Pasiones cruzadas

La fiesta y el contrato

LA FIESTA

Estaba de fiesta, después de años de insistir, por fin había logrado que Pedro, mi padre abriera la cartera y me comprara el auto. Joder que es duro para largar la pasta cuando se trata de su hija, en cambio Pedro y Ramón, mis hermanos mayores, le sacan todo lo que se les ocurre. El problema es que choco mucho con él por la forma de llevar sus turbios negocios, no logro hacerle ver, que solo hace falta un cambio de vientos en la política de turno para que todo se desmorone.

Pero era inutil, como me va a escuchar a mí, sí soy mujer, su soberbia no lo deja. Y los imbéciles chupaculos de mis hermanos, en lugar de apoyarme, solo le hacen la pelota. Total, el dinero les llueve fácil y la vida en corruptela es morbosa y placentera. A mi me dan clases de moral y buenas costumbres y esos tres se la pasan organizando francachelas para el convidado de turno, se empachan de putas y como el vuelto suele ser generoso, no miran más allá de sus narices con resto de polvo blanco.

Mi padre, es un hombre grueso y retacón, pero como los hombres  lo adulan para sacarle tela y las mujeres se le regalan para obtener sus favores, se cree un galán de cine, cuando en realidad, es un empresario de moral dudosa, putero y prepotente cuyo principal mérito es estar en contacto con la clase política de turno.

No duda en dar o devolver favores de dudosa moralidad con tal de llevar adelante sus negocios, siempre relacionados con trapicheos en la obra pública y que siempre terminan pagando los contribuyentes.

María, mi madre, es para darle de comer aparte, un claro ejemplo del manual de la hipocresía.  Para cualquiera que la vé, es una mujer frágil y apagada, sumisa y devota, que solo respira si su marido se lo permite. Se lo pasa chupando cirios, y organizando cenas de caridad, pero si ve un indigente mendigando, se cruza de vereda. Y que no vaya a tocarle la mano un negro, aahh nooo, es capaz de cortarse el brazo.

Supuestamente somos una familia de católicos practicantes, donde Ramón y Pedro II -el primogénito- siguen los pasos de mi padre, - igual de puteros y arrogantes-, en cambio Carmen, mi hermana menor, es más tranquila, bondadosa y muy compañera de mi madre, nada que ver con Lucio, su esposo, un amoral chupa culo de mi padre.

Si supiera mi pobre  hermana la cara de baboso que pone cuando me ve en la piscina, le daría un ataque. Lo peor es que también le echa miradas disimuladas a los paquetes de mis hermanos.

La cuestión es que por fin cumplieron la promesa después de mucho tiempo de darle largas,  Primero, que te lo doy si ingresas a la universidad y luego, que te lo ganas si sacas buenas notas. Llevaba dos años con los mejores promedios de mi curso y ya no se podía negar, todo por culpa de la hipócrita beata de mi madre que se oponía.

Finalmente, ahí estaba, en mi coche nuevo, rumbo a la casa de mi prima en la costa. El pobretón amargo de mi novio Luis no me quiso acompañar por no se que historia de un hardware nuevo, a pesar de que estamos de vacaciones.

Casi me arruina el viaje, mi madre empezó con la cantinela de que una señorita honesta no anda sola en la ruta y no se que otras estupideces. ¿No se enteró que estamos en el siglo veintiuno y ya tengo veinte años?

Es que, vaya familia que me tocó. Parecemos pijos, pero la verdad es que somos lo que se llama, una familia de nuevos ricos, en la que yo, Susana, soy la más independiente. Ambiciosa y agresiva como mi padre, no se me escapan los manejos de sus negociados y las posibles implicancias legales, por lo que decidí hace tiempo que voy a ser abogada.

Sé que está mal decirlo pero soy muy inteligente y normalmente, sumamente fría y calculadora. Otra veces…, bueno... mejor no hablar de esas otras veces, si tocan el resorte adecuado....  También soy bonita. Rubia, alta, de buenas curvas y con unos ojos celestes que enamoran.

Ni quería pensar la que íbamos a armar la dos juntas. Mi prima Graciela -Gra, para mí-, es una morena de ojos verdes y piel blanca muy voluptuosa. Por suerte íbamos a estar solas. su novio se había marchado a preparar unas materias pendientes de la facultad con un compañero que vive en Necochea, un pueblo sobre la costa, a 100 km de donde voy.

Se venía playa y bachata hasta la madrugada todos los días, temía que sin Luis cerca, todo volvería a suceder.

Mis tíos viven en un chalecito muy coqueto cerca de la playa y son muy modernos, nada que ver con mis padres. Quizás sea, por todo lo que ven que pasa con los turistas en verano. La cuestión es que no joden para nada.

Después de manejar cuatrocientos cincuenta kilómetros y haber parado solo a repostar, estaba a cien metros de la casa y ya la veía en la puerta del chalet, ella también me había visto y saltaba como loca. Paré el auto, me bajé y nos abrazamos con entusiasmo, hacía un año que no la veía -desde el último verano-. Ella vive ahí y estudia en una universidad que está ubicada en Mar del Plata, la ciudad más grande, próxima a su pueblo, ubicada a una hora de viaje.

Como ya era de noche y estaba cansada, me ayudó a acomodarme en su pieza, cenamos liviano -había que cuidar la silueta- y nos acostamos temprano después de ponernos al día con nuestras cosas.

  • ¿Cómo lo llevas con Luis ? ¿Todavía lo tienes a dieta ?

  • ¿Qué dices?  Hace rato que follamos.

  • Eso ya me lo has contado el verano anterior, pero lo tenías con condón obligatorio, no se la chupabas, ni le dabas el culo, con lo lindo que se siente.

  • Chupar, si que se la chupo, un poco, hasta que se pone duro. Pero no voy a permitir que invada mi cuerpo con sus fluidos. Una vez que lo permites, es como si te entregaras. Y eso con un novio se paga caro. Además soy alérgica a las pastillas así que otra no le queda.

  • Ja, ja, ja, ese muchacho es un santo. ¿ Y disfrutan con eso ?
  • Siempre alcanzamos el orgasmo. Con eso alcanza. Además, él no tiene problemas en comerme el coño. A él le encanta. Y a mi también.
  • Ja, ja, ja. Lo dicho es un santo. Entonces todo va bién.
  • Más o menos. La diferencia social se nota. No tiene ambición. Para él, el estudio, sus desarrollos técnicos, perder tiempo haciendo chapuzas para los vecinos, es todo lo que le importa. Es demasiado tranquilo. Ni auto le interesa tener.
  • Y entonces por que sigues con él.
  • Porque es un perrito fiel, un cable a tierra para que no me desmadre. Además es un buen chico. Te hace sentir que a su lado, nunca te van a lastimar. Encima es fuerte como un toro y no sabes cómo se pone si le tocan sus afectos, ya te conté lo que pasó con los monitores hace dos años.

  • A mí sí, pero a él no. ¿Qué pasaría si lo supiera todo?

  • A veces pienso que no le importaría, está muy metido en lo suyo. Pero no me voy a arriesgar a perderlo, mientras esté con él, mis padres me dejan tranquila y yo vivo como quiero. Me da muchas libertades.

  • ¿Por eso no vino?
  • Es un buen ejemplo. Porque tiene que terminar un desarrollo nuevo que le costó todos sus ahorros, no tuvo ningún problema en que yo venga sola.

  • Lo dicho. Un santo Ja, ja, ja. No sabe a lo que se arriesga.

A la mañana siguiente, después de desayunar, nos vestimos en su dormitorio para ir a la playa. Lo de vestirse es un decir. Las bikinis brasileras que había comprado mi prima por internet, eran un escándalo, verde fosforescente para mí y amarillo para ella, apenas nos cubrían el chochito y los pezones. Si las llegaba a ver mi madre,se moría.

Finalmente nos tiramos encima dos vestidos blancos ibicencos, agarramos los bolsos con nuestras cosas y nos fuimos a la playa caminando. No necesitábamos nada más. El balneario que tenían alquilado, nos proveía de todo lo demás.

En cuanto nos sacamos los vestidos y nos acomodamos en las tumbonas, empezaron a revolotear los moscones. Los desprecios de Gra eran de escándalo, algunos se iban muy mosqueados. Pero es que eran demasiado babosos esos tíos.

Después de almorzar liviano en el chiringuito, y pegarnos un baño corto en el mar, -que siempre está frío-, nos estábamos poniendo protector solar cuando vimos aparecer a dos monumentos de muchacho, que se instalaron en unas tumbonas cercanas. Un rubio y un moreno un poco mayores que nosotras, con cuerpos de deportistas y rostros muy agraciados.

No pasó una hora que ya estábamos los cuatro juntos hablando de todo un poco. Habíamos formado parejas cruzadas. El moreno Raúl para mí y el rubio Javier para mi prima. Ambos tenían veinticinco años, eran abogados recién recibidos y jugadores profesionales de tenis.

Al terminar la tarde quedamos con ellos para cenar e ir a tomar unas copas. Nos vestimos con ropa de noche, negra para mi, blanca para ella, muy cortita y provocativa y nos encontramos en un italiano.

La cena estuvo muy divertida y nos fuimos caminando unos mil metros por la costanera hasta un pub de copas y baile. La pasamos bien, eran unos estupendos bailarines y a pesar de algunos roces no muy santos, no avanzaron más allá.

Eso nos gustó, porque les habíamos advertido que teníamos novio y lo respetaron. Así que a la salida nos despedimos con un beso y quedamos para vernos al otro día en la playa, después del mediodía.

Cuando nos volvimos a encontrar, ya nos sentamos por parejas. Raúl y yo por un lado, Gra y Javier por el otro Jugamos con las paletas, nos bañamos jugando en el agua y nos pusimos protector en la espalda mutuamente. Una tarde muy divertida entre amigos. A la noche después de cenar, esta vez en un chino, fuimos a bailar a un lugar más tranquilo de gente un poquito más grande.

Pasaban música lenta de los 80 y se bailaba mas apretadito, A la media hora Gra se estaba besando con Javier y yo le hacía la cobra a Raúl. Pero no pasó de ahí. Aunque esta vez me despedí con un piquito y Gra con un beso de lengua, no hicimos ningún comentario  entre nosotras.

Al día siguiente ya era Miércoles y repetimos playa y pub, con la diferencia de que terminamos morreándonos en los sillones de un reservado. Era una especie de cubículo con dos sillones dobles enfrentados, con una mesa baja en el medio y cerrado por una cortina que el mozo no abría, a menos que uno lo llamara.

Cuando después de un beso muy largo con Raúl, miré a Gra, le estaba haciendo una mamada de escándalo a su pareja. Cuando mi macho quiso lo mismo, le indiqué que primero él, que le cedía los honores. Y se prendió al pilón sin dudar. Cuando Gra se dio cuenta, quiso lo mismo, así que se sentó a mi lado y le indicó a Javier lo que tenía que hacer.

La imagen era para un cuadro. Las dos tomadas de la mano recibiendo una comida de coño de primera. Nos miramos con caras de zorra y nos corrimos juntas como burras en celo. Un orgasmo de escándalo. Cuando nos calmamos, los chicos se sacaron todo de cintura para abajo, se sentaron en el sillón de enfrente, polla en ristre, y pidieron subir el nivel.

Les pedimos que nos esperen un minuto, que íbamos al baño a prepararnos y volvíamos. Tomamos las carteras y nos fuimos del pub corriendo muertas de risa.

Por supuesto que  al otro día cambiamos de balneario, nos fuimos a uno que frecuenta la familia de su madrastra. Pasamos un día genial y a la noche nos quedamos en el parque de su casa en una velada de chicas, recordando entre risas la chanchada que les hicimos a los abogados y el calentón con que los dejamos.

El viernes a la tarde, estábamos tomando sol distendidas, cuando todo se desmadró

  • Te dije que las íbamos a encontrar a estas calienta pollas. Grito Javier
  • Creían que burlarse era gratis, putas de mierda. Lo siguió Raúl enardecido

Pero cuando me tomó del brazo para sacudirme una torta. Un muchachón, que no se de donde salió, le pegó un tortazo que lo dejó de culo en el piso, al rato se le unió otro que se enfrentó a Javier. Los abogados, cuando vieron el paño, metieron violín en bolsa y se fueron con el rabo entre las piernas.

Para mi sorpresa, cuando Gra los reconoció, se trepó de un salto al más grandote y se lo comió a besos. Resultaron ser Juan y Pepe, dos primos políticos, sobrinos de su madrastra.

La semana que siguió pude disfrutarla como más me gustaba, pura diversión sin complejos, en compañía de Gra y sus primos cinco años mayores que nosotras y buenos para nada, musculitos de gimnasio y arrogantes, muy fiesteros y divertidos.

Casi el tipo de hombre que me apasionaba. De los que se llevan el mundo por delante y no de los que lo ven rodar y no se suben, como Luis, mi novio. Lastima que fueran tan vagos, sino serían perfectos.

Playa durante el día, tomando el sol exhibiendo nuestros exuberantes cuerpos y el de nuestros amigos. Fiesta por la noche con alcohol, mucho baile y algún que otro porro que nunca había probado, pero descubrí que me relajan un montón.

Hasta que llegó el desastre.

El sábado anterior a mi  partida, teníamos programada la asistencia a un baile en la playa que se organizaba cada fin de mes. Full de bebidas, porros, pastillas y algún que otro polvo mágico según contaban. Todo un mundo nuevo para una estirada como yo.

A mitad de la noche, estando todos ya bastante bebidos y fumados, se largó un aguacero de verano, que ahogó la fiesta. No resignados a terminar la noche tan temprano, ya que era mi último día, decidimos seguirla en el piso de Juan. En ese momento supe que lo iba a volver a hacer.

Entonadas por el alcohol, desinhibidas por los porros y excitadas por las pastillas que tan gentilmente compartieron sus primos, no tardamos en enrollarnos con ellos. Graciela con Pepe y Juan conmigo.

Como una repetición de la noche con los abogados, las dos sentadas en el sillón tomadas de la mano, mirándonos excitadas con los cortos vestidos enrollados en la cintura, recibimos una comida de coño que nos llevó a las nubes.

Lo que cambió todo, es que antes de terminar de relajarnos, nuestras parejas, se levantaron con los pantalones por los tobillos y antes de decir agua vá, estábamos tragando pollas como descosidas.

Cuando nos llenaron la boca de lefa y sin que las pollas se les bajaran un milímetro -benditas pastillas-, como en una coreografía ensayada, nos dieron vuelta poniéndonos arrodilladas de cara al sillón y nos endilgaron un pollazo que nos hizo ver las estrellas.

Si bien no eran pollas gigantescas, eran bastante respetables y el ritmo enloquecido que le ponían a la jodienda nos llevó a los cielos. Acabamos los cuatro casi en simultáneo, entre gritos y gemidos para un concurso, quedando derrengados sobre el sillón en un amasijo de brazos, coños y pollas.

Al ver que estábamos agotadas, Juan preparó unas líneas blancas sobre una mesa de vidrio y me alcanzó un tubito para que aspirara, no es que no supiera lo que era, pero no me supe negar.

Al instante, tuve un subidón de energía y líbido que creí que estallaba, lo que aprovechó Juan para subirme al hombro con el culo al aire y el coño chorreando lefa, y llevarme entre risas a su dormitorio.

Me tiro en la cama boca abajo y mientras me besaba la nuca, me pajeaba con dos dedos, me llevaba los jugos al ojete y yo lo sentía delicioso. Cuando ya jugaba con tres dedos dentro de mi culo, se montó sobre mí, abrió mis nalgas con sus manos y me enterró el glande con tanta maestría que ni lo sentí.

Poco a poco se fue metiendo hasta hacer tope. Cuando llegó al fondo empezó al vaivén. Y yo que siempre pensé que el sexo anal era algo asqueroso y doloroso, estaba en el paraíso.

Cuando ya el ritmo era sostenido y yo estaba disfrutando como loca se detuvo.

  • ¿Qué haces ? ¿Por qué paras ? Sigue, me falta poco.

  • Júrame que este culo será solo mío.

  • Te lo juro. Te lo juro, Sigue por favor.

Tomándome del pelo tiró hacia él y ante mi delirio me empezó a encular a un ritmo feroz. Terminó llenándome las entrañas con un alarido de satisfacción de mi parte, que me dejó baldada. Y así quedamos dormidos, casi desmayados uno sobre el otro.

Al despertarme al otro día en medio de la resaca, me toqué el culo y el coño irritados llenos de lefa y tomé conciencia de lo sucedido, me vestí con celeridad y escapé del piso antes que los demás se despertaran, no así Graciela que siguió disfrutando de ambos sementales el resto del día, olvidándose por completo de su novio ausente.

Asustada por lo hecho, no tuve mejor idea que volver esa misma tarde a mi pueblo. Al llegar a la noche fuí directo a casa de Luís, no tenía ninguna duda de que lo iba a encontrar en su dormitorio trabajando en el ordenador, así es él de predecible y además sus padres estaban de vacaciones. Cuando me abrió la puerta le salté encima y le comí la boca

EL CONTRATO

La cantinela de Susana llega por momentos a ser cansadora. Me considera un sieso aburrido por el solo hecho de pensar en mi futuro. Nunca entendió que privilegie la paz del verano para desarrollar tecnología, a perder el tiempo saltando las olas o yendo a discotecas hasta la madrugada, si fuera por ella viviríamos de fiesta.

No se a que llama sieso, soy socialmente activo, me gusta ayudar a la gente y creo ser bastante inteligente. Soy alto, levemente musculado y de buena envergadura física. Poseo una gran flexibilidad producto de mi práctica de artes marciales desde pequeño y desde muy chico tengo dos hobbies que me apasionan, la electrónica y los sistemas de seguridad.

Mi dedicación al mundo tecnológico me viene de familia. Raúl, mi padre, es un obrero especializado en maquinaria robótica y  Montse, mi madre, es profesora de Física y Matemáticas en un instituto.

Formamos una familia de clase media de buen pasar, con casa propia, una casita en la costa y un par de propiedades heredadas de mis abuelos, un campito de olivares que tienen rentado y un terreno en una ubicación privilegiada sobre una colina con vista al pueblo. Ese es el pequeño paraíso, en el que mis padres piensan construirse algún día, su casita para la vejez.

Me encanta ayudar a mis vecinos con sus grandes dramas con los ordenadores, dramas que generalmente se resuelven ante su admiración, en cinco minutos. Es que somos una familia con valores sociales arraigados, valores que mis padres se preocuparon de  inculcarle a un servidor, su único hijo.

Por esa  razón, decidieron que estudiara en escuelas públicas, en contacto con alumnos provenientes de familias y realidades distintas. Además cultivaron en mí el amor por la familia y la pasión por las ciencias duras, razón por la cual, decidí hace tiempo, que iba a estudiar ingeniería.

La antítesis de mi pareja despareja, es mi novia Susana. Una muchacha rubia de una belleza imponente, que a diferencia mìa, que soy hijo único, tiene tres hermanos y son los más ricos del pueblo. Aunque se rumorea que los negocios del padre no son muy transparentes, no lo puedo asegurar, como en todo pueblo, muchas veces la que rumorea es la envidia.

A pesar de su fortuna, también enviaron a sus hijos a escuelas públicas, pero creo que sólo para mantener  el bajo perfil. Viven en el mismo barrio de clase media que nosotros, pero en una casa más grande, con microcine, parque y pileta.

Con Susana nos conocemos de toda la vida y siempre nos gustamos a pesar de ser tan distintos. Cursamos en el mismo grado, hacíamos las tareas en conjunto e íbamos juntos a todos lados. A nadie le extrañó que en la adolescencia nos hiciéramos novios, a pesar de nuestras diferencias.

Susana adoraba ser la más popular, destacarse en los estudios, en la vida social y sobre todo hacerlo notar. En cambio a mi, a pesar de ser bien parecido e incluso mejor alumno que ella, siempre me gustó el bajo perfil. Eso nos provocó los primeros roces.

Debutamos en el sexo a los dieciocho años, en un viaje de excursión del instituto y a pesar de que la experiencia, en un principio nos fue grata, nos trajo el primer choque. Se veía venir que lo sentíamos de forma diferente.

Al revés que en lo social, en el sexo soy entregado y apasionado, mientras que Susana es reticente y se entrega con cuentagotas, su egoísmo la domina, incluso en sus relaciones personales más íntimas. Luego sabría que la realidad era muy diferente.

Nuestro primer choque grande sucedió en un fin de semana extra largo, durante el cual se organizó un campamento de fin de curso de bachillerato, hacíamos noche en las cabañas de un hostal y ella compartía habitación con la novia de mi compañero de cuarto. Decidir cruzarnos para pasar las noches juntos fue cosa cantada, pero su primera imposicion fué que de sexo nada.

La noche siguiente a la llegada era el baile de disfraces, al que de ningún modo pensaba concurrir. Esas payasadas me superan. Su disfraz de colegiala sexi era una provocación en toda la regla.

Con el culo casi al aire y las tetas a punto de reventar la camisa, parecía una actriz porno. Sin embargo decidí callarme la boca, cada uno es dueño de sus actos y sus consecuencias. Apenas se marchó, decidí acostarme. En algún momento de la noche me despertaron unos gritos en la puerta de la cabaña.

  • Donde vas puta ¿Crees que es fácil librarte de gente que tiene más calle que tú?

  • Déjenme en paz o llamo a mi novio que está dentro.

  • Llámalo, si se mete, los follamos a los dos juntos. Porque tu no te salvas.

  • ¿Hablan de mí? Pregunté en guardia, saliendo del cuarto.

Eran grandotes pero muy estúpidos. En un par de minutos estaban en el piso pidiendo disculpas. La tomé del brazo y la metí adentro. Cuando quiso besarme le hice la cobra y me acosté en mi cama sin dejarle lugar. El mensaje estaba enviado.

Al otro día el cabreo se me había pasado. Que una mujer quiera vestir de una determinada manera, no implica que alguien pretenda abusar de ella. Extrañamente ese día, Susana estuvo más mimosa que nunca.

Algo cambió cuando nos acostamos. Estábamos nerviosos por lo que podía pasar, ella estaba con una camiseta y braguitas que le quedaban de escándalo y yo con mis boxers. Nos comimos a besos. Cuando le saqué el camisoncito y le comí los pechos, Susana temblaba. Yo no sabía demasiado sobre el tema, pero había leído, sabía que estaba excitada pero reticente.

Le fui comiendo los pezones a los mordisquitos y para cuando bajé mi manos acariciando sus piernas con delicadeza, ya las abrió para dejarme paso. Le fui bajando las bragas despacio, acompañado de besitos por todo su cuerpo.

Cuando llegué con mi boca a su vientre, primero cerró las piernas cortándome el acceso, pero ante mis mordisquitos insistentes me abrió paso. El fuego que allí habitaba, fundiría el infierno y la humedad que mojaba mi cara, desbordaría los mares.

Bastó un par de lengüetazos a su erguido clítoris, para que se corriera entre convulsiones, reteniendo sus gritos para no quedar en evidencia. La dejé descansar con pequeñas lamidas a su coñito y cuando la ví tranquila empecé a trepar sobre su cuerpo, ya desnudo y enfundado.

Cuando alcance la meta y empecé a entrar en su intimidad, enlazó sus piernas con las mías y pegó un golpe de caderas hacia adelante buscando que la empale.

Casi se arruina todo, porque lo mío es para ir despacio, por suerte reculé a tiempo y evité el desastre. Cuando me miró sorprendida, le dí un besito, sugiriéndole que se relaje. Retomé el camino y al cruzar la barrera, se dio cuenta del por qué de mis precauciones, Cuando llegué al fondo sus quejas ya eran gemidos.

Cuando se relajó inicié el mete saca que pronto nos llevó al éxtasis casi juntos. Me retiré despacio, me saqué el condón, lo tiré a la papelera y nos quedamos dormidos entre besitos. Al otro día al despertarnos, quise repetir pero estaba muy dolorida y al sugerirle que me devolviera el favor oral puso cara de asco, se levantó, se vistió después de lavarse y no me habló en el resto del viaje.

Las burlas de mis compañeros diciéndome que era un desastre fueron de película. Me lo tomé con filosofía, no iba a ventilar el motivo del enojo. El problema fue, que los monitores que había fajado la noche anterior la empezaron a revolotear, sugiriendo abiertamente que se había equivocado, que ellos le podían demostrar que eran mejores amantes.

Pero eso no me arruinó tanto el viaje, como la actitud de ella dándoles la razón, sugiriendo que se lo iba a pensar, dándole cabida a sus insinuaciones y a las burlas hacia mi persona. Incluso se generaron un par de situaciones que daban a pensar que efectivamente algo pudo haber pasado.

El día que para humillarme, me dejó con la palabra en la boca en medio de una discusión por el papel de puta que estaba haciendo y se encerró en la cabaña con los monitores para dar a entender que se los iba a follar, decidí terminar con lo nuestro.

Quedé tan tocado por la experiencia, que no la volví a ver hasta un mes después del retorno. Ese día apareció en mi casa pidiéndome disculpas. Según ella, la sumisión que significaba comerse una polla, y ni que hablar. tragar fluidos por cualquier vía, la hacían sentir degradada y sometida. Que si a mi me gustaba el sexo oral, era cosa mía, pero que no se lo pidiera a ella.

Me comentó que ese día se sintió muy ofendida y quiso hacerme sentir mal. Pero que ese mismo respeto que se tenía como persona le hacía imposible ser infiel. Que si lo aceptaba y seguìamos juntos, podía estar seguro de eso. Aunque tenía mis dudas acepté y lo festejamos con nuestro segundo polvo. Eso sí, según sus condiciones.

Así fuimos creciendo, teniendo sexo según los gustos de Susana, siempre limitado y con protección. Éramos  felices a nuestra manera y estábamos cómodos. Yo aceptaba que Susana saliera con sus amigas y se exhibiera como le gustaba y ella toleraba las largas horas que yo pasaba en mi laboratorio.

Hasta que llegó el primer gran cambio en nuestras vidas.

El verano que cumplió 20 años y después de una brutal insistencia de su parte, los padres de Susana le compraron el primer auto y le permitieron irse de viaje a lo de su prima Graciela que estaba sola, ya que su novio, debía preparar con un compañero, unas materias pendientes, en un pueblo sobre la costa a 100 km de donde vivían.

No la pude acompañar porque tenía que entregar unos protocolos de seguridad que ya hacía dos años venía desarrollando y vendiendo con mucho éxito. Sistemas combinados de Hardware y Software para protección de datos tanto hogareños como empresariales.

Dada la aceptación de mis productos,  los veranos los aprovechaba para desarrollar y comercializar nuevas tecnologías, todo esto sin dejar mis entrenamientos en artes marciales de los cuales ya era cinturón negro. A pesar de tener licencia y medios para comprarme un auto, no me interesaba. Prefería invertir en tecnología.

Ese verano por fin había terminado la plataforma digital en la que venía trabajando. Otro verano clavado, trabajando y sin un peso, pero no me arrepentía. Es que, sin nadie en casa y con mi novia de vacaciones, tenía el tiempo y la tranquilidad que necesitaba para llevar mis ideas a la práctica. Y me daba resultado.

Estaba concentrado redactando un protocolo de seguridad muy complicado, cuando golpearon la puerta. Al abrir, para mi sorpresa, apareció una efusiva Susana que me saltó encima y me comió a besos.

  • Huy, cómo estás Su, ¿Qué te pasa ?

  • Dos semanas sin mi bomboncito es demasiado, ven cómeme el coño por favor.

Y como un perrito manso obedecí. Me llevó a rastras a mi cama, se sacó el vestido por la cabeza y me amorró a su coño, no llevaba ropa interior. No sé si por su excitación, o por qué causa, se corrió en seguida. Aprovechando que estaba lubricada, me desvistió, me empujó sobre la cama, se subió a mi cuerpo y se empaló despacio.

  • Sú, ¡ Estamos sin protección ! hmmm

  • Aghh... no importa...aaaaghh. Hoy no hay peligro hmmm.

No tengo excusas, pero la sorpresa, la calentura de un mes sin follar y ver semejante bombón desnudo y tan entregado, no me dejaron pensar. La emoción de poder follar a pelo por primera vez fue más fuerte que mis convicciones.

Tres semanas después, el padre y los hermanos de Susana golpeaban furiosos las puertas de mi casa, exigiendo reparación frente a su embarazo, ya que el aborto para ellos, no era una opción.

Hablé con mis padres, les conté todo tal como fué y que a pesar de que me pareció extraña su urgencia, no me supe negar cuando me dijo que estaba en dias seguros. Después de la filípica que me pegaron por mi imprudencia y por echar por la borda toda la instrucción que me dieron, me urgieron como primer paso a hacerme responsable y me ofrecieron su ayuda para aclarar luego todas las dudas que pudiera tener. Dado que ya tenía buenos ingresos, acordamos que nos casaríamos, viviríamos en mi casa y ambos padres nos ayudarían hasta que terminemos nuestras carreras.

Eso sí, dadas las diferencias económicas entre ambas familias y mi irresponsabilidad al haber tenido sexo sin protección, Don Pedro exigió la firma de un contrato prenupcial de separación de bienes, con algunas cláusulas que establecían la disolución inmediata del vínculo en caso de infidelidades, inconductas o vicios que afectaran la imagen del otro.

Ya que yo ponía la casa, Susana aportaría los alimentos. Los demás gastos de la pareja serían a partes iguales. De ahí en adelante, cada uno podía disponer de sus bienes como más se le antojara.

Nueve meses después nacieron los mellizos. Producto de una apuesta entre nosotros dos, referente a cual sería el sexo de nuestros hijos y ganada por mi, los niños se llamaron Héctor Ignacio y Gabriel Hugo. Nombres que por supuesto no fueron elegidos al azar.

En los primeros meses del embarazo nuestra relación pareció crecer varios niveles, pero ni aún así, consintió sexo sin protección. A partir de saber que eran mellizos y su figura comenzó a ensancharse, su carácter se fue agriando.

Cuando nacieron los niños, fuertes, largos y sanos, hermosos y de ojos claros, uno rubio y el otro moreno, volvió a la frialdad anterior. Su única obsesión pasó a ser recuperar su silueta y retomar los estudios. De atender a sus hijos, lo justo.

Una vez más, estábamos en veredas opuestas, mas se alejaba Susana de los niños, más fascinación sentía yo por ellos. Con lo que a mi me gusta el desarrollo de nuevas ideas, que mejor proyecto que educar a tus hijos. Verlos crecer día a día, dar sus primeros pasos. Su primera sonrisa o sus berrinches. Había encontrado el gran proyecto de mi vida. Mi verdadera pasión.

Dos años después, mis padres murieron en un lamentable accidente de carretera, un camionero alcoholizado de una compañía cervecera famosa, se los llevó puestos al cruzarse de carril.

A partir de ese momento, todo se empezó a derrumbar

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