Pastillas para dormir

Todo cambió cuando descubrí el interés que tenía mi hijo en mí.

pastillas para dormir

Me llamo Laura. Tengo 35 años y un hijo de 16. Durante los últimos meses me han ocurrido una serie de hechos que me han dejado confundida.

Todo empezó durante el último verano. Recuerdo que me estaba cambiando de ropa en mi habitación y, mientras luchaba tratando de meterme el vestido, descubrí que mi hijo me estaba espiando. El susto fue tremendo, pero logré disimular. Me sentí disgustada, pero decidí callarme. Durante los siguientes días, me di cuenta de que mi hijo no me quitaba el ojo de encima. No sé si influyó el que mi marido y yo llevábamos unos meses un poco distanciados, pero el caso es que empecé a sentirme halagada por la atención de Raúl, mi hijo. Casi sin darme cuenta comencé una especie de juego: en casa llevaba vestidos cortos, camisetas ajustadas. Claro, Raúl abría los ojos y me seguía con la mirada a todas partes.

Nos acostumbramos a jugar a las cosquillas y a las peleas, y Raúl aprovechaba para tocarme por donde podía. La situación me excitaba cada vez más. Dejaba siempre la puerta entreabierta cuando me cambiaba de ropa, y me acicalaba semidesnuda, segura de que Raúl estaba mirando. Durante los juegos de cosquillas, Raúl era cada vez más osado y me puse a maquinar de qué manera podía conseguir que la cosa fuera a más, y eso fue lo que hice.

Una tarde que mi marido no estaba le dije a Raúl que iba a echarme la siesta, ya que había pasado una noche terrible en la que apenas dormí. Raúl me dijo que no me preocupara, que procuraría no hacer ruido.

-Por eso no te preocupes, hijo –le dije-. Tomaré una pastilla para dormir y a mí me hacen un efecto sorprendente. Aunque montaras una fiesta en la sala yo no me enteraría.

Le expliqué que una vez que me tomé una pastilla para dormir, su padre pasó un susto terrible, ya que me zarandeó y me gritó y yo no me enteré de nada al despertar.

Noté que a Raúl comenzaron a brillarle los ojos. Me puse un camisón y me metí en la cama. Media hora después llegó Raúl y me llamó, al principio bajito, luego cada vez más alto. Incluso empezó a moverme para ver si me despertaba. Yo seguía "dormida". Entonces Raúl comenzó a acariciarme los muslos. Me cambiaba de postura y, al ver que no despertaba, continuó.

Me subió el camisón y me quitó las bragas. Me separó los muslos y empezó a acarciarme el coñito. Empecé a gemir pero seguí con los ojos cerrados, ya que no quería asustarlo. Mientras me masturbaba empezó a mordisquearme los pechos. En un momento determinado, estaba tan excitado que sentí como colocaba su polla en mis labios y me abría la boca. Chupé y lamí y, de pronto, noté un chorro caliente. El pobre se había corrido enseguida, así que pensé que todo había terminado, pero no conté con sus 16 años. Salió de mi habitación y regresó con servilletas de papel. Me limpió la cara y se puso a acariciarme el clítoris Yo estaba excitadísima. Raúl se acostó a mi lado, separó mis piernas y noté cómo su polla entraba dentro de mí. Era como un trozo de hierro grande y caliente. Juro que nunca había sentido lo que estaba sintiendo con mi hijo. El orgasmo fue increíble. Antes de irse volvió a vestirme como si nada hubiera pasado. Me sentía tan bien, que después me dormí de verdad.

Al levantarme, Raúl estaba nerviosísimo, pero como yo me comporté como si nada hubiera pasado, se trnaquilizó. Todo esto que cuento pasó hace unos días y ya no sé qué debo hacer. ¿Hablar claramente con mi hijo? ¿Olvidar el asunto y aquí no ha pasado nada? ¿Decirle a mi hijo que me voy a tomar una pastilla para dormir?