Pasion en la Dehesa (2)
Las relaciones entre el heredero de una finca de ganado bravo y su mayoral con nuevas aventuras.
Los días siguientes transcurrieron dentro de una normalidad relativa, ambos hombres intentaron controlar sus ansias y más íntimos instintos, procuraban realizar con absoluta normalidad las faenas rutinarias de la finca.
Rodrigo tenía pensado de ante mano quedarse una semana mas quizás diez días en el campo antes de volver a sus clases en la universidad, mas tarde tenían corrida de toros y viajaría con Curro a verla, no era de extrañar, pues no era la primera vez que el chico junto al mayoral acudían a diversas plazas de España dada la avanzada edad del abuelo y la apatía de su padre y tíos en ese tema.
Las noches las pasaban juntos, bien en la casa principal donde cenaban solos ó tras cenar se iban a la casa del caporal donde dormían juntos, pero lo que si estaba claro que no se separaban jamás, una vez que los operarios de la hacienda abandonaban sus labores aprovechaban para pasear juntos por el campo a caballo o sentarse en algún bello paraje a conversar, nadie tenia porque sospechar nada, la conducta de los dos no había cambiado en lo mas mínimo.
Era noche de luna llena, a Rodrigo esos días le apetecía muchísimo cabalgar entre las arboledas de la dehesa y pidió a Curro que le acompañara esa noche, le hacia mucha ilusión realizar ese deseo junto al hombre que empezaba a amar y con quien colmaba todos sus deseos en ese momento de descubrimiento del amor por otro hombre.
Mientras el mayoral ultimaba detalles administrativos en su pequeña oficina el chico se dedicó a preparar las alforjas con algo de comer, una botella de vino y una manta donde poder tumbarse y una vez que el sol había caído y la luna se mostraba entera en el firmamento Curro preparó los caballos para los dos, saliendo a pasear en la oscuridad de la noche entre los toros bravos que echados dormitaban.
Los únicos testigos por aquella noche de su aventura serían las encina, alcornoques y demás arboleda que poblaban la dehesa del marques, ellos cabalgaron durante largo rato entre medio de los pastos, Rodrigo llevaba la voz cantante y guiaba a su amante por donde el tenía pensado en ese romántico encuentro. Dejaron atrás los toriles y cerrados donde pastaban las yeguas y sus reatas se adentraron campo abierto por los bujeos y sembrados conversando afablemente de asuntos triviales, la luna los seguía con su poderosa luz creando sombras de ellos mismos y sus cabalgaduras que dibujaban enigmáticas figuras sobre la hierba.
Llegaron a un paraje donde el río se convertía en una poza rodeada de grandes piedras allí cerca amarraron los caballos y pusieron la enorme manta sobre el pasto cerca de donde la poza terminaba. Se tumbaron en esa iluminada noche de luna, miraron a los astros que brillaban en el cielo, Venus los contemplaba altanero como el más potente de todos los que desde allí se divisaba.
Rodrigo descorchó la botella de vino sirviendo una copa a su hombre que en silencio le observaba. Curro era muy observador, todas las cosas de su chico le gustaban y mientras lo miraba siempre sonreía de poder compartir con el, la ilusión con que preparaba cada cosa que hacían, las comidas, ese hermoso paseo, el tenía que darle un día una grata sorpresa y pensaba en silencio como agradarlo y sorprenderle con algo que realmente le hiciera ilusión.
Brindaron y bebieron aquel rico tinto, Rodrigo dio unos sándwiches que había preparado a su hombre, Curro se veía hambriento y sacó el resto de cosas que había traído en las alforjas, un poco de queso, jamón, una tortilla de patatas que encargó a la asistenta que hiciera y alguna chuchería mas.
Estuvieron conversando durante mucho rato mientras comían y los dos se acariciaban de vez en cuando tumbados como estaban sobre la manta el uno junto al otro.
No necesitaban muchas cosas para estar a gusto, ellos dos nada mas se sentían felices y mirándose a los ojos como dos tortolitos se besaban apasionadamente, curro a pesar de su rudeza de su aspecto agrio se derretía junto al rubio muchacho que le volvía loco.
Lo abrazaba y acariciaba lleno de ternura y esa noche bañados por los rayos de la luna quería hacerle el amor allí en la soledad de la noche campera.
Se desnudaron lentamente, ambos se sacaron las botas y se desprenderían entre besos y caricias de sus camisas, Curro saboreó los pechos imberbes del muchacho pasando su lengua por los pezones rosados que se pusieron puntiagudos nada más del tacto con aquel aguerrido hombretón. Rodrigo se dejaba querer por su hombre que sumisamente lo consentía, el sabía de lo enloquecido de Curro por el, pero le correspondía plenamente a tanta muestra de amor como le profesaba. Tras un rato sobándole el torso, el mayoral precipitadamente y de manera brusca no podía mas y quitaba torpemente los pantalones del chico que le ayudaba para que no desesperara en su torpeza nerviosa, una vez estuvo solo con los calzoncillos blancos Curro saboreó los aromas del joven, pasando su nariz por la prenda intima que aprisionaba el miembro que tanto deseaba poseer, aquel olor a hombre joven , caliente y en plenitud le emborrachaba provocándole deseos indómitos de poseerlo, le fue mordisqueando todo el tronco erecto tras los slips hasta que no aguantando mas su deseo , le arrancó con una sola mano los interiores dejándolos a media pierna y comenzó a lamerle todo el cacho sin medias palabra, enloquecido de pasión y deseos de hacerle disfrutar de sus manifiestas muestras de atracción.
Mas calmado Rodrigo le paró y tiernamente lo ayudó a desprenderse de todas sus ropas, quedando los dos desnudos abrazados el uno contra el otro, le miraba a los ojos y sin mediar palabra le decía que parecía un torbellino, Curro sucumbía a la ternura del chico y se rozaba con el como un gatito mimado, dejando que el chico le hiciera todo lo que deseara, le convertía en un sumiso hombrecillo, a pesar de su fuerte temperamento.
Se lamieron mutuamente, convirtiendo aquel momento en un maravilloso sesenta y nueve donde ambos tomaron como suyo los órganos viriles del otro. Mamaron y chuparon los glandes, los contundentes cojones, las pollas desde su tallo y como no los rosados culitos de ambos, Rodrigo se prodigó en el velludo y oscuro agujero de Curro, provocándole sonoros ayes, mientras el mayoral le deslizaba su lengua sobre el rosado ano introduciéndosela lo más profundo de lo que lengua era capaz de llegar.
Ambos llegaron al culmen de la excitación estaban que reventaban y Rodrigo se incorporó bruscamente buscando algo excitante que calmara era tremendo calor sexual que sentían.
Colocó a su hombre boca arriba y se sentó sobre su mástil clavándolo hasta lo mas hondo de sus entrañas y una vez pinchado como estaba sobre el, comenzó a cabalgar como si sobre su caballo se tratara provocando en Curro un estado de excitación tremendo que el hombre manifestaba gritando como si lo estuvieran matando.
En ese descontrolado galope les llegó a ambos el más clamoroso de los orgasmos y se corrieron abundantemente el uno sobre el otro entre sollozos y gemidos que solo los habitantes del monte escucharon.
Tardaron un buen rato en recuperar el aliento, era tan excitante hacer el amor, que recuperarse era todo un calvario, pero era maravilloso estar como estaban allí tirados sobre el pasto junto aquella poza de aguas frías y cristalinas. Decidieron pese al frío del agua darse un chapuzón, así se quitarían todo el semen que tenían sobre el pecho y el vientre, les vendría bien ese remojon para estimular su cuerpo, no hacia frío y podrían secarse rápido.
Tras el baño, se secaron juntos con la manta, liándose en ella los dos muy pegaditos , juguetearon un buen rato recuperándose del frío que pasaron al salir de esas gélidas aguas de manantial y tras ello se vistieron y volvieron a casa tranquilamente viendo lo bello de la luna llena.
Eran usuales esos paseos nocturnos, con esos claros de luna era precioso el andar a caballo en la noche, alguna vez tuvieron el deseo incontrolado de hacer el amor durante el día , normalmente lo controlaban pero hubo una ocasión en que ambos no podían reprimir las ganas de poseerse que tenían y en las cuadras confiados que los hombres estaban en la hora de la comida Curro bajó el calzón a Rodrigo y le dio una buenísima follada dentro de un box de un semental de la ganadería equina del marqués.
Solían ser prudentes pero ese día Curro por más que follaban estaba dislocado y necesitaba descargar su testosterona que la sola presencia del chico le volvía loco y su polla latía manifiestamente.
Debía tener cuidado con esas imprudencias, podrían levantar sospechas y habladurías a las cuales no estaba dispuesto, porque ante todo quería mantener su grado de seriedad en el trabajo y respeto absoluto hacia Rodrigo.
Pasaban esos maravillosos días, el chico comenzaba a entristecerse porque en breve tendría que volver a la ciudad y no solo por separarse de Curro, siempre que le tocaba volver se entristecía, pero en pocos días viajarían juntos a una corrida que lidiarían en una importante ciudad del norte de España y pasarían cinco días juntos, eso le tranquilizaba y le hacia mucha ilusión también. Además Curro le había dicho que le tenia preparada una sorpresa que le dejaría mudo, así que estaba ansioso porque llegara ese día.
Llegó el día de la partida, Curro no quería despedirse de el, decidió desaparecer de la finca nada mas desayunaron para que el chico se marchara y no verle ir, sabía que en pocos días volverían a estar juntos y estaba ilusionado preparándole la sorpresa que pensaba al joven le alucinaría. Pero se le partía el alma de pensar que esa día ya no cabalgaría junto a el, que esa noche no dormirían desnudos abrazados como estas ultimas dos semanas, ya no prepararía la comida en la mesa de la cocina ni le serviría esas copas de tinto sentados a la luz de la luna a campo abierto. Por ello como un cobarde quería desaparecer y no ver cuando el muchacho saliera en su coche camino de la ciudad.
Rodrigo después de desayunar con Curro, se dio una ducha, ordenó su equipaje aunque pocas cosas de las que usaba en el campo se las llevaba a la ciudad, normalmente tenía ropa que solo se ponía allí y ya tenia ropa interior que siempre tenia en la casa de la dehesa para no tener que cargar con nada, pero tenía sus libros, el ordenador portátil y objetos personales que pidió a Juana la asistenta fuera llevando al coche, quería partir cuanto antes esa ida era mas triste que nunca porque dejaba a su amado Curro solo por unos días y eso le entristecía sobremanera.
Recogió todo precipitadamente, una vez comprobó que todo estaba dentro del coche y salió precipitadamente de la finca rumbo a Madrid, no quiso mirar a ningún lado, suponía que Curro desde algún lugar estaría pendiente de su marcha, como un vigía seguro que vigilaba su partida.
Pasaban los días, Rodrigo en el vorágine de la ciudad lo llevaba de una manera mas cómoda, en la escuela de ingenieros ocupaba su tiempo entre clases y recopilación de apuntes atrasados, trabajaba sobre el proyecto que tenia que entregar a fin de curso y después ocupaba su tiempo restante entre visitas a sus abuelos y sus padres que le requerían cerca los días que no estaba ausente en la finca de Andalucía.
Curro por su parte lo llevaba peor, todo le recordaba al chico, comía solo en la casa, paseaba a caballo y se sentía tan solo sin el niño a su lado, por ello muchas tardes iba al pueblo, visitaba a sus hijos y después tomaba una cerveza en el bar conversando con los amigos, visitaba a sus viejos y volvía ya a dormir a la casa.
Una de esas noches le abordó el torerito en la carretera, le estaba esperando a la salida del pueblo, antes de entrar en la carretera que le llevaba de vuelta a casa.
Juan que así se llamaba el torero, era un chico de diecinueve años de estatura mediana, moreno de mirada agitanada, ojos negros profundos unos labios carnosos muy brillantes siempre, sentía una atracción indómita por Curro pero a la vez un enorme respeto por el hombre, de el dependía que pudiera torear en la finca del marques mas de una vaquilla en los tentaderos y no tenía relaciones con el mayoral por ello, sino porque profundamente se sentía atraído por aquel hombre tan osco de aspecto pero tan varonil y atractivo.
-Buenas noches Curro, ¿Cómo estamos? Hace muchísimo tiempo que no te veo por el pueblo.
Hola Juan, he estado complicado, como sabrás ha estado por aquí el jefe y siempre te ata más.
Si, ya lo he visto por el pueblo un día, supuse que estaríais con mucho trasiego de ganado.
_ ¿para cuando tenemos tentadero?
Pues no creo que tengamos ahora ninguno, quizás probar algún macho, pero no tengo fechas, ahora como sabes tenemos dos corridas y mientras tanto dejaré ese tema, además el marques esta pachucho y no ha venido por aquí.
-Bueno, ¿me invitas a tomar algo? Tengo ganas de estar contigo un ratito. Además hay algo de lo que me gustaría hablarte.
El hombre se sintió violento, rápidamente se le vinieron a la cabeza varias cosas, pero la mas importante era que si le decía que no, sospecharía alguna cosa y a los ojos del chico debería estar muy cachondo después de tantos días desde que se vieron la ultima vez.
Anda sube, eres un calentorro.
El torero se subió al coche todo terreno del mayoral y salieron dirección a la finca, no era la primera vez que lo hacían.
Juan nada mas arrancar el coche colocó su mano sobre la entre pierna del hombre, masajeando dulcemente el abultado paquete del mayoral que latía ante aquel estimulante magreo, no era de piedra y la verdad que el sexo con aquel chico siempre fue excitante.
No quería pensar en Rodrigo, pues la polla se le pondría chica y no sería capaz de empalmar, pero la mente era traicionera y le vino a la cabeza el rostro del bello muchacho.
-¿estas pensado en otra persona?
¿Por qué dices eso? Respondió Curro sobresaltado.
-No se Curro, normalmente tu paquete se pone durísimo nada mas te rozo y hoy parece que le está costando trabajo levantarse.
Bobadas, será que estoy cansado o yo que se. Espera que lleguemos a la casa y veras lo que es bueno.
Mientras circulaban por la oscura carretera Juan metió su mano en la bragueta del mayoral y sacando su polla comenzó a mamársela suavemente, recorriéndola entera con su lengua que saboreaba el aroma de macho que Curro destiladaza. El miembro del hombre no se resistía a aquellas tentaciones y se puso como un leño, Juan continuó con su trabajo metiéndose el nabo hasta la garganta y procurándole un inmenso placer al encargado de la dehesa.
Llegaron a la casa, Curro hizo un gesto para que el torerito dejara tu tarea para mas tarde, no quería ser sorprendido en el caso de que alguien anduviera por el cortijo todavía, cosa improbable, pero nunca se sabia. Entraron a la casa del guarda y fueron directos a la habitación del mayoral que estaba pulcramente ordenada.
Curro agarró al chico con violencia, un instinto animal le salía de su mas hondo lugar y de manera frenética besaba al chico y tras ello lo dirigió hasta su polla para siquiera con la mamada que le estaba dando en el coche mientras venían.
Juan se hincó de rodillas ante su macho y le prodigó una soberana mamada no solo de la polla, paseó su lengua también por sus huevos velludos y por el perineo buscando el rosado anillo anal del embrutecido Curro que saboreaba el placer que le daba ese joven torero promesa de una gran figura de la tauromaquia.
Tras este soberano lamoteo, Curro incorporó al chico, le puso a cuatro y saboreó sus pomposas nalgas, tan bellas y duras como antaño y lamió el ojo de su estrecho culito que mas tarde poseería después de que lo dilatara con esmero.
Cuando supuso que la operación estaba correcta, entro de una seca estocada en las entrañas del muchacho que ni se quejó de tan violento encuentro y después de una leve pausa, comenzó una rítmica follada del intestino del torerito que gemía como perra salida al saborear el pollon del mayoral dentro de sus entrañas.
Curro sin condón ni nada bamboleó su cuerpo por buen rato hasta que viendo se corría sacó el nabo del hoyo juvenil y volviendo al chico se corrió en su vientre y pecho.
Juan aún no había alcanzado el clímax pero Curró una vez recuperó el resuello clavo sus labios en la blanca polla del torero propinándole una fantástica mamada que le llevó al súmmum del placer.
Satisfechos del placer sexual recibido, los dos descansaron sobre la cama, Curro encendió un pitillo, el joven le miraba embelesado, admiraba a ese viril hombre, le deseaba pero sabia que no tenia nada que hacer con el, su corazón latía por otro hombre y la prueba de esa evidencia la obtuvo noches atrás mientras esperaba en la luna llena el momento de torear un toro bajo la luz de la luna. Ambos se amaban junto la laguna mientras el llenaba de lagrimas sus ojos de saberse perdedor en esta corrida.
Después de un buen rato de reposo, Juan se levantó y comenzó a vestirse lentamente, Curro le miraba asombrado.
¿Dónde vas a estas horas? Pensaba que querrías dormir aquí conmigo.
Será mejor que no, volveré a casa, tengo mi moto aquí, así que no te molestaré más.
-No me molestas Juan, sabes que me gusta que duermas conmigo.
No Curro, todo ha cambiado, ya no volveremos a vernos más en este aspecto.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso? ¿Qué ha cambiado entre nosotros?
Si Curro, ha cambiado mucho, ya lo nuestro no tiene sentido, las cosas empiezan y acaban y esto ya ha finalizado.
El mayoral, guardó silencio, no entendía nada, pero el chico tenía razón, aquello había acabado.
Juan salió silencioso del cuarto, sin decir ni media palabra más, abandonó la casa y cogiendo su moto salió precipitadamente del cortijo en dirección al pueblo. Su rostro estaba húmedo, sus lágrimas corrían por sus mejillas.
Había ganado el amor al deseo, Juan sabía que esos dos hombres se amaban y el había perdido la partida, no quería dañar aquello, su nobleza le obligaba a silenciar sus sentimientos y lo que había visto. El amor triunfó sobre el sexo, eso únicamente quería de el Curro, mientras que el le amaba profundamente.
Pasaron los días, Curro se ausentó de la finca, tras dos corridas lidiadas exitosamente volvió a la dehesa a los pocos días llegó el marques acompañado de su nieto Rodrigo.
Había tentadero, el marques quería pobrar la nobleza de unos novillos que pensaba dejar para sementales, para ello vendría Juan a torear, Curro le avisó, el chico estaba feliz de poder torear novillos era un buen entrenamiento para el.
Rodrigo no había visto a Juan desde hacia algún tiempo, los últimos tentaderos no había podido asistir por tener exámenes y la verdad que se quedó gratamente sorprendido al ver al chico. Estaba muy guapo, más fuerte y con más aspecto de hombre. Antes lo veía como un niño, en cambio algo había cambiado en el que se veía distinto.
El tentadero se desarrolló con absoluta normalidad, Juan hizo una buena faena lidiando con soltura y arte a los novillos, tanto el abuelo como el mayoral quedaron satisfechos de la bravura de los bichos y del temple del torero, tomaron unas copas en la casa y después almorzaron junto al marques que tras la comida se retiró a sus aposentos a descansar.
Los tres hombres se quedaron tomando un café en el salón conversando de las incidencias de la tienta, tras un buen rato salieron al campo a organizar los apartados de los novillos de regreso a sus cerrados hasta que el ganadero ordenará el destino de los animales.
Rodrigo invitó a Juan les acompañase en la faena y el joven encantado aceptó, mientras curro un poco celoso guardaba silencio y observaba el comportamiento de sus dos amantes. Ambos se mostraban solícitos el uno con el otro, y se miraban de manera un poco extraña a su entender.
Cabalgaron los tres hombres arropando a los novillos durante un buen rato, curro se rezagó un poco dejando a los dos jóvenes solos, conversaban animadamente pues no se veían mucho y últimamente no habían coincidido , hablaron de cómo iba la carrera taurina de Juan que ya despuntaba como novillero de cosas del campo y poco mas, la verdad que Rodrigo se quedó gratamente sorprendido de lo guapo que estaba el torerito y nunca antes se había fijado en el como ahora, quizás el sentirse mas relajado con su sexualidad le daba esa visión distinta de las cosas.
Después de encerrar el ganado en su cerrado y comprobar que todo estaba en orden, iniciaron el regreso al cortijo, pero Rodrigo decidió que quería descansar antes junto a la poza a la que gustaba de ir con Curro.
El mayoral protestó un poco, no le hacia gracia la idea, pero los mas jóvenes como dos niños pequeños no dejaban de jalear diciendo que si, Curro protestón dijo que bueno y se encaminaron hasta donde la poza.
Una vez allí ataron los caballos junto a la sombra de unos alcornoques y se tumbaron junto a la poza que estaba serena pues no había nada de viento. Curro estaba nervioso por la situación, los chicos parecía que estaban intimando y no le apetecía nada tener que dar explicaciones a ninguno de los dos de sus escarceos amorosos con ambos.
El soleado día primaveral hacia que la temperatura reinante fuese deliciosa, incluso comenzaba a apretar algo el calor, cosa que a Rodrigo le encantaba, el agua debía estar fresca pero seguro que deliciosa, después de un buen rato de briega con el ganado y de cabalgar junto a ellos la temperatura corporal era alta así que decidió que se iba a dar un baño aunque no le acompañasen los otros dos hombres.
¿Quién se atreve con un baño?
-Yo me atrevo.
Dijo el torero dando un brinco y poniéndose de pie.
Curro guardó silencio, pero el muchacho rubio le miró suplicante y el hombre sin hacer gesto alguno se incorporó y comenzaron a desnudarse tras las rocas que circundaban la poza.
Rodrigo se quedó mirando el cuerpo lampiño del torero que por su profesión mantenía en forma y el aspecto era envidiable, Curro al verse allí junto a los dos chicos a los que daba placer cada uno por su lado comenzó a excitarse al pensar que los tendría ahora al unísono.
Juan al fin realizaba sus seños poder estar simultáneamente con los dos hombres que mas le ponían en este mundo, el mayoral símbolo de la masculinidad mas profunda y Rodrigo el claro exponente de la sofisticación y las buenas maneras un chico atractivo donde los hubiera, lleno de virtudes y con una simpatía arrolladora.
Una vez estuvieron los tres desnudos Rodrigo tomó la iniciativa de entrar a la poza, el agua estaba bien fría, pero era soportable, entre el ejercicio realizado y lo maravilloso del día que hacia se superaba pronto el choque al entrar, una vez dentro el agua estaba deliciosa y tonificante para cuerpos ejercitados.
Flotaban los tres cuerpos desnudos en esa agua de manantial, limpia y trasparente el momento cargado de sensualidad era captado principalmente por el torero , el un artista con una sensibilidad acentuadísima , no dejaba de percibir lo majestuoso del momento, Rodrigo se acercó al chico y suavemente lo rozó con sus piernas creándole un escalofrío maravilloso, después de esto el ganadero pasó sus manos arrugadas por el frescor del agua por el pecho velludo del mayoral que ya comenzaba a erectarse al percibir el inmenso contenido erótico de lo que allí acontecía entre ellos.
De los roces híncales los cuerpos de los hombres comenzaron a palparse mas profusamente y lo que era un tímido tonteo comenzó a ponerse caliente y ya era una orgía en toda regla, el agua clara y cristalina ya sobraba y decidieron salir a tierra firme donde sería mucho mas cómodo la realización de aquel ansioso acto sexual.
Rodrigo fue dirigiendo la operación se erigió en cabecilla de ese grupo amatorio. Colocándose tumbado en la hierba atrajo hacia si a Juan que se tumbó sobre el comenzando a besarlo apasionadamente en la boca, sus lenguas se entrelazaron conociéndose en lo mas hondo de sus gargantas Curro no perdía el tiempo, agarró las pollas de los dos jóvenes y se dedicó a lamerlas como si de dos bolas de helado de fresa se tratara, lengüeteaba una tras otras y incluso los dos cipotes se los colocaba dentro de su boca. Así se entretuvieron por un buen rato, hasta que decidieron que al hombre de campo también tenían que dar un buen repaso en sus genitales que bien hermosos eran.
Hicieron el corro, donde cada uno del trío tenía una polla en la boca, las lamían con ansias, pero a la vez cariñosamente, prodigándose un inmenso placer. Durante un buen rato se fueron turnando y todos mamaron la polla de los otros, no hace falta detallar que no solo eran los falos los merecedores de tan excitante estimulo bucal, también los testículos, el perineo e incluso los rosados anillos anales fueron profusamente ensalivados por los hombres.
Llegó la hora de la penetración, los chicos deseosos de conocerse íntimamente en el coito anal pugnaron por poseer mutuamente e incluso ser poseídos, pero el mayoral puso orden y sin mediar palabra agarró a Rodrigo y le endilgó un vergazo por derecho ensartándolo como si de una aguja se tratara, el señorito gimió al principio dolorido por la violencia de su mayoral pero luego de sumo placer que la polla de buen tamaño le produjo, el torero parecía haberse quedado cojo, pero no fue el caso Rodrigo lo atrajo hacia el y colocándose en su delantera el torero solito se ensartó la polla del joven aristócrata hasta lo mas hondo de sus entrañas.
Habían hecho un trencito, ahora tocaba controlar el ritmo y fornicar pausadamente recibiendo los tres el mayor de los placeres vía anal.
El placer indescriptible que se prodigaban era maravilloso, rodeados de la naturaleza en su mas alto estado de exuberancia, el sol en lo mas alto del cielo, los pájaros a su rededor era inenarrable cuanta belleza tenía ese lascivo momento irrepetible.
Cambiaron las posiciones, Juan introdujo su rabo en Curro mientras que el marquesito era penetrado por este y volvieron al bamboleo más feroz y rítmico acompañado incluso de gemidos placenteros de los más jóvenes y sonidos guturales del rudo hombre de campo.
Tras un buen rato en que los cuerpos sudorosos follaban y disfrutaban enormemente decidieron que se vendrían los tres a la vez, sacaron sus pollas de los anos de los camaradas y comenzaron a pajearse rítmicamente los tres frente a frente hasta conseguir una eyaculación magnifica que fue a caer en los cuerpos de todos.
Terminaron exhaustos los tres tirados uno sobre otro, los cuerpos llenos de lefa, descansaron un poco recuperando el resuello, fumaron un cigarrillo y se intercambiaron besos y caricias hasta que se metieron de nuevo en la poza donde se lavaron de todo el sudor y restos de semen.
Una vez recompuestos los tres hombres montaron a lomos de sus caballos y regresaron al cortijo en un agradable paseo. Como el abuelo de Rodrigo se encontraba esos días allí sería bastante complicado que tuvieran fácilmente oportunidades de reencontrarse de nuevo cada vez que les apeteciera, impensable poder pasar la noche juntos ninguno de ellos, pues el marques tenia control, férreo sobre su nieto y Curro los días que pasaba en la finca.
Rodrigo pasaría pocos días esta vez, debía volver a la ciudad los exámenes se aproximaban y con ellos el fin de curso, Juan también tenia alguna corrida en breve y todos andaban un poco alterados con los quehaceres diarios de cada cual.
Para colmo estando el abuelo en la dehesa todos tenían que ocuparse de atenderle, Curro le llevaba en coche por la finca supervisando cada una de las cosas que allí ocurrían de manera meticulosa, Rodrigo pasaba parte del día estudiando y otro haciendo labores que su abuelo le encomendaba, así hasta que llegó el día de la partida.
Juan había estado casi todos los días por allí, labores de tienta y descaste de ganado le servían de entrenamiento para la temporada que se avecinaba, el mayoral no le prestaba mucha atención pues todas se las llevaba el viejo marques que cuando estaba allí lo monopolizaba, en cambio el joven ganadero le ojeaba con deseo y divertimento, entre ambos siempre hubo una buena relación amistosa y de simpatía mutua y la edad los acercaba mas por lo que no era extraño ver a los dos jóvenes bromear en momentos de asueto en las faenas de la ganadería.
Esa tarde noche el marques estuvo hasta bastante tarde despechando asuntos con su hombre de confianza, los chicos estaban sentados en un banco de piedra situado en la entrada de la casa cortijo, conversaban amenamente de las cosas normales que inquietan a un torero, de las expectativas de esa temporada, plazas que visitaría y posibilidades que tenia hasta que ambos que no dejaban de observarse en la anochecida decidieron que eran horas de ir a dormir.
Juan esa noche iría al pueblo de regreso mas tarde de lo acostumbrado, traía su propio coche, ya al día siguiente los propietarios regresaban a la ciudad y daría un giro a sus éntrenos.
Se miraron tímidamente pero llenos de deseos, ambos estaban calientes deseaban tener un encuentro, pero ninguno de los dos se atrevió a decir media palabra. Se despidieron con un abrazo que ambos quisieron prolongar y Juan partió en dirección a donde tenia el coche mientras Rodrigo lo hacia en dirección al interior de la casa donde su abuelo continuaba con Curro solucionando asuntos.
Rodrigo después de despedirse de ambos se fue a su habitación, se despojó de todas sus ropas y se dio una ducha caliente, estaba muy cachondo, su polla estaba palpitando y pensaba hacerse una buena paja en vista que el sexo por esa noche era inviable.
Sitió como curro salía de la casa principal, su abuelo cerró la puerta de su dormitorio y todo estaba ya en silencio en la casa, se asomó a la ventana y vio a Curro como se alejaba en dirección a su casa.
Se quedó un buen rato observando la noche desde la ventana de su dormitorio, la luna brillaba en el firmamento, las estrellas parpadeaban y el desnudo recibía la brisa de la noche en todos las partes de su cuerpo. Después de pasar un buen rato contemplando la oscuridad de la noche Rodrigo entró a la habitación dejó la ventana abierta y se dio una buena ducha de agua tibia que le reconfortó, pesó en Curro en cuanto le gustaría estar ahora ahí con el, pero sorprendentemente pesó también en el torero , Juan le atraía mucho, era un chico de su edad ,guapo de buen físico y muy simpático, había algo en el que le atraía en demasía, le gustaría volver a follar con el, pero ahora los dos solos.
Se envolvió en la enorme toalla blanca y salió del baño a la alcoba y se secó con dedicación, repasando con la suave felpa todas las zonas de su cuerpo. Una vez seco volvió a la ventana, le gustaba respirar ese aire limpio de la dehesa y al día siguiente regresaba con el abuelo a la ciudad.
Oyó un ruido y se alertó, en aquella soledad de la noche cualquier ruido rechinaba con más agudeza. Después de comprobar que solo había sido una falsa alarma se tendió sobre las blancas sabanas de su cama y comenzó a acariciar su cuerpo, estaba excitadísimo, con las yemas de sus dedos rozó sus peñones que se erectaban con ese simple y suave contacto, después fue bajando por su vientre entre los vellos que formaban un riachuelo que pasaba entre su ombligo y continuaba hasta desembocar en su dorada mata de vellos en la zona pélvica.
Su verga estaba dura y apuntaba hacia el techo, pero antes de tocársela jugueteó con sus dos bolas duras y llenas de sabia que da la vida, jugueteó con los vellos de estas rizándolos y estirándolos, mientras la polla segregaba un delicioso jugo pre seminal, la mitad de su glande asomaba la otra aun escondido se enjugaba de tan delicioso fluido.
Estaba con los ojos cerrados disfrutando el solo de su cuerpo, se masajeaba y acariciaba con suma maestría y en ello estaba cuando por la ventana de manera sigilosa entró Juan el torero, que al verle en ese estado se acercó muy despacio hasta el y le besó los labios.
Rodrigó se sobresaltó, pero al abrir los ojos y ver al chico, sonrió y abrió sus labios dejando que la lengua del torero le penetrara su boca en busca de la suya.
Después del ósculo tierno pero libidinoso el torerillo se desnudó apresuradamente y se unió a Rodrigo en el lecho. Le fue besando pausadamente los pechos deteniéndose en los pezones que sorbió delicadamente con sus labios mientras que con la lengua los acariciaba, esa operación cadenciosa la trasladó por todo el abdomen del heredero surcando con sus labios todo el hilillo de vellos que iban desde el esternón hasta la zona pubica donde lamió los dorados vellos chocando con su lengua con la dura polla que babeaba ante tantísimas excitación como tenia el muchacho.
Rodrigo después de dejar que le mamara un buen rato la polla lo atrajo hacia el y enfurecidamente lo besó, mordisqueando sus labios y penetrándole la boca con su lengua.
El heredero continuo sus besos y chupones por el cuerpo del torero, bajó saboreando cada palmo de la piel del joven que gemía enardecido de tanto placer como le procuraba el rubio muchacho.
Tras una lenta y laboriosa sesión de dilatación Rodrigo colocó la punta de su garrote en la puerta del ano del torerito que desafiante invitaba a su amigo a que lo introdujera todo en sus entrañas. El rubio muchacho hizo frente al envite y suavemente fue introduciendo su verga hasta lo más hondo del ser de Juan que sin quejarse ni un instante aguantó el tipo como valiente torero que era. Una vez dentro de el comenzaron un rítmico vaivén que los llevó hasta el súmmum del éxtasis viniéndose los dos al mismo tiempo el uno en el vientre del otro entre gemidos y ronroneos de placer.
Recostando en la cama mirando el viejo artesonado del caserón los dos jóvenes fumaban un cigarrillo a medias, no había palabras que decir en ese momento, los dos habían disfrutado muchísimo, Solo quedaba la despedida, nadie podía saber que Juan estuvo allí esa noche, no querían herir a Curro y menos que el abuelo sospechase la más minima cosa. El torero, se vistió parsimoniosamente y tras despedirse del chico desapareció por la ventana.
Rodrigo se había enredado en un triangulo amoroso, ahora la situación se complicaba, todo el amor que sentía por Curro se desvanecía en deseos por Juan y lo anecdótico del caso es que ambos a la vez mantenían desde antes una relación sexual que Rodrigo no sabia hasta donde llegaba.
Su cabeza se estaba confundiendo con tantas emociones como recibía en este ultimo y excitante viaje a la dehesa, sería mejor poner tierra de por medio para aclarar las ideas y colocar cada cosa en su lugar.
Esa mañana después de un riquísimo desayuno el marques y su nieto emprendieron viaje de regreso a la ciudad, ahora no sabia el chico cuando sería la próxima vez que se encontrarían, se aproximaban los exámenes y el periodo estival aunque lleno de corridas por España y el sur de Francia, el chico distanciaría mas sus encuentros con su amado Curro y el magnifico compañero de sexo que era Juan.