Pat III
Un deseo por el cuerpo de mi vecina que, no deja de crecer
PAT III
Desde el encuentro en mi oficina nuestros “juegos vecinales” se tornaron cada vez más atrevidos y morbosos.
Teníamos un horario para poder enviarnos mensajes desde el móvil y así controlar que ni mi pareja ni la suya nos descubrieran.
Cuando coincidíamos en el vecindario los juegos de miradas, de roces disimulados, eran el pan nuestro de cada día.
Habían pasado 5 días desde nuestro encuentro y estaba yo regresando a casa cuando le envié un mensaje
“Quiero tenerte mañana”
Al momento ella respondió
“Ahora ocupada (estaría con la madre y/o la niña)”
“Mañana sólo puedo en la mañana”
Mi respuesta fue directa
“Mañana voy a tu casa. Preparada para recibirme a las 10 am”
Silenciamos y borramos (al menos yo) los mensajes y llegué a casa ansioso, con ganas de sexo que mi pareja agradeció durante la siguiente hora y media.
“¿Has tomado alguna pastillita, pillín?” me dijo sonriendo de satisfacción a lo que respondí “Tú eres mi viagra”
Sé que esto la enorgullecía, pero la verdad y para mis adentros era que mi excitación estaba motivada por la certeza de que mañana, en la casa de al lado, Pat sería nuevamente mía.
Como cada mañana salí a trabajar, me dirigí a la oficina para gestionar un par de temas importantes y hacer tiempo. Luego tomé mi coche para dirigirme a la urbanización, calculando la hora para no ser visto por ningún vecino indiscreto. Ya aparcado en una calle no transitada, le envié un mensaje a Pat
“Ábreme” y salí del coche para dirigirme a su puerta intentando no ser visto o cazado por algún vecino. Según llegué a la puerta esta se abrió para dejarme pasar a su interior rápidamente. Tomé a Pat en mis brazos, la pegué a mi cuerpo y durante un buen rato me comí su boca, sus carnosos labios, su húmeda y caliente lengua.
Tras esto me separé un poco para admirarla. Estaba claro que ella también había puesto la excusa del trabajo pues vestía para ello. Zapatillas de tacón marrones con una falda a medio muslo del mismo tono. Blusa abotonada blanca y chaqueta haciendo juego con el conjunto.
La tomé de la mano y tiré de ella hasta la habitación conyugal. Sabía su situación pues su casa era reflejo de la mía.
Una vez allí volví a besarla mientras la ayudaba a desvestirse. Desabroché la falda que cayó al suelo, después la blusa y el sujetador, dejándola sólo con las zapatillas y el tanga. Apoyé mis manos en sus nalgas mientras mordía su cuello y lamía sus pezones.
Ella se separó un poco y comenzó a desvestirme a mí mientras me miraba a los ojos. No la ayudé en nada.
Me quitó la corbata, luego desabotonó mi camisa para quitármela. Tras esto se arrodilló para quitarme los zapatos y el pantalón.
De rodillas y mirándome a los ojos comenzó a lamer mi pene por encima del bóxer hasta que, con una sonrisa en sus labios, me lo bajó y liberó mi poya que la golpeó en la cara. Abrió su boca y la tragó hasta el fondo para dedicarme una de sus mejores mamadas.
Tras un rato en esta posición, la tomé de los cabellos para incorporarla y llevarla hasta la cama, esa cama que había compartido por la noche con su marido y dónde ahora yo me la follaría. La coloqué (nos) en una cómoda posición para seguir con un sesenta y nueve placentero para ambos. Mientras yo degustaba el sabor de su sexo, ella se desvivía en la mamada que me hacía.
Empapé dos dedos en sus propios flujos para llevarlos a su ano mientras le chupaba el clítoris, ella se tensó cuando los sintió entrar y se corrió. Justo en el momento que también lo hice yo salpicándole la cara y el cuello.
Tras esto siguió chupándome hasta dejarla nuevamente impoluta, limpia y dura y se giró para colocarse sobre de mí y cabalgarme.
Verla como ágil amazona clavándose mi pene, las acometidas de sus caderas mientras mis manos pellizcaban sus pezones, sus gemidos que aumentaban a grititos anunciadores de su próximo orgasmo, era un conjunto delicioso que terminó con la explosión de su placer gritando y arañándome el pecho para después caer desfallecida sobre mi torso.
Estábamos así cuando escuchamos ruido en la parte baja de la casa y dimos un salto en la cama
“¿Cariño ha pasado algo?” era Paco que, por un problema con su coche, al final decidió no ir al gimnasio y regresar a casa.
Salté de la cama recogiendo todas mis cosas y, antes de que él subiera por las escaleras, refugiarme en el cuarto de al lado, el de invitados parapetándome con la puerta. Al entrar Paco en la habitación y encontrarse a Pat medio desnuda exclamó algo que no llegué a escuchar.
“Por favor cari, es que me manché con un café la ropa y vine a cambiarme” escuché a Pat
“Pues la ocasión la pintan calva” dijo él mientras yo me vestía. Enseguida entendí sus insinuaciones
“No tengo tiempo amor”
“Anda, últimamente parece que me evitas” escuché
“Bueno, pero date prisa que me esperan en el trabajo” oí a Pat.
“Esta es la mía” me dije sabiendo que tenía el tiempo justo para salir de aquella casa ahora que Paco estaría ocupado. Totalmente vestido me encaminé a las escaleras para bajarlas sigilosamente y por el rabillo del ojo vi a Pat, nuevamente arrodillada, haciéndole una felación a su marido.
Salí de la casa maldiciendo todo el santoral.
Ese día nos cruzamos varios mensajes en los que compartíamos nuestra ansiedad y ganas no colmadas.
Por la tarde le envié un mensaje proponiéndole algo, arriesgado para los dos, pero como única posibilidad de desahogo.
“Próxima semana monta un viaje para Lunes y Martes. Busca cualquier excusa (de trabajo). Te iré indicando”
Los días siguientes fueron un aluvión de mensajes por el móvil, haciendo los preparativos y coordinando situaciones. La idea la tenía bien clara. Montábamos un viaje “fantasma” para encerrarla en un hotel y tenerla a mi disposición durante dos días (y una noche)
El fin de semana fue de locura y se me ocurrió decirle a mi pareja que los invitáramos a comer en casa el domingo, cosa que hicimos gustosos como buenos vecinos.
Estábamos comiendo en el jardín los cuatro cuando saltó el comentario por parte de Paco
“Pues mañana se va Pat de viaje, un tema de un curso, que fastidio”
“Vaya” dijo mi pareja, “Es que no estáis acostumbrados. Mañana sale también Carlos de viaje, pero como es así cada semana ya lo tengo asumido”
Sin que se dieran cuenta, mientras ella y él hablaban de esto miré a Pat compartiendo nuestro secreto.
A la mañana siguiente yo salí como siempre y según mi itinerario, viaje en coche hasta destino, día de trabajo, pasar la noche hotel aún no encontrado y regreso al día siguiente. Esto como versión “oficiosa” la oficial era que me dirigiría directamente a la estación central de tren para esperar allí a Pat que, tomando el cercanías hasta allí haría transito hasta destino final.
A las 9:30 vi salir a Pat de la estación y dirigirse a mi coche donde entró y me besó.
Puse camino hacia un hotel en la sierra, a poco más de una hora de viaje. Un hotel que nos ofrecería todas nuestras demandas de privacidad.
En el camino paré para que tomáramos un café. Mientras nos dirigíamos al bar de carretera la tomé de la cintura y, besándola, le dije “¿nerviosa?”
“Un poco, no estoy acostumbrada a esto y es la primera vez” me dijo
“Pues haré que sea inolvidable y necesites muchas más” le dije mientras entrábamos a por el café.
Dentro charlamos con tranquilidad y risas compartidas, hasta que fui al grano y le dije
“A partir de ahora olvida tu casa, tu hija, tu marido. Desde este momento soy tu macho y tú mi hembra dispuesta y obediente ¿estás dispuesta?”
Asintió silenciosamente con la cabeza.
“Entra en el baño y quítate el sujetador, no lo llevarás en estos dos días”. Sin decir nada más se dirigió al baño.
Pat vestía unos pantalones tipo Leggins negros con un jersey del mismo color y cuello alto, pero sin mangas. Botines marrones y chaqueta del mismo color.
Al salir del servicio Pat trajo, en sus manos, el sujetador que me entregó y se sentó quitándose la chaqueta para dejarme ver sus pezones erectos en la tela del jersey. Tras un rato más de charla nos pusimos nuevamente en marcha.
Hasta el hotel mi mano libre (derecha) no dejo de acariciar el coño de Pat por encima de la tela de sus leggins, frotando su sexo, acariciándolo, haciendo que ella se arqueara en el asiento y separara las piernas para sentir más.
Cuando llegamos al hotel, tomé los bolsos y su chaqueta (no quería que se la pusiera) y entramos en la recepción. Mientras hacia la entrada y registro la cara del conserje era un poema, cómo miraba a Pat y a sus pezones marcados hasta el punto de querer romper la tela del jersey.
Realizado los trámites nos dirigimos hacia el ascensor para dirigirnos a nuestra habitación. Abrí la puerta y la hice pasar para entrar yo. Descargué los bolsos en la banqueta destinada a ello mientras Pat paseaba por la habitación mirándolo todo.
Me abracé a ella poniendo mis manos en sus nalgas mientras la besaba y decía “toda para mí” a lo que ella respondió con una sonrisa.
“Voy a disfrutarte como nunca te han disfrutado Pat” le dije mientras lamía su cuello notando cómo se erizaba su piel. Ella simplemente me dijo “espera” y girándose entró en el baño cerrando la puerta.
Yo aproveché para colocarlo todo en su sitio y desvestirme por completo. Cuando ella salió yo estaba desnudo y sentado en un silloncito esperándola. La imagen me gustó.
Pat había retocado algo más su maquillaje, se había despojado del leggins y sólo mantenía el jersey y la tanga. En su mano había colgando una pequeña cadenita que me trajo y entregó a la vez que levantaba uno de sus pies para colocarlo en mis rodillas
“Encadéname a ti” dijo mientras yo le colocaba esa cadenita en el tobillo. En cuanto la tuvo colocada se arrodilló y tomó mi pene en sus manos para acercarlo a su cara, lo olía, lo lamía, lo besaba sin dejar de mirarme.
Empezó chupándome ligeramente el capullo mientras hacía pequeños ruiditos al sorber. Manteníamos la mirada.
Sin dejar de hacer esto, se apartó el tiempo justo para quitarse el jersey y volver a metérsela en la boca, ahora con más intensidad, con más ganas.
Delante de mí estaba un gran espejo que reflejaba toda la escena, la veía de espaldas, arrodillada entre mis piernas y su cabeza subiendo y bajando. Una delicia de imagen.
Sin decir más se incorporó y, abriendo sus muslos, se sentó encima de mí encajándose mi dura polla lentamente y hasta tenerla toda dentro. Me abrazó y se quedó quieta mientras yo sentía su primer orgasmo, solo con el placer de penetrarla.
Llevé mis manos a sus nalgas y me dediqué a contemplar el espectáculo en el espejo cuando ella empezó a mover sus caderas, lentamente al principio, pero aumentando considerablemente la intensidad y el placer sentido. Ya no se contenía, con movimientos salvajes arqueando su espalda, arañándome los hombros, mordiéndolos, mientras yo sentía su segundo y tercer orgasmo.
En esto se aproxima a mí y me besa, me lame el cuello y la oreja para susurrarme suavemente “el otro día te quedaste a medias. Úsame como sólo tú lo haces”
Dicho esto se desacopló y, tomándome de la mano, me llevó hasta la terracita balconada donde apoyo sus manos en la barandilla, separando sus piernas y ofreciéndome sus nalgas.
“Hazlo, hazme sentirme tuya”
No esperé más, la tomé de las caderas y coloqué mi pene en su esfínter anal para empujar y ver cómo, poco a poco, desaparecía en su interior hasta tenerla toda dentro.
Pat arqueó más su espalda y dijo “Si, así” “soy tuya, disfrútame”
No dejé pasar su comentario, es verdad, era y es mía y más estos dos días en los que he planeado todo con ella. Pensaba esto mientras redoblaba mis embestidas en su culo, el culo de mis pasiones, mi culo
Pat intentaba no gritar pues, desde dónde nos encontrábamos, era fácil que cualquier huésped la oyera y mirara hacia arriba para recrearse con el espectáculo. Yo, por mi parte, intentaba que ella no pudiera contenerse y la enculaba cada vez con más fuerza y pasión.
Mi corrida en sus entrañas coincidió con su explosión. No pudo contener un grito al que le siguieron otros de menos intensidad mientras se agarraba fuertemente a la barandilla y su cuerpo se agitaba, sus piernas se doblaban y mi pene seguía penetrándola y escupiendo en su interior.
Nada más sacarla ella se giró y, arrodillándose, la metió en su boca mientras ponía sus manos en mis nalgas para empujar y profundizar la penetración en la mamada.
Cuando la sacó estaba aún medio erecta, ella me miró y sonrió
“Aquí me tienes, tu vecina puta y sumisa a tus pies”
Esto fue la llegada al hotel para el disfrute de esas horas con ella.