algo de hielo.

Minutos después, Alfonso volvió con dos vasos de whisky, ambos con hielo. No estaba demasiado bueno, se notaba que era del barato, según me dijo Alfonso, siempre compraba del barato, porque le gustaba vivir austeramente, además, beber era algo que no solía hacer en demasiadas ocasiones, pues no le gustaba demasiado beber solo, además, la mayor parte del tiempo, la pasaba trabajando y no tenía tiempo para pillarse una cogorza.

Antes de empezar a bajarle el pantalón y los calzoncillos, para empezar a chuparle la polla, le pregunté una de las dudas que tenía, en cuanto a lo que me había dicho de los ojos tapados.

La respuesta de Alfonso fue que me esperase dos minutos, y volvió con un paquete de parches oculares, me los estuvo enseñando, pero, no me puso ninguno, a pesar de que me quedé con las ganas, de hecho, he de confesar que me habría puesto un parche ahí mismo, si Alfonso me hubiera dejado probarlos, aunque, sí que es cierto, que resolvió las dudas, aunque me dejó aún más caliente y excitada de lo que ya estaba desde el martes por la mañana que lo vi en el encuentro en el bar.

Yo pensaba que, en cualquier momento, me iba a empezar a pedir, que le bajara los pantalones y empezara con la felación, pero, lejos de eso, me volvió a tomar de la mano, y me pidió que le acompañara, porque me iba a enseñar algo.

Bajamos por las escaleras, hasta el sótano de la casa de Alfonso, y entramos en una de las habitaciones, que Alfonso abrió con una llave, que se sacó del bolsillo.

En un primer momento, no entendí el porqué de cerrar con llave, y me pregunté qué misterio habría tras esa puerta...

Era una habitación amplia, en torno a 50 m2, que estaba llena de artilugios que me llamaron visualmente la atención cuando los vi, pero no sabía muy bien

cuál

era su uso.

Alfonso me estuvo explicando que, de aceptar mi propuesta de ser su sumisa, de convertirme en su puta, poco a poco, la idea era ir empleando en mí, en mi cuerpo, todos y cada uno de los diversos artilugios que allí había.

Vi que había alguna máscara, muchas de ellas, sólo tenían agujeros en la nariz, y eran de lo que parecía cuero, aunque de calidad.

También vi algún látigo, alguna pala..., que supuse que serían para lo que Alfonso me había dicho antes sobre los castigos, si me comportaba mal.

Cada vez estaba más excitada, así que le pedí,

porno

decir que le imploré, a Alfonso, que me dejara probar a hacerle una felación, porque yo ya estaba cerca de reventar si no empezaba ya la acción.

Alfonso accedió, así que, por fin, comencé a bajarle el pantalón, y me encontré con que, antes de poder empezar a ver y a chupar su polla, tendría que quitar/bajar, una capa más, en este caso, un calzoncillo, que era de cuero.

Cuando, finalmente, logré llegar a ver su polla, lo que vi, me sorprendió muy gratamente, porque, sinceramente, no me lo esperaba.

Estaba ya dura y era muy larga, casi se podía decir que decía “chúpame”, con solo verla.

Era la primera vez que le hacía una felación a un hombre, hasta ese momento, era algo que no había tenido la oportunidad de hacer.

No sé si lo hice del todo bien, tampoco pude calcular el tiempo que tardó Alfonso en correrse, porque no miré el reloj ni al acabar ni tampoco al empezar con la felación, pero creo que fue una experiencia que me gustó, en especial cuando Alfonso me dijo que se iba a correr, y todo el semen me entró de lleno en la cara.

Al acabar la felación, Alfonso me dijo que, si quería, me podría llevar a un baño que había al lado de la sala donde estábamos, para asearme un poco, o, si lo prefería, me follaría, sin limpiarme ni nada, en la cama que había en la sala.

Yo preferí no cortar el rollo, y le dije que quería que me follase ahí mismo, para poder empezar a sentirme una puta, con todo el semen suyo sin limpiar.

Pasados unos segundos, Alfonso me tomó de la mano, y me llevó a la cama que había en la sala.

En apenas unos segundos, Alfonso me desnudó completamente, a pesar de que llevaba varias capas de ropa, pues era invierno. La ropa que llevaba, salió volando, pero, al final, la pude recuperar.

Empezó a meter, primero, los dedos en mi coño, que estaba ya chorreando, y después, empezó a meter su enorme polla, yo la empecé a sentir dentro, y comenzó a embestir.

Cada vez embestía con más fuerza y con más ganas, pasado un rato, nuevamente indeterminado, se corrió, por supuesto dentro de mí, pues yo le dije, antes de empezar a follar, que quería sentir su semen dentro de mí, que ya buscaría después, métodos anticonceptivos.

Al acabar la sesión de sexo, ahora ya sí, me dijo que me iba a acompañar al baño, para que nos diéramos, juntos, una ducha, y pudiera limpiarme del todo, los restos de semen.

En la ducha, noté como Alfonso se fijaba en mis tetas y las empezó a acariciar, con suavidad, lo que me hizo volver a ponerme cachonda.

Después de la ducha, de unos 10 minutos, porque ahí sí pude mirar el reloj, Alfonso me secó bien todo mi cuerpo, y, una vez que ya estaba seca, me volvió a tomar de la mano y subimos a su dormitorio, en el piso de arriba del todo de la casa.

Miré el reloj, y eran las 01:30, ya del miércoles, por lo que Alfonso me dijo que era hora de dormir, claro está, tenía que ser conmigo y en su cama, porque no había más cama que la suya, y que no era para él una invitada más. (Luego me enteré de que sólo tiene una habitación de invitados, con cama pequeña, el resto de la casa, quitando el salón-comedor y la cocina, la dedica a libros, y a despachos, aparte de la sala de juegos y su dormitorio en el que duerme Él habitualmente)

Me enseñó su cama, de 2*2 metros, y nos fuimos a dormir, abrazados.

Al día siguiente, miércoles

Por la mañana, y tal y como me había dicho Alfonso, el despertador del móvil sonó a las 6 de la mañana, habíamos dormido algo más de 4 horas.

Alfonso se despertó, me dio un beso en la boca, y me dijo que se iba a duchar y a arreglar, pero que podría ir bajando a la cocina, y que preparase algo de desayuno, que quería ver mis dotes en la cocina.

Lo que pasó en la cocina, y ese miércoles, lo contaré en el siguiente capítulo de esta historia; porno alargar más este primer capítulo de la historia.

El autor acepta comentarios, emails sobre el relato.

También está abierto el autor, a encontrar a Patricia, o a alguna mujer, preferiblemente de Madrid, que quiera cumplir sus fantasías más oscuras.