Patricia en la tienda de lencería

"...sacando su miembro de tanto en tanto para deleitarse con la visión de su ano complemente dilatado"

PATRICIA EN LA TIENDA DE LENCERÍA

Nuestro amigo Jorge era muy complaciente con mi esposa, proporcionándole siempre el sexo extremo, más imaginativo y excitante que ella pudiera pedir. Pero esto nunca fue gratis. A su vez él demandaba que ella se vistiera sumamente sexy, con vestidos elegantes que le provocase el deseo de arrancárselos para devorarla entera, y lo que era más importante su lencería debía ser muy provocativa y de la mejor calidad. Íbamos a pasar con él un fin de semana especial y nos tenía reservada una sorpresa. Sin embargo, era fácil adivinar la clase de sorpresa que tendría preparada, una de típica fiesta donde la única invitada femenina sería ella. Además, como él se estaba fantaseando desde hacia ya un tiempo con filmar una película porno, la sorpresa al menos para mí no lo sería tanto. Ella prefería no pensar y dejar que las circunstancias, sean cuales fueren, una vez más la atraparan y dieran cuenta de todo su cuerpo, de su sexo, de sus hermosas tetas, de su redondo y respingón culo.

Faltaban aún unos tres días para el encuentro con Jorge y “lo que le tuviese preparado a ella”, cuando la ansiedad previa de Patricia llegó a su máximo. Me pidió que la acompañase a su tienda de lencería favorita. Favorita, porque el joven empleado que la atendía era su ferviente deseo, un muchacho de unos treinta y dos años, moreno, alto de metro ochenta y cinco, y sobre todo atlético. Cada vez que ella compraba en esa tienda íntimamente deseaba ser sorprendida por él en el probador, y que en un arrebato de sexo salvaje la llevase hasta las nubes en pocos pero intensos instantes. Llegamos casi a la hora del cierre (¿eso estaría ya calculado de antemano?). Mi esposa, con una sonrisa se adelantó acercándose al muchacho para pedirle consejo de varias piezas de lencería “sensual” y provocativa, medias, ligueros, tanguitas, y sujetadores de la talla noventa y cinco, que se conjuntaran entre sí. Él nos ofreció tres conjuntos preciosos, que ella aceptó con su sonrisa provocativa que no pasó para nada inadvertida a sus ojos. Me di cuenta que estaba a punto de cerrar, pero ante mi preocupación de que si ya era demasiado tarde para hacer la compra, él nos dijo que no había prisa y que pasáramos al probador mientras cerraba.

Entramos los dos y la música ambiental de la tienda en ese momento era Spoon con la canción favorita de Patricia, “ I turn my camara ”. Cerré la cortina y al girarme hacia ella la vi bailando sensualmente el ritmo, mientras a modo de streap tease , comenzaba a desnudarse. Cada momento con mi mujer puede convertirse siempre en la posibilidad de gozar de un buen espectáculo, así que me senté cómodo en la silla del probador para disfrutar de ella desvistiéndose sin perder el ritmo ni por un instante. Llevaba ropa ligera, su faldita cayó primero al suelo, luego su camiseta dejando ver sus preciosas tetas que, desafiando la gravedad que se movían preciosas, y por último su braguita, quedando solo con sus tacones. Todo a tiempo, cuando acabó la música, como si el destino ya lo tuviera previsto siguió sonando Spoon con “Written in reverse”, de manera que ella siguió bailando para mí en la efímera intimidad del probador. Sus nalgas moviéndose desataron toda mi lujuria, y cuando se agachó para dejarme toda la visión su apretado agujerito, en un arrebato me bajé los pantalones para liberar mi polla completamente erecta, que ella no descuidó. Se puso a cuatro patas y comenzó a recorrerla toda con su lengua.

Las persianas ya estaban bajadas, cuando ella me había empezado a hacer una felación increíble, totalmente despreocupada. Estaba por entero entregada al deseo de que en cualquier momento un joven dependiente pudiera pillarla a cuatro patas con su culo accesible, mientras su cabeza subía y bajaba rítmicamente entrando y sacando mi miembro erecto de su boca. Ni siquiera se inquietó cuando desde afuera nos preguntó si iba todo bien... A mi respuesta entre suspiros: “Todo va... increíblemente... bien...”, él abrió sin dudar las cortinas para encontrarse con la redondez de las suaves nalgas de Patricia, y su acompasado cabeceo y mi expresión de placer. Pude ver como sonreía, mientras con un pretendido aire de discreción nos preguntó si ya habíamos elegido algún conjunto. Un momento después pude ver como sus manos abiertas se dirigían para posarse en las nalgas de ella, poniéndose de rodillas detrás para tocarla a gusto. Era evidente que ella lo deseaba, dejaba escapar de tanto en tanto pequeños suspiros como para alentarle a seguir adelante. Él me miró interrogante y con un una sonrisa aprobatoria le animé a que le hiciera lo que le viniera en gana.

Mis manos acariciaban el pelo de Patricia, mientras él le abría las nalgas para hacer un concienzudo examen de las delicias que ella le ofrecería. Lo más evidente fue el apretado circulo de su ano, siguiendo más abajo con su rajita perfecta, completamente húmeda y palpitante de deseo. Sus manos siguieron despacio por su espalda para dirigirse hacia abajo y tratar de contener las desbordantes tetas. Sus dedos jugaron unos instantes con los pezones, completamente erectos. Ella gemía, tenía sus ojos cerrados con los párpados muy apretados como he visto tantas veces cuando desea ser totalmente poseída. Cuando sus dedos habían ya completado en exhaustivo examen siguió su lengua. Separando sus nalgas comenzó el recorrido hacia abajo, desde su culo, pasando despacio por el perineo, y llegar a sus labios vaginales para encontrarse finalmente con su clítoris. Después repetía esa excursión pero en forma ascendente. Saboreó a mi esposa un largo rato de esa manera, hasta que ella tuvo que dejar mi polla para poder gemir a gusto su primer orgasmo. Se corrió cuando su lengua jugueteaba incansable y sus dedos se introducían profundos en su vagina y su recto. Era lo que ella había deseado y estaba plenamente satisfecha con el desempeño del empleado de la tienda. Sin embargo, “ Quiero más... ” fueron sus escasas palabras, y la respuesta vino de inmediato, bajándose los pantalones extrajo su durísima polla.

Comenzó haciendo presión en la entrada de su vagina, que no tardó en devorar su miembro por completo. La penetración fue casi instantánea y profunda, a lo que siguió el movimiento enérgico y seguro. Ella se metía y sacaba mi polla de su boca siguiendo el acelerado ritmo que le imponía desde atrás, todo se había transformado en movimiento, sus tetas se sacudían hermosas a lo que no pude evitar cogerle los pezones con mis dedos, y provocarle más sensaciones. Una vez más Patricia se corría con gritos entrecortados en los breves instantes que me sacaba de su boca para coger aire. El aplicado empleado no se apiadó de mi mujer que estaba sufriendo ese explosivo orgasmo, sino que aceleró sus movimientos como queriendo matarla de placer, sus pubis chocaba fuertemente contra sus nalgas. La folló sin descanso y frenéticamente durante largos minutos a lo que el cuerpo de mi esposa respondió otorgándole una serie de orgasmos encadenados. El muchacho no podía quitar su vista del apretado su ano que palpitaba apretando y dilatándose involuntariamente por cada corrida. Eso me gustaba, así que dirigí mis manos a las nalgas de ella separándolas, señal que él tomó como una invitación.

Recordé que en los últimos días no se lo hacía por detrás, para reservarle su culito bien prieto a la desenfrenada fiesta que nos preparaba Jorge. Pero, ¿qué importaba eso ahora? Además, Patricia lo deseaba. La invitación fue aceptada de inmediato, colocó su polla en su ano. Ella gemía mientras sentía que como cedía a la presión, dilatándose lentamente mientras en avanzaba hacia su interior. La música que sonaba era Motocycle con “ As the rush comes ”, y como un rayo todo su miembro entraba hacia las profundidades más sagradas de mi mujer. La presión que le ejercía por cada milímetro ganado hacia dentro desataba en ella una deseable sensación de ser fuertemente poseída, que expresaba con deliciosos gemidos que vibraban a través de mi polla que se encontraba aún en su boca. Una vez más él empezó su enérgico movimiento, entrando y saliendo casi por completo, y como había sucedido antes le desencadenó un tremendo orgasmo pero ahora anal. Eso no lo detuvo, por el contrario siguió castigando el interior de Patricia con una fuerza creciente, sacando su miembro de tanto en tanto para deleitarse con la visión de su ano complemente dilatado. La follaba por detrás con la fascinación de alguien que nunca hubiera satisfecho a una mujer con tantas ganas de sexo anal. La facilidad con la que se había dejado penetrar y sus increíbles orgasmos anales hicieron que, tanto él como yo no pudiéramos contenernos mucho tiempo más. Comenzamos a sentir como nuestro semen empezaba a venir vertiginosamente para festejar a pleno el goce de ella. Él la cogió por sus bamboleantes tetas para introducirse lo más profundamente posible hasta el punto que los pelos de su pubis estaban en fuerte contacto con las redondas nalgas de ella, al tiempo que yo le introduje todo lo posible mi polla en su boca. Levantando la cabeza para coger aire y gritar como un poseso, el empleado lanzó todo su semen en el interior de ese palpitante culo, y temblando de placer la sostuvo un largo rato fuertemente hacia sí, hasta asegurarse de que ya no le quedaba ni una gota más por regalarle. Un instante después, estaba corriéndome, y ella me devoró con empeño impidiéndome que la retirara de su boca. Eyaculaba a borbotones mientras ella tragaba sin dejar escapar ni un poco de mi semen hirviente.

Él muchacho salió del probador, y yo con un pañuelo la sequé suavemente. Su ano completamente dilatado dejaba escurrir semen que resbalaba por la cara interna de sus muslos. La ayudé a vestirse y salimos. Le encontramos en el mostrador, detrás de la caja registradora. Con una sonrisa nos preguntó nuevamente si ya nos habíamos decidido por alguno de los conjuntitos. El azul fuerte era el que más me había gustado. Sonreíamos los tres. Nos dijo que llegaría la lencería de la próxima temporada y que nos esperaría, y que él estaría a nuestra disposición para “cualquier cosa” que nos pudiera ofrecer... Patricia, salió de la tienda con la misma sonrisa con la que había entrado. Y... Por su puesto, con un descuento.

Nota: Por cierto, ¿No habrá por aquí algún lector que trabaje en una tienda de lencería en Valencia? Nuestro empleado favorito fue despedido por reducción de personal.