Pasión oscura

Sintió el roce leve, rugoso, de un pezón sobre sus labios. Instintivamente saco su lengua para lamerlo. Un leve gemido resonó en sus oídos. La oscuridad, ahora impenetrable, agudizó el resto de sus sentidos. Podía oler el perfume de la mujer, mezclado con el aroma de su sexo.

Javier se despertó desorientado; la boca pastosa y un ligero mareo le dieron alguna idea de su estado: resaca, por su puesto. No era la primera vez que se sentía así al despertar. Lo raro era que desconocía el lugar donde se encontraba.

Con los ojos entrecerrados contempló lo que entraba en su ángulo de visión. Alguien había sido lo bastante considerado para mantener el lugar en penumbra, dudaba que hubiera resistido una luz más fuerte en esos momentos.

Una elegante cortina en tonos azules, un visillo blanco y las persianas a medio echar sobre una puerta ventana, eran las responsables de que solo unos pocos rayos de luz con motitas danzarinas avanzaran por el suelo de la habitación.

Unos apagados murmullos de voces femeninas, llegaron hasta él. Sorprendido giró la cabeza demasiado rápido. Un fuerte pinchazo en su nuca y una sensación de nausea le embargó. Con un fuerte jadeo volvió a cerrar los ojos. Al momento un susurro de ropas y una mano fresca le indicaron que había alguien a su lado.

_ ¡Señor! ¡Señor! –la voz poco educada de una mujer resonó en sus oídos- hay que ver que forma de beber. Tomé beba esto, le calmará las nauseas y el dolor de cabeza.

Unas manos pequeñas y ásperas, le ayudaron a incorporarse lo justo para hacerle beber una tisana de hierbas, aromatizadas con miel y un regusto amargo.

_Ahora, Señor, si me ayuda le pondré más cómodo y fresco y cuando acabe de dormirla se sentirá mejor.

La criada, si eso era, le ayudó a desprenderse de su ropa. Una esponja empapada en agua caliente y exquisito jabón con aroma a cedro pasada de forma impersonal por su cuerpo, le devolvieron una cierta comodidad. Cansado, cerró los ojos, sin ganas de cuestionar en que lugar se hallaba.

Mucho más tarde, un suave murmullo, bajo y ronco, le despertó. La habitación sumergida ahora en la noche, apenas iluminada por el tenue resplandor de la chimenea. Una fragancia a hierba de verano, le envolvió. Poco a poco fue consciente de otras sensaciones, de las sábanas frescas bajo su cuerpo desnudo, de una cálida boca pegada a su sexo.

Cerró de nuevo los ojos, este sueño era un buen cambio a las continuas pesadillas que tenía de un tiempo a esta parte. Repletos de los gritos de sus hombres al caer al mar, de barcos que se hundían. Sueños alcoholizados que se repetían una y otra vez, como si en ellos estuviera la clave de lo sucedido.

Este, al menos, es agradable_ Pensó, mientras la boca soñada, liberaba su miembro. Y tan real..... Suspiró e intentó sujetar esa boca esquiva, que mordisqueaba su falo, para sentirla plena, húmeda. Un tirón en sus muñecas acabo con los restos de sueño, haciéndole consciente de súbito de que estaba despierto. Su mirada alerta de pronto, captó las gruesas cuerdas, de fibra suave, que ataban sus muñecas al cabezal de la cama. Alzó la cabeza para mirar a la persona que_ ahora sabía real_ estaba sobre él.

Unos largos cabellos oscuros, casi rojos donde el reflejo del fuego jugaba con ellos, la piel pálida de una fina clavícula, la larga espalda sinuosa, el asomo de unas caderas redondeadas... Sentía una boca fresca en su abdomen, diminutos besos como aleteos subiendo hacia su pecho. Unas manos suaves acariciaban sus costados descubiertos. Un sexo húmedo, caliente, frotándose contra su pierna.

_ Mujer, ¿Quién eres? _ Sintió urgencia por escuchar la respuesta, no podía verle el rostro... imagino por un momento que podía ser una de las criaturas licenciosas del burdel, pero no recordaba a ninguna con ese pelo, no reconocía la boca, que ahora succionaba suavemente la piel de su pecho_ déjame verte la cara.

Un susurro suave, apenas audible, unas manos que se alzaron hasta sus ojos, tocando levemente los párpados.

_ No, no debes verme, cierra los ojos, sólo sueña _ Se irguió sobre él, el cuerpo y el rostro envueltos en sombra, tan solo el contorno de sus pómulos, de sus pechos erguidos, enmarcados por el débil resplandor del fuego.

Buscó algo sobre la cama, sobre la almohada. Entre sus manos apareció una larga tira de tejido oscuro.

Javier, envuelto aún en un ambiente irreal, onírico, la dejo hacer. En otros tiempos, hubiera sido incapaz de abandonarse así, a manos de nadie. Pero ahora... ¡eran tantas las cosas que no había hecho antes, que ahora hacía!

Suspiró y la dejó hacer, cerro los ojos mientras ella se acercaba más y le colocaba la tira sobre sus ojos.

Sintió el roce leve, rugoso, de un pezón sobre sus labios. Instintivamente saco su lengua para lamerlo. Un leve gemido resonó en sus oídos. La oscuridad, ahora impenetrable, agudizó el resto de sus sentidos. Podía oler el perfume de la mujer, mezclado con el aroma de su sexo. En la boca, el pezón, empezó a erguirse, tierno y duro a la vez. Rugoso y firme, Su sabor tibio, a piel de mujer, a perfumado jabón de baño le inundó la boca.

Las piernas de ella, abierta sobre él, tocando su cadera, el sexo abierto y húmedo sobre su falo, mojado y erecto.

Embriagado succiono con más fuerza ese pecho, antes de girar la cabeza en busca del otro. La mujer emitió un brusco jadeo, mientras sus manos se aferraban a las suyas atadas. Presionó con fuerza sus caderas contra su polla humedeciéndolo con sus fluidos, como antes había hecho con su saliva.

Se movía con fuerza, buscando ansiosa presionar su clítoris contra él. Durante un largo momento, pareció que iba a incrustarse en su cuerpo.

Se levantó, separando con brusquedad su pezón de su boca. El leve quejido de dolor que emitió, lo excitó aún más. Sintió los movimientos de la mujer, acercándose a la cabecera de la cama. Expectante, con el miembro inflamado y dolorido, reclamando una cálida envoltura espero.

Sintió el leve hundimiento del colchón a ambos lados de su cabeza. Adivino los leves pies de ella, cerca. Un suave aroma floral ocultando apenas la penetrante fragancia del sexo de la mujer, llegó hasta él.

La mujer, se tomo de la cabecera de la cama, flexionando sus piernas hasta que su sexo rozó la cara de Javier. Un largo suspiro contenido nació en su pecho al sentir el primer toque de la lengua de él. Sus caderas flexibles se movieron buscando sentir esa lengua en su interior. Javier inició una lenta danza con su boca, sus labios, su lengua en ese sexo abierto, ofrecido por la mujer. Jugaba a incitar, tocando y retirándose una y otra vez, mientras sentía al jugoso, apasionado sexo femenino perseguir su boca. Repaso con su lengua firme cada uno de los rincones. Busco la entrada a su cuerpo. Beso esos labios íntimos con los suyos. Mojo su lengua en los fluidos de ella. Penetró una y otra vez el surco delicioso mientras ella se retorcía sobre su cara. Los fluidos, el aroma levemente salado, la entrecortada respiración de la mujer, le sumergían en un mundo acuático, marino.

Un largo estremecimiento recorrió el cuerpo de la mujer. Un grito quedó atrapado en su garganta. Una de sus manos busco la cabeza de Javier, presionándola contra su cuerpo. Javier atrapó por fin, el clítoris entre sus labios, sintió la fuerza del deseo de ella en el tacto de su mano. Su lengua vibro contra su clítoris. Una urgencia tensa, expectante llenó la habitación. Un largo gemido liberador rompió el ambiente onírico, una fuerte convulsión de la mujer golpeo su cara y oleadas de un líquido denso, suave, inundó su boca.

La mujer se retiró despacio, renuente a romper el contacto. Su cuerpo se derritió sobre el de él, desmadejado, tierno y dulce. Sus dedos, rozaron sus labios en un mudo gesto de agradecimiento. Durante un momento sólo se escucho la respiración de ambos. Aquietándose.

Poco a poco las manos de ella, los labios de ella, fueron cobrando vida. Ligeros besos de labios abiertos, húmedos, recorrieron el pecho de Javier. Las manos leves acariciaron sus brazos, demorándose en cada músculo, Tocó las cuerdas que ataban sus muñecas en un gesto indeciso... Necesitaba sentir esas manos grandes, poderosas, en todo su cuerpo y sin embargo tenía miedo. Él nunca debía ver su rostro.

Javier percibiendo sus deseos susurro:

_Desátame – susurro Javier percibiendo sus deseos. _Déjame libre para amarte con todo mi cuerpo.

_No puedo, no puedo... _ murmuró, anhelante.

_Dime por qué _El tono de su voz esta vez duro, exigente. _Ahora, necesito tocarte.

_No quiero que conozcas mi cara. No quiero que puedas reconocerme nunca.

Javier notó el pánico, la urgencia en la voz de ella y también el deseo de ceder. De pronto recordó que aún era un caballero. Qué su palabra aún debía valer algo. Tenía que valer.

_Tienes mi palabra. No me quitaré la venda de los ojos, no miraré tu cara ni tu cuerpo. Nunca te reconoceré. _Esperó, con el alma pendiente de la respuesta de ella.

Hubo un momento de espera, de silencio. Javier tembló. Sí su palabra no significaba nada para ella... Dejó escapar un suspiro. Las manos de ella, se movieron con decisión, desatando ambas muñecas.

Un intenso alivio llegó hasta su conciencia, por primera vez en semanas, desde que su barco más amado naufragó, llevándose consigo tantas cosas amadas, desde que lo rescataron como único superviviente del desastre frente a las costas africanas, se unieron los destrozados jirones de su alma haciendo que se sintiera un hombre de nuevo. Ella confiaba en él.

Se deslizo sobre ella, sus ojos cegados por la seda. Lleno de amor por esa mujer desconocida. Sus manos recorrieron todos los planos de su cuerpo. Sus labios besaron su cara, una y otra vez, lleno de ternura. Siguió con su lengua la forma de sus cejas, el perfil de su nariz. Trazó sus labios perfectos. Saboreo el sabor del interior de su boca. Nado entre su saliva. Lamió el suave costado del cuello. Aspiro el olor floral mezclado con su sudor. Sus cuerpos se acoplaron el uno al otro. Los suaves pechos de ella, contra el de él. Sexo contra sexo. Rozándose. Sintiendo la humedad que aún restaba entre las piernas de ella en su polla, mojándola, tentándola a sumergirse en ella.

Se recreo en las sensaciones que recorrían su cuerpo, disfrutando del ligero dolor que sentía en sus ingles. Sintiendo como crecía en sus entrañas la intensidad de su fuego.

La piel de la mujer empezó a quemarle la palma de las manos, las caderas se movían inquietas bajo él. Los gemidos mezclados de ambos empezaron a resonar con fuerza en la habitación. Las piernas de ella se abrieron aumentando el contacto de su sexo caliente con su falo. Deslizo una mano entre sus cuerpos, buscando y encontrando el clítoris, excitándolo con sus dedos.

Con un grito casi agónico ella enlazó las piernas a su cintura, se arqueó contra él, buscando sentirse llena. El deseo casi salvaje los dominó. Y Javier la penetró de una fuerte embestida, hasta el fondo, hasta que sus cuerpos chocaron uno contra otro. Por un instante permanecieron quietos, vibrantes. Sintiendo la intensidad de la unión recorrer todo su cuerpo. Javier con un gemido tenso. Las gotas de sudor brotando por sus poros. Envuelto en la funda prieta y ardiente que era la vagina de ella. La mujer estremecida, abierta, notando como su sexo se dilataba llenándose de la carne de él.

Un segundo después sus mundos desaparecieron. Se perdieron en movimientos cada vez más rápidos, más exigentes. La polla de Javier penetraba hasta el fondo de la vagina para retirarse de nuevo hasta la misma entrada, golpeando, batiendo, rompiéndola en mil pedazos y volviéndola a componer. La mujer elevaba una y otra vez sus caderas saliendo a su encuentro. Dando. Dándose por entero.

Las manos, esas manos que había dejado libre, aprisionaron la carne de sus nalgas, abriéndolas, masajeándolas, aplastándola contra él.

La mujer se abandonó a la búsqueda anhelante de su propio placer, arañando la espalda de Javier, el aire entrando a pequeños sorbos en su garganta, curvándose bajo el cuerpo de él, cada vez más cerca, sintiendo como oleada tras oleada de sus propios fluidos los mojaban a los dos. De pronto intensas contracciones se apoderaron de ella, de su vagina. Aprisionando el miembro de él en su interior, succionándolo. Manteniéndolo dentro con todas sus fuerzas, hasta que se deshizo contra él, todo un océano hirviendo explotando y derramándose en su interior.

Las contracciones de la mujer alrededor de su sexo, el repentino olor a ella que invadió sus fosas nasales, la forma en que aprisionaba su polla, cerrando entorno a él esa quemante oscuridad... los calientes fluidos que lo bañaron le hicieron perder el control. Arremetió con fuerza, dejando que su semen se derramara en lo más profundo de la mujer.

Continuaron abrazados uno dentro de la otra. Respirando agitados. Sintiendo la humedad de ambos derramarse por sus cuerpos. La mujer fue la primera en separarse. Javier experimentó una punzada de temor. No quería que saliera de su vida esta desconocida.

_Dime quién eres. Te juro que será un secreto entre los dos _ pidió, casi suplicó. _Esto ha sido... No sé ponerle palabras pero ha sido muy importante para mí. Nunca había sentido con esta intensidad.

_No puedo, no debo decírtelo. _ La voz de la mujer se quebró en un sollozo _. Por favor, me lo has prometido. No te quites la venda hasta que no salga de la habitación.

_Pero, ¿Por qué? Has sentido lo mismo que yo, estoy seguro.

Ella se movió rápida, bajando de la cama. Javier sólo alcanzó a rozarle un brazo. Quedó medio incorporado, alzando su mano vacía.

_Me lo has prometido. Recuerda, no tienes que intentar averiguar quien soy.

Javier volvió a tenderse en el lecho. Aceptando en silencio la decisión de ella. Escucho sus pasos ligeros alejándose, el sonido de la puerta al abrirse y su leve vacilación:

_Tienes razón, ¿Sabes? _ El sonido de su voz llegó dulce hasta él _ Ha sido mágico. Te amo Javier.

Se cerró la puerta tras ella, dejándolo sólo. Su mano se alzó para quitarse la venda. Conservando aún el tacto de lo que parecía una pequeña cicatriz ovalada en el brazo de ella.

La buscaría. Sabía que tendría que hacerlo, que no lo podría evitar.

Fin.