Pasión entre madre e hijo

Una historia que tod@s los que nos gusta esta categoría deseamos que pasara. Al menos, yo sí.

Pasión entre madre e hijo

Rosa y Arturo, son madre e hijo, ellos han vivido solos desde hace años.

Un día Rosa entró al cuarto de Arturo para limpiar y se encontró una foto suya, cuando tenía 18 años, la misma edad que su hijo, usando una minifalda y una blusa escotada.

Levantó las sábanas y un olor a fluidos la embriagó, olor a animal, olor a semen de su hijo y vio las manchas blancas de semen. Se asustó: ¿será posible que sea su fantasía? -Pensó.

Encendió el ordenador y buscó el historial de internet. Una página le llamó la atención: Amor filial. Hizo clic y se sorprendió por la cantidad de relatos que trataban el tema del incesto con la mayor naturalidad. Uno de los usuarios le llamó la atención, ya que tenía las iniciales de su hijo, buscó en los documentos de Word y encontró esa historia y otras más, donde hablaba del amor de su madre y cómo la había suya de muchas maneras. Aunque se trataba de ficción las historias estaban basadas o tenían anécdotas que habían compartido juntos: salidas al cine, paseos, diálogos, etc.

¡Por Dios! –se dijo. Pero sin salir de su asombro empezó a leer unos cuantos relatos. La verdad es que poco a poco se estaba excitando. Habían pasado casi ocho años desde que había tenido sexo y en los últimos años la situación se había hecho un tanto incómoda con su hijo. Ella lo estaba viendo como el hombre que es y tenía que hacer un gran esfuerzo para recordar que era el niño de sus entrañas.

Por eso, luego del susto de la primera impresión en su rostro se dibujó una sonrisa al saber que él también pensaba en ella no como su madre. De cualquier forma Rosa es una mujer atractiva de 42 años de edad.

Ahora cómo haría para conquistarlo, se preguntó. Ofuscada con sus pensamientos salió del cuarto de su hijo.

Cuando Arturo regresó fue a su cuarto y vio la foto de su madre en otro lugar dónde no la había dejado. Encendió la computadora y al ver el historial de Word descubrió que habían abierto el archivo que había creado: “¡Mierda, mi madre sabe que soy un pervertido! ¿Qué hago ahora?” –se dijo.

Durante la cena ambos evitaban mirarse y las conversaciones a menudo amenas y familiares habían cobrado un tono áspero.

Alguno de los dos tenía que romper el hielo. Arturo dijo:

-          A: Ya sé que has entrado a mi cuarto y visto lo que escribí. –con una voz temblorosa, mientras su mirada apuntaba hacia el suelo.— No es lo que piensas.

Los ojos de Rosa se abrieron cual platos soperos

-          -R: ¿Entonces qué es? ¡Dímelo, por Dios!

-          - A: Lo que pasa es que te… Quie… la verdad es que te amo. ¡Sí, te amo con locura, mami! –en ese momento Arturo se acercó, se inclinó y apretó la mano de su mamá, mientras besaba sus manos

-          R: Pe… pero, haz tenido varias novias. ¿Por qué yo?

-          A: Porqué ninguna puede compararse contigo, mami. Eres la mujer perfecta y te amo desde que siempre, mamita linda. –en ese momento Arturo había empezado a besar sus mejillas de Rosa de forma continua, mientras nombraba sus cualidades con cada beso—: eres inteligente, bella, sincera, sensual—. Luego besó sus labios

-          R: -Rosa se dejó llevar por el placer hasta que recordó que era su hijo, lo apartó con un empujón con ambas manos —¡Basta Arturo, lo nuestro no puede ser! ¡Eres fruto de mi vientre y tengo más del doble de tu edad! —lo dijo con voz temblorosa y la mirada en el suelo.

En ese momento recordó la primera vez que su hijo la había mirado con ojos de hombre:

Había sido en la playa, hacía cinco años atrás. Por su recato había llevado ropa encima del traje de baño, se trataba de un traje de una sola pieza de color marrón. Al quitarse el pantalón de buzo, algunos de sus bellos púbicos se asomaron, Rosa se apresuró a acomodarse el traje pero Arturo ya la había visto y estaba con los ojos embobados. Esa imagen le gustó a Rosa, se sentía una mujer atractiva y deseada por un joven guapo: Arturo ya se había quitado la camiseta dejando ver su pecho desnudo y sus hombros anchos y brazos musculosos, en comparación al cuerpo fofo y gordo de su esposo.

Luego se metieron al mar, cogidos de la mano para evitar las olas. En una de las jugarretas del mar se había corrido la tira del traje, liberando uno de sus senos, el cual Arturo miró embobado, mientras Rosa se apresuraba por esconder. Esa noche quiso hacer el amor con su esposo para librar su mente de sus pensamientos impuros con su hijo, pero su esposo no colaboró. Así que ella se metió en el baño y se metió los dedos masturbándose con la imagen de su hijo –No pudo esconder una sonrisa a flor de labios, mientras su mente se hundía en el recuerdo.

A su vez Arturo recordó el día en que su madre le declaró su amor y se lo narró a ella, sacándola del ensimismamiento de sus propios pensamientos.

-          A: Mami, ¿recuerdas la noche del velorio de papá? Luego que todos se fueron tú te pusiste a beber en la cocina. Yo te levanté para llevarte a tu habitación y tú me abrazaste, me estrechaste en tus brazos me susurraste: gracias Arturo, te quiero mucho. Como no podías caminar te levanté en brazos y te conduje a tu habitación, durante el trayecto me susurraste: Podría parecer una mala mujer, pero por una parte me alegro que se haya muerto. Ahora puedo pasar mi vida con el hombre que realmente amor, el hombre que se preocupa por mí y me ha cuidado, el hombre que me lleva en brazos ahora. —La sonrisa de Rosa se había borrado, ella todo este tiempo pensó que había sido un sueño.

-          R: ¿Y qué pasó luego? –dijo con voz temerosa.

-          A: Te arropé y te dejé dormir, luego me fui a mi cuarto pensando que son cosas de borrachos. Pero hay algo. Ni los niños, ni los borrachos mienten.

Rosa no sabía qué decir, se había quedado muda. Arturo había aprovechado en acercarse y empezado a masajear sus hombros.

-          R: ¡Lo nuestro, no puede ser! ¡Sería incesto! ¡Ni tú eres Edipo, ni yo, Yocasta!

-          A: ¡No, lo somos! ¡Somos un par de bobos enamorados del uno al otro que nacieron en el momento y lugar equivocados! –En ese momento Arturo estaba besando el cuello de su madre, mientras con sus manos bajaba las tiras de su camisón.

La respiración de Rosa se aceleró y aunque dijo a su hijo que se detuviera, en el fondo deseaba que siguiera.

Quitó la otra tira y su camisón se deslizó a sus pies dejando el cuerpo de su madre en ropa interior. Rosa se dejó llevar y hacer, mientras su hijo acariciaba sus senos y seguía besando su cuello. Excitada como estaba tomó una de las manos de su hijo y la guío a sus bragas de algodón. A pesar del grosor Arturo pudo sentir que estaba mojada.

Levantó a Rosa y colocó sus muslos en la mesa, luego le deslizó sus bragas dejando ver su chocho peludo, el cual sin miramientos empezó a comerse. Rosa cayó de espaldas rendida por el placer, mientras con sus brazos tiraba todo lo que se encontraba en la mesa: individuales, tazas y cucharas salieron disparados y se estrellaron contra el suelo. Sin que a ninguno de los dos le importe. Gemidos y frases de placer salieron de los labios de Rosa, mientras la lengua de su hijo chapoteaba por su húmeda vagina. Unos minutos después Rosa había alcanzado el orgasmo, un placer que no había sentido nunca, empapando la cara de su hijo.

Minutos después, cuando se pudo recuperar de su orgasmo, ambos se miraron directamente a los ojos. Arturo quiso ofrecer disculpas:

-          A: No sé qué me pasó, lo siento.

-          R: ¿Lo sientes? Siento esto. –Se levantó y besó los labios de su hijo, probando el salado sus propios jugos en el intento. Luego sacó de la prisión de sus pantalones el pene de Arturo. ¡Ya no era su madre, sino una hembra ávida de placer! El cual se metió en su boca y empezó a chupar sin control. Arturo hizo todo lo posible por no correrse.

Acostó a su madre en el suelo y la penetró de una forma rápida y brutal. Los labios de Rosa dejaron escapar obscenidades entre gemidos y gritos. Rosa se quitó el sostén y le dijo a su hijo que se corra en sus senos. Una oleada de semen salió disparada desde los testículos de Arturo hacia cuello y labio de Rosa, manchando parte de su cabellera lacia.

Los dedos de Rosa buscaron todo rastro de semen y lo metió en la boca. Arturo no había visto nunca a su madre, ni a ninguna de las chicas con las que estuvo, tan sexi y salvaje.

Luego condujo a su madre en sus brazos hacia su cuarto y lo hizo de nuevo. Ambos, totalmente desnudos, se besaron y amaron como si quisieran recuperar todos los años perdidos, de su amor frustrado.

Arturo le levantó las piernas a su madre, la cogió de los tobillos y deslizó su pene por las paredes de la cueva de Rosa, asegurándose que ya estaba lubricada empezó con un nuevo mete-saca de manera brutal. La atmósfera se llenó con un olor de mar mezclada con leche agria, mientras en el cuarto se oían gemidos, gritos y respiraciones aceleradas.

-          R: Córrete por favor, ¡Córrete! ¡Ya no puedo más! –gritaba Rosa.

Pero las corridas anteriores de Arturo fueron tan brutales que lo habían dejado casi seco. Por lo que demoró mucho en venirse.

Cuando lo hizo Arturo había sacado su herramienta y la estaba sobando en las paredes de su vagina, deslizándolas en las hebras de su chocho y disparando su carga en sus bellos púbicos y su vientre. Luego le limpió sus fluidos con su lengua, empezando por su ombligo y terminando en los labios vaginales.

Unos minutos después, enlazados en un abrazo, unidos sus cuerpos por sus genitales se quedaron dormidos.

Al amanecer del día siguiente, se miraron a los ojos, sonrieron y se besaron. Rosa estaba boca abajo y Arturo se montó encima. Mientras la arremetía de manera pausada y continua le susurró al oído:

-          A: Yo te cuidaré, mami. Te amo y te amaré por siempre.

-          R: Y yo a ti hijo mío. Vuelve a mí. Soy tuya y siempre lo seré. Juntos en todo momento.

Una nueva relación entre madre e hijo: relación de pareja, de amantes había empezado.