Pasión por Vanesa

Debía un respeto por mi mujer, y mi cuñada...

Pasión por Vanesa

Nunca sospeché que aquel breve y fugaz pensamiento que experimenté en mi boda al hacer aparición mi cuñada Vanesa

pudiera tener alguna futura consecuencia: Había sido un pensamiento demasiado veloz y, por otro lado, normal como hombre. Al ver a una mujer como Vanesa con aquel vestido azul

y su cabello dorado recogido como una princesa, fue inevitable observar sus labios moverse en cada palabra y desear por un instante besarla, y muy lentamente abrazarla, palparla con enorme cariño.

Habia sido una puerilidad pero me habia avergonzado por un instante con esa diapositiva de los instintos más puros.

La siguiente vez que la vi no pude evitar sin embargo sentirme culpable de esa cruel infidelidad mental. Por un instante habia deseado besar a la hermana de mi mujer. Esó me recató tanto que mi cuñada se percató del hecho.- Estás molesto por algo?-

Eso me devolvió a la realidad instantáneamente.- No! Por que iba a estarlo...? De ningún modo, en serio...- Acerté a decir.

Pero al mirarla sucedió lo peor. No sólo habia retornado el maldito pensamiento sino que vino acompañado de un enorme deseo de tocar su cuerpo y hasta... poseerla.

Tenía que desviarme de mi obsesión enseguida y comencé a desplegar temas de conversación sin mucho apremio, pues tampoco deseaba aparentar un comportamiento extraño.

La conversación retomó su expresión normal y charlamos largo rato. El reloj de pared dio las 11 y media de la noche y Vanesa se ofreció a prepararme la cena pues asi también la acompañaba por más tiempo. Su marido no regresaría de su turno de trabajo hasta las 6 de la mañana y se sentía sóla y algo intranquila, pues los tiempos estaban algo alborotados.

Accedí a ello, aunque temeroso de que mis pensamientos pudieran notarse. Preparó una pasta deliciosa y la acompañamos con vino. Casi habíamos bebido más de una botella cuando Vanesa me dijo que no encontraba muy bién, que se sentía algo mareada y si no me importaba la dejara sola pues deseaba acostarse e intentar dormir.

-Claro mujer- me levanté, no sin antes preguntarle si deseaba que le preparara algo para tomar.

-No, mucha gracias, creo que sólo necesito dormir-

Justo al decir esto Vanesa se quedó con los ojos en blanco y se desmayó. Pude sostenerla antes de que se golpeara contra el suelo de milagro.

-Vane, Vane... Contesta por favor... despiértate... Oh, dios, joder...!

Me desesperé un poco. Debía llamar al médico? Avisar a su hermana? Intentar reanimarla? Sabía lo delicada que era mi cuñada y si al final no resultaba nada grave se ofendería y avergonzaría de que su familia la hubiese visto en ese estado. Opté por despertarla. Pensé que lo primero que tenía que hacer era escuchar su pulso. En ese momento me incomodó el estar con mi cuñada entre mis brazos, pero no había elección.

La dejé en el suelo y le desabroché un botón de su apretada camisa blanca. Sentí un cosquilleo en los dedos. Luego otro, y otro más...

Sólo le quedó un botón prendido y su sujetador y la parte superior de sus pechos quedaron a la vista. Me sentí horriblemente excitado. Dios... como podia ser tan repelente? Mi cuñada se había desmayado y yo me excitaba con su agonía. Acerqué mi oido con suavidad a su pecho izquierdo. Por ahí debia latir, pensé. Logré distinguir un leve latido pero no era demasiado audible. Varié la posición de mi cabeza varias veces sobre su piel y su suave sujetador amarillo y pude apreciar su delicado y fresquísimo olor corporal.Olía a mujer, a hembra, pero también a niña,a adolescente.Mi imaginación se desbordaba. Vanesa era de piel blanquita y eso le entregaba una ternura casi de niña. Al fin encontré su pulso, y entonces me pregunté por que no se lo habia tomado en su muñeca. Me sentí lascivo. Tenía que abrocharle la camisa y despertarla. Cuando terminé de hacerlo la miré. Tan hermosa casi debajo de mi. El cabello sobre la moqueta como un rio de oro. Y negando mis deseos sacudí a mi cuñada y le di un leve cachete en ambos lados de su cara. Vanesa abrió los ojos.

Esos increibles y grandes ojos azules intensos. – Qué pasó?- Alcanzó a decir con casi inaudible murmullo. Estás bién??- Le pregunté preocupado. –Si-susurró y volvió a cerrar sus ojos con pereza. Estaba en un estado como etílico. Parecía ida. Volví a sacudirla y ya no logré despertarla. Respiraba con lentitud, como en un sueño profundo. LA miré de nuevo, no como preocupado cuñado. Sino como un hombre. Aún podia dibujar sus pechos de leche. Podía recordar el dulce olor a niña perfumada.

Con un miedo horrible a que despertara acerqué mi mano a su camisa. Tenía que sentirlas de nuevo. Aün a riesgo de que sino despertara, que lo dudaba seriamente, pudiese recordar lo que sucedía posé lenta y muy delicadamente mis dedos encima de su camisa. Busqué el contorno endurecido de sus pechos y presioné levemente su redondez. No podía parar. Pensaba demasiado rápido y mis dedos, mi mano se aceleraba por momentos magreando a mi cuñada. Tocaba sus tetas ya con confianza y enorme ansia. Desabroché con avidez su camisa y ahora todo su torso quedó ante mi privilegiada vista. Mi mirada no dba seguido mis manos. Dios, estaba manoseando ami cuñada Vanesa con total impunidad. Cada vez tenía menos reparos y posibles remordimientos. Era un hombre. Un hombre en pleno celo. Y una hembra estaba espatarrada a sus pies. Bajé mi cabeza hasta su barriguita perfecta y le regalé mi lengua suspirante de lascivia pura. Coemencé a lamerla como un poseso. Por cada rincón de piel. No pude más y aparté sus sujetador y dejé que bogaran sus dos hermosos pechos. Tenía una aureola rosadita y un pezón extrañamente erecto.

Me sentí más hombre que nunca. Comencé a magrearle con desprecio sus dos tetas y mascullé entre dientes.

-Quieres polla? Eh...? No contestas, zorra?. Pues vas a ver...-

Arrepentirme por hablar en voz alta y volver a hacerlo se habia convertido en un peligroso circulo vicioso.

Rapidamente le quité sus mallas y la abrí de piernas con mi cuerpo. Con mi mano derecha habia conseguida sacar mi polla afuera, que nunca la recordaba tan gorda y dura. Me removí encima del cuerpo inerte de mi cuñada Vanesa y por una orilla de su braguita también amarilla la fui penetrando poco a poco pero con intensidad. Vane exhaló un leve quejido, casi inapreciable, pero no abrió los ojos, ni pareció haber regresado de su innopia.

Metí mi pene bién adentro de mi cuñada y mi lengua se cebó en su cuello, su cara, sus hombros, sus tetas. Me moví encima de Vanesa restregádome pervertidamente a su cuerpo de veinteañera. Era tan menudita y blanquita y usaba ese perfume para niñas que por unos instante metía mi polla con fuerza imaginándola con catorce años, o con trece...

Me avergonzaba de dicho pensamiento y ahora si, justificadamente, pero al mismo momento me excitaba más de lo que nunca soñé. La sujetaba por sus caderas y la penetraba hasta el fondo.

  • Asi, Vane, asi, amor... Diossss, estás tan buena y eres tan linda... Ahhh, ohhh, mi pequeña niñita...- Mi rostro se desencaja e imaginé que debía tener un rostro consumido por la más profunda lascivia. En un par de ocasiones no logré contener la saliva de perversión que se acumulaba en mi boca y me llegué a babar en sus tetas. Mi mano borraba su vestigio con rudeza.

No podia creer lo que estaba haciendo. Tenía que parar y marcharme. No podia seguir haciéndole aquello a mi mujer y a mi cuñada. Pero ese espejismo de duda se convertía en que mis embestidas eran cada vez más brutales y mi forma de sujetar a mi cuñada por sus contorneadas caderas y sus hombros me dejaba de sin capacidad de juicio.

No pude evitarlo y empecé a correrme, a derramarme en mi cuñada. Mis penetraciones se suavizaron y ralentizaron, se convirtieron en profundas martilladas a cámara lenta. Mi leche se vertía dentro de la vagina de la hermana de mi mujer. Gemí como un cerdo encima de esa mujer inerte, completamente fuera de conocimiento. Derramé mi semen en su húmedo coñito de jovencita. Y sentí que me habia corrido en aquella Vanesa de catorce años...Mi pensamiento oscilaba entre el bién y el mal en cada eyaculación. Me pareció exagerado el semen que descargué dentro de ella. Realmente quedé absolutament exhausto. Comencé a besarla lentamente, como un enamorado a su enamorada. Por un momento me creí correspondido.

El pos-orgasmo me despertó de mi climax. Que habia hecho??? Me encerrarían por aquello??? Y que vergüenza cuando la gente se enterara. Me matarían. Empezando por su marido. Sequé con una toalla el sudor que había depositado en el cuerpo de mi bella cuñada y los restos de semen que descendían hasta su culo. Más bién digamos que restregué los restos de la ¿violación?.

La vestí con rapidez lleno de miedo y la llevé en volandas a su cuarto. LA dejé encima de su cama vestida arropada por una manta.

Tal vez al despertar dudara más si recordaba algo de lo sucedido. Podía confundir realidad y sopor. De todos modos me fui sudando a gota gorda.

El dia siguiente estuve nervioso todo el dia. Cada voz que escuchaba, cada sombra parecía perseguirme. Pero contra mis sospechas no sucedió nada.

Pasados tres dias mi mujer quiso visitar a su hermana. Dijo que cenariamos con ellos. Un escalofrio me recorrió.

Los pasos hacia la puerta de la casa de mis cuñados parecieron interminables.

Mi mujer pulsó el timbre y el breve silencio que lo sucedió casi me provocan un infarto.

Fue la propia Vanesa la que abrió la puerta. Su sonrisa blanca nos recibió. No noté nada extraño en su mirada. Entré exclamando un hola tan fingido como breve.

Vanesa se giró a mi de camino a la cocina y me llamó. Un temblor me acogió de nuevo. LA miré con la mayor normalidad que conseguí.- Si?-

  • Has de perdonar por pedirte que te fueras la otra noche, pero me econtraba muy mal, lo siento de veras...-

No vacilé un instante.

-Ah, no pasa nada mujer. Otro dia echamos una partidita al trivial y ya verás como se te pasan los mareos-Sonreí ante mi familia, ante la vida que por una vez ella me habia sonreido a mi.