Pasión en la cárcel
Como hacía calor ambos estábamos sin camisa y así continuamos nuestra charla, hasta que yo le comenté que al parecer ambos éramos unos tíos que no habíamos tenido suerte con las mujeres. Ahí fue cuando el me respondió: Pues si no hemos tenido suerte con las mujeres, yo creo que lo mejor es que probemos con los hombres.
Pasión en la cárcel.
De ninguna manera, ni se te ocurra, esa vieja será tu madre, pero de ninguna manera, te repito, que se viene con nosotros de vacaciones; nos va a desgraciar este verano, le dije tajante a mi esposa.
Pero ella, erre que erre. Que si la pobre, que está muy sola desde que su esposo falleció el año pasado. (yo pienso que la culpable fue ella, pues lo tenía hasta los cojones). Esto se estaba convirtiendo en un verdadero problema de estado. Y de más está decirles que al final con muchas pegas, tuve que aceptar que viniera con nosotros a amargarnos la fiesta.
La muy hija de puta, ocupó el asiento detrás de mi en el coche para ir dirigiéndome el viaje. Nada más arranqué el coche vino su primera intromisión. La señora preguntó: ¿Te has puesto el cinturón de seguridad? No lo digo por tu seguridad, ya sabes que no me importa un comino, pero en caso de que fallecieras en el accidente tendríamos que pagar la multa cuando mi hija cobrara la herencia. Aquello fue como darme una patada en los cojones. Pero aguanté, conté hasta 10 y no dije nada.
Pero la tía continuó la lata, que si ahí viene una curva y mira a la velocidad que vas. Que si acabo de ver que la velocidad máxima en este tramo es 120 y vas a 140. Que cuidado no vayas a pasar ahora que la línea de separación es continua. Cojones, esa vieja no se calla ni un minuto y siempre tocándome los huevos.
De repente la pareja de la guardia civil y me mandan a parar. La pregunta clásica: ¿Sabe usted señor que por este tramo de carretera la velocidad máxima es 120 km/h y usted conduce a 20 kilómetros más. Por favor déjeme ver sus documentos. Vaya, me jodieron, pensé.
De repente, la cotorra de mi suegra hace su aparición diciendo: ¡Gracias a Dios! aparecieron estos dos señores, porque este irresponsable, si sigue conduciendo a esa velocidad va a terminar matándonos. Desde que salimos se lo vengo diciendo, que no ha habido ni una señal del tránsito que él haya respetado. Pero parece que lo hace intencionalmente.
Miré a mi suegra con una cara de que si no se calla la mato. Pero para ella fue como decirle: Señora, siga que va por buen camino. Y continuó con su perorata: Se merece una buena multa, para ver si escarmienta. En definitiva, me da gusto que la pague porque es por su bien. Esto era demasiado, tragué en seco y dije: Señora, bájese de mi coche. El guardia civil me miró asombrado, estábamos en medio de la carretera a muchos kilómetros del próximo pueblo y en eso mi mujer me dijo: Juan, estás loco, mira que es mi madre. De nuevo insistí: ¡Señora, bájese de mi coche ahora mismo! Pero mi esposa atónita no podía creer lo que escuchaba e intervino de nuevo: De ninguna manera mi madre se baja del coche.
Me subió un calor a la cabeza insoportable y lancé con voz enérgica: Lo que va a pasar es que ahora mismo se bajan las dos de mi coche.
Ahí la discusión tomó los mayores niveles, nos dijimos hasta alma mía y mi mujer y su madre al final decidieron en un gesto de fuerza, bajarse del coche para ver si yo tenía cojones de dejarlas en el medio de la carretera. Ya tenía mis documentos en mi poder, ya tenía el reporte de la multa en mis manos, nada me impedía cerrar la puerta y largarme.
Mientras me alejaba, miraba por el retrovisor como ambas voceaban cosas que gracias a Dios no escuchaba. La pareja de guardias civiles me miraban atónitos, no sabían que hacer. Si ellos quieren, pensé, que se las lleven a las dos a donde quieran que a mi eso me da igual y mientras empecé a sentir una sensación de alivio. Y dije: ¡Al fin, me las he quitado a las dos de un solo golpe!
No se jodieron mis vacaciones, seguí rumbo a casa de unos familiares que hacía tiempo no visitaba porque no soportaban a mi esposa y a su queridísima mamá. Ellos estuvieron muy contentos de verme y sobre todo de que no hubiera venido con ellas. Luego al regreso a mi casa empecé a pensar que probablemente la que me esperaba era de altura. Pues en estos días no había atendido a ninguna de sus cientos de llamadas al móvil e incluso lo mantuve apagado por varios días para que nadie pudiera acabar con mi paz.
Pero ahora, volverían a aparecer en mis vidas y a amargármela. De repente veo un coche patrullero a mis espaldas, era una pareja de guardias civiles y mi primera reacción fue pisar el acelerador y perderlos de vista. Pero el exceso de velocidad despertó en ellos su interés y también aceleraron tras de mi. Ni de coña, yo aceleré mientras ellos empezaron a sonar la sirena en señal de que me detuviera. Así comencé a escenificar una persecución que al final terminó cuando vi que la carretera estaba bloqueada por un par de coches patrulleros más, con el objetivo de que me detuviera. Estaba perdido, todo había terminado.
Cuando me capturaron, las autoridades me empezaron a hacer muchas preguntas para que justificara el motivo de mi intento de fuga. Habían registrado el coche en busca de drogas, me habían tirado por la computadora para ver si tenía cosas pendientes con ellos, pero nada salía. Fue entonces cuando confesé estando ya esposado: Hace unos días le dejé a una pareja de guardias a mi esposa y su madre. La razón de mi fuga fue que pensé que eran esos mismos señores que estaban hasta los cojones de ellas y me las venían a devolver.
Estas son las razones por las que ahora me encuentro en este calabozo solo, no creo que por lo que hice me vaya a tocar una gran condena, quizás un par de días preso y luego una suculenta multa. Pero eso si, mi matrimonio se ha acabado, de ninguna manera vuelvo a estar metido en esa pesadilla.
Por la madrugada, siento pasos y una conversación, algunas gentes se acercan por el pasillo. A los pocos segundos veo que es un custodio que trae a un detenido que viene a hacerme compañía. Abren la reja de mi calabozo y lo ubican en la otra cama que estaba vacía. El tío viene con pocas ganas de hablar, no se porque lo han detenido, ni tampoco me interesa mucho. Finalmente, el custodio cierra la puerta y se marcha.
Como a la media hora el tío comienza a darme conversación, no parece una mala persona, la razón de su detención es que la cabrona de su ex-mujer, que después de la separación pretende hacerle la vida imposible, ya incluso ha logrado la orden de alejamiento por un juez después de inventarse no se que amenazas. Ahora se le ocurrió acusarlo de haber violado esa orden y por esa razón fueron a su casa y lo han arrestado. Es posible que dentro de un par de días lo lleven delante del juez y continúe su calvario porque los jueces son muy adictos a creer a las mujeres que se hacen las infelices y maltratadas por sus esposos. Ahí fue que yo le comenté las causas por las que estaba preso. El tío se cagó de la risa y así estuvimos conversando por largo rato hasta que un custodio se acercó por el pasillo y nos mandó a callar.
Cuando el guardia se retiró, nosotros estuvimos un tiempo en silencio hasta que mi compañero se levantó de su cama y se sentó en la mía para poder continuar nuestra charla con voz baja, pues ninguno de los dos lográbamos atrapar el sueño. Como hacía calor ambos estábamos sin camisa y así continuamos nuestra charla, hasta que yo le comenté que al parecer ambos éramos unos tíos que no habíamos tenido suerte con las mujeres. Ahí fue cuando el me respondió: Pues si no hemos tenido suerte con las mujeres, yo creo que lo mejor es que probemos con los hombres. Su graciosa proposición me sacó de paso, hasta ese momento no había pasado por mi mente la realidad de que en ese momento nos encontrábamos par de hombres solos, en una misma celda de un calabozo, desnudos de la cintura para arriba, sentados en una misma cama y llevando una conversación en voz muy baja y que nos estaba resultando agradable.
Yo sonreí, como tirando a jarana su propuesta, pero le contesté que quizás él tuviera razón en lo que decía. Y diciendo esto, pensando en que todo estaba dentro del marco de una broma, sentí como su mano acariciaba mi velludo pecho sudoroso. Su mano cálida se deslizó de una forma suave por mi vientre y llegó un poco más debajo de mi cintura, casi deslizando la punta de sus dedos por debajo de la cintura de mi pantalón sin cinto, pues nos lo habían quitado al entrar al calabozo. Aquella caricia me resultó agradable, mi respiración se entrecortó y sentí como mi polla empezó a endurecerse en señal de respuesta, pues hacía bastante tiempo que no follaba ni me pajeaba. Eso me hizo dejar que aquel tío continuara con sus caricias, me continué empalmando y cuando él me indicó que recostara mi cabeza sobre sus piernas para acariciarme más cómodamente yo accedí.
Aquellas caricias se me tornaron muy agradables, ahora me acariciaba con sus dos manos, mientras una jugueteaba con los vellos alrededor de mis tetillas la otra con una dificultad que me desesperaba comenzó a desabrochar los botones de mi bragueta que poco a poco iba dándole libertad a mi polla. Cuando quedó totalmente abierta esa mano entró ágil hasta acariciar mis huevos y finalmente manoseó mi polla dura como un palo. Estaba sintiendo un placer exquisito. Así estuve disfrutando por un tiempo hasta que muy bajito sentí que me decía al oído: quítate el pantalón para poderte acariciar mejor.
Mi corazón ahora latía con fuerza inaudita y yo pensando en la deliciosa paja que me estaba haciendo me despojé del pantalón y lo lancé al piso de la celda. Cuando me fui de nuevo a acomodar sobre sus piernas él me indicó que me acercara más, en realidad puso mis caderas casi sobre él, yo pensé que el tío lo que quería era darme una buena mamada y puse mi cabeza sobre una almohada que él había colocado del otro lado para que lo hiciera. Las caricias continuaron. Yo estaba acostado sobre sus piernas y él continuaba acariciándome continuamente. Yo empecé a corresponder a sus caricias cuando con su boca empezó a besar mi pecho. Las gotas de sudor de su pecho comenzaron a mezclarse con las mías, su boca empezó a lamerme el vientre, bajó hacia mi polla. Cuando sentí como su bocas se acercaba a la base de mi polla, sentí que explotaba de placer, estaba deseoso de que me comiera la polla, pero siguió a buscar mis huevos, lo que me hacía desesperarme por la llegada de la mamada que estaba deseando. Comenzó a lamerme los huevos de una forma que me tenía en la gloria. Mientras estaba sumido en ese éxtasis sentí como una de sus manos acariciaba mis nalgas. Aquello no me agradó mucho, pues que este tío me diera una buena mamada no me disgustaba, pero no me agradaba para nada que jugueteara con mi culo.
Cuando estaba a punto de manifestar mi rechazo a las caricias de mis nalgas comenzó a mamar suavemente la cabeza de mi polla, lo que me hizo exclamar el placer que sentía. Entre su saliva y mi sudor hacían que estuviera muy mojado, por lo que su dedo índice encontró el camino de mi ano bastante mojado. Esas caricias eran muy suaves y mientras aumentaba el ritmo de la mamada sentía como ese dedo jugueteaba con mi esfínter y poco a poco comenzaba a dilatarse. Es más ese jugueteo aumentó el nivel de mi empalme. Aquello me estaba dando un placer nunca antes experimentado por mi. Sentía deseos de rechazar aquello pero el placer que sentía me impedía acabar con aquel dedo intruso que pronto entró suavemente en mi culo y comenzó a moverse de una forma que me ponía como un tren. Salieron las primeras gotas de leche de mi polla que el saboreó con gusto.
De pronto, cuando más excitado estaba, dejó de mamarme, me puso sobre la cama y se acostó sobre mi. Su polla que también estaba dura como un palo se introdujo entre mis piernas y comencé a sentir como penetraba entre mis piernas. Comenzó a besarme la boca y en medio de aquella locura comencé a corresponder a sus besos. El tío no se había afeitado aquel día y su barba arañaba mis labios de forma que sentía como me ardían. Luego cuando aquel beso terminó, su boca continuó lamiéndome el cuello y entre su barba y su lengua me sumieron en un estado de ansiedad que me estaba enloqueciendo.
Cuando menos lo esperaba, sentí que tenía la almohada que levantaba mi cintura y la cabeza de su polla trataba de penetrar en mis entrañas. En ese momento me percaté que estaba a punto de ser penetrado y trate con fuerza de impedirlo. Pero estaba en una posición peligrosa, sus fuertes manos sujetaban mi cintura y para acaba mi rebelión de un golpe, con un fuerte movimiento de su cadera sentí como su polla entraba triunfante en mi culo.
En vano traté de escapar. Pero con fuerza me sujetaba y me decía con firmeza: Ya estoy dentro de ti, deja de hablar tanto que lo único que vas a hacer es lograr que los vigilantes se enteren de que te estoy follando y vengan a querer mojar también. Aquello me dio espanto, callé mientras lo abrazaba con fuerza, su boca besaba la mía. Comenzó entonces con sus embestidas. Al principio mantenía el deseo de escapar y no correspondía a sus besos. Pero pronto sus embestidas comenzaron a empalmarme y comencé a corresponder a sus ardientes besos con locura.
Sus embestidas aumentaron de ritmo al máximo, me percataba que estaba a punto de correrse, yo también estaba al borde, sentí como sus brazos me apretaban con fuerza mientras sus músculos se estremecían y descargaba su leche caliente dentro de mi. Luego sobrevino la calma. Nuestros cuerpos estaban empapados de una mezcla de nuestros sudores y cuando me la sacó nos quedamos abrazados y así nos dormimos por un largo tiempo después de haber vivido esta pasión en la cárcel.
Luego cuando me desperté, sentí voces y exclamaciones de otras personas que se producían en otras celdas aledañas. Pensé que no solo había habido movida en mi celda. Pensé que otros detenidos también la habían pasado bien, incluso tal vez algunos vigilantes también la hubieran pasado en grande.
A la mañana siguiente, nos vinieron a buscar a nuestra celda. De manera individual nos llevaron a declarar y finalmente a cada uno nos leyeron nuestros atestados y luego nos fuimos a nuestra celda. Entre nosotros surgía una complicidad, de verdad que no parecía preocuparnos pasar más tiempo juntos. Incluso hasta yo empecé a desear que de nuevo llegara la privacidad que entre los presos provoca la noche. Pero la noche no llegó.
Al medio día nos pusieron en libertad en espera de ser presentados a responder por citación ante un Juez y los dos salimos juntos de la prisión. A mi me devolvieron el coche y nos marchamos en él los dos. Estuvimos por un rato sin pronunciar palabra. Hasta que yo le dije: Si me dices por donde vives te acerco a tu casa. Lo pensó unos minutos y entonces me dio su dirección y yo lo llevé hasta su casa. Al llegar se bajó de mi coche y me dijo: Bueno, ya sabes donde vivo solo, espero que me visites con frecuencia.