Pasos hacia la Oscuridad.

Este es mi primer relato aquí. Quisiera dedicárselo a Judas Iscariote por inspirarme. Por ser esa mano que me guía en la oscuridad.

Los pasos de la chica se escuchan pausados, casi con nerviosismo cuando se adentran más y más en aquel oscuro pasillo. Solo se oye el tap, tap, tap de los talones sobre el frío suelo delatando su posición. Puede evitarlo, pero no quiere. Se aferra fuertemente a la cinta del bolso que lleva sobre su hombro para darse ánimos a seguir sin gritar. Quiere verle. Pero al mismo tiempo su mente, más lógica y menos ansiosa, le grita que se dé media vuelta y que regrese por donde ha venido. Aunque lo acalla con un siseo que se dice a sí misma en la noche.

-Calla sentido común. Hoy no estás invitado. Esta noche solo seremos dos en las entrañas de la tierra… - sisea la voz de la joven manteniendo el ritmo hasta llegar al final del pasillo.

Gira hacia la derecha, con cuidado de no pisar nada que no deba. Él le ha enseñado como a moverse por allí. Qué lugares son seguros y qué lugares evitar por su propia seguridad y la de su pequeño secreto. Ella no debería estar allí. Pero a ambos les gusta llevar la contraria al sistema a veces. Es algo que los une y los hace algo más suicidas de lo que deberían.

-Diez pasos más hacia delante… Giro a la izquierda… Otros veinte… - va relatándose a sí misma con voz extraña.

Está intentando imitar la de él. Aunque no puede. No tiene la gravedad que requiere. La que hace que su cuerpo se estremezca con solo un par de palabras. No sabe lo que le espera al final del túnel. ¿Estará contento? ¿Estará enfadado? No lo sabe. Pero lo desea saber. Hay muchas cosas que quiere saber de él y que poco a poco va conociendo. Lo que le gusta comer. Cómo le gusta estar tumbado. Lo que prefiere llevar puesto o la postura en la que prefiere que ambos anden cuando van cogidos de la mano. Ella lo estudia con detenimiento para no meter la pata. No quiere molestarle, aunque sabe que le gusta corregirla tanto como verla triunfar. Es un juego entretenido que si no hay algo de cada palo, se vuelve tedioso. Nadie es perfecto. Y eso es lo más bonito de todo.

Al llegar a la entrada de la sala se queda en la puerta. No dice nada. Casi contiene la respiración para no emitir sonido alguno. E incluso solo la brisa rozando su cuerpo seguramente ya la haya delatado. Siempre le gustó su aroma. Se muerde el labio inferior con fuerza apretando sus dedos alrededor del bolso de nuevo. Un pequeño tic que tiene cuando se pone nerviosa pero no dice nada. Aguanta porque él así lo quiere. Siente su mirada. Ambos saben que el otro está allí pero no hablan. Se conocen casi como si se pudieran leer la mente. Pero los recovecos son difíciles de hallar aunque sea divertido hacerlo.

- Mía…

Escucha su voz resonar en la penumbra antes de aferrarla contra él por la cintura apretándole contra su cuerpo. Siente su brazo rodearla por debajo de sus pechos dejando que la otra ahogue el grito de sorpresa que estaba a punto de emitir. La conoce, sabe como es y como reacciona. Aún no sabe contenerse, pero aprenderá. Poco a poco, deja que la mano descienda por su barbilla hasta rodear su cuello. Sus dedos se aprisionan a su alrededor apretándola más contra él para que no pueda escaparse. No puede huir, ni quiere. Está allí por voluntad propia y ambos lo saben y lo agradecen. La boca de él se cobija en su hombro mordiéndolo tras quitar la tiranta del sujetador que molestaba apartándola. Se muerde los labios conteniendo el pequeño quejido de dolor que estaba por salir aunque no sale de sus pulmones.

- Aguanta…

La voz de él vuelve a sonar como un gruñido gutural alimentándose de ella. De sus ansias. De sus sentimientos. De sus deseos que cumple y que aún quedan por cumplir. Cierra los ojos con fuerza sintiendo como su cuello empieza a quemarle. Como aquel agarre firme y férreo no parece aflojarse hasta el último segundo. Justo cuando nota sus piernas algo débiles, cuando nota que está por hundirse la suelta dejándola a su propia merced. Trastabilla un segundo antes de recuperar la compostura sin separar las manos de la tira del bolso. No se atreve a hacerlo y a pesar de que sabe que no está ahí es como sintiera aún sus dedos sobre su piel.

- Bien… Ahora… Ven…

Siente su mano extendida ante ella. No la ve. A pesar de todo, aquella oscuridad era tan negra que no podía discernir nada. Pero, aun así, da un paso hacia delante estirando la mano para encontrarse con la de él dejándose guiar. ¿Dónde la lleva? No lo sabe. ¿Volverá a ser la misma después de eso? Está segura de que no. Pero le gusta. Le hace sentir que hay algo a lo que aspirar. Que hay algo a lo que aferrarse cuando todo parece que no es fiable. Solos en la oscuridad. Solos contra el mundo. Alguien en quién ella pueda confiar y dejarse llevar sin temer las consecuencias. Alguien que pueda verle tal y como es sin temer las represalias ni los juicios. Nadie puede hacerlo más que ellos. Y así es como se pierden en la noche. Siempre adelante. Siempre sin mirar atrás.