Pastoreo violento (3)

En su camino hacia su amo, nuestro protagonista Ismael es asaltado por tres fuertes ladrones que encuentran algo más que oro en él.

PASTOREO VIOLENTO 3

El camino a Minoservandia recorría zonas de peligro para las caravanas que por allí debían pasar. Los hombres ricos marchaban con sus ejércitos para prevenir asaltos y desventuras. Pero Ismael nada poseía, por lo que nada temía. Además, si le hubieran dicho que debía atravesar todo el desierto para encontrar a su amado Manrique, el más duro y violento amo, así lo haría. Y como en su mente sólo habitaba su amado, tampoco se preocupó de ver venir hacia él una cuadrilla de tres hombres armados hasta los dientes.

-Detente ahí, mozalbete –le dijo quien parecía ser el jefe de los hombres.

Ismael lo observó calladamente. Era un hombre como de treinta años, alto, de complexión fuerte, con el largo cabello rubio brillando en el viento, montado sobre un gran potro alazán. Junto a él, sus compañeros, de similares características, lo rodearon.

-Entrega todo lo que tengas de valor –dijo el hombre secamente.

Ismael sólo lo miró con temor. Al sol, su rostro se volvía más apetecible. Su pelo rojo incitaba a la pasión.

-Nada tengo –dijo finalmente.

Los tres ladrones desmontaron y se acercaron más a él.

-Regístrenlo –gritó el jefe y los otros dos comenzaron a introducir sus manos entre sus vestiduras, rasgando sin querer sus ropas de pastor.

-Hermano –dijo uno de ellos-, lleva puesto un cinturón de castidad que cubre toda la zona púbica.

-Lleva el signo del príncipe Manrique –dijo el otro, atemorizado.

-Así es que eres parte del ganado –expresó el mayor de los tres hermanos-. Pues nosotros no respetamos la monarquía y podríamos cobrar un buen rescate por ti.

Ismael estaba dispuesto a suplicar que nada le hicieran a su amo Manrique, que él pagaría como fuera, cuando sintió que una mano le aferraba duramente las nalgas.

-Hey, mira, tiene pecas en el culo –llamó un hombre a sus compañeros.

-Y qué nalgas tan paraditas, firmes y redondas –expresó el otro joven asaltante.

-Me parece que están pidiendo volverse más coloradas –dijo el jefe sacando una fusta y dando un primer golpe en el trasero de Ismael, que era mantenido sujeto por los otros dos hombres.

-¿Te gusta? –preguntó- Porque si es así podemos llegar a un buen trato.

-Haz lo que quieras –dijo el púber-, pero no dañen a mi amo Manrique.

Los tres hombres rieron fuertemente y dijeron algo como que eso ya se vería.

Los golpes de fusta siguieron cayendo sobre la suave piel del trasero de Ismael, provocándole una dolorosa erección, apresada en el cinturón de castidad. Pero el dolor lo llevaba a un sopor de placer indescriptible. Su ano comenzaba a abrirse y cerrarse rítmicamente, al compás de los golpes, lo que no pasó desapercibido para el ladrón.

-Oye, parece que tu culo tiene hambre –gritó-. Hay que darle de comer.

Y sin más, sacó de las alforjas de su caballo un tridente cuyas puntas actuaban como pinzas, que se abrían por presión.

El sentir dentro de él ese elemento hizo que Ismael lanzara un agudo grito que fue respondido por un águila en el cielo. Sin saber por qué, él ya no se sintió solo. Su cuerpo se abría como nunca antes lo había hecho. Su pene vibraba atrapado por los pliegues del duro cuero de su cinturón de castidad. Parecía que los ojos se le saldrían del dolor, cuando un beso suave en los labios lo calmó ligeramente. Era uno de los asaltantes.

Mientras, el jefe le sacaba el tridente y le soplaba suavemente el ano, que se negaba a cerrarse.

-Parece que el muchacho está preparado para grandes cosas –manifestó el hombre, mientras caminaba nuevamente hacia las alforjas de su caballo.

Ismael retenido por los otros dos facinerosos, miraba por sobre su hombro cómo el jefe de los asaltantes sacaba un rígido pene de burro trabajado por medio de la ciencia de la taxidermia. ¡Era gigante! Eso, estaba seguro, no podría caber en su interior.

Lentamente, el falo fue penetrando sus carnes hasta alojar un buen trecho. Los golpes que éste daba contra su próstata lo hacían gemir ruidosamente. En el cielo, el águila gritaba y parecía sufrir con él. Hasta que, no pudiendo más comenzó a eyacular dentro de su cinturón.

Pero no pudo seguir gimiendo porque un pene rodeado de vellos rubios se introdujo en su boca. Mientras, sintió como lo sentaban sobre otro falo casi gemelo del que mamaba, mientras un tercero se hincaba sobre su ano para iniciar una doble penetración.

Y así, simplemente, se entregó a sus asaltantes, que cabalgaron sobre él por media hora más. Silencioso, sin poder mover una sola extremidad, quedó tendido mientras los facinerosos partían, pensando quizás que no sobreviviría. Uno de ellos, apiadado, nuevamente, al partir, posó sus labios sobre los de Ismael.

El águila, desde las alturas, comenzó a descender, mientras tomaba forma humana

En el próximo capítulo, el final de las aventuras de Ismael en busca de su amo Manrique.

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