Pasión galáctica

Re subido a mi cuenta para que no penséis que estuve vagueando en el verano. El interior de ella envuelve y aprieta fuerte el miembro de él, Kathly hace ligeros gestos de dolor, pero su cara y gemidos demuestran su placer

Pasión galáctica

Relato escrito por ArturoRelatos para la Antología TRCL

Cuenta de la Antologia

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Mayo del año 3278 — Sistema Telmun.

La nave policial Endeavour viaja rumbo a la prisión de Landor. El capitán, Kennio Rivans, se mantiene en alerta por el posible rescate de su prisionera más peligrosa, Kathly Halley, jefa de la mayor banda de traficantes de materias, armas, drogas, minerales y gases valiosos; roban cualquier cosa y luego la venden al mejor postor. Las naves de escolta son muy numerosas y están en perfecta formación de vuelo.

Kennio comprueba por trigésimo cuarta vez la cámara de la celda de Kathly desde que vuelan cerca del borde de la zona civilizada. Más allá, los planetas están llenos de criaturas extrañas y piratas espaciales. La prisionera está sentada en el suelo, con las manos colgando encadenadas. El largo pelo rojo fuego de Kathly le cae alborotado por los hombros y llega hasta el prominente busto, donde se cuela por el escote. Haciendo zoom en la pantalla táctil, comprueba que no haga gestos raros con las manos y el resto del cuerpo, observando que la prisionera está sudando.

—Agente, compruebe la celda —ordena Kennio a través del interfono de uno de los guardias que custodian la celda.

—Sí, señor —responde el aludido. En la pantalla se ve cómo se abre la puerta segundos después y entra el agente armado con el subfusil reglamentario. Entra despacio, revisando la estancia y a la prisionera. Se acerca a ella y comprueba las cadenas. Kathly se queda quieta en todo momento.

—Todo en orden, señor —informa el agente y sale de la celda.

—Agente, ¿hace calor ahí dentro? — pregunta Kennio.

—No, señor, la temperatura es correcta —responde.

—Ok, siga con sus labores, agente —manda el capitán.

Corta la comunicación y revisa los datos de vuelo. El asunto de que la prisionera sude sin hacer calor le molesta. Todos los sensores indican que el vuelo transcurre sin problemas y eso le tranquiliza. Pasan unos minutos y vuelve a mirar a la pantalla; la prisionera sigue sudando. De repente, levanta la cabeza y mira a la cámara. Sus ojos son violetas e intensos. «¿Como sabe dónde está, sí está oculta?» piensa sorprendido.

Una alarma se dispara.

—¡Capitán, nos ata…! —una gran explosión sacude la nave y se disparan más alarmas.

—¡Zafarrancho de combate! —grita Kennioy se activa la llamada a las posiciones de defensa —¡Informe de daños! —exige al alférez.

—¡Han destruido los motores, señor! —informa el técnico del puente.

—¡Desvía la energía de los motores al generador de escudo y activa todas las armas! —ordena —. ¡Abrid el canal con la nave Wren!

—Aquí la Wren, ¿están bien? —pregunta el capitán de la escolta.

—Han destruido nuestros motores, ordene a sus naves cubrirnos —responde Kennio.

—De inmediato, señor —responde el jefe de la escolta y, segundos después, las naves de protección rodean al Endeavour.

—Señor, nos han disparado con un arma de iones, por eso atravesaron el escudo —informa el técnico.

—¡Malditas armas ilegales! —blasfema el capitán.

—¡Detecto una nave desconocida detrás de nosotros! —avisa el técnico del radar.

—Nos apunta, es la que nos atacó —corrobora el técnico del puente.

—Centrad todo el fuego posible y evitad que vuelvan a disparar el cañón de iones — ordena Kennio—. Traed a Kathly —manda a los guardias.

Ve cómo los guardias de la celda la sacan, ella no opone resistencia, y se escuchan más explosiones.

—Capitán, están atacándonos con torpedos y el sistema de defensa de popa fue destruido junto con los motores. ¡Nos quedamos sin armas en popa! —indica el técnico del puente.

—Use los propulsores laterales para darnos la vuelta y que todas las naves de escolta se centren en la nave enemiga —dice el capitán.

Las naves de protección, situadas en la parte delantera, van en apoyo de sus compañeros y el Endeavour comienza a girar. Al dar la vuelta, la nave enemiga queda a la vista; es del mismo tamaño que la nave policial. Las naves de escolta caen una a una, ineficaces contra la potencia del fuego enemigo.

—¡Fuego a discreción, intentad atraer el grueso del ataque! — ordena Kennio.

El Endeavour centra todas sus armas en la nave enemiga, esta no se inmuta y sigue derribando naves escolta. Las puertas del puente se abren y entra Kathly rodeada de cuatro guardias.

El capitán se levanta y se planta delante de ella.

—Ordena inmediatamente el alto al fuego a tus rufianes o no llegarás a Landor o a otro lugar —la amenaza.

Ella se inclina a un lado y mira el combate que se está produciendo.

—No puedo —dice con voz tranquila.

Kennio se enfada, pero mantiene la compostura.

—Si no los detienes, yo mismo te pegare un tiro —responde serio.

Los ojos violetas de Kathly se vuelven de un color más intenso y suda un poco más, pero se mantiene firme y contesta:

—No puedo, no pertenecen a Génesis, son del Sol Oscuro —La organización del Sol Oscuro es la rival de la de Kathly.

—No han venido a rescatarme, han venido a matarme —continúa ella.

Kennio se alarma ante esta revelación, ya que el enemigo no se contendrá.

—¡Máxima potencia de fuego! ¡Reducidlos a cenizas! —grita.

La última nave de escolta explota en mil pedazos y todas las armas de la nave enemiga se centran en el Endeavour. Las dos naves intercambian disparos láser que se estrellan contra los escudos de una y de otra. Al ver la inutilidad de los láseres,  la nave pirata cambia de estrategia; las armas láser dejan de disparar y se activa el cañón de iones. Kennio y todas las personas en el puente se asustan al ver la luz azul dentro del cañón.

—¡Preparad todos los misiles! — ordena Kathly. Todos la miran incrédulos debido a su osadía —. Génesis ha combatido muchas veces contra el Sol Oscuro y hemos aprendido a atacar este tipo de naves —dice para justificarse.

—Más te vale saber lo que haces. ¡Preparad todos los misiles! — Kennio decide arriesgarse, «A situaciones desesperadas, soluciones desesperadas»

—Fijad el cañón de iones, si se fractura la barrera de contención los iones explotarán — explica Kathly—. Además para dispararlo necesitan retirar la energía de todas sus armas.

—Señor, este disparo será más potente que el anterior. Si nos alcanza, la nave estará perdida —informa el técnico de puente.

El cañón sigue cargando y la tensión aumenta por momentos.

—El enemigo ha retirado la potencia de su sistema antimisiles —dice el técnico.

—¡Ahora, disparad! —ordena Kathly.

Todos los misiles son eyectados del Endeavour hacia la nave pirata. Los enemigos no pueden defenderse de los misiles  y estos impactan en el cañón, haciéndolo explotar junto a la nave. Pero, por desgracia, consiguen disparar a tiempo y la masa de iones vuela hacia la nave policial.

—¡Virad a estribor! —ordena Kennio en un intento por sobrevivir.

La nave consigue girar lo suficiente para que el disparo no impacte en el puente, pero los iones atraviesan la estructura de lado a lado, y se activa la alarma de evacuación.

—¡A los botes, todo el mundo! —manda el capitán, agarra a Kathly. Juntos salen corriendo, con la tripulación del puente, hacia los botes salvavidas.

Cuando llegan a la zona de evacuación, Kathly intenta meterse la primera en un bote, pero Kennio la retiene agarrando sus esposas.

—¡¿Qué haces, gilipollas?! ¡Hay que escapar, esto va a explotar en cualquier momento! —grita ella furiosa.

—Primero mis hombres y luego nosotros —responde él, serio, y localiza a uno de los encargados del salvamento.

—¿Cómo va la evacuación?

—Ya están casi todos, señor. Por desgracia, todo el personal de la sección F ha quedado atrapado y no hay forma de liberarlo —informa el supervisor.

—Es una gran desgracia —contesta Kennio afligido—. Que escape ya todo el personal de evacuación, yo terminaré de supervisar.

El supervisor le mira con admiración y ordena por su interfono a sus compañeros de que evacuen ya. Le estrecha la mano a su capitán y corre hacia un bote.

Kathly se desespera al ver ese numerito de heroísmo, ya que cada vez quedan menos botes. Los últimos tripulantes llegan y montan en el último vehículo. Una fuerte explosión sacude la nave y Kathly comienza a llorar de miedo. Kennio la suelta y, a toda prisa, manipula un panel de control. Un bote salvavidas es colocado en la escotilla más cercana, el policía corre hacia la delincuente, la agarra de las esposas y tira de ella hacia el bote. Ella, al ver que Kennio la lleva a un bote, corre también y los dos se meten lo más rápido posible. El capitán se sienta en el sillón del piloto, activa el motor y desengancha el bote de la nave principal.

Al poco de salir, el Endeavour explota y la onda expansiva alcanza el bote de Kennio y Kathly, dañando algunos sistemas. El programa de navegación les dirige hacia el planeta con atmósfera más cercano, en una pantalla muestra la información del planeta

«Radio del planeta: 11.000km

Fuerza gravitacional: 7.10 m/s2

Periodo de rotación: 23 horas

Atmósfera: 77% nitrógeno, 22% oxígeno

Presión: 45,58kPA»

Y, en otra, enumera los sistemas dañados abordo. Kennio se fija más en la de los daños y en mantener la maltrecha nave en la dirección indicada mientras que Kathly sólo se centra en agarrarse a los asideros y murmurar cada vez que se ven los destellos de las explosiones del Endeavour. A duras penas, la nave alcanza la atmósfera del planeta y consigue resistir las fuertes sacudidas del ingreso. Kathly grita, muerta de miedo, pero con los distintos ruidos de la nave, Kennio sólo la ve gesticular. Realizando un aterrizaje forzoso y usando toda su habilidad, él salva el bote y la vida de ambos.

—¿Estás bien? —pregunta Kennio al aire, ya que al aterrizar se ha golpeado la cabeza y está aturdido. Al no recibir respuesta, pregunta de nuevo—. Delincuente, ¿estás bien?

—No me llames “delincuente”, tengo mi propio nombre —responde molesta y aturdida.

—Sí, “criminal” —contesta con sorna y sale del bote mareado, apoyándose en la estructura de la nave.

Kathly refunfuña por lo bajo y sale también, mareada

—¿Dónde coño estamos?

—No lo sé, estaba demasiado ocupado tratando de salvarnos —responde Kennio—. Y no espero que tú lo hayas mirado, ya que estabas llorando como una niña.

—Ríete, pero estoy segura de que nos encontramos dentro de la zona libre, así que yo gozo de simpatía y tú de odio —dice burlona.

—¿Zona libre?... ¡Ah!, es como llamáis a la zona no civilizada —razona él— libre de leyes y policía, el paraíso anarquista —su voz toma un tono sarcástico.

—¡Es mejor que vivir bajo el yugo de los ricos, que explotan a los que no son de su nivel económico! —grita ella furiosa.

—No discuto que no es un sistema perfecto —argumenta él, ya despejado, y anda hacia ella—, pero dime una cosa, ¿qué diferencia hay entre un rico y un jefe criminal? —pregunta y, antes de que ella conteste, dice—. Yo te lo diré: el rico exprime a su trabajador y, cuando no le sirve más, le despide y ese trabajador recibe una jubilación o un subsidio. Pero un jefe criminal, cuando ya no le es útil alguien, le vuela la cabeza o le tira a las bestias por diversión; en el resto de cosas son iguales.

—Tú no has visto lo que yo: familias con hijos muertas de hambre… —comienza a decir, pero Kennio la interrumpe tapándole la boca y agarrando su nuca.

—Tú tampoco has visto lo mismo que yo. Sé de primera mano lo que es comer cuatro platos de comida en un mes, sé lo que es vivir en la zona “libre” y he visto cómo violan, matan y destripan a los débiles allí. Yo soy un “no civilizado”—le susurra con la voz cargada de ira.

Kathly también está furiosa e intenta romper el agarre mientras él habla. Pero ella descuida un detalle, Kennio no es el típico capitán que se abandona físicamente al llegar al cargo, sino que aquel hombre es una gran masa de músculos duros y compactos, capaz de hacer el pino con un dedo, si le restas un poco de gravedad al ambiente. Al descubrir su origen,  comienza a tener miedo y sus ojos pasan del rojo al violeta intenso. Las esposas le limitan los movimientos, pero aún sin ellas no podría hacer nada contra él.

—Si quieres que sigamos las reglas de los piratas, lo haremos. Si no me obedeces, te partiré el cuello y dejare tu cuerpo aquí para que se lo coman las alimañas —dice amenazador—. ¿Me vas a obedecer?

Kathly asiente con la cabeza, deprisa, y Kennio sonríe triunfador. Retira las manos despacio y ella respira agitada.

—Ahora quiero que rodees la zona, busca ramas secas y asegúrate de que no hay peligros cerca —ordena él.

Ella, por miedo, sólo asiente y se va sin mirarle a los ojos. Cuando desaparece en la espesura, Kennio suspira aliviado. Nunca le gustó usar el carácter que desarrolló de pequeño, pero no se va a arriesgar a que una criminal le ataque por la noche. Entra en el bote inservible y saca el equipo de emergencia, que consiste en una tienda de campaña, una baliza localizadora, un botiquín y provisiones. Comprueba que Kathly no está cerca antes de abrir el compartimiento secreto, poniendo su dedo en el escáner,  donde hay dos pistolas láser y dos rifles, láser también. Revisa que no estén dañadas y le pone una batería a cada una para estar listo por si hay problemas. Gracias a las nuevas baterías de gas tibana, un gas que posee una carga eléctrica casi ilimitada, podría estar disparando durante días sin que apenas se gastasen. Deja todas las armas, menos una pistola que se oculta en la ropa, en el compartimiento y sale del bote. Extiende la tienda de campaña y le da al botón de montar, la tienda reconoce el terreno y comienza a expandirse con el diseño más óptimo. Mientras se monta, Kennio localiza una colina y espera a que Kathly aparezca. Ella vuelve a la zona unos minutos después, cargada con un pequeño montón de leña.

—¿Has encontrado algo? —pregunta él autoritario.

Kathly deja la leña cerca de la tienda y señala por donde apareció.

—Creo que hay una laguna o un estanque por ahí cerca —informa cansada.

—Algo de suerte, ahora iremos a esa colina y colocaremos una baliza para que nos localice el grupo de rescate —dice Kennio.

Ella pone mala cara al escucharlo, cansada y dolida como está. «Azul, tristeza» piensa él al ver los ahora azules ojos de Kathly. Se estira y su cuerpo emite varios chasquidos al recolocarse.

—Mejor lo dejamos para mañana, me vendrá bien descansar —comenta él despreocupado.

Los ojos de ella vuelven a cambiar, adquiriendo un tono amarillo como el maíz maduro. Kennio se da la vuelta y se mete en la tienda, Kathly intenta entrar detrás de él, pero este la detiene.

—¿De verdad piensas que te dejaría entrar? —pregunta él divertido.

—Pero si hay espacio de sobra y dos habitaciones —contesta incrédula.

«¿Cómo habrás conseguido ser jefa criminal?», pregunta para sí mismo.

—Mira, no voy a dejarte dormir dentro ya que no me fío de que no me ataques. Yo que tú, buscaría refugio antes de que caiga la noche y  así estaría a salvo de depredadores —esta vez le habla lento como si fuera estúpida.

Los ojos y la cara de Kathly se vuelven rojos.

— Pensaba que los policías eran famosos por sus esfuerzos en ayudar a los débiles e impartir justicia —contesta con la voz cargada de ira.

—Perdiste el derecho a ese beneficio cuando empezaste a robar —responde él firme.

Ella se da la vuelta y se aleja de la tienda, hecha un basilisco. Kennio cierra la entrada y se tumba tranquilo en la cama. Antes de darse cuenta se queda dormido.

Despierta horas más tarde y siente el cuerpo molido, por el ajetreo del día anterior. Se incorpora y estira. Sale de la tienda con cuidado, ya que desconfía de Kathly. Afuera, todo está tranquilo y ella está acurrucada debajo de un árbol. Kennio se acerca despacio y sin hacer ruido, y revisa si está despierta. Ella duerme tranquilamente y él se sorprende de descubrir lo hermosa que es. Su rostro crispado intimida a los débiles de voluntad, pero relajado irradia belleza y juventud. «¿Cuántos años tiene en realidad?» piensa Kennio, con sus veintiocho años se siente viejo a su lado. Acerca una mano para apartar un mechón de pelo, Kathly abre los ojos de golpe, mostrándolos en color violeta y, al ver la mano de él, rueda sobre el suelo, apartándose. Los dos se quedan mirando unos instantes, evaluando mutuamente las intenciones. Kennio es el primero en relajarse.

—Ya era hora que te levantaras, hay que poner la baliza —dice.

Kathly le ignora y se alisa el pelo, él no cae en la provocación y va a la tienda para coger unas pocas provisiones. Todavía oculto en la tienda, comprueba la pistola y quita el seguro. Sale de la tienda y ella sigue debajo del árbol, sentada, mirando al cielo despejado.

—Levántate, ya nos vamos —ordena en alto.

Kathly le mira con ojos rubios, se levanta y comienza a andar hacia la colina que le indicó el día anterior. Kennio deja que se adelante unos pasos y después va él detrás. Mientras andan por el frondoso bosque, él vigila en todas direcciones en busca de peligros, mientras ella parece estar disfrutando del paisaje. Tras varios minutos de marcha, los dos comienzan a tener calor, Kennio se abre la chaqueta del uniforme, pero Kathly no puede abrirse más el mono de presidiaria sin quedarse desnuda de cintura para arriba. Consiguen llegar a la colina y, cuando van a dejar la espesura, un ruido alerta a Kennio, quien se gira en redondo para sólo poder ver cómo la culata de un rifle le da de lleno en la mejilla izquierda.

Recupera la conciencia en medio de un mareo y un dolor de cabeza tremendos. El ojo izquierdo le duele bastante y es incapaz de abrirlo. Con el ojo derecho consigue ver que está delante de su tienda de campaña. Al moverse, descubre que tiene las manos atadas rodeando un árbol. Escucha unas risas que parecen provenir de la tienda. Intenta soltar las ataduras, pero está sin fuerzas.

Un hombre sale de la tienda, subiéndose la bragueta, y le mira.

—¡Chicos, ha despertado! —grita a sus compañeros. Estos salen poco después, con el torso al descubierto.

—Vaya vaya, por fin despierta el capitán —dice el que parece ser el líder.

—¿Sois de Génesis? ¿Habéis venido a por Kathly? —pregunta Kennio desorientado.

—Sí y no. Éramos de Génesis, pero, como capturaste a esa puta, nos unimos al Sol Oscuro —explica divertido—. Y te lo agradecemos, ya no tenemos tantas normas y nos estamos pasando por la piedra a la muy zorra, pero la tendremos que matar después de divertirnos —la última parte la dice con una sonrisa de oreja a oreja.

Kennio le mira con odio y rostro serio. Ese pirata representa al estereotipo más odiado por él: traidor, asesino, violador… un hombre al que sólo le importa el dinero y su vida.

El cabecilla, al ver que no consigue asustar al policía, le da unos golpes poco suaves en la mejilla izquierda.

—Después de ella irás tú y contigo nos divertiremos más, torturándote —amenaza, pero Kennio se mantiene impasible. Esto termina de sacar de quicio al pirata, que le da un puñetazo en la mejilla mala, pero el policía consigue por poco no gritar de dolor.

—Ahora tenemos otro asunto qué atender, pero ten seguro que te haré suplicar a gritos —advierte con la voz cargada de ira y le da otro puñetazo. Kennio comienza a ver pequeños destellos por el ojo malo y le arde de dolor. Los piratas vuelven a la tienda, riéndose.

—¡Despierta, puta! ¡Aún tienes que satisfacernos! —grita uno de ellos y se escucha un grito de mujer y su llanto— ¡Deja de llorar, zorra, y traga! —después de eso se deja de escuchar a la mujer y comienzan a escucharse los gemidos de los piratas.

Durante horas, Kennio tiene que aguantar el escuchar a los piratas y a Kathly, en la tienda, y el dolor de su ojo. Cuando pensaba que no podía ser peor, un gran grito de dolor proviene de la tienda.

—¡Joder, Kenne! ¡Te dije que esperas para destriparla, casi me llenas la ropa de sangre!  —grita uno de los piratas.

Uno de ellos sale refunfuñando y el cabecilla sale detrás, riéndose, con algunas manchas de sangre en la ropa.

—Ya sabes cómo es, cuando le damos permiso no se lo piensa dos veces —dice el cabecilla, mira hacia Kennio y sonríe despiadado. Se acerca a él, mientras su compañero se va hacia la posible laguna, saca un cuchillo de combate y se acuclilla para quedar a la misma altura.

—Bueno, amigo, ya va siendo tu turno —acerca la hoja al cuello de su prisionero, pero este se mantiene impasible y con mirada desafiante—. Si gritas, prometo ser más benévolo.

—Los dos sabemos que es mentira, ya que no conoces el significado de esa palabra, ¿porque no comienzas y terminamos esto rápido? —sugiere Kennio con voz neutra.

—Entonces lo haré despacio —sonríe divertido el pirata. Quita el cuchillo del cuello y lo acerca despacio al costado derecho.

Antes de que el pirata pueda reaccionar, Kennio le agarra de la muñeca y la aparta de su costillar, esto desequilibra al su captor y cae al suelo, rápido como el viento, el policía se coloca encima del pirata, le arrebata el cuchillo y lo coloca en su nuca. El pirata lo mira de reojo, aprisionado contra el suelo y con los ojos abiertos del miedo.

—Has escogido el lado por el que veo —le susurra y hunde el cuchillo en el cuello del cabecilla, seccionando su columna.

Kennio se levanta cansado y examina su mano derecha; su pulgar está dislocado. Se lo recoloca y aguanta las ganas de gritar, ahora aprecia que le entrenaran en la Academia para dislocarse el dedo y así poder escaparse de ataduras.

Escucha un ruido, ve al otro pirata salir de la espesura, los dos se miran alarmados, el pirata saca una pistola láser y dispara. Kennio esquiva el tiro rodando a un lado y corre detrás del árbol en el que estuvo atado. El pirata vuelve a disparar, el láser atraviesa el árbol, a pocos centímetros del cuerpo del policía. Este vuelve a rodar justo cuando otro disparo atraviesa el árbol donde él estaba.

—¡Estate quieto, maldita sea! —grita el pirata enfurecido.

Kennio está indeciso, su atacante está en una buena posición para dispararle y él no tiene cobertura posible. Los dos se miran evaluando el movimiento del otro y preparados para reaccionar. De repente, un destello rojizo atraviesa el aire y revienta la cabeza del pistolero. Kennio mira a todos lados intentando averiguar de dónde procede el disparo, cuando el último pirata sale de la tienda, ve a su compañero y al fugitivo, saca una pistola, pero antes de que pueda disparar, otro destello impacta en su torso. El hombre se desploma sin vida y Kennio respira aliviado, puede que algún tripulante del Endeavour haya llegado a ese planeta y le haya encontrado.

—¿Quién vive? ¡Muchas gracias por salvarme, te debo mi vida! —grita al aire para que le escuche el tirador oculto.

—Entonces ahora estoy yo al mando —contesta una voz desde la espesura.

Kennio se gira en la dirección de la voz y ve a Kathly, vestida con ropas nuevas y ceñidas, con uno de sus rifles y sonriendo burlona.

—¿Pero no te habían capturado ellos? —pregunta él incrédulo.

—Lo intentaron —le corrige—. Fingieron que venían en mi rescate, pero no caí en la trampa y les di esquinazo.

—¿Pero quién era la mujer que lloraba y gritaba? —pregunta intentando entender toda la situación.

—Ceo que se llamaba Lindy o Lora, no sé, era una experta en plantas que teníamos — responde despreocupada.

Kennio la mira de arriba abajo; las nuevas prendas de Kathly son provocativas y más por el hecho de que la falda le queda corta y la camisa muy ajustada en el pecho. Además, le surge la duda de porqué tiene uno de sus rifles.

—Veo que te gusta mi nueva ropa. Como ahora eres mío, puede que te recompense si te portas bien —dice ella pícara y burlona.

Él consigue ocultar su sonrojo.

—Más bien me pregunto cómo tienes una de mis armas ocultas —contesta.

—Sabía de sobra dónde está el compartimiento de las armas y se abre fácil, tu huella está en el propio escáner —dice.

—Maldita ladrona —blasfema, pero en realidad está impresionado de que consiguiera abrir una cerradura de alta seguridad sin equipo.

—Pues, si no lo fuera, ahora estarías muerto y esos tres vivos —replica molesta.

—Los otros dos puede que sí, pero yo he matado al primero —se defiende Kennio. Kathly le mira divertida.

—Si no les hubiera parado cuando te dejaron K.O, te habrían matado al instante —dice burlona y se aleja en dirección a la tienda de campaña.

Él no sale de su asombro. Le ha salvado dos veces la vida, pero la pregunta es «¿Por qué?». Ella entra en la tienda y sella una de las habitaciones.

—¿Qué haces? —pregunta Kennio extrañado.

—¿Crees que sólo la ha cortado el cuello? El último en salir era KenneTurner, tiene fama de secuestrar a mujer para meterlas la polla y luego sacarlas las tripas, no sé tú, pero yo no pienso entrar ahí —responde rotunda.

—Ellos han tenido que venir en una nave, ¿te dijeron dónde aterrizaron?

—Ellos eran listo y no me lo dijeron, pero ella me dijo la dirección —contesta—. Pero ya casi es anochece, será mejor pasar la noche aquí y mañana salir en su búsqueda.

Kennio se molesta de que ella le de órdenes, pero lo peor es que tiene razón. Se le ocurre una idea:

—Voy a ir a la laguna y darme un baño, necesito aliviarme además.

—Vale, prefiero que no huelas a sudor —dice indiferente.

Kennio se aleja de la tienda y va hacia la laguna. Al verla se queda asombrado. Es un lugar precioso, con una gran cascada y rodeado de flores y árboles. Se acerca a la orilla y mete la mano en el agua, que está fresca, pero sin llegar a fría. Se saca la ropa con cuidado, cuando se quita la camisa y se examina el cuerpo, ve que tiene algunos moratones, pero en general está bien. Acerca la cara al agua y revisa su ojo izquierdo, el cual está muy hinchado y rojo. El agua fría le vendrá bien. Se mete en el agua poco a poco y nota cómo su maltrecho cuerpo lo agradece. Se sumerge entero, se deja llevar por la suave corriente. Tras un rato largo se siente con más energía y menos dolorido, pero empieza a notar más frío y se da cuenta que es casi de noche. Nada a la orilla y duda entre si ponerse la ropa y mojarla o ir desnudo y vestirse cuando esté seco. Al final, decide ir desnudo «total, sólo está Kathly. No seré el primer tío desnudo que vea, no quiero mojar la ropa y no tengo nada de lo que avergonzarme» piensa y se encamina a la tienda. De vuelta en el campamento ve luz dentro de la tienda, se acerca a esta y abre la puerta en el mismo instante que Kathly sale agachada y se choca contra su entrepierna y cae de culo con las piernas abiertas y enseñando las bragas negras de encaje. Sorprendido, Kennio descubre que está medio erecto y que el choque le dio gustillo, al ver las bragas y el escote de ella se termina de poner duro «¿Por qué no le pido follar? ¡Está buenísima!». Kathly se frota el culo dolorido por la caída y, al ver con lo que ha chocado, abre mucho los ojos y estos se vuelven rosa y violeta.

—¡Kennio! ¡¿Qué haces así?! —grita incrédula.

—No quería mojar la ropa, así que volví desnudo, por cierto ¿Quieres follar? Me han entrado ganas y tú estás muy buena —dice como si fuera lo más normal.

—¿Pero tú te has drogado? No pienso fo… —comienza a replicar indignada, pero algo surge en su cabeza —. Espera, ¿en la laguna hay flores de color rojo intenso?

Él trata de hacer memoria, pero la imagen de Kathly desnuda y con las piernas abiertas, dándole la bienvenida, no para de rondarle la cabeza. Al final consigue recordar un gran grupo de flores como las que ella describe.

—Sí, había unas cerca de la orilla.

Kathly se levanta de golpe y sale de la tienda escabulléndose de Kennio.

—Espera dentro y ni se te ocurra tocar mis cosas.

Él no entiende qué le pasa, pero la obedece y espera sentado, dentro de la habitación útil. Mientras, imagina las diferentes posturas y actos que le gustaría hacer.

Después de unos minutos, Kathly entra en la tienda y trae algo tapado en una manta, lo destapa y es una de las flores que describía

—¿sabes qué flor es?

—No, pero te quedaría muy bien en tu precioso pelo —responde él con una sonrisa.

—Déjate de ligoteo, esta es una Sycia, comúnmente conocida como “la flor del sexo”, sus esporas son un potente afrodisíaco y tú tienes los síntomas: pérdida de la vergüenza, excitación, inhibición moral, subidón de energía…

—¿Cómo me han afectado si no las he olido? — pregunta Kennio.

—Las esporas estarán diluidas en el agua de la laguna, las absorberías mientras te bañabas —los ojos violetas de ella brillan durante un instante—. Por eso esos tres violaron a Lora, les dije dónde estaba la laguna y bebieron de ella.

—¿Eso significa que trataré de violarte? —consulta él con miedo, ella no le cae bien, pero tampoco quiere hacerle daño.

—Si no te desahogas, puede, pero te aseguro que yo te dispararé si lo intentas— amenaza ella.

—Pues entonces saldré y me masturbare hasta satisfacerme —comenta el.

Kennio se levanta y su polla erecta queda más o menos a la altura de la cabeza de Kathly. Un impulso de obligarla a tragársela entera cruza la mente de él, pero consigue desecharlo. Sale de la tienda, va al lado donde está la habitación donde está ella y se tumba en la hierba. La figura de Kathly se recorta en la tela de la tienda, ella parece que coloca algunas cosas y comienza a desnudarse, que es lo que Kennio ha ido a ver. Ella se desabrocha poco a poco la chaqueta, después pasa a la camisa, libera sus pechos y suelta un suspiro de alivio. Kennio ya está masturbándose con el streap tease  no intencionado de Kathly. Haciendo uso de su imaginación, el da color y profundidad a esa sombra. Ella sigue desnudándose, quitándose la falda y las medias con cuidado y despacio. Para la caliente mente de Kennio, Kathly lo hace queriendo provocarle mientras le mira pícara, con esos preciosos ojos cambiantes. Ella, para terminar, se desabrocha el sujetador, se quita las bragas y se masajea los pechos dolidos por haber estado apretados. Kennio, que se está masturbando con fuerza, siente que se va a correr, pero Kathly apaga la luz y su sombra desaparece. A él se le corta el rollo y para de masturbarse, por casualidad llega al punto del orgasmo, pero sin correrse. Sintiéndose más relajado, intenta dormirse antes de que vuelva la excitación, pero un ruido rompe el silencio de la noche. Kennio escucha atento y el ruido se repite, parece un tipo de gruñido.

—Kennio, ¿podrías hacer menos ruido al masturbarte?, estoy intentando dormir —susurra la voz de Kathly, que suena extraña.

—No soy yo, es algo que hay afuera —le contesta en el mismo tono, y se escuchan más grujidos.

Parece  que ella duda unos segundos, pero al final le responde:

—Entra deprisa, pero como sea un truco para intentar follar, te disparo —ordena y amenaza.

Kennio se levanta en silencio, se acerca a la puerta de la tienda, la abre despacio y entra.

—Yo me quedo en la habitación y tú en el pasillo —susurra Kathly.

Se escuchan más gruñidos y la luz de las lunas arroja la sombra de una criatura cuadrúpeda, con unos largos apéndices y cuello alargado. Kathly se arropa bien en las sabanas y se separa todo lo posible de la lona que da al exterior. Kennio se coloca cerca de la entrada de la habitación, por si tuviera que rescatarla. Aparecen más siluetas, que bordean la tienda mientras olfatean el aire y el suelo. Kathly se pone más nerviosa a cada momento y tiene la pistola preparada. Él se atreve a mirar a través de una pequeña abertura en la entrada. La luz de las lunas permite ver a las criaturas, Kennio las reconoce y abre la tienda.

Ríe aliviado, lo cual alarma a Kathly.

—¿Quieres callarte? ¡Loco, los vas a atraer! —susurra furiosa y temerosa.

—¡Pues que vengan! sólo nos matarían a mimos —contesta riendo y sale de la tienda.

Kathly, preocupada por la salud mental de su “compañero”, se asoma por la entrada de su habitación y, poco a poco, sale de esta para mirar por la entrada de la tienda. Al asomarse ve cómo Kennio está delante de seis criaturas cuadrúpedas de cuello largo, con pelaje largo en todo su cuerpo y alargadas patas terminadas en garras, algunas están masticando hierba que les sobresale de la boca. El más adelantado, al parecer el líder del grupo, se levanta a dos patas y se inclina. Kennio le imita a la vez y, al erguirse, la criatura suelta un pequeño grito, se acerca al humano, le huele y, para terminar, le mira fijamente a los ojos.

Kathly contempla el espectáculo asombrada por el valor de Kennio. Además, su cuerpo bien formado y musculado la excita y, a la luz de las lunas, su rostro le parece más atractivo «Creo que he aspirado algunas esporas, no puede ser que me excite con un madero» piensa. Pero su cuerpo quiere lo que quiere y babea por ello con la boca de abajo.

La criatura emite otro grito, Kennio acerca la mano con firmeza y acaricia al animal.

—Kathly, ven —dice él en alto, pero sin gritar para no asustar a la criatura.

Ella duda, pero al final sale de la tienda, tapada únicamente por una fina sabana. Se acerca a Kennio y el animal despacio. La criatura se retira un poco y encara a Kathly.

—Haz lo mismo que yo he hecho y no le mires desafiante —aconseja él.

La criatura se pone a dos patas y vuelve a inclinarse, Kathly se inclina también, el animal se vuelve a apoyar en las cuatro patas y se acerca a ella, la olfatea y la comienza a mirar a los ojos. La mirada de la criatura es profunda y penetrante, Kathly se siente desnuda y no es por la fina sábana que se está pegando a su figura por el sudor, sino porque esa mirada parece explorar su interior. El animal rompe el contacto visual y emite el mismo grito que cuando lo hizo con Kennio.

—Ya puedes acariciarlo —le informa él, coge su mano con cuidado y la acerca al animal. Kathly nota el suave y sedoso pelaje y se tranquiliza. La criatura, encantada, restriega su cabeza entre los pechos de ella. Ella ríe y sigue acariciando el cuello del animal, a lo que este responde con lametones en su cara y brazos. Nota que algo golpea suave su espalda y ve a otro que le pide caricias también, Kathly acaricia los cuellos de ambos y, sonriendo, mira a Kennio, el cual está ocupado con los otros cuatro, dándoles caricias por turnos. Cuando Kennio ve la sonrisa de Kathly se queda helado, ya que su rostro es el mismo que vio cuando estaba dormida, pero ahora tiene además la sonrisa más radiante que ha visto y la sábana no deja nada a la imaginación. Los cuatro animales le sacan de su ensimismamiento, casi tirándole a lametones, lo que provoca la hermosa risa de Kathly. Kennio recupera la compostura y sigue acariciando a sus acosadores. Después de un rato largo, los animales parecen estar satisfechos, se separan de ellos dos y van a la zona de la espesura a pastar y echarse a dormir. Kathly y Kennio van hacia la tienda, ella sigue con el rostro hermoso y la sonrisa a juego.

—¿Qué son? —pregunta ella alegre y curiosa.

—Son Yeetroiths, son unos animales de origen extraterrestre, son altamente cariñosos y muy inteligentes, pero también son feroces si alguien o algo es una amenaza —contesta.

—¿Y porque todo ese ritual de saludo? —consulta.

—No estoy muy seguro, pero creo que lo de la inclinación lo copiaron de un grupo de asiáticos que fue a estudiarlos, lo hacen para saber si el otro es educado y respetuoso. Después huelen para saber si el otro está libre de enfermedades y, para acabar, exploran la mirada para saber qué clase de personas eres. Ya sabrás que los ojos dicen mucho de uno, y más los tuyos —responde él.

—Ya te has dado cuenta, es una de mis muchas historias —dice ella en un suspiro, y su cara pierde parte de su belleza.

—Me encantaría oír cómo conseguiste unos ojos tan preciosos —la halaga.

Con las lunas en la espalda, Kennio no puede ver la reacción en sus ojos, pero su rostro la traiciona y ve un ligero sonrojo.

—Es muy tonta en verdad —rebate ella, llegan a la tienda y se paran delante de la puerta —bueno, ¿quieres entrar? —pregunta con cierta timidez.

Kennio se sorprende de la pregunta, ya que la entonación y las circunstancias indican algo más profundo.

—S… sí —responde el.

Kathly sonríe tímida y se agacha para entrar en la tienda, sin darse cuenta de que la sabana se adhiere a su entrepierna por los fluidos que está desprendiendo, pero él sí se da cuenta. Ella va directa a la habitación y enciende la linterna. Mientras Kennio sella la tienda, activa el bloqueo de luz ya que piensa que ella estará más cómoda, y entra en la habitación. Kathly está en el fondo y de espaldas a el, deja caer la sabana, seductora, y apaga la luz.

La oscuridad llena la habitación.

—Si quieres mi cuerpo, tendrás que ganártelo —susurra ella traviesa.

Kennio trata de averiguar dónde está, de repente nota que le aprieta su miembro erecto y se lanza rápido delante, pero no hay nada.

—Qué dura la tienes, seguro que estás deseando clavármela entera —vuelve a oírse la voz de Kathly.

Nota ahora un roce en su costado izquierdo y él intenta alcanzarla con un amplio movimiento del brazo, pero vuelve a sentir el vacío. Él decide cambiar de estrategia y cuando nota una caricia en el hombro derecho, repite el movimiento del brazo en el lado izquierdo y esta vez nota algo suave y esponjoso, pero no consigue agarrarlo.

—¡Mmmm!, te acercas, pero soy muy escurridiza —dice ella excitada y burlona.

—Empiezo a sospechar que alguien hace trampas y puede ver en la oscuridad —responde él.

—Puede ser, ya sabes que soy muy mala —confirma Kathly pícara.

Kennio nota un toque en sus duros abdominales y esta vez ataca hacia delante y por abajo, consiguiendo agarrar una de sus piernas. Ella trata de soltarse mientras ríe, pero él la agarra firmemente y la atrae hacia sí. Kathly rodea la cintura de Kennio con sus piernas y se rinde.

Él, haciendo uso de memoria, acerca su boca al oído de ella y susurra:

—Ya te tengo.

—Ya tienes mi cuerpo, que es lo que querías —corrobora ella.

Él niega con la cabeza.

—No quiero tu cuerpo, te quiero a ti —asegura firme y la besa cariñoso en los labios.

Ella forcejea asustada, pero al ver que no puede escapar se rinde a esa nueva sensación que Kennio trata de mostrarle. El beso de Kathly es torpe y tímido al principio, pero después se vuelve más firme y pasional. Las manos de Kennio recorren la grácil figura de ella con ternura, alcanzan las firmes, pero esponjosas tetas de Kathly y las masajea suavemente. Él separa sus labios de los de ella y comienza a descender dando besos por su cuello, su pecho y sus tetas hasta llegar a uno de sus pezones. Lo lame y chupa con dedicación y ella deja salir los primeros gemidos y enreda sus manos en el pelo de él. Kennio baja una de sus manos hasta la vagina de Kathly, acaricia su clítoris suavemente y ella intensifica sus gemidos.

—Kennio…Kennio me voy a… —dice excitada, pero no llega a terminar la frase, su espalda se arquea y una oleada de placer la recorre desde la cabeza a los pies.

Él retira su mano y su boca.

—Sí que te ha gustado, te has corrido muy pronto —le susurra travieso e intenta alcanzar la linterna. La mano de Kathly le detiene cuando la encuentra.

—No la enciendas, por favor —ruega.

—¿Por qué? Quiero ver tu preciosa cara —explica él.

—Me…me da vergüenza, debo parecer una guarra —responde.

—Tú nunca me parecerás una guarra —contesta y gira ligeramente la llave de la linterna.

Una suave y tenue luz ilumina la habitación, Kennio mira la cara de Kathly y se sigue asombrando de su belleza. El rostro de ella está muy sonrojado y le mira con unos ojos como dos arcoíris.

—Estás más hermosa que antes —la halaga y la besa otra vez con más pasión.

Ella responde el beso con la misma pasión y se abraza fuerte a él. Él frota despacio su miembro contra la vagina de ella.

—Métela cuando quieras, quiero ser una contigo, pero hazlo despacio…. Llevo un tiempo sin hacerlo —dice tímida.

Kennio coloca su polla en la entrada del coño de Kathly.

—Tú relájate y disfruta —le susurra y empieza a meterla despacio.

El interior de ella envuelve y aprieta fuerte el miembro de él, Kathly hace ligeros gestos de dolor, pero su cara y gemidos demuestran su placer. Kennio termina de meterla y se queda quieto un momento antes de sacarla parcialmente e iniciar el vaivén del sexo. Ella gime más fuerte.

—Se siente raro… no es como las otras veces que me han follado —dice entre gemidos.

—Porque no te estoy follando, estamos haciendo el amor —puntualiza él haciendo énfasis en la unidad de ambos.

Kathly le mira con sus dos ojos arcoíris rebosantes de amor y de ellos brotan lágrimas.

A Kennio le preocupa haberle hecho daño y se detiene, pero ella le obliga con sus piernas a seguir.

—No pares, son de felicidad —explica ella con su hermosa sonrisa.

Él reanuda el vaivén, le devuelve la sonrisa y la besa con pasión. Poco a poco aumentan la velocidad y Kathly gime más. Las manos de ella se enredan y agarran fuerte en el pelo de Kennio.

Él nota que se acerca al orgasmo.

—Kathly, estoy casi, afloja las piernas.

—Puedes correrte dentro, no puedo quedar embarazada —responde ella.

«Tendrá un protector de embarazos» piensa él y da un último acelerón hasta que llega al clímax y se corre dentro, sacando el semen acumulado desde hace tiempo. Kathly se corre con él y nota cómo Kennio inunda su interior con su leche caliente.

Una vez que el clímax de ambos termina y ella ha recuperado algo de aliento, dice:

—Te has corrido un montón, tú también llevabas tiempo sin hacerlo, ¿no?

—Un par de meses —contesta.

—¿Y cómo fue? —pregunta ella.

—Estuvo bien, pero sólo fue algo de una noche —responde algo incómodo.

Ella le tira suave de un lado para dar la vuelta, él, adivinando lo que quiere, rueda y cambian las posiciones.

—Después de esto, quiero que me digas quién te ha hecho gozar más —le susurra y comienza a cabalgarle.

Kennio agarra la cintura de Kathly y acompaña su movimiento, el largo pelo de ella cae por sus hombros y se adhiere a la piel de ambos por el sudor que desprenden. Conforme Kathly aumenta el ritmo, su interior le aprieta más y más. Ella está demostrando sus habilidades en el sexo y está dejando en ridículo a la anterior compañera de Kennio, ya que este está por correrse en un tiempo récord. Kathly ve en la cara de él el tremendo esfuerzo que está haciendo para no eyacular.

Se pega a él mientras mantiene un ritmo frenético como si nada y le susurra excitada:

—Suéltalo, no pienso parar hasta que me corra y tú te vuelvas a correr.

El deja salir su segundo disparo y ella no se ralentiza nada.

—Ese es mi hombre, sigue llenándome con tu leche —dice con tono sugerente.

Kennio está asombrado con el cambio de actitud de Kathly y sus grandes habilidades, y una idea surge en su mente, «Ella fue puta». La forma de moverse y la forma de hablar que ha empleado, son formas de despachar rápido a los clientes. Mira a Kathly a los ojos y su cara debe demostrar que se ha dado cuenta de su pasado, porque estos son violeta intenso. «Tiene miedo» piensa.

—¿Me sigues aceptando? ¿Aceptarías a una mujer que vendía su cuerpo a cualquiera que pagase? —pregunta  con lágrimas en los ojos.

Kennio se yergue y la besa cariñoso y tierno por respuesta. Ella se abraza fuerte contra él y responde a su beso.

—Claro que te acepto, me da igual lo que fueras o hicieras, me has salvado la vida y te amo con locura, sólo me importa lo que hagas de ahora en adelante —declara él al separar sus labios, ella sonríe feliz y vuelve a gemir.

Kennio besa su cuello desde el frente al lateral y sube a su oreja. La frenética cabalgada de Kathly está llevando a los dos amantes al orgasmo.

—No voy a aguantar mucho más —dice él.

—Yo tampoco —corrobora ella agotada.

Ambos se corren y se abrazan fuerte, mientras Kennio suelta la tercera descarga. Cuando el orgasmo les abandona, Kathly, sin fuerzas, se echa encima de él y él se tumba despacio.

—Ya no tengo el mismo aguante —comenta entrecortada.

—Si quieres puedes entrenarte conmigo —sugiere Kennio con una sonrisa pícara.

—No sé, pareces un buen saco, pero ¿aguantarás mis golpes? —responde burlona.

—Más bien yo te estaré golpeando a ti —contesta él con una sonrisa.

Ella también sonríe, se dan un pequeño beso y  se tumban de lado. Kathly se arrebuja entre los brazos de Kennio y no tarda en quedarse dormida. Él se deleita con un último vistazo de ella, serena y sonriente, y se duerme también.

Muchas horas después se despierta Kennio y Kathly sigue dormida, pegada a él. Intenta moverse, pero ella se despierta de golpe y se aleja al percibir  el movimiento de él. Enciende la luz, se tranquiliza al ver que es Kennio y sus ojos vuelven a ser del arcoíris.

—Qué asustadiza eres —dice el con una sonrisa.

—No estoy acostumbrada a dormir con alguien y, al moverte, no sabía qué pasaba —contesta a la defensiva.

—Sí que tienes el sueño ligero, apenas me he movido —comenta él y se acerca a darle un beso, al cual ella responde.

—Vístete, tenemos que ir a la nave para salir de este planeta —manda Kennio en cuanto separan sus labios.

Los dos se visten y recogen todas las provisiones y las armas, cada uno lleva un rifle y una pistola. Cierran la tienda y se encaminan en la dirección que indicaron a Kathly. Por el camino, ella resuelve varias de sus dudas.

—¿Por qué sudabas en la celda? —pregunta Kennio.

—Sudo cuando estoy nerviosa o tengo miedo, me imaginaba que vendrían a matarme y tengo un miedo terrible a la muerte —responde ella.

—¿Y lo de tus ojos? —consulta él.

—Mi antiguo dueño quería que dejara la prostitución y me dedicara al robo, como había desarrollado un cuerpo sexy y soy inteligente, adivinó que podía dar más beneficios como ladrona. Quiso que me implementaran un sistema para poder cambiar el color de mis ojos y así ser más difícil de identificar, pero el desgraciado que contrató estaba borracho y conectó mal el dispositivo, en vez de controlarse a mi voluntad, se controla con mis sentimientos y, desde entonces, mis ojos cambian a cada rato —relata ella.

—¿Y qué pasó con el que te operó? —pregunta curioso Kennio.

—No se supo nada más de él, lo peor es que es una operación muy delicada y no se puede corregir sin provocarme lesiones cerebrales graves —aclara Kathly.

—Pues a mí me encanta que tus ojos cambien —dice él cariñoso y rodea su cintura con un brazo.

Ella sonríe feliz.

—Kennio, tengo una curiosidad, ¿de qué color son mis ojos cuando te miro? —pregunta ella.

Se paran y se miran fijamente, los ojos de Kathly siguen siendo dos arcoíris que aumentan en intensidad según se miran.  Sin aguantar, los dos se besan apasionados, las manos de ambos se enredan en el pelo del otro y se acarician sus espaldas. Una de las manos de Kennio se dirige sin dudar a uno de los turgentes pechos de Kathly, pero esta se retira.

—Tranquilo, espera a que lleguemos a la nave, ahí habrá tiempo de sobra para querernos —promete ella.

—Son arcoíris —responde el, Kathly le mira sin entender—. Tus ojos son de los colores del arcoíris.

Ella sonríe y se tambalea, pero Kennio la sujeta a tiempo.

—¿Estás bien? —pregunta preocupado.

Ella sacude la cabeza y, al abrir los ojos, estos son grises, pero se vuelven del arcoíris en el siguiente parpadeo.

—Sí… sí, sólo me he mareado un instante, tanto amor me abruma —responde intentando forzar una sonrisa.

Kennio nota la sonrisa forzada, pero disimula.

—Si quieres descansamos y seguimos más tarde.

—No, tranquilo, puedo seguir —contesta Kathly y esta vez sonríe de verdad.

Él se tranquiliza un poco, le coge de la mano y se encaminan hacia la nave, la cual localizan dos horas más tarde.

—Nuestro billete para volver a la civilización —dice ella al verla y mira a Kennio sonriente.